Sociedad
Activistas cubanas refugiadas en Argentina: “Si no puedes poner los derechos sobre la ideología no eres tan humano”
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María de los Angeles Matienzo Puerto y Kirenia Yalit Núñez Pérez llegaron a Buenos Airescon un programa de la Fundación Cadal para recuperarse física y psíquicamente tras más de un año sitiadas en su casa de La Habana y ser intimidadas por el régimen
Sólo ahora caminan por las calles de Buenos Aires sin sobresaltarse cada vez que cruzan la mirada con algún transeúnte o ven a alguien sacarse una selfie y apuntarles sin querer. Fueron más de dos años de hostigamiento y persecución, donde cualquier extraño podía ser un espía del régimen. Un año y medio exacto desde que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) dio lugar a una medida cautelar por considerar que se encontraban en situación de gravedad y urgencia de daño irreparable a su derecho a la vida y la integridad, sin que por eso cesaran las intimidaciones del gobierno cubano: la periodista y escritora María de los Angeles Matienzo Huerto y la psicóloga y activista Kirenia Yalit Núñez Pérez vivían sitiadas en su casa de La Habana, con un represor asignado por el Estado para controlarlas.
María y Kirenia son pareja y llegaron a la Argentina el último 27 de agosto gracias a un programa inédito de la fundación Cadal –una ong comprometida con los Derechos Humanos y la solidaridad democrática internacional– junto a la Elisabeth-Selbert-Iniciative, una iniciativa impulsada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania que se construyó con ellas, de manera artesanal. Sólo en diciembre pasado tomaron conciencia de que necesitaban salir un tiempo de Cuba –y de la vigilancia del régimen– para sanar física y psíquicamente. Fue entonces cuando comenzaron a pedir asistencia a distintas organizaciones internacionales. “Fue un proceso de meses, porque aunque mucha gente está dispuesta a ayudar cuando una hace activismo, es difícil que entiendan que somos humanas y a veces también necesitamos parar. Fue difícil entenderlo para nosotras, entender que necesitábamos ayuda”, dice Kirenia a Infobae en un patio caluroso de Palermo que por un momento tiene el aire de la tierra que tuvieron que dejar para poder sanarse.
“Después de estar sometidas tanto tiempo, encontrar cierta paz aquí fue un gran alivio, pero no es algo tan lineal –explica la psicóloga de 41 años–. Yo me traje conmigo esos miedos, ese reflejo de estar constantemente observando quién me mira o quién me habla. Y hasta quitarme esa sensación pasaron días. Ahora lo puedo decir, pero entonces no fui consciente del proceso que estaba viviendo”. Kirenia dice también que ahora están casi recuperadas, y ese casi es porque aunque tengan “el cuerpo acá, el pensamiento y el corazón están en Cuba”, que aunque hoy se sientan “a salvo”, no pueden desprenderse del dolor por su gente querida que quedó “del otro lado”.
A María, de 43 años, le llevó semanas sobreponerse a los ataques de pánico. Si pudo hacerlo fue gracias al acompañamiento de una psiquiatra que trabajó con sobrevivientes de la última dictadura militar en la Argentina y se especializó en la atención de pacientes que llevan el trauma de haber sufrido violaciones a sus derechos más elementales. “Cuando nos miran o vemos a la policía, pensamos que podemos ser interceptadas. La paranoia está ahí y cuesta. La primera vez que quise salir sola a la calle –porque nosotras somos pareja, pero tenemos intereses diferentes– me pasé tres horas hasta que lo logré”, dice la autora de la antología de reportajes Apocalipsis La Habana (americans are coming) –2017– y la novela Elizabeth aun juega a las muñecas (2020), que tiene los derechos de sus libros virtualmente secuestrados por la dictadura.
Con Kirenia están juntas hace seis años y cuentan que la vigilancia permanente que sufrieron las llevó a ser a su vez muy vigilantes la una de la otra: “De ser dos mujeres totalmente independientes, hemos llegado al punto de depender de la comunicación constante porque vivimos bajo amenaza; en cualquier momento pueden detenernos y entonces cada minuto que pasa es clave”. Parte de la recuperación consistió en eso, en recuperar –después de su libertad–, su independencia.
María y Kirenia crecieron en familias revolucionarias, pero la censura y la muerte las hicieron alejarse de su ideología de cuna. Y cuando abrieron los ojos –cuando se quitaron las caretas, dicen ellas– ante los horrores de la dictadura, fue imposible quedarse calladas.

–¿Cómo fue el camino hasta lograr refugiarse en Buenos Aires?
Kirenia: –Primero fue entender que pedir ayuda no nos transformaba en víctimas definitivas, porque las dos compartimos eso: no queremos sentirnos víctimas, pero a la vez lo somos. Nuestra salud estaba en riesgo y teníamos que hacer algo por nosotras para poder seguir con nuestro activismo. Pero cuando empezamos a plantearlo a diferentes organizaciones, nos dimos cuenta de que ninguna contemplaba algo así en sus presupuestos. Le agradecemos a Cadal que nos haya escuchado y acompañado, porque muchos nos apoyaban, pero no lo concebían en sus proyectos. Creo que es un camino del que hay que aprender mucho. Nosotras de pronto encontrábamos una posibilidad de salir por separado, pero no estaba pensado para una pareja. ¿Y cómo yo podía irme sabiendo que María estaba adentro?
María: –Todos éramos vírgenes. Nosotras somos las primeras en recibir este tipo de ayuda de manera transitoria y es la primera vez que una fundación como Cadal asume esta tarea con activistas. Y pasamos el proceso con las mismas tensiones, con el mismo acoso y con las mismas personas que habitualmente nos reprimen apostadas en la puerta de nuestra casa.
–Me impresiona que digas “habitualmente”. Es algo que no se dice tanto afuera, que la represión en la isla está institucionalizada.
M: –Es así, a los activistas nos asignan a un agente represor que no se identifica nunca por su nombre real, sino con un seudónimo. Hay perfiles específicos a los que les asignan mujeres, y nos acosan con técnicas diferentes. Te pueden secuestrar en el medio de la calle y retenerte durante horas sin que tu familia lo sepa, llamarte por teléfono para intimidarte y amenazarte, abrirte procesos legales. Siempre es en función de la activista a la que reprimen, y sí, es un proceso tristemente institucionalizado.
K: –El Ministerio del Interior maneja a la policía revolucionaria y la seguridad estatal y subdivide el control en secciones que nunca están claras porque no son transparentes. Sí sabemos que quienes nos reprimen pertenecen a una sección que hace llamar con el número 21. Cada represor tiene asignados dos o tres activistas del movimiento de la independencia.

