Connect with us

Sociedad

El hijo de Yiya Murano subasta el juego de té con el que su madre envenenaba a sus amigas: ¿cuánto le ofrecieron?

Publicado

on

La decisión es de Martín, que recuperó una reliquia macabra: las tazas y la tetera de su madre. Cómo comprarlo y qué hará con lo recaudado

Antes del encuentro, en su departamento en Palermo, Martín Murano bromea:

-Vengan, los espero con una tacita de té.

El humor me recuerda a su madre, la envenenadora Yiya Murano. Cuando solía entrevistarla, le gustaban esos chistes.

-Te invito unas masitas con té -era una de sus frases.

La entrevisté más de diez veces y, tras su muerte, el 26 de abril de 2014, ahora es su hijo el protagonista. Un hombre que desde niño fue maltratado y humillado por la asesina del cianuro.

Un hombre que escribió tres libros, dos sobre el caso, y que ahora -ya en su hogar- me muestra un juego de té que tiene una antigüedad de más de 50 años.

-Esto fue un regalo de casamiento de mi madre, en 1971. Con estas tazas envenenó a sus amigas.- Dice y se pone serio.

infobae

La novedad es que subasta las tazas marca Excelsior, industria argentina. Para ofertar hay que escribir a miradasdelcrimen@gmail.com. Hasta ahora, dice, recibió una propuesta de 10 mil dólares. Va por más. “Yo no me pienso quedar con ni un peso. Esto va para un hogar de perros y gatos de Mar del Plata. La idea es transformar el horror de esas tazas con las que mató en algo solidario. En llenar un camión con alimentos”, dice Murano, que al mismo tiempo, y es pura casualidad, se juntó con dos amigos estos días y lanzarán el canal de YouTube Criminales en primera personas.

La reliquia que pasó por manos de la asesina y de su empleada doméstica Ignacia son seis tazas, una tetera, una azucarera y un recipiente para la leche. “Ni un té tomé en eso ni quiero tocarlas”, dice Murano, que cada tanto sueña con su madre. “SI viviera, la entrevistaría. El último sueño fue un horror. Estaba al pie de la cama, con un vestido blanco. Y una luz subía hasta descubrirse que la mitad de su cara era la del diablo”, cuenta.

La famosa foto que se reproduce en los medios y muestra a su madre sirviendo té es de una nota que le hice en el café Las Violetas, donde se jactaba de ser famosa y de firmar autógrafos como María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, alias Yiya Murano.

La envenenadora de Monserrat, como la llamó la prensa por envenenar con té y masitas finas a su amigas Nilda Gamba, Lelia Formisano de Ayala y su prima Carmen Zulema del Giorgio Venturini.

Los crímenes ocurrieron entre el 11 de febrero y el 24 de marzo de 1979. Es decir, hace 39 años.

Yiya Murano en Las Violetas tomando el téYiya Murano en Las Violetas tomando el té

Yiya nació en Corrientes el 20 de mayo de 1930. Su madre, Candela, era ama de casa y su padre, Camilo Bolla Aponte, era un teniente coronel que reprimía a los opositores al golpe de Uriburu.

La detuvieron el 27 de abril de 1979. Ella negó todos los cargos y sus abogados lograron que fuera absuelta tres años después por falta de pruebas, aunque el 18 de junio de 1985 la Sala Tercera de la Cámara del Crimen anuló el fallo anterior y la condenó a prisión perpetua.

Fue liberada el 20 de noviembre 1995 por una reducción de la pena y por el “dos por uno”. Un año después fue la columnista de moda del programa La Hoguera.

En 1998 fue a almorzar al programa de Mirtha Legrand y reveló que se había vuelto a casar.

¿Cómo llegaron a sus manos estas tazas floridas de industria argentina a manos de Murano?

“Las heredé, era un regalo de boda de mi madre. Nunca las abrí. Las dejé embaladas y se las regalé a una amiga de mi madre. Hace poco, su hija me dijo que tenía algo que me iba a interesar. Y eran las tazas. No lo podía creer. ¿Si me da miedo tener esto?, no, pero quiero que se vendan cuanto antes así el dinero va a los perritos. Quiero que la prensa me acompañe para comprobar que todo el dinero va a parar ahí. Hay muchos interesados”.

Le juego de té es marca Excelsior y de Industria ArgentinaLe juego de té es marca Excelsior y de Industria Argentina

Souvenirs del delito

Debo confesar que durante un tiempo coleccioné (no sé si es la palabra), objetos que pertenecieron a famosos asesinos y ladrones.

Un peine con dientes marrón que Barreda guardaba en el botiquín del baño del departamento de Belgrano donde llegó a vivir con novia Berta André, a quien maltrataba.

Esa costumbre de quedarme con algo de estos seres del inframundo había comenzado cuando María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, alias Yiya Murano, que en 1979 envenenó a tres amigas en el edificio de Montserrat donde vivía, me regaló un rosario de perlas blancas y sus tradicionales lentes aparatosos.

“Estas reliquias van para vos, nunca las vendas. Con este rosario lloré la muerte de mi hermana, pobrecita, a quien le robé el novio, pobre desdichada”, lloraba sin lágrimas.

Pero con el tiempo, entre mudanzas o quizá alguien me los pidió prestados, perdí los regalos de la famosa asesina, muerta en el olvido en 2014. Tiempo después supe que vendían su rosario al equivalente actual de 50 mil pesos.

