Sociedad
La mamá de Sofía Herrera ve a su hija “muy parecida” a una chica de San Juan: ¿qué pasó con el ADN?
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3 años atráson
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La noticia trascendió hace 40 días y generó expectativas. La mamá de la nena desaparecida hace 14 años en Tierra del Fuego había recibido una nueva pista: una adolescente que tenía la misma edad que Sofía, era muy parecida y era adoptada. Pidió un cotejo de ADN y lo mismo hizo la Fiscalía. ¿Estamos esperando los resultados o no estamos esperando nada?
El sábado 24 de septiembre la noticia interrumpió la siesta y se esparció rápidamente por los medios de todo el país. Faltaban cuatro días para que se cumplieran 14 años de la desaparición de Sofía Herrera y su mamá, María Elena Delgado, decía algo que pocas veces se le había escuchado decir.
“La veo recontra parecida a mi hija”, repite ahora a Infobae desde Río Grande, Tierra del Fuego, donde desapareció su hija y donde todavía vive. Se refiere a una adolescente de San Juan de 17 años, la misma edad que tendría hoy Sofía, “que en diciembre cumple los 18″, dice ella, sin aclarar “en caso de que esté viva”.
Así como muchas de las pistas que le llegaron a lo largo de estos 14 años fueron fáciles de descartar (alguien que no se parecía a Sofía o tenía claramente otra edad), esta vez había variables diferentes.
No sólo coincidía la edad (las dos tienen 17 años, aunque están anotadas con 4 meses de diferencia) sino que se parecía mucho físicamente. Además, se trataba de una adolescente adoptada.

Tal vez porque no había visto a ninguna niña que realmente la hiciera dudar, María Elena nunca había pedido un ADN a la Justicia. En 2018, de hecho, cuando el país entero creyó que la habían encontrado en San Luis (#SofíaHerrera” y #apareció fueron tendencia en Twitter durante horas) ella dijo a Infobae: “No tengo ninguna esperanza”.
Había una razón: ella misma había visto la foto de la nena de San Luis y la había descartado cuatro años antes. Era una pista vieja. Esta vez, en cambio, recibió las fotos y se llenó de dudas.
“Me escribió una mujer por Facebook en marzo y me dijo que quería hablar conmigo por teléfono. Cuando me llamó, me contó la historia de esta chica adoptada que vivía en el mismo barrio que ella. Me dijo que dudaba desde hacía muchos años pero que no se animaba a hablar porque en su familia le decían ‘te vas a meter en un quilombo’ ‘’, cuenta.

Esta persona, además, le envió fotos de la chica cuando tenía 5 o 6 años, cuando era un poco más grande y actuales, de la adolescencia. María Elena y su marido, Fabián Herrera, también notaron el parecido físico pero, por temor a que sus ganas de encontrar a Sofía los estuvieran traicionando, le pidieron opinión a otras personas.
“La gente misma que investiga en la causa me dice ‘es la nena más parecida que trabajamos hasta ahora’, pidan un ADN”, sigue ella. Si bien la familia, que es querellante en la causa, no había pedido nunca un cotejo, la Justicia sí había ordenado el análisis al menos dos veces.
“Una vez se lo hicieron a una nena de Cura Brochero, en Córdoba. Era una chiquita de 7, 8 años que andaba con una señora grande, como de 60, que decía que era su mamá. Yo no lo pedí porque aunque la historia fuera rara no la veía parecida en nada a mi hija”, recuerda.
“La segunda vez fue en Buenos Aires, a una chica a la que habían dejado abandonada en la clínica Avril. Tampoco se parecía a Sofi. Se hizo por orden de la Justicia, también dio negativo”.

Pasó más de un mes de la noticia que interrumpió la siesta y María Elena no tiene demasiadas respuestas para la pregunta de Infobae. ¿Por qué las noticias también decían que la Justicia de Tierra del Fuego ya había desestimado la posibilidad de hacer el análisis de ADN?
“Me dijeron que los papeles de adopción dicen que no es. ¿Y si son truchos los papeles? Yo voy a seguir insistiendo”.
Quien responde a las preguntas es el juez Daniel Césari Hernández, el encargado de hacer lugar o no al pedido de hacer un ADN que hace pocas semanas ya solicitó la Fiscalía.
ADN, ¿sí o no?
Son las 9 de la noche cuando el doctor Césari contesta el mensaje. Está de turno y en Tierra del Fuego hubo un doble homicidio y un femicidio, dos hechos inusuales para una provincia, por lo general, calma.
“Hasta el momento establecimos que se trata de una chica que fue adoptada dos años y medio antes de la desaparición de Sofía Herrera”, explica. No es que le pidieron la documentación a la familia de la adolescente.