–¿En qué momento sintieron que se habían convertido en activistas?
K: –Yo tuve mi primer quiebre en 2007. Era una joven como cualquier otra, estudiaba en la Universidad, trabajaba en un centro de investigación, y mi madre, que siempre había creído en la Revolución, fue presa arbitrariamente de un modo en que yo nunca pensé que fuera posible. Ella trabajaba en una farmacia y fue detenida sin pruebas, porque en Cuba se puede condenar “por convicción”, es decir, sólo porque se supone que cometiste un delito. Esa fue mi primera “quitada de careta”. Me preguntaba ¿cómo puede pasar esto en un país me ha vendido tantos años algo tan justo?
–¿Hasta entonces estabas convencida de que esa justicia era real?
K: –No totalmente, porque las nuevas generaciones, a partir de la nuestra, somos en general más críticas. Pero una lo que tiene es el adoctrinamiento que te hace creer que hay que agradecerle todo a la Revolución, porque eso es lo que te venden y no tienes información de afuera para saber que la educación y la salud gratuitas también son posibles en contextos democráticos. Cuando no tienes con qué contrastar, te crees eso: que tienes que agradecerle todo a la Revolución.
–¿Y cómo reaccionaste frente a la “quitada de careta” que fue lo que pasó con tu madre?
–Mi madre estuvo presa tres años en cárceles de horror, hasta 2009. Y yo renuncié y rompí relaciones con el centro de investigación público en el que trabajaba, por lo que me acusaron de todo lo imaginable. Y, en 2011, mi hermano de 35 años muere en circunstancias en las cuales podía haberse salvado, y en mis brazos. Muere de una broncoaspiración atendido en un policlínico donde lo dejaron tirado. Ese fue mi click definitivo: a partir de ahí, me declaré activista. En el 2012 me vinculé a la Comisión Cubana de Derechos Humanos. Así pude acceder a otra formación, a libros y a Internet gracias a que algunas embajadas nos permitían conectarnos por unas horas. Probablemente si no me hubieran pasado esas cosas, yo seguiría en el mismo lugar, pero eso me movilizó de manera irreversible para decir de aquí en más este es mi propósito de vida.
–Y en vos, María, ¿qué hizo que se despertara la activista?
M: –Yo me cansé. Me cansé de ser la no confiable, la conflictiva. Yo trabajaba en una editorial, la más importante de la isla –Letras Cubanas–, y mi salario como editora era de $285 en moneda nacional, el equivalente a exactamente diez dólares de ese momento. Toda la vida había sido la que decía las cosas menos oportunas en las reuniones, la que analizaban en la Universidad porque opinaba sobre política de una manera que no cuadraba. A mí llegaron a decirme cuando era estudiante que me callara, porque “la Universidad es para los revolucionarios”, y que yo no lo era lo suficiente. En la editorial, los viajes y el acceso a determinados libros se le permitían sólo a los “confiables”. Yo había empezado a colaborar con Habana Times, que es un medio que coquetea con los límites, y me había metido en una polémica en redes sociales. Y mi jefe me advirtió: “Me dijeron de arriba que estás hablando de más”. Yo pensé “Este es el momento”, le dije: “El viernes presento mi pedido de baja”. A la semana siguiente ya estaba trabajando en prensa independiente, en el Diario de Cuba.

–¿Y cómo lo tomó tu entorno?
M: –Tuve que sentarme con mi madre, que es muy revolucionaria, y le dije que desde que había aceptado este nuevo trabajo dormía mejor y me sentía mejor conmigo misma. Así que le dije que tenía dos opciones, o apoyarme como madre o renunciar a su hija. Ella eligió seguir a mi lado.
–¿Y cómo fue el salto a las calles, porque una cosa es el disparador en lo personal, y otra abrazar la lucha colectiva?
K: –Desde la Comisión participamos en una mesa de diálogo con jóvenes líderes de varias organizaciones, y a partir de ahí buscamos atraer más jóvenes para hacer reuniones y capacitaciones en La Habana. A pesar de que lo que hacíamos tenía que ver con la formación, era muy difícil. Cada encuentro terminaba en manifestación porque siempre nos vigilaba la policía y, como coordinadora, mi participación fue cada vez más proactiva. Ya no me alcanzaba con estar detrás.
M: –Con el tiempo aprendimos a trazar estrategias, a veces no podemos salir porque estamos rodeadas por la policía y entendemos que vamos a ser menos útiles en un calabozo que haciendo algo por la gente que cayó presa. Se trata de usar todos los mecanismos legales hasta donde el régimen lo permite, porque hay mucho que está en el Código aunque no se respete, y conocerlo nos hace más fuertes frente al acoso.
K: –Por ejemplo, una estrategia es que nunca salimos las dos a manifestarnos, porque una tiene que quedar en la retaguardia por si pasa algo. Cuba es un país altamente militarizado y sacar la cabeza del agua no siempre es lo más efectivo. Afuera se espera que nos movilicemos, pero no se dan cuenta de que no estamos saliendo a la calle en un país democrático, y el momento de la salida puede ser muy glorioso y emocionante, pero el peligro de inmolarse es muy alto.
–Volviendo a lo personal, ¿cómo se conocieron en ese contexto? ¿Cómo es enamorarse en Cuba y bajo amenaza?
K: –Fue en 2016, yo era coordinadora en la Mesa de Diálogo, estábamos trabajando en concientización sobre leyes electorales y fuimos a hacer una capacitación en Costa Rica con una organización que trabaja estos temas, que es Cubalex.
M: –¡Podemos decir que Cubalex nos empató! (risas)

–Se conocieron fuera de Cuba. A lo mejor es porque no estar en la isla les permitió bajar un poco la guardia para poder verse y encontrarse.
M: –Exacto, establecer relaciones en Cuba hoy es bien complejo. Hay muchas historias de gente que se empata y después resulta que la otra persona es un agente de seguridad y termina difundiendo sus fotos íntimas, por ejemplo. Entonces siempre hay un grado de paranoia.
K: –En mi caso fue más fuerte, porque yo hasta ese momento sólo había tenido relaciones heterosexuales, nunca había estado con una mujer. Siempre el activismo para mí había ido por un lado y mi vida privada por otro, nunca había tenido que cuidarme demasiado en ese aspecto. Y de pronto salir así fue muy fuerte.
M: –Yo soy todo lo contrario, siempre fui más transparente, bailaba en las discotecas… ¡A mí me encantaba bailar y me quitaron hasta eso, porque yo estos años dejé de bailar!
–La persecución a las personas homosexuales es un hecho concreto en Cuba, ¿cómo fue lidiar con eso al salir del clóset?
K: –La persecución existe, pero cuando ya vives perseguida por tu activismo, la sensación es que nada puede ser peor, entonces por lo menos una se arriesga a ser feliz en algún plano. Una de las cosas interesantes que aprendí es que cuando la seguridad del Estado ve a un activista preparado que puede decirle, como hice yo muchas veces, “estás violando tal artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”, se limitan un poquito. Eso no quita que sean vulgares y violentos.
M: –Es que la amabilidad y el respeto del torturador no existen. Nosotras somos visibles, podemos redactar un tuit coherente y contar lo que pasa, en nuestro caso se dictó una medida cautelar que fue muy fuerte. Pero desde entonces percibimos en el trato una amabilidad que da más miedo. El verdugo nunca es amable.

