Salud
Si tenés enfermedad renal, es probable que no lo sepas: cómo se detecta, los riesgos de la hipertensión y la diabetes y “8 reglas de oro”
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2 años atráson
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La enfermedad renal crónica afecta a 5 millones de personas en Argentina, pero solo 1 de cada 10 lo sabe.
Movilizan desechos producidos por el cuerpo que se filtran desde la sangre y se eliminan a través de la orina, regulan la presión arterial, eliminan el exceso de líquido y generan hormonas esenciales. Esas son algunas de las funciones clave que ejercen los riñones en el organismo y que en casi 5 millones de personas en Argentina se ven deterioradas, aunque solo una de cada 10 lo sepa.
Contribuye a ese desconocimiento el hecho de que el daño ocurre durante años en el más absoluto silencio. Los riñones sufren a expensas de enfermedades muy prevalentes como la diabetes y la hipertensión y cuando finalmente empiezan a dar señales de alerta, ya es tarde.
Por eso, en el Día Mundial del Riñón, especialistas subrayan la importancia de visibilizar a este órgano muchas veces “olvidado” y de detectar y tratar en forma temprana a la enfermedad renal crónica (ERC).

Diabetes, hipertensión y enfermedad renal
Los riñones envejecen con nosotros, explica el médico nefrólogo Carlos Castellaro, profesor del Instituto Médico CEMIC. Se trata de un envejecimiento programático.
Si bien la enfermedad renal crónica puede presentarse a cualquier edad, su frecuencia aumenta con los años: 4 de cada 10 mayores de 65 años viven con algún grado de ERC.
“A partir de los 45 años declina normalmente mi función renal, a tal punto que me va a alcanzar para toda mi vida sin problemas en la medida que me porte razonablemente bien”, dice Castellaro.
“Cuando me pasan cosas como la diabetes, la hipertensión, la obesidad, esa tasa de declinación se acelera dramáticamente. Y ese aceleramiento hace que en el corto plazo decline mi función real y llegue a la situación de requerir una máquina para sobrevivir (diálisis) y/o un trasplante, con todos los costos que eso implica (sanitarios, emocionales, económicos, ambientales)”, alerta.
Esas “cosas” de las que habla Castellaro les pasan cada vez más a más personas: casi 7 de cada 10 están excedidas de peso, más de una de cada 3 tienen presión arterial alta, una de cada ocho tiene diabetes. Y suelen presentarse en “combo” (son comorbilidades), con consecuencias negativas para los riñones en particular y para la salud cardiovascular y metabólica en general.
Así lo muestran las estadísticas: el análisis conjunto de los datos de la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud y de la 4a Encuesta Nacional de Factores de Riesgo arrojó que el 23,4% de las personas con hipertensión, el 22,6% de las que viven con diabetes, y casi el 15% de las que tienen obesidad también tienen enfermedad renal crónica, que afecta al 12,7% la población adulta.
Castellaro habla de una involución. “Somos cazadores. Tenemos manos y pies para agarrar la comida que vamos a comer y, en definitiva, hoy optamos por quedarnos en el sillón, llamar al delivery, que venga la pizza, el helado“.
“Estamos peor, estamos más gordos, más diabéticos, más hipertensos. Estamos pagando un precio. El riñón claramente paga ese precio“, enfatiza.
“Son todas enfermedades silenciosas, no duelen y, como no duelen, no consultamos al médico”, suma la especialista en nutrición Silvia Lapertosa, ex presidenta de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD).
Un estudio que la médica colideró hace varios años mostró que, en el caso de la diabetes, las personas recién diagnosticadas ya experimentaban complicaciones.
“La enfermedad renal crónica ya estaba presente casi en el 20% de los pacientes. También la enfermedad cardiovascular y hasta retinopatía.”
Por eso dice que “solo vemos la punta del iceberg” de un problema mucho mayor. Sobre todo porque son enfermedades que se ven a edades cada vez más tempranas. “Antes, la diabetes tipo 2 solo la veíamos en adultos, ahora la estamos viendo en niños”, ejemplifica.