“Tuvimos comunicación directa con la Dirección del Registro Civil de la provincia donde está asentada, no sólo la partida de nacimiento, sino también el acta de adopción plena. La chica atravesó un proceso judicial de adopción y nos han remitido esa sentencia, que se tramitó ante un Juzgado de Familia de San Juan. Hasta el momento nadie planteó que esa documentación podría ser falsa”.
Esos papeles, sigue el juez, debilitaron mucho las sospechas. “Es cierto que hay semejanzas con las fotografías de Sofía cuando era chiquita, sí. Y hay semejanzas con el dibujo, pero uno no puede perder de vista que la imagen que tenemos de cómo sería Sofía hoy es una hipótesis. Científicamente llevada a cabo, pero es una hipótesis gráfica. En el caso de que estuviera con vida, no sabemos cómo es”.
Se refiere a que Sofía Herrera desapareció del camping al que había ido con sus padres y otro matrimonio cuando tenía 3 años y 8 meses, por lo que lo único que hoy tienen es una proyección digital (basada en los rasgos de sus familiares directos) de cómo se vería.

“Comparar a un ser humano real con una proyección gráfica impone cautela”, sigue. “Del otro lado hay una adolescente que es menor de edad, por lo tanto también hay que preservarla. Estamos hablando de una niña en una familia constituida”, explica.
María Elena dice “lo que menos quiero es incomodar a la familia o a esa criatura. Pero un análisis de ADN no tiene por qué ser traumático. Les pido que entiendan que yo no puedo seguir viviendo con esta duda”, sigue.
Como apenas trascendió la noticia también se publicó que la Justicia local ya había descartado la posibilidad de hacer el cotejo, ella llevó su reclamo al ministro de Seguridad, Aníbal Fernández.
“Dijo que no había ningún problema, que se iba a pedir. Quedamos en contacto”, aseguró la mujer a Radio Fueguina. Unos días después, el ministerio de Seguridad de la Nación anunció que había decidido elevar a 5 millones de pesos la recompensa para quienes aporten datos útiles (antes era de un millón).

La Fiscalía piensa lo mismo que ella por eso hace dos semanas hizo un pedido que ahora debe evaluar el tribunal, es decir, el juez Césari.
— ¿Sabemos si esa familia está de acuerdo en hacerle un ADN a su hija?
— Sería fantástico— responde el juez.
— ¿Pero se niegan?
— No quiero entrar en el campo de intimidad de una familia, sólo le digo que si uno va a una casa y le abren la puerta no tiene que allanar.
— ¿Se puede hacer un ADN compulsivo si se niegan?
—El ADN compulsivo por supuesto que existe pero para que un juez tome una decisión así tiene que tener fundamentos y yo, hasta el momento, lo que tengo es una niña registrada en una adopción dos años y medio antes de que desapareciera Sofía.

La pelota, ahora, está de su lado de la cancha. Es él quien debe decidir si hace lugar al pedido de ADN y, en caso de que considere que tiene fundamentos, debe solicitárselo al juez de San Juan. Es ese otro magistrado quien debe decidir, luego, si le da curso o lo rechaza.
“Yo entiendo todo, pero acá hay una familia que espera a su hija hace 14 años”, se despide María Elena. “A los jueces y a esa otra familia sólo les pido que se pongan en mi lugar, 5 minutos, pero que se pongan en mi lugar”.
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Sociedad
Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina
Publicado
19 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia
“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.
Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.
Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.
Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.
Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.
El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.
La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.
Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.
La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.
Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.
Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.
La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.
Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.
En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.
Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.
Sociedad
Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados
Publicado
21 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas
Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.
Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.
El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.
Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.
Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.
“Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.
De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.
En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.
“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.
Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.
En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.
Sociedad
Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba
Publicado
21 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia
Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.
Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.
También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.
“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.
El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.
Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.
El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.
Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.


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