–No las vamos a matar, pero las vamos a torturar psicológicamente de todas las maneras posibles.
K: –Exacto.
M: –En este último año nosotras hemos sufrido hasta amenazas sobre nuestras familias para que nos dejen de apoyar.
–¿Sus madres siguen siendo revolucionarias?
K: –Incluso después de su experiencia, mi madre trató de justificar al régimen. Es muy difícil para ciertas generaciones reconocer, primero, que fueron engañadas, que dejaron el pellejo trabajando y formándose para algo que fue un espejismo. Es muy complejo que cambien, aún cuando dentro de su conciencia lo sepan. Lo que cambió a mi mamá con totalidad fue que fueran a reprimirme a la casa. A partir de ahí fue “si tocan a mi hija, no cuenten conmigo”. El último tiempo que viví con ella, enferma de cáncer se enfrentaba a las autoridades en la puerta y decía: “Llévame a mí, a mi hija no me las vas a llevar”. Y yo decidí irme, porque no podía exponerla ni dejar de hacer; eso le costó, pero creo que hizo parte del camino conmigo. Por lo menos hoy puede decir: “Mi hija está haciendo algo que vale la pena y no es sólo para ella”.
M: –Mi madre sigue siendo militante del partido y revolucionaria. Yo me entero a destiempo siempre de los interrogatorios a los que es sometida, porque no me lo dice ella. Pero su discurso es constante: “Ella es mi hija, somos adultos. Respetamos lo que ella piensa como ella nos respeta a nosotros”. Cuando estamos en familia no hablamos de política, porque tenemos razones diferentes para creer. Yo sigo pensando que hay una negación en ella, porque hay un estado de cosas que ya no se puede tapar en Cuba. Pero sigue siendo una romántica empedernida, entonces niega.

–Me quedé pensando en lo de tu hermano, Kirenia. También en que parte de la recuperación de ustedes ahora consiste en atender acá sus problemas médicos. Es decir que el sistema de salud cubano tampoco es la panacea de la que se hace tanto marketing.
K: –No, para nada. Eso es un mito, quedó en el tiempo. Porque en Cuba hay una crisis sanitaria tremenda. Los insumos médicos son limitados, entonces la medicina es gratis, pero no tanto.
M: –Es así, sólo cuando llegas con dinero, los médicos pueden hacerte las pruebas necesarias, y a veces ni siquiera sirve el dinero. Por eso parte de nuestra sanación en la Argentina es visitar médicos, porque además hoy en Cuba no es seguro para los activistas atenderse: tenemos casos de amigas a las que les han inoculado virus o bacterias o les han dado malos diagnósticos. Hace poco se destapó el caso de un oncólogo que era agente del servicio secreto: ¡ubícate que estés entregando tu vida y tu confianza a un tipo que responde más al gobierno que a su profesión!
K: –Es entregar tu cuerpo y tu privacidad a alguien que en vez de estar ahí para curarte, busca utilizar lo que te pasa. Aquí vimos médicos clínicos, oftalmólogos, ginecólogos, odontólogos. Descubrimos que padecemos cosas de las que no teníamos idea. Y sobre todo, nos encontramos con un trato diferente, que nos pregunten cómo estamos, qué nos pasó, que nos digan hasta donde pueden ayudarnos y cómo. Encontrar esa empatía es reconfortante.
–¿Cómo logran hacer activismo en redes estando tan controlado en acceso a Internet?
M: –En los últimos yo ni siquiera tenía servicio en mi línea de teléfono. Uno establece determinados mecanismos como comprar líneas alternativas que no estén a nombre de uno. Porque también en eso la represión es personalizada.

K: –Cuando hay acciones masivas, el control es sobre esa área. Si hay una manifestación en el cerro, bajan toda la Internet en el área. Con los años aprendimos a usar los VPN (redes privadas). Cuando llegué a la Argentina me di cuenta de que tenía mis VPN conectados a tiempo completo cuando ya no lo necesitaba, pero allá son necesarios como protección, porque son lo que te permite conectarte sin que lo detecte el servidor estatal. Ellos usan las ubicaciones para reprimir, para irte a buscar.
M: –Hay palabras clave que no se pueden enviar por SMS porque los mensajes no llegan. Todo el tiempo estamos pasando cursos de seguridad informática, como si fuéramos a trabajar de eso, sabemos qué VPN es mejor, a qué horas es mejor conectarse y dónde, tener en cuenta que detrás de tí no haya nadie para que no te localicen… es una dinámica bien paranoica.
–¿Qué les pasa cuando ven levantarse a las mujeres iraníes contra la tiranía del islam? Salvando las distancias, ella también pasan por muchas situaciones parecidas, y las nuevas generaciones son las que más se rebelan, como en Cuba.
M: –Nos genera mucha empatía. De hecho estamos viendo cómo cada vez se suman más varones a la lucha. En los últimos años, en Cuba son casi siempre las mujeres las que encabezan este tipo de manifestaciones, las que ponen el rostro, las que hablan sin miedo y sufren las consecuencias. Muchas no están presas, pero sufren otro tipo de represión contra sus hijos, por ejemplo. Les crean causas a adolescentes para encarcelarlos, y hay madres que se han vuelto como una especie de leonas contra la dictadura y sus ramificaciones.
K: –A mí lo de Irán me da mucha esperanza, porque, de repente, que estas mujeres que han sido incluso mucho más sometidas que nosotras por la cultura y la religión logren este cambio, es la señal de que estamos viviendo una revolución inmensa en todo el mundo. Y no basta con que lo hagamos sólo las mujeres. Necesitamos sumar a los hombres a esta batalla nuestra, porque es una lucha de todos.

