Kumiko Kosaka arriesgaba una pena a 25 años en prisión, junto a la madre superiora y otras siete mujeres con distintos cargos.
La monja Kumiko Kosaka estuvo 5 años presa y fue absuelta por un tribunal de juezas que argumentó que en el juicio no se tuvo en cuenta “la cuestión de género” y el “sometimiento al patriarcado” de la Iglesia Católica.
La religiosa fue acusada de haber sido partícipe de abuso sexual y cómplice de los curas condenados a perpetua por actos aberrantes contra chicos sordos del colegio Antonio Provolo, de Mendoza.
Otras ocho mujeres acusadas en la misma causa, entre ellas la madre superiora Asunción Martínez, que habían sido imputadas por acción u omisión en sus actos como responsables del cuidado de los chicos discapacitados, también fueron absueltas.
En los testimonios, los chicos y adolescentes hipoacúsicos llamaban a Kumiko la “monja mala” y a la madre superiora, “la monja buena”.
Asistidos por intérpretes de lenguas de señas y ante psicólogos del Cuerpo Médico Forense, las víctimas contaron abusos y sometimientos en los que mencionaban que Kumiko participaba o estaba al tanto de lo que ocurría.
La monja Asunción Martínez fue otra de las acusadas absueltas. Foto: Orlando Pelichotti (Los Andes)
Pero, para el tribunal, en contra de lo que declararon peritos, los chicos discapacitados fabulaban o eran incitados por su entorno a relatar ese horror.
La Fiscalía y la querella del juicio oral en Mendoza habían pedido para Kumiko 25 años en prisión. Y para Asunción, 10 años de cárcel.
La declaración de la monja
Un grupo de víctimas, que ahora tienen entre 18 y 30 años, presenció el debate en el Polo Judicial de la ciudad de Mendoza. La mayoría de los familiares de los ex alumnos del Provolo debieron seguir la audiencia en otra sala del edificio, mediante un circuito cerrado de televisión.
La decisión del tribunal fue transmitida en vivo, el 18 de octubre pasado, por el canal de YouTube del Poder Judicial de Mendoza.
La monja Kumiko, la madre superiora y otras siete mujeres fueron absueltas por la composición de un nuevo tribunal ( el anterior fue cuestionado por la defensa) integrado por tres juezas: Gabriela Urciuolo, María Belén Salido y Belén Renna.
Todas las acusadas hablaron minutos antes del veredicto que las dejó en libertad. Dijeron haber sido acusadas sin suficientes pruebas y ser víctimas de una campaña de condena social, orquestada por los fiscales y los querellantes, que les arruinó la vida personal y sus carreras profesionales.
La presidenta del tribunal les consultó a las mujeres si deseaban hablar. Kumiko fue una de las últimas en acceder al derecho de unas últimas palabras, antes de la sentencia. Clarín tuvo acceso a los audios.
El momento de la sentencia que absolvió a las monjas acusadas. Foto: Orlando Pelichotti (Los Andes)
Con un tono pausado, expresó: “No tengo odio sino dolor. No les guardo rencor a los chicos que me han denunciado. Quiero que sepan que me uno a las voces que reclaman justicia”.
En un juicio anterior, en 2019, dos curas de la congregación del Provolo de Mendoza con los que coexistieron estas 9 mujeres, fueron condenados a 45 y 42 años en prisión. Se trata de los sacerdotes Horacio Corbacho y el fallecido en 2021 (dos años después de la condena) Nicola Corradi.
Kumiko dijo que los siete años de enjuiciamiento y los cinco que estuvo en prisión preventiva, le habían quebrado la vida. Sostuvo que a lo largo del proceso se sintió discriminada por los demandantes y por la opinión pública, por ser religiosa y de origen japonés.
“Que hago con la condena social, la angustia y tantas noches sin dormir” “Todo lo que dijeron en mi contra era falso”, afirmó mirando a los ojos a los fiscales y los querellantes.
Y enumeró su pesar: “Siento impotencia con semejante acusación que he recibido, dolor porque he tenido que abandonar todo, lo familiar y lo social”. Estuvo varias meses presa en 2017 en una alcaidía de mujeres y luego cinco años con detención domiciliaria en casa de una familia amiga del Gran Mendoza.
En su pronunciamiento, Kumiko criticó a los abogados de los chicos sordos y a los fiscales Gustavo Stroppiana y Alejandro Iturbide. “No nos han respetado y son los responsables de la condena social en los medios y las redes sociales”, dijo la monja sobre los acusadores.
Recordó los comentarios del juez Horacio Cadile, primer presidente del tribunal que llevaba adelante el debate, que tuvo que inhibirse de participar en el juicio cuando se conoció un chat con otros fiscales en los que el juez habría manifestado en tono jocoso mantener una relación con la acusada.
“Me sentí burlada, como un objeto, cosificada por un juez que presidía un tribunal”, denunció Kumiko.
Sobre el bochornoso episodio que terminó con el juez Cadile apartándose de la causa, la monja admitió: “Sentí mucho miedo porque no sé qué hubiera sido de mí, si ese juez seguía en la causa”.
Y con tono retórico preguntó a los que estaban en la sala de audiencias: “¿Se habrá burlado de mí por ser religiosa, o por ser japonesa?
