Sociedad
Placer o salud: los reveladores datos de qué elige la gente cuando compra alimentos con el sello negro
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A un año de la reglamentación del etiquetado frontal, una encuesta analiza el comportamiento de los consumidores. Y muestra que falta educación alimentaria.
Casi un año tuvieron las empresas para adecuarse a la ley de Etiquetado Frontal de Alimentos. Se reglamentó el 23 de marzo de 2022 y significó en los paquetes la aparición de los sellos negros que advierten sobre “Exceso en azúcares”; “Exceso en sodio”; “Exceso en grasas saturadas, “Exceso en calorías” y “Exceso en grasas totales”.
Las prórrogas para “vestir” así las caras de los envases (también con las leyendas de “Contiene edulcorantes, no recomendable en niños/as” o “contiene cafeína, evitar en niños/as”) llegaron a su fin el 16 de febrero para la mayor parte de los fabricantes de la industria y ahora llega una pregunta clave: ¿cuál está siendo el efecto de la ley en la actitud de compra?
¿Se está cumpliendo con el objetivo de máxima, que era redireccionar desde las góndolas el consumo hacia productos más saludables?
Mientras falta ver los octógonos negros en todos los productos que deberían tenerlos -las pymes tienen 6 meses más para adecuarse- y desde el Ministerio de Salud de la Nación, la autoridad de aplicación, dicen a Clarín que recién “a fin de año tendríamos un análisis cuali-cuanti exahustivo de cómo viene la implementación en términos generales” del etiquetado.
Mientras tanto, desde el sector privado ya hay algunas aproximaciones de qué ocurre del lado de quienes compran. A partir de 1.000 entrevistas realizadas a consumidores argentinos entre el 14 y el 17 de febrero, un estudio de la consultora especializada en consumo y retail ShopApp aporta un dato poco alentador.
Entre los consumidores de alimentos poco saludables, el efecto de la ley es menor: eligen lo mismo como si no existieran los sellos. Estas categorías de alimentos tienen un público que presta más atención a la indulgencia que a la salud.
En tanto, quienes consumen productos con alta percepción de ser saludables son menos propensos a seguir comprando “sin importar los sellos” y están más orientados a buscar marcas que cumplan la expectativa de saludabilidad, al tener menos advertencias de excesos.
“Estoy bastante confundida con el tema de las gelatinas. En el súper busco una sin azúcar y me encuentro con que ninguna dice ‘Sin azúcar’ y la que compraba dice: ‘Exceso en sodio’ y que contiene edulcorantes. Antes me quedaba más claro cuál elegir“, dice a Clarín una consumidora de Villa Crespo de 43 años que es minuciosa en sus compras saludables.
Lo mismo le pasa con las gaseosas.
“Busco una light y ahora las botellas no dicen ‘Sin azúcar’. Leo al costado, muy chiquito, que dice 0% calorías y ahí me quedo tranquila de que estoy llevando la correcta. A mí lo que me importa es el azúcar, no el sodio. Tengo dos hijas adolescentes y quiero reducirles lo más posible los niveles de azúcar en su alimentación“, detalla.

Otra porteña más madura, de Montserrat, dice que no sintió confusión días atrás cuando compró “un yogurt que decía ‘sin sellos negros'”. Pero tampoco le resulta sencillo encontrar una bebida sin azúcar.
Alejandra, de 45, dice que para ella “las papas fritas son como los cigarrillos para los fumadores”, porque “como los puchos, que tienen mensajes y fotos horribles de advertencia, se compran igual”. Ella no fuma, pero sí sigue consumiendo las papas de bolsa.
A Victoria, de Haedo, los sellos tampoco le impactan al comprar galletitas. “Ves claramente que dice ‘Exceso en azúcares’. Si antes agarraba un paquete y lo devolvía a la góndola por el precio, ahora lo devuelvo por el sello que tenga. Pero si son las galletitas negras, esas que vas específicamente a buscar… las llevás igual“.