–Ustedes además de ser activistas por los derechos y la democracia en Cuba, son feministas, ¿cómo es ver los derechos de las mujeres amenazados mientras el régimen se arroga esa lucha?
M: –Es desgastante y doloroso, somos las “no mujeres”, las invisibilizadas por excelencia: ni siquiera en la oposición se considera que visibilizar la violencia contra las mujeres es importante, porque hay cuestiones más urgentes. Fue una de las cosas que nos llevó al límite en el último tiempo, porque además del acompañamiento a los presos políticos y a sus familiares, hacemos seguimiento –yo desde el periodismo– de los casos de violencia machista, que han recrudecido muchísimo. Cada vez son más las niñas violentadas. Me tocó cubrir el caso de una niña de 5 años, cuyo padre tenía pruebas de que el padrastro abusaba de ella, y como el abusador era revolucionario y poderoso, la justicia cubana tardó 24 meses en actuar. Una agonía detrás de la que hubo una red de complicidades estatales. Las mujeres que denuncian violencia pueden terminar acusadas, como ocurrió con una pareja de lesbianas que denunció una golpiza que le dio la policía y terminaron las dos detenidas. Tuvimos otro caso tremendo de la desaparición de una adolescente, donde la única persistente en la búsqueda fue la madre. La investigación policial no tiene ningún tipo de perspectiva, le daban pretextos absurdos, como que la niña no quería regresar, o que ya la daban por muerta. A lo que ocurre con estos casos en el mundo, en Cuba hay que sumarle la arbitrariedad del régimen. Que no haya división de poderes también implica eso: no hay cómo defenderse de los abusos del Estado.
K: –En Cuba la figura que controla todo es el Partido Comunista. Si usted es miembro del partido y es abogado, responde a la Asamblea, nunca es independiente. Y pasa también que cuando una habla sobre feminismo, automáticamente la vinculan a la izquierda. Y de pronto eso genera cierta tirantez, porque la sociedad civil cubana no entiende que tiene un concepto muy limitado de lo que es ser feminista.
M: –Terminamos todas en los mismos espacios y reclamando los mismos derechos, pero muchas mujeres se niegan a decir que son feministas porque eso está identificado sólo con la izquierda. Es vivir aclarando que a pesar de ser feministas, estamos en contra de la dictadura, como si violar derechos humanos pudiera entenderse dentro de una perspectiva de género. Y las feministas revolucionarias tampoco te consideran igual, porque eres opositora. Ni hablar de temas interseccionales como la racialidad: a las mujeres negras se nos exige ser más fuertes porque vinimos en un barco esclavizadas, si sobrevivimos a eso, ¿cómo no vamos a sobrevivir a una dictadura?
–Supongo que no ayuda cierta mirada del exterior, donde se asumió que la defensa de los derechos que persiguen los feminismos también es únicamente prerrogativa de la izquierda, incluso cuando esos derechos son violados por gobiernos de izquierda.
M: –De hecho, pasó cuando hicimos una solicitada a partir de una sucesión de hechos de violencia por parte del régimen, que muchas organizaciones feministas de la izquierda latinoamericana publicaron una carta abierta en nuestra contra. Y de repente todas las mujeres que nos oponemos a la dictadura estábamos en la misma lista, como si todas tuviéramos los mismos matices.
K: –Fue ver el brazo del régimen en los feminismos latinoamericanos, de los que esperábamos apoyo, porque nosotras estábamos viviendo la violencia y no nos reconocían. Pero es que Cuba es un termómetro del nivel de humanidad frente a la ideologización: si no eres capaz de poner los derechos por sobre la ideología, no eres tan humano ni te importan tanto los derechos.

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De usar un exoesqueleto a correr en una silla de ruedas: la primera runner con discapacidad que escribió su autobiografía
Publicado
4 días atráson
8 mayo, 2025Por
Admin
María de los Ángeles Muñoz tiene 38 años y nació con un diagnóstico que le impide caminar. Hace casi una década descubrió el running y ya participó en casi 15 carreras. En su libro “Que tu límite sea la finish line”, repasa su recorrido por distintas disciplinas deportivas y cuenta cómo esa práctica transformó su vida
Mientras cursaba uno de los últimos años de la licenciatura en Comunicación en la Universidad Austral, María de los Ángeles Muñoz participó de una charla sobre perfiles profesionales y salidas laborales. Al igual que sus compañeros, escuchaba con atención a la oradora, hasta que la mujer la miró y, delante de todos, le dijo en voz alta: “Yo no sé cómo vas a hacer vos”. Sentada en su silla de ruedas, la joven no supo qué responderle. “Por supuesto que me lo había planteado. Y no solo por mi realidad, sino por el contexto: mundialmente se estima que 3 de cada 4 personas con discapacidad en edad de trabajar —y que podrían hacerlo— se encuentran desempleadas. Pero en ese momento pensé: ‘Bueno, dame un poco más de ánimo’”, le cuenta Angie a Infobae.
Entre quienes la desalentaron y quienes le sugirieron que buscara ejemplos inspiradores, Ángeles eligió construir el suyo propio: se convirtió en corredora. Hoy tiene 38 años, vive en la localidad bonaerense de San Isidro, trabaja desde hace casi una década como asesora en comunicación y diversidad, y acaba de publicar el libro Que tu límite sea la finish line (Editorial Libella), donde narra en primera persona su historia de vida y profundiza en su vínculo con el running adaptado. “La vida con discapacidad se convierte en una maratón —o muchas maratones— en sí misma”, asegura.

La largada
Hija de Alicia y José, María de los Ángeles nació el 10 de junio de 1986 con un diagnóstico al que prefiere no nombrar por su denominación científica, pero que le impide caminar. De chica, explica ahora, su vida estuvo atravesada por una serie de dispositivos ortopédicos que, según el modelo médico de interpretación de la discapacidad de aquella época, apuntaban a que su cuerpo lograra una marcha, aunque fuera asistida.
Durante su primera infancia, su movilidad cotidiana se dio gracias a un bipedestrador con ruedas y un exoesqueleto que tomaba sus piernas y su espalda. Pero con el tiempo, ese aparato comenzó a resultarle cada vez más incómodo. “A medida que iba creciendo había que modificar el exoesqueleto y a veces me lastimaba. En verano me hacía sufrir el calor de un modo inexplicable. En la adolescencia me sentía condicionada a la hora de vestirme porque dañaba mi ropa o no me gustaba que se viera. También empecé a pensar que ningún hombre querría abrazarme y sentir esa ‘armadura’ plástica/metálica que sonaba a objeto hueco al tacto”, cuenta en su libro.
Mientras atravesaba ese momento, Angie encontró en la actividad física una herramienta clave para su autonomía. Además de kinesiología, a lo largo de los años probó diversas disciplinas, entre ellas yoga, básquet, tenis, pilates y baile. “El tenis me hizo sentir deportista. Lo practiqué desde los 10 a los 15 y me fortaleció mucho físicamente. De los entrenamientos de básquet aprendí a pasarme de una silla a la otra y a alcanzar objetos del suelo. Aunque ya no lo practico, si se me cae algo al piso, lo agarro sin desestabilizarme en el 99,5% de las veces”, cuenta.

Un momento bisagra
Aunque en el libro decidió no profundizar en episodios de bullying o situaciones “que la llevaran a lugares oscuros”, durante la entrevista con Infobae, María de los Ángeles compartió una escena que marcó un antes y un después en su infancia. Tenía diez u once años cuando escuchó por primera vez hablar de “discapacidad”.
“Estaba en la casa de una amiga, jugando con una muñeca. Éramos tres. En un momento, una de ellas me revoleó un oso de peluche y me dijo: ‘Paralítica, te estoy hablando a vos’. Yo le contesté: ‘¿A quién le decís paralítica? Me llamo Ángeles’. Nunca había escuchado esa palabra. De mi situación física supe siempre —incluso de las dos operaciones que me habían hecho de bebé— porque mis padres jamás me lo ocultaron; pero se planteaba como una particularidad mía, no como un defecto ni como algo estigmatizante”, relata. “Recién ahí entendí que era distinta”.
El ingreso a la universidad —descartó la opción pública por falta de accesibilidad en aquel momento— y su posterior inserción en el mercado laboral fueron otros obstáculos que superó a base de esfuerzo y perseverancia. “En turismo se dice que las personas con discapacidad no viajamos adonde queremos, sino adonde podemos. Con el estudio y el empleo sucede más o menos lo mismo. Tengo la suerte de tener un trabajo que, además, me gusta. Pero no siempre se da así. En Argentina, solo el 13% de las personas adultas con discapacidad estamos trabajando”, asegura.