Qué es la enfermedad renal crónica: síntomas y factores de riesgo
La enfermedad renal crónica se caracteriza por el daño progresivo y la pérdida de la función de los riñones y se diagnostica cuando ese daño se observa por un período mayor a tres meses.
“Una persona puede perder entre el 80% y 90% de su función renal antes de experimentar algún síntoma”, advierte la médica nefróloga Cristina Vallvé, integrante del Comité de Salud Renal de la Sociedad Argentina de Nefrología (SAN).
“Es una enfermedad que cursa de manera asintomática. Durante 15 o 20 años me voy rompiendo internamente, hasta que ocurre un evento y en ese momento ya es tarde. Entre los pacientes que entran a diálisis, que ya están con síntomas, en etapa 5, la mitad no sabe que tiene la enfermedad”, añade Castellaro. “Y cuanto menos riñón tengo, más riesgo tengo de morirme.”
Los síntomas de la ERC generalmente aparecen cuando la enfermedad ya está muy avanzada. Algunos de ellos son: náuseas, vómitos, pérdida de apetito, fatiga, debilidad y problemas de sueño, cambios en la producción de orina, hinchazón de piernas y tobillos, presión arterial alta, confusión.
Cuando el diagnóstico se hace en esa etapa se considera tardío. “Solo el 11% de las personas evaluadas en la ENNyS sabían que tenían enfermedad renal crónica. El 89% restante no sabía que estaba condenado a una enfermedad en la que tenía algo para hacer”, destaca Castellaro.
¿El problema? “Nadie los va a buscar, nadie los encuentra, nadie hace absolutamente nada”, plantea.
Enfermedad renal crónica: cómo se detecta y la importancia de llegar antes
Identificar y tratar. Esa es la fórmula que, según los especialistas, ayudará a empezar a torcer la curva de la enfermedad renal crónica.
La ERC es una de las más fáciles de diagnosticar. Para la detección basta un análisis de sangre, en el que se evalúa la creatinina, y un examen de orina en el que se analiza si hay pérdida de proteínas. La creatininemia y la albuminuria tienen un costo que, al día de hoy, no supera los 500 pesos, precisa Castellaro.
Y cuestiona que, pese a ser una medida costo-efectiva, en la actualidad es indicada a “menos del 5% de la población”.
Por eso, los especialistas coinciden en que cada vez que a una persona se le indica un estudio de laboratorio de rutina deberían medirse esos dos marcadores de la salud renal. No hacerlo es una oportunidad perdida de tamizar a la población para buscar la ERC y encontrarla en etapas tempranas.
Esos análisis, no obstante, son especialmente importantes en las personas que tienen mayor riesgo de presentar enfermedad renal.
Por lo tanto, quienes sí o sí deberían realizarse al menos un control anual para evaluar su función renal son quienes presentan uno o más factores de riesgo: hipertensión, diabetes, obesidad o ser mayor de 50 años. En la infancia, deben ser controlados quienes tengan alguna enfermedad renal congénita, hayan tenido síndrome urémico hemolítico o padezcan infecciones urinarias frecuentes.
Lapertosa menciona otros factores de riesgo para la enfermedad renal crónica: tener el ácido úrico elevado y el consumo frecuente de antiinflamatorios y analgésicos.
Para contribuir a una mejor identificación, registro y posterior manejo de las personas con ERC, la SAN y el INCUCAI firmaron un convenio en el que propusieron una serie de pautas para alcanzar ese objetivo. “El lema que nos guía para ejecutar estas ideas es ‘Hacer visible lo invisible’, situación que caracteriza a la ERC”, afirmó Carlos Bonanno, presidente de la Sociedad Argentina de Nefrología.
“Y para eso, lo que haremos los nefrólogos será registrar -en un sistema informático- la condición de nuestros pacientes renales ya desde los primeros estadios de la enfermedad, de manera que los responsables de salud pública y también los especialistas puedan tener una idea mucho más acabada sobre su evolución y qué pacientes deben ser seguidos en forma detallada“, añadió en un comunicado distribuido por la SAN.
“Este convenio, además, nos dará herramientas concretas para poder implementar una mejor política pública de salud renal preventiva, incluyendo la creación, en el mediano plazo, de consultorios interdisciplinarios (llamados ERCA), en todo el país, unidades que estarán dedicadas al tratamiento de estas patologías complejas”, explicó.

Tratamiento de la enfermedad renal crónica
Al diagnóstico temprano le sigue otra medida clave: el tratamiento oportuno.
Es que a las personas que son detectadas en etapas precoces -cuando la enfermedad todavía no mostró síntomas- se les pueden indicar tratamientos específicos que evitan la progresión a insuficiencia renal crónica y a la necesidad de diálisis (tratamiento sustitutivo renal) y/o trasplante.
El abordaje de la ERC reduce también el riesgo cardiovascular, que es la complicación más severa y frecuente asociada al mal funcionamiento de los riñones.
“Una vez que se detecta la enfermedad en esa etapa, al paciente se lo empieza a cuidar de una determinada manera para que no progrese y no termine conectado a una máquina. Se indican medicamentos específicos para que la curva de declinación se acerque a lo más normal posible“, comenta Castellaro.
Para Lapertosa, revertir lo que se considera la “crónica de una muerte anunciada” requiere un “cambio de paradigma” que involucra al sistema sanitario, a los profesionales de la salud y a los individuos y que requiere de una combinación de medidas: cambios en el estilo de vida, detección precoz, tratamiento de las complicaciones y mejor manejo de la hipertensión, la diabetes, la obesidad y la insuficiencia cardíaca con drogas cardioprotectoras.
Cómo cuidar los riñones: 8 reglas de oro
En la prevención, los hábitos saludables son fundamentales para cuidar la salud de los riñones. Desde la SAN, enumeran ocho “reglas de oro”
1. Controlar la presión arterial. Es una de las causas más frecuentes que alteran el funcionamiento de los riñones.
2. Controlar el nivel de azúcar en sangre. Es la primera causa de desarrollo de deterioro renal. Es importante que las personas con diabetes se realicen exámenes frecuentes de monitoreo de su función renal.
3. Seguir una alimentación saludable, rica en vegetales y controlar el peso, tratando de mantenerlo en parámetros adecuados. También es importante reducir el consumo de sal.
4. Mantenerse hidratado. El consumo de agua debe ser de alrededor de 1.5 o 2 litros diarios.
5. Realizar actividad física de forma habitual para mantenerse activo y en un peso adecuado. El ejercicio ayuda a reducir la presión arterial y mejorar el valor de la glucosa en sangre, por lo tanto, reduce el riesgo de ERC.
6. No fumar. El tabaquismo altera la circulación y, por lo tanto, puede afectar la función renal.
7. No utilizar fármacos que puedan dañar los riñones (no automedicarse).
8. Realizarse chequeos de rutina en forma periódica y en éstos solicitarle al médico que chequee la salud de sus riñones.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Publicado
5 días atráson
4 junio, 2025Por
Admin
Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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