Entre el sello y el gusto
Entre quienes consumen snacks salados, aunque el 64% sepa que no son “nada saludables”, el 36% dijo que “seguiría comprando la marca habitual, sin importar si tiene sellos”. Esto frente al 23% que buscaría un envase con menos octógonos negros.
Lo mismo pasa con las gaseosas con azúcar. El 70% sabe que no son nada saludables y si bien el 33% contestó que no compra estas bebidas, el 30% dijo que se decidiría por comprar una marca con menos sellos. Apenas el 19% reorientaría su consumo hacia una sin azúcar.
Las que son “sabor original” tienen el sello negro de “Exceso en azúcares” y la leyenda de que contiene cafeína. Las de “sabor liviano”, las dos leyendas: “Contiene edulcorantes” y “Contiene cafeína”. Otras, además de exceso en azúcares, explicitan el exceso en calorías.

La ley es clara, no es la de un semáforo nutricional, que va del verde al rojo según un puntaje, sino que los octógonos negros pasan de estar o no estar en los paquetes según la vara del perfil de nutrientes que establece la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Fuentes ligadas al debate de la norma, que siempre estuvieron a favor de la implementación de sellos, dijeron a Clarín que las eventuales confusiones en las gaseosas “no parten de un error de la ley sino de una cuestión visual de cambio de etiqueta” y que “es cuestión de hábito que deje de ser ajeno ver un sello o no verlo”.
Volviendo al estudio, en el caso de las golosinas, una categoría “nada saludable” para el 71% de las personas encuestadas, el 40% elegiría la misma marca de siempre aunque tenga sellos y el 20% buscaría una alternativa con menos sellos.
El contraste se ve en los productos que tienen mejor prensa desde lo nutricional.
En la categoría cereales, el informe marca que el 78% los considera saludables y el 46% buscaría cambiar su marca habitual por otra con menos sellos, frente al 25% que la elegiría de todos modos.
En esa línea, los yogures tienen el grado más alto de percepción de saludabilidad, que asciende al 92%, y la propensión al cambio de marca asciende al 42%, frente al 38% que declara que mantendría su marca sin importar los octógonos negros.
Un caso llamativo es el del pan lactal, cuya percepción de saludabilidad asciende sólo al 53% y casi empatan las actitudes de cambio de marca hacia una con menos sellos y la de comprar la misma de siempre, con el 31% y el 30% respectivamente.
¿Por qué a pesar de los sellos no hacemos buenas elecciones?
“La elección no tiene sólo que ver con pensar en lo nutritivo y lo saludable. También tiene que ver con el placer y el deseo. Algo muy importante que tenemos que abordar con nuestros pacientes es que no importa sólo un sello en el envase sino educar, enseñar que hay que tender a elegir alimentos saludables la mayoría de las veces, y que así, cuando cedemos al deseo, al placer, podemos hacerlo sin culpa”, explica a Clarín María de los Ángeles Sánchez Calvin, médica especialista en nutrición y en psiconutrición.
La experta aconseja que los consumidores se pregunten “¿Qué quiero elegir como alimento y qué consecuencia quiero tener en mi organismo a partir de esa elección?”. Porque a partir de esa inquietud, dice, “es mucho más fácil que la decisión sea intuitiva, que salga de adentro, desde lo que yo quiero comer, no que desde afuera me digan qué comer”. Habla de consumidores empoderados.
“Falta tiempo para que la gente incorpore los sellos como propios. Pero sí la ley empezó a ser efectiva para que los consumidores tengan información para su decisión”, cierra.
La Federación Interamericana del Corazón (FIC) Argentina realizó un relevamiento durante el verano para analizar el cumplimiento de la ley de etiquetado que incluyó seis supermercados de distintas cadenas en la ciudad de Buenos Aires.
Se identificaron 105 productos con sellos y leyendas precautorias. El 83% de los supermercados (es decir, en 5 de los 6 relevados) se detectó incumplimiento respecto a la disposición de productos en la góndola, es decir, se hallaron productos cuyos sellos no estaban visibles al consumidor sin que se deba dar vuelta el envase (por ejemplo, en botellas de gaseosas y frascos de mermeladas).