En sus marcas, listos… ¡ya!
A los 30 años, casi por azar, descubrió el running y encontró en esa actividad algo distinto. “Me pareció fascinante que una práctica deportiva solamente tuviera como requisito moverme con mi silla: sin raquetas, pelotas, palos, arcos ni reglamentos que no se adaptaran fácilmente a mí. Lo sentí ‘natural’, no forzado”, cuenta.
Y sigue: “Yo venía de un momento ‘muy intelectual’, porque había estado muy enfocada en terminar la facultad, pero seguía saliendo a moverme con la silla y tenía incorporada la rutina de hacer varios kilómetros por día, todos los días. Hasta que un día me enteré de que existían carreras en las que cualquiera podía inscribirse, tuviera o no discapacidad. Vi que había una cerca de casa y dije: ‘Voy’”.
La primera que corrió fue Boulogne Corre, en 2018. Todavía recuerda la adrenalina de la largada, el vértigo compartido con decenas de runners y esa sensación de empuje colectivo. “El ‘malón’ te lleva. A mí me pasa siempre: corro más rápido en la carrera que en los entrenamientos”, cuenta.
Después de esa primera experiencia, Angie quedó fascinada. Durante los entrenamientos, relata, descubrió “el saludo runner”: una liturgia espontánea que mezcla contacto, gestos y palabras. “Es chocar los cinco cuando pasás al lado de alguien o, si no llegaste a poner la mano, hacer un guiño, bajar la cabeza, sonreír. Decir: ‘Hola‘, aunque no te conozcas; o alentar con un: ‘Vamos. Fuerza‘, cuando ves que el otro viene más cansado por más que no lo conozcas. Hay mucha empatía en el saludo runner”, explica.
Ese código fue clave para sentirse parte de algo. Justamente, explica, la diferencia entre desplazarse por la calle y correr con la silla la hacen los corredores. “Hay una alegría por el hecho de compartir y de sentirnos parte de algo que nos hace bien. No es lo mismo que ir por la vereda”, resume y trae a colación una escena reciente en una plaza donde entrenaba subir cuestas. Mientras los corredores le gritaban: “¡Vamos, dale!”; unas señoras que iban a pie, al verla en la rampa, le ofrecieron ayuda. “Quizá no llegaron a interpretar la situación de que estaba entrenando. Pero el que es runner se da cuenta. Te reconoce”, dice.
María de los Ángeles Muñoz en plena carrera
—¿De cuántas carreras participaste hasta ahora?
—Estoy llegando a la número 15 este año. En general, los corredores con discapacidad largamos primero para evitar que no nos pasen por arriba. En ese momento ya podés saber si vas o no a podio en tu categoría por la cantidad de corredores que hay. Es decir: si hay tres o menos chicas con silla de ruedas, las tres hacemos podio. Más allá de eso, es emocionante por el esfuerzo y la disciplina de entrenar. Como digo en el libro, ojalá se abra la puerta a muchos más corredores para que el podio sea entre los más rápidos y no entre los únicos.
—¿Cómo te preparás físicamente?
—Al igual que cualquier corredor: con mucha disciplina. Entreno en el Hipódromo de San Isidro. Afuera hay una senda que está en muy buenas condiciones para la silla. Porque esa es otra cuestión: el tema del acceso al deporte. No todos tienen la posibilidad de entrenar cerca de donde viven y sin riesgos. En cuanto a los ejercicios, cumplo la rutina que me arma mi kinesióloga, Adriana, quien me acompaña desde que tengo 22 años. El entrenamiento diario lo hago sola, pero como voy siempre al mismo lugar y más o menos en el mismo horario, se armó como un “clubcito” con todos los running teams y las personas que entrenan de manera independiente como yo.
—¿Alguna vez te lesionaste o accidentaste?
—Para los runners que corremos en silla, los callos en las manos o algún raspón en el antebrazo es lo normal. Así como para los que corren a pie y terminan con los pies ampollados. Son los gajes del oficio. Pero volviendo a tu pregunta, lesiones grandes, así de caerme o de un traumatismo en contexto de carrera o entrenamiento, no. Mis caídas han sido en contextos más pavos y domésticos, como todos los accidentes.
—¿Hay algún momento de la carrera en el que te empezás a cansar?
—Lo llaman “el muro del corredor”. La verdad es que, como yo corro hasta 10K, con esa distancia estoy bien. Capaz lo siento después. Una vez me pasó: corrí, me sentí fantástica y al día siguiente, cuando fui a entrenar, el músculo del brazo me latía.
—Claro, como decís en el libro, “tus brazos son tus piernas”.
—Sí, y mis guantes, mis zapatillas. Si bien los brazos son todo, también tengo que trabajar el abdomen y la espalda, porque son un buen sostén.

—Sos la primera mujer corredora con silla de ruedas que escribió su autobiografía. ¿Por qué la titulaste “Que tu límite sea la finish line”?
—Tiene que ver con la motivación, que es la esencia del corredor. Los runners siempre decimos que la carrera es contra nosotros mismos. Correr es superar la versión propia del día anterior. Esto de no ver límites, sino obstáculos. Entender que el límite lo pone uno y, en todo caso, el límite que uno decide poner como corredor es la finish line, la línea de llegada de la carrera.
—¿Hay alguna carrera que recuerdes especialmente? ¿Una que te haya marcado?
—Sí, Boulogne Corre. Tiene un túnel muy exigente, con una pendiente pronunciada, que hay que pasar dos veces. Las primeras lo hice con ayuda de mi papá, que corría al lado por si pasaba algo. Después de dos ediciones, me animé a hacerlo sola. Le dije: “No, esta vez no”. Fui metro a metro, concentrada, sabiendo que en la bajada tenía que controlar la silla todo el tiempo con codos y manos; y en la subida, inclinar el cuerpo hacia adelante para no irme hacia atrás ni terminar en el piso. Lo hice y lo logré, con buen tiempo además.
—¿Cuál es tu próximo objetivo?
—Tengo ganas de correr alguna de las carreras que se hacen en los parques de Disney. Me parece una experiencia bárbara. También de hacer los 10K en la triple frontera entre Argentina, Brasil, Paraguay. No quiero excederme con distancias más largas porque quisiera seguir corriendo durante muchos años más.
*Este viernes 9 de mayo a las 16 horas María de los Ángeles Muñoz estará firmando ejemplares de su libro en el stand 322 del Pabellón Azul de la Feria del Libro en La Rural.
Sociedad
Un argentino en el país más triste del mundo: “Las mujeres y las niñas solo pueden salir a la calle con un hombre de la familia”
Publicado
4 días atráson
8 mayo, 2025Por
Admin
Santiago Olivera es psicólogo y fotógrafo. Viajó a Afganistán para retratar con su lente cómo sobreviven sus habitantes al régimen talibán
Por quinto año consecutivo, Afganistán fue elegido el “país más triste del mundo”, de acuerdo al Informe Mundial de la Felicidad 2025 elaborado por las Naciones Unidas, que se basa en un análisis de la calidad de vida de los residentes de 147 países.
“Detrás de ese dato frío del relevamiento de ONU, de ese número que pasa desapercibido en los titulares internacionales, hay una realidad que duele, que incomoda y que, en mi caso, me marcó fuertemente”, contó a Infobae el psicólogo y fotógrafo argentino Santiago Olivera, quien decidió viajar hasta allí para documentar ese presente atravesado por la tensión y la resiliencia.