En sus últimas y únicas palabras durante el juicio, Kumiko insistió: “Nuestras vidas quedaron rotas, quebradas. Qué hacemos con tanto dolor. Qué hago con toda esta angustia. Fueron muchas noches sin dormir y lágrimas derramadas por esta condena social”.
La cuestión de género
Las acusadas en el tercer juicio, que comenzó hace más de dos años, son las monjas Kumiko Kosaka (48) y la madre superiora Asunción Martínez (55); la representante legal del colegio Graciela Pascual (67); las ex directoras Edith Pinacca (68), Valeska Quintana (50), Cristina Leguiza (52) y Laura Gaetán (62); la psicóloga Cecilia Raffo (45) y la cocinera Noemí Paz (65).
Para el tribunal integrado por las juezas Gabriela Urciuolo, María Belén Salido y Belén Renna, los fiscales Stroppiana e Iturbide fallaron en orden al “déficit de objetividad y de perspectiva de género” de esta causa.
Las juezas pidieron en su sentencia al Ministerio Fiscal que se revisen otros fallos absolutorios al respecto.
En los argumentos de la sentencia absolutoria, el tribunal coincide en que faltó perspectiva de género. Dicen las juezas que todas las acusadas son mujeres y hay un perjuicio de la protección maternal que se demanda en el cuidado de los menores solo a las mujeres.
Otro dato en el que tribunal pone énfasis para considerar que las acusadas eran inocentes es que “no se tuvo en cuenta durante la instrucción de la causa, el sometimiento al patriarcado de la Iglesia que padecían estas mujeres”.
En el primer juicio oral por el caso Provolo, solo se juzgaron a hombres. Fueron todos condenados.
La sentencia el 26 de noviembre de 2019, recayó sobre los sacerdotes Nicola Corradi (42 años de cárcel) y Horacio Corbacho (45 años) y al jardinero Armando Gómez (18 años en prisión), imputados por 20 hechos de abusos sexuales y como responsables de la guarda de los menores.
La condena tiene un impacto mundial, después de 50 años de denuncias de violaciones, abuso sexual, maltratos y corrupción de menores que involucraban a sacerdotes de esta orden religiosa con sedes en Verona, Italia, en La Plata y Mendoza, en Argentina.
Camino a la Corte
Los abogados querellantes Lucas Lecour, Oscar Barreda y Sergio Salinas adelantaron que están trabajando en un recurso de casación que presentarán la semana próxima en la Suprema Corte de Justicia de Mendoza para declarar la nulidad de la sentencia del juicio a las mujeres del Provolo.
La semana pasada, las partes recibieron la sentencia de 300 páginas. Piensan pedir la nulidad porque, aunque en el juicio hubo testimonios directos que mencionaban que las monjas y directivas estaban en conocimiento de los hechos, las juezas no los dieron por validos.
“Muchas de las víctimas declararon de nuevo. Hubo 78 testimonios que pasaron por este segundo juicio oral. Las juezas no le creyeron a las víctimas”, dijo uno de los querellantes.
Los familiares del Provolo están aún impactados. Dicen que es incomprensible que después de 7 años de investigación, se haya desoído a las víctimas y desacreditados los informes de los psicólogos, médicos forenses y del organismo especializado en abuso sexual infantil del Poder Judicial de Mendoza.
La última esperanza la depositan en la Corte mendocina que revisará la sentencia de las mujeres absueltas quienes, como ellas contaron en el juicio, dicen tener sus vidas rotas.
En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo
El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.
En el recorrido, el director le señalaba las principales áreas, quiénes trabajaban ahí, cuáles eran sus roles. En determinado momento le propuso ir al pabellón donde estaban los enfermos.
Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.
En un momento se escuchaban los gritos de una persona. En la medida que se fueron acercando a esa habitación, se podía escuchar con nitidez los gritos desesperados del paciente.
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:
-¿Qué le pasó a este paciente?
–Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.
El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.
Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.
-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.
-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…
Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.
Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.
Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.
Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.
¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?
En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.
Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.
Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.
¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?
* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli
La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos
La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.
Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.
Adelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)
“Mamá, entró agua a casa”
Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.
Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.
Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.
Antes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.
“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.
Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.
“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.
Rocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
“Volver a casa fue horroroso”
Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.
Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.
Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.
“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Todos somos uno
Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.
Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.
Al día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.
En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.
“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.
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Video del día después de la inundación
¿Cómo ayudar?
En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.
Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas
Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.
Fuentes policiales precisaron a Infobae que, alrededor de las 16 horas, un grupo de turistas jugaba con una pelota dentro del área delimitada por boyas. En determinado momento, la víctima perdió la pelota y cruzó la zona habilitada hacia aguas más profundas. Al no hacer pie y no saber nadar, comenzó a ahogarse.
El cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.
Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.
Hasta el momento, el cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa hoy, confirmaron las fuentes. Las playas de Santa Elena, ubicadas a 150 kilómetros de la capital provincial, tienen una extensión de 300 metros.
El trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)
Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano
Un turista falleció el pasado 4 de febrero en Río Ceballos, Córdoba, convirtiéndose en la novena víctima fatal por ahogamiento del verano en la provincia. Identificado como Lucas Iván Paz, el joven de 24 años ingresó a un río en las proximidades del camino Pozos Verdes, en el barrio La Quebrada, con el objetivo de visitar una cascada junto a su hermana.
Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.
En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).
Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 años falleció en La Toma.
Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.
Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.
Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.