La subasta es por seis tazas, una tetera, una azucarera y una lecherita (@matitexeira)La subasta es por seis tazas, una tetera, una azucarera y una lecherita (@matitexeira)

Quedarse con algo que perteneció a alguien es mucho más que eso: es capturar los momentos o gestos o actos o movimientos que esa persona hizo con ese objeto. ¿Barreda habrá usado su peine en su primer día en libertad? ¿Yiya habrá rezado ese rosario recordando sus crímenes? ¿Qué llegó a ver con esos aparatosos lentes negros?

Durante un año, Carlos Eduardo Robledo Puch, el llamado ángel negro que entre 1971 mató a once personas mientras dormían o por la espalda, me envió cuarenta cartas y me hizo cuatro dibujos infantiles. “Mi suerte es tener tu amistad”, me escribió en uno.

Un día me regaló una foto de la pintura que tenían sus padres colgada en su casa de Villa Adelina. La imagen: debajo de un cielo anaranjado y sobre un mar revuelto, navega el Monte Sarmiento, un transatlántico alemán azul, blanco y rojo. Fue botado en 1924 y hundido en 1942 durante la Segunda Guerra Mundial por un ataque aéreo de la Royal Air Force.

Una tarde, Robledo me prestó su equipo de audio con dos casetes de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota. De hecho dijo que se pelaba por el Indio Solari. Recuerdo haberle devuelvo todo.

Del siniestro líder del clan Puccio, Arquímedes Puccio, “heredé” cartas, una foto en la que aparece barriendo en La Pampa, donde murió en 2013, y fue autografiada por él (cuando tenía a los secuestrados en su casona de San Isidro solía barrer) y un sello de abogado que decía Contador, abogado y licenciado Arquímedes Rafael Puccio.

Lo del Gordo Valor no fue nada cordial. Hace unos 17 años lo fui a visitar a la cárcel de Campana y no dejó de mirarme la remera: era Al Pacino en Scarface y los típicos dólares. Poco después de la entrevista, me miró sonriente y me dijo:

Vas a tener el honor de decirle a tus nietos que te choreó el Gordo Valor.

"Yiya" Murano  la envenenadora de Monserrat  jamás confesó ninguno de los tres crímenes que su hijo denunció“Yiya” Murano la envenenadora de Monserrat jamás confesó ninguno de los tres crímenes que su hijo denunció

Se sacó su remera, una chomba con vivos blancos y verdes que seguro estaba de moda en los ochenta, cuando robaba bancos y blindados con metralleta, y me pidió que me sacara la remera. El intercambio se hizo a espaldas de un guardia, que de todos modos hubiese hecho oídos sordos.

El ex superbanda y miembro de la banda del robo del siglo, Rubén Beto de la Torre, me dio un Gauchito Gil al que una vez le ofrendó una bala calibre 45 de su vieja pistola porque lo salvó de un tiroteo.

Con el tiempo, los objetos se fueron perdiendo o los fui tirando, como si buscara perder peso. El Gauchito Gil se me cayó y quedó hecho trizas. A la remera de Valor la tiré pero antes la usé de trapo, al sello de Puccio lo regalé. Deshacerme de todo eso era una manera de aliviarme. Hasta un hombre me ofreció dinero por esas cosas porque planeaba poner un bar museo del crimen. Le dije que no.

Lo único que guardo es un billete de diez dólares que me regaló un ladrón del siglo.

Sociedad

¿La búsqueda de la felicidad es una trampa? La historia de una mujer que enloqueció a dos hombres

Publicado

on

Por

En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo

El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.

Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:

-¿Qué le pasó a este paciente?

Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.

El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.

Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.

-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.

-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…

Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.

Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.

Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.

Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.

¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?

En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.

Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.

Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.

¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?

* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli

Seguir leyendo

Sociedad

Es abogada y la inundación destruyó su estudio en Bahía Blanca: “Los expedientes y mi escritorio con 10 mil dólares se fueron flotando”

Publicado

on

Por

La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos

La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.

Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.

Adelante de la casa funcionabaAdelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)

“Mamá, entró agua a casa”

Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.

Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.

Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.

Antes del temporal, Evangelina conAntes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.

“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.

Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.

“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.

Rocky, el gato de LucaRocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

“Volver a casa fue horroroso”

Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.

Acerca del reencuentro con el menor de sus hijos, describe: “Pude reunirme con él cerca de las 17 horas. Yo estaba esperándolo mientras colaboraba con los vecinos que rescataban gente con la moto de agua. Estuve con ellos hasta las 20″.

Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.

Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.

“La respuesta de los amigos“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto deAsí quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Todos somos uno

Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.

Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.

Al día siguiente, los amigosAl día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresóAl día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.

En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.

“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.

0 seconds of 10 secondsVolume 90%

Video del día después de la inundación

¿Cómo ayudar?

En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.

  • Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
  • Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
  • Más información, acá.

Seguir leyendo

Sociedad

Un turista de 21 años se metió al Río Paraná para buscar una pelota y murió ahogado

Publicado

on

Por

Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas

Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.

El cuerpo no ha sidoEl cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.

Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.

El trágico accidente ocurrió enEl trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)

Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano

Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.

En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).

Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 añosUn turista de 65 años falleció en La Toma.

Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.

Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.

Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.

Seguir leyendo

Mas Leidas

© 2022 FM Integracion 90.1. Todos los Derechos Reservados. | Desarrollado por Conexión Streaming

FM Integracion 90.1