Para ingresar a Afganistán, Olivera tuvo que tramitar la VISA en Pakistán, uno de los pocos países que reconoce a los talibanes como sus nuevos gobernantes. Cruzó la frontera a pie por el histórico paso de Khyber y tras recibir la vacuna contra la polio y obtener el sello en su pasaporte, en un contexto donde el ingreso de turistas es casi inexistente, siguió su camino hacia Kabul acompañado por un guía local.
La llegada a la ciudad capital estuvo precedida por instrucciones estrictas: evitar la ropa occidental, no hablar con mujeres ni fotografiarlas, abstenerse de registrar instalaciones militares, y limitar la música a cantos religiosos.

En su primer contacto con Kabul, Olivera notó una atmósfera de control permanente. “Me encontré con una ciudad que respiraba una tensa calma. Los talibanes, con sus armas y vestimentas tradicionales, patrullaban las calles controlando cada movimiento”, relató.
Una de sus vivencias más fuertes ocurrió cuando intentó fotografiar un edificio con una bandera talibán flameando en lo alto. La escena terminó con un grupo de hombres apuntándolo con miras láser.
“Veo cómo varios puntos verdes de un láser se movían rápidamente sobre mi cuerpo. Reconozco que en ese momento quedé congelado. Los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse rápidamente. Ver cómo varias miras láser me apuntaban en medio de un país como Afganistán nunca me había pasado”, recordó.

“Rápidamente retiré mi mano de la cámara y las levanté al cielo, dando a entender que comprendí el mensaje: hay escenas que no se pueden fotografiar”, agregó.
Pese al miedo inicial, Olivera se acostumbró a convivir siguiendo las reglas locales. Cada nueva ciudad requería una visita obligada a la oficina local del régimen talibán, que debía autorizar la presencia de extranjeros. Allí, funcionarios lo interrogaban sobre los motivos del viaje, pero también mostraban interés por retratarse con él. “Me sacaban fotos y me filmaban mientras me hacían una entrevista preguntándome qué trato estábamos recibiendo por parte de la gente”, precisó.
Uno de los elementos más chocantes para Olivera fue la casi total desaparición de las mujeres de los espacios públicos: “Me impactó mucho, a lo largo de todo el viaje, ver cómo la vida de las mujeres y las niñas había cambiado por completo”.

Antes del regreso talibán, las mujeres afganas trabajaban, estudiaban y participaban activamente en la vida pública. “Ahora, bajo el régimen actual, deben usar burqas que las cubren por completo y solo pueden salir acompañadas por un familiar varón”.
“Estas restricciones no solo limitaron su movilidad, sino que también causaron que muchas pierdan sus empleos y sus oportunidades educativas”, explicó Olivera, quien señaló que “las niñas solo tienen permitido asistir hasta el colegio primario”.
Gracias a sus dos profesiones, el argentino aprendió a leer los estados de ánimo en las personas, y lo hace -principalmente- a través de los ojos. “La mirada habla cuando todo lo demás calla. Es la puerta al interior, un espejo de lo que no se dice. Y es justamente esa mirada lo que hoy se les ha vetado a las mujeres afganas, invisibilizándolas, obligadas desde la estricta ley de la sharia a portar el burka. Cubiertas de pies a cabeza, privadas no solo del espacio público, sino también del derecho más íntimo: ser vistas” se lamentó.
Aún así, contó que la gente de a pie, la que carga con el peso del día a día, le ofreció sonrisas y hospitalidad. “Una paradoja brutal: en uno de los lugares más hostiles del planeta, encontré humanidad pura”, recordó.
Pero también sintió tristeza al ver a las mujeres reducidas a sombras, al ver niñas sin escuelas, madres sin voz y ciudadanas sin derechos. “Como fotógrafo, me enfrenté a un límite tan ético como político: su ausencia visual era parte del paisaje. Como psicólogo, comprendí que el daño no era solo cultural, sino emocional”, añadió sobre la tristeza que le causaban esas postales cotidianas.
Olivera contó que hace unos pocos meses, el gobierno talibán dio un paso más en la represión cotidiana al prohibir el ocio para las mujeres. “No pueden entrar a las plazas ni a los parques de diversiones. Y los viernes, el día festivo de la semana, directamente, no tienen permitido salir a la calle. Ese día quedó reservado exclusivamente para que los hombres puedan disfrutar del descanso. Ni siquiera el derecho a pasear les fue concedido. ¿Cómo se mide la felicidad si hasta el ocio —esa forma simple de alegría y libertad— se transforma en delito?”, se preguntó frente a esas medidas extremas.

En contraposición a lo que ocurre con ellas, Olivera vio a los hombres disfrutar. “Los vi jugar, reír, compartir charlas en los parques, abrazarse. Vi felicidad masculina en un país que decidió repartir la dicha con brutal desigualdad. Y eso, quizás, es lo más devastador de todo: descubrir que la felicidad existe, pero no para todos”, ejemplificó.
“Entendí entonces que la falta de felicidad no se mide en carcajadas ni en eslogans. Se mide en silencios, en ausencias, en el pan que no alcanza, en la ayuda que no llega, en el miedo que se respira como aire. Afganistán es el país menos feliz del mundo, pero también es un país que resiste, incluso en las ruinas”, reflexionó Olivera tras recorrer durante 15 días sus calles. “En mi viaje vi más que miseria: vi dignidad, vi valentía, vi esperanza en medio del colapso”, remarcó.