Además, en el 67% de los supermercados se encontraron promociones asociadas al precio (como “15% de descuento” y “50% de descuento en la segunda unidad”) en productos con sellos, lo cual también evidencia un incumplimiento a lo dispuesto en la ley.
Respecto a la decisión de compra, Leila Guarnieri, nutricionista e investigadora de FIC, dice a este diario que “para ver resultados en salud hay que darle tiempo, sobre todo considerando que nuestra ley prevé una implementación gradual”.
Tomando como referencia la experiencia de Chile, el país pionero de nuestra región en aplicar los sellos negros, Guarnieri señala que la evidencia da cuenta de que el mayor impacto se observa en productos percibidos como saludables.
“Es decir, el etiquetado permitió ‘desenmascarar’ los productos que contienen nutrientes críticos como azúcares, grasas o sodio en exceso y que antes de la ley se creía que eran saludables, como por ejemplo, yogures, jugos, cereales de desayuno y barras de cereal”, puntúa.
Conforme a esa experiencia chilena, dicen que es esperable que en Argentina ocurra algo similar, “que la actitud de compra se modifique más en aquellos productos que eran considerados previamente como saludables y ahora el etiquetado muestra que no lo son”.
Cabe recordar que la ley (que durante el debate no saldó cuestiones referidas a su principal crítica, la falta de pedagogía activa para enseñar algo más que marcar los excesos) es más abarcativa que los octógonos.

Establece la prohibición de publicidad de los alimentos y bebidas que contengan al menos un sello de advertencia dirigida a niños, niñas y adolescentes; prohíbe los dibujitos, deportistas o famosos y los regalos y concursos en los paquetes y si tienen más de un sello esos productos no pueden venderse en escuelas primarias ni secundarias.
La importancia de saber
El informe de ShowApp muestra que 7 de cada 10 consumidores argentinos conocen que existe la Ley de Etiquetado Frontal, pero sólo el 28% declaró conocer bastante o mucho al respecto, por lo que falta información.
Uno de los puntos más destacados durante el debate del proyecto de ley se enfocaba en lo vital de saber qué se elegía, de entender la calidad nutricional de los alimentos a simple vista. Algo que parecía “ilegible” al mirar la tabla de información que desagrega los ingredientes y calorías al reverso.
Este informe muestra que, en general, los hombres, las personas mayores de 50 y quienes pertenecen a sectores de ingresos medios-bajos tienden a percibir las categorías como “más saludables” que la media. Los demás grupos (mujeres, de ingresos altos y jóvenes), presentan un ojo más “afilado” respecto a qué es saludable y qué no.
Al igual que en el punto anterior, las mujeres, mayores de 30 y de sectores de ingresos altos, suelen tener actitudes más radicales de abandono de marca y de categoría.
Qué pasa en los kioskos
Antes de que se conozcan datos oficiales sobre el efecto del etiquetado en general, otra investigación, en este caso de Voices! y exclusiva para Clarín, muestra cómo es el consumo en los kioscos del país.
7 de cada 10 argentinos compran semanalmente en un kiosco y casi la mitad compra en kioscos 4 veces por semana o más (46%). Desde el 2018 aumentó levemente el número de shoppers de kioscos (89% vs. 93% hoy).
El 57% de los que más consumen pertenecen a sectores de ingresos bajos y lo que más se compra, claro está, son golosinas y chocolates, seguidos de gaseosas.
La compra de golosinas en kioscos crece a mayor nivel de ingresos (es del 61% en el target ABC1) y en Capital (57%, 51% en GBA y en Interior).
La compra de galletitas crece entre los jóvenes y en los sectores de bajos ingresos, comparado al mismo estudio en 2018. También lo hace entre los que más compran en kioscos y entre esos consumidores también aumentó la compra de cigarrillos.
7 de cada 10 están de acuerdo con que los kioscos de las escuelas deberían vender solamente productos saludables, como jugos, frutas y panificados preparados artesanalmente.
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Sociedad
Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
Publicado
20 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
Publicado
21 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
Publicado
21 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
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