Al regresar a su hogar, en el barrio porteño de Coghlan, sus familiares, amigos y vecinos le preguntaron si había valido la pena el viaje. “Mi respuesta fue ‘si’, porque una vez que caminás por Kabul, Herat o Kandahar, ya no podés leer una estadística sin pensar en los rostros que hay detrás. Y porque la felicidad, entendí, no es solo una emoción: es un derecho. Uno que hoy, millones de afganos tienen prohibido hasta imaginar”, enfatizó.
A Olivera, cada momento en Afganistán le recordó la capacidad humana para resurgir a pesar de las adversidades. “Me llevé conmigo no solo recuerdos, sino también profunda admiración por el espíritu indomable del pueblo afgano y una renovada convicción de que, a pesar de todo, la esperanza puede florecer incluso en los lugares más oscuros”, concluyó.
Sociedad
Cónclave 2025 EN VIVO: Arranca la primera sesión del Cónclave para elegir al nuevo Papa con la participación de 133 cardenales en la Capilla Sixtina
Publicado
5 días atráson
7 mayo, 2025Por
Admin
Habrá una ronda de votación en la que se necesita un consenso de dos tercios de los sufragios para consagrar al reemplazante de Francisco como nuevo jefe de la Iglesia Católica
El proceso para elegir al nuevo papa ya está en marcha. Este miércoles, los 133 cardenales con derecho a voto —todos menores de 80 años— comienza formalmente el cónclave en el Vaticano, el rito milenario mediante el cual se elige al sucesor del fallecido papa Francisco.
La jornada abrió a las 10:00 (hora local) con la tradicional misa “Pro eligendo Pontifice”, celebrada en la basílica de San Pedro y presidida por el cardenal decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re. Durante la homilía, el purpurado llamó a los electores a actuar con discernimiento, oración y responsabilidad en un momento crucial para la Iglesia católica.
A las 16:15, los cardenales se congregarán en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, donde iniciará la procesión solemne hacia la Capilla Sixtina. Durante el recorrido entonarán las letanías y el himno Veni Creator Spiritus, invocando la asistencia del Espíritu Santo en la elección.
Uno a uno, los cardenales ingresarán en la histórica capilla, donde hicieron su juramento de secreto ante el Evangelio. Acto seguido, el maestro de ceremonias pontificio, mons. Diego Ravelli, pronunciará el tradicional “Extra omnes” —“fuera todos”—, ordenando la salida de todas las personas ajenas al cónclave y procediendo al cierre de las puertas.
A continuación, la cobertura en vivo del cónclave en el Vaticano:
En pocas líneas:
- Cónclave 2025: en la misa previa, el cardenal decano del Vaticano pidió a los obispos elegir “al papa que la humanidad necesita”
- La historia de la fumata blanca: cómo y por qué el Vaticano usa humo en cada cónclave para anunciar al Papa
- Cónclave 2025: por qué los papas cambian de nombre cuando son elegidos y cuál nunca se atreven a usar
- ¿Quién será el nuevo papa? El cónclave mantiene intacto su misterio y cierra las puertas de la Capilla Sixtina sin un favorito claro
Los cardenales ya se encuentran en la Capilla Sixtina y en breve comenzará la primera votación para elegir al sucesor de Francisco
Los miembros del Colegio Cardenalicio entonan cantos gregorianos e invocan al Espíritu Santo para pedir su guía durante el proceso de elección del nuevo pontífice.
Comenzó la procesión de los cardenales hasta la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave
Comenzó la procesión de los cardenales hasta la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave
Los cardenales ya se encuentran en la Capilla Paulina y se espera que en breve comience la procesión hasta la Sixtina
A minutos del Cónclave, un mensaje entre cardenales en medio de la misa generó suspicacias: “Felicidades, por partida doble”
Un comentario captado fuera del micrófono durante la misa matutina en la Basílica de San Pedro, pocas horas antes del inicio del cónclave para elegir al próximo papa, ha desatado una oleada de especulaciones en el Vaticano y en los medios italianos. La frase fue dirigida al cardenal Pietro Parolin, considerado uno de los favoritos entre los electores.
El momento ocurrió durante la misa “Pro eligendo Pontifice”, la tradicional celebración litúrgica que precede al cónclave. Mientras los cardenales intercambiaban el saludo de la paz, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, se inclinó hacia Parolin y le susurró una frase que, aunque pronunciada lejos del micrófono, fue claramente audible en las grabaciones del acto: “Auguri… doppi”, o “felicidades por partida doble”, en español.
La expresión, acompañada de una sonrisa, no pasó desapercibida. Las redes sociales y la prensa italiana comenzaron de inmediato a interpretar el gesto. Algunas hipótesis apuntan a que se trataría de un reconocimiento del papel clave de Parolin durante el cónclave, ya que, como Secretario de Estado Vaticano, posee un rol organizativo central. Otras versiones sugieren que las palabras del decano podrían aludir a su posible elección como pontífice.
El momento en el que el cardenal Giovanni Battista Re felicita al cardenal Pietro Parolin en el Vaticano

Así está el Vaticano en espera por el inicio del cónclave








*Fotos de Reuters por: Amanda Perobelli, Marko Djurica, Hannah McKay y Murad Sezer.
Así será el aislamiento del Vaticano para el Cónclave 2025: confiscación de teléfonos móviles y juramento bajo riesgo de excomunión
Este miércoles 7 de mayo comienza el proceso para elegir al sucesor del Papa Francisco
PorMarta Sierra

Quedan pocas horas para que los cardenales encargados de elegir al nuevo Pontífice sean “encerrados bajo llave” hasta que el Cónclave de 2025 tenga un resultado definitivo. Este miércoles 7 de mayo, el Vaticano acoge el comienzo de un proceso que finalizará con una sucesión para el papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril, y en el que participarán 133 cardenales electores de todo el mundo.
Cónclave 2025: la incertidumbre y los intrincados caminos hacia la elección del nuevo Papa
En este nuevo proceso para definir al sumo pontífice, participan 133 cardenales de 70 países, de los cuales 107 fueron nombrados por Francisco, 21 por Benedicto XVI y los 5 restantes fueron designados por Juan Pablo II

Ya está en marcha el proceso que engloba el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco, y con él resurgen las complejidades y las sorpresas inherentes a este ritual milenario. En medio de especulaciones y expectativas, surge una vez más la frase célebre de Juan Pablo Cafiero: “Quien entra Papa, sale cardenal”. Esta máxima, repetida en los pasillos del Vaticano, se refiere a las impredecibles dinámicas en juego durante la selección de un nuevo pontífice.
Así está la Capilla Sixtina en la previa al inicio del cónclave para elegir al nuevo Papa
Cómo reacondicionaron la Capilla Sixtina para el cónclave 2025
Cónclave 2025: en la misa previa, el cardenal decano del Vaticano pidió a los obispos elegir “al papa que la humanidad necesita”
Giovanni Battista Re, de 91 años, recordó a los electores que “se debe abandonar cualquier consideración personal” en las votaciones. La primera comenzará este miércoles a las 16:30 hora local

El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, pidió que “sea elegido el papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”.
La historia de la fumata blanca: cómo y por qué el Vaticano usa humo en cada cónclave para anunciar al Papa
En plena era digital, la elección del nuevo pontífice sigue marcada por una señal ancestral que se eleva al cielo romano mientras el mundo observa, esperando una respuesta que no llega en notificaciones sino en ceniza

En el corazón de un mundo que exige inmediatez, donde la información se despacha en segundos y los ojos se multiplican en miles de cámaras y pantallas, el Vaticano anuncia la elección de su nuevo Papa como hace cien años: con humo. No hay pantallas LED, ni notificaciones push, ni tuits en vivo desde la Capilla Sixtina. Solo una chimenea estrecha, un silencio sellado por el juramento, y un lenguaje arcaico que se eleva al cielo romano como un susurro antiguo: blanco, sí; negro, no.
Un uruguayo en el cónclave: los días intensos en Roma y por qué cree que el papa no será de América Latina
El arzobispo de Montevideo, el cardenal Daniel Sturla, dijo que el próximo líder de la Iglesia Católica tendrá que seguir el “legado” de Francisco pero con cambios

Desde Montevideo

Los días en Roma son más intensos de lo que Daniel Sturla imaginó. El arzobispo de Montevideo, designado cardenal por el papa Francisco en 2015, vivió la previa al primer cónclave entre charlas de pasillo informales, que era una suerte de recreo en los que se manejaban los posibles nombres.
Al menos 5.000 personas participaron a en la misa “Pro eligendo pontífice” en la Basílica de San Pedro

Unos 5.000 fieles acudieron a la basílica de San Pedro para participar en la misa Pro eligendo pontifice, celebrada esta mañana y presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re, en el inicio de la jornada previa al cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco.
La ceremonia reunió también a más de 200 cardenales, obispos y religiosos, mientras en la plaza de San Pedro pequeños grupos de personas seguían el rito desde las pantallas exteriores. A pesar de la amenaza de lluvia y del cierre de la basílica al público general, el acto congregó una notable asistencia, aunque sin las aglomeraciones habituales de otras ocasiones.
El acceso a la plaza estuvo controlado por filtros de seguridad policial, mientras que cientos de periodistas se distribuyeron entre la plaza Pío XII y las plataformas montadas para dar cobertura a la jornada.
Terminó la misa “Pro eligendo pontífice” y los cardenales se retiran de la Basílica de San Pedro
El cardenal Giovanni Battista Re llamó a la unidad de la Iglesia en la misa previa al Cónclave
En la homilía de la misa previa al Cónclave, celebrada en la basílica de San Pedro, el cardenal decano Giovanni Battista Re instó a los cardenales electores a “mantener la unidad de la Iglesia” en un momento que calificó como “difícil, complejo y convulso”.
En su mensaje, subrayó la trascendencia de la decisión que se avecina y pidió a los electores dejar de lado “cualquier consideración personal” durante el proceso de votación.
“La unidad debe prevalecer en este momento de gran importancia para la Iglesia”, sostuvo el cardenal.
Los medios del Vaticano cubrirán en 11 idiomas el inicio del Cónclave
Este miércoles por la tarde, a las 16.30 (hora local), los cardenales electores ingresarán formalmente en la Capilla Sixtina para prestar juramento y dar inicio al Cónclave, con el tradicional llamado Extra omnes, tras el cual se cerrarán las puertas y comenzarán las votaciones para elegir al nuevo papa.
La ceremonia será transmitida en directo por los medios del Vaticano en 11 idiomas, lo que permitirá a fieles de todo el mundo seguir el momento simbólico que marca el inicio del proceso más reservado y solemne de la Iglesia católica.
Además, la cobertura incluirá interpretación en lengua de señas en inglés, español e italiano, reforzando el acceso inclusivo a una de las ceremonias más esperadas por millones de personas.
Así será la dieta de los cardenales durante el Cónclave: desayuno ligero, almuerzo abundante y agua y vino para beber
Durante el cónclave, los cardenales electores se alojan en la Casa Santa Marta, la residencia en la que vivía el Papa Francisco en el Vaticano

PorAna Plaza

El miércoles 7 de mayo de 2025 quedará marcado en los anales de la historia. Y es que, a partir de las 16:30 horas, dará comienzo en la Ciudad del Vaticano el cónclave que decidirá el futuro más próximo de la Iglesia Católica, el nombre de quien sucederá al recientemente fallecido Papa Francisco. Toda la atención del planeta estará puesta en la Capilla Sixtina, donde se desarrollan las votaciones que pueden prolongarse por varios días. Esta elección, que requiere un régimen de clausura extremo para los cardenales, está rodeada de misterio, curiosidades y anécdotas, un enigmático proceso que nos deja grandes y pequeñas preguntas.
Gregorio X, el pontífice olvidado que inventó el sistema que para elegir al nuevo Papa
Antes de morir en 1276, impulsó un proceso cuyas bases hoy siguen vigentes en cada cónclave. Transformó una crisis en una solución institucional clave

Ante la muerte de Francisco, vuelve al centro del debate una figura poco recordada pero crucial: Gregorio X, el pontífice que en 1274 instituyó el cónclave tras una crisis que mantuvo vacante el trono papal durante casi tres años.
Cónclave 2025: por qué los papas cambian de nombre cuando son elegidos y cuál nunca se atreven a usar
Los candidatos a suceder a Francisco tienen ante sí una decisión clave que, a lo largo de la historia, ha servido para construir una narrativa de liderazgo y política vaticana

Cuando el mundo escucha las palabras “Habemus Papam”, el momento no solo anuncia un nuevo líder para la Iglesia Católica, sino también el nacimiento de una nueva identidad espiritual. El nombre elegido por el pontífice recién electo no es una formalidad: es su primera decisión como Papa, cargada de simbolismo y resonancia histórica. Esta práctica, que hoy parece inseparable del papado, no siempre fue así.
Quién es Dominique Mamberti, el cardenal que anunciará al mundo la elección del nuevo papa
El purpurado francés, de larga trayectoria diplomática y hombre de confianza del difunto Francisco, será el encargado de pronunciar el tradicional “Habemus papam” desde la logia de la basílica de San Pedro.
El próximo anuncio del nuevo pontífice estará a cargo del cardenal Dominique Mamberti, un discreto y experimentado diplomático de la Santa Sede que a sus 73 años se prepara para pronunciar una de las frases más emblemáticas del Vaticano: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam!” (“Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos papa!”).
¿Quién será el nuevo papa? El cónclave mantiene intacto su misterio y cierra las puertas de la Capilla Sixtina sin un favorito claro
Francisco murió el 21 de abril y desde entonces han sonado varios nombres como papables, pero son especulaciones. Solo el color de las fumatas y el paso de los días permitirá saber quién será el próximo pontífice

PorPaola Bruni
Extra omnes. Una vez se pronuncien esas palabras en latín esta tarde, las puertas de la Capilla Sixtina se cerrarán, dejando enclaustrados ‘bajo llave’ a los 133 cardenales entre los que se encuentra el nuevo papa de la Iglesia católica. Es en ese preciso momento en el que arrancará oficialmente el cónclave y el peso de la historia caerá sobre los hombros de esos hombres venidos de cada rincón del planeta para celebrar en el Vaticano una votación cargada de secretismo y aislamiento para elegir al líder espiritual de los católicos en el mundo, una población de más de 1.406 millones de personas, el 17,7% de la mundial (según datos del propio Vaticano de 2023).


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