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Del Mar de China al Atlántico Sur: el regreso del poder naval en la geopolítica mundial

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Mientras Pekín expande su flota y Washington intenta sostener su supremacía, la Argentina debe repensar el rol de su Armada para proteger el Atlántico Sur, Malvinas y la proyección antártica

El desfile en Beijing y el mensaje de poder

El reciente desfile militar en Beijing no solo mostró disciplina y estética. Fue una exhibición planificada de capacidades que dan cuenta del vertiginoso desarrollo de la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN). Allí se vieron destructores Tipo 055, entre los más avanzados del mundo en sistemas de misiles; fragatas Tipo 054A con capacidad antiaérea de largo alcance; submarinos de propulsión nuclear de la clase Jin, equipados con misiles balísticos intercontinentales; y el portaaviones Shandong, segunda nave de este tipo fabricada enteramente en astilleros chinos. El mensaje fue claro: Si bien la supremacía naval de EEUU sigue siendo indiscutible, China ya no se limita a la defensa de sus costas, sino que busca proyectar su bandera en mares lejanos. Es la confirmación de un cambio estratégico: de una marina costera a una marina de aguas azules con ambiciones globales.

Alfred Thayer Mahan, al analizar el ascenso de Inglaterra en el siglo XIX, resumió en una frase la esencia del poder marítimo: “allí donde va el comercio, van las banderas”. Para la China del siglo XXI, primera potencia exportadora y dependiente de corredores marítimos por los que fluye la energía de Medio Oriente y África, esta sentencia pareciera ser un mandato. Pekín entiende que sin una armada capaz de proteger las rutas de la seda marítima, sus inversiones globales quedan expuestas a bloqueos o presiones externas. De allí la apuesta simultánea por una flota oceánica y por la construcción de nodos logísticos en todos los continentes.

Estados Unidos: la supremacía en tensión

La Armada Norteamericana sigue siendo la más poderosa de la historia. Cuenta con 11 portaaviones de propulsión nuclear, capaces de operar en cualquier mar en cuestión de días, y más de 290 buques de combate en servicio, con un presupuesto que supera los 200 mil millones de dólares anuales solo en gastos navales. A esto se suma una red incomparable de bases y aliados: Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia, el Reino Unido y la OTAN en su conjunto. Pero la supremacía enfrenta desafíos. El costo de mantener un portaaviones nuclear supera los 13 mil millones de dólares, y el mantenimiento anual consume cifras astronómicas. A esto se agregan debates internos en Washington sobre cómo sostener una presencia global simultánea en el Atlántico, el Índico y el Pacífico, cuando el centro de gravedad de la rivalidad con China está en el Mar del Sur de China y el estrecho de Taiwán.

En contraste, la Armada china pasó de tener poco más de 100 buques de combate en 1990 a superar los 370 en 2024, según Military Balance. De esos, más de 80 son destructores y fragatas modernas, dotadas de misiles antibuque capaces de desafiar incluso a los grupos de portaaviones estadounidenses. En materia de portaaviones, China ya opera tres: el Liaoning (reacondicionado de origen soviético), el Shandong (fabricación nacional) y el Fujian, botado en 2022 y actualmente en pruebas de mar, que será el primero con catapultas electromagnéticas comparables a las de la clase Gerald Ford estadounidense y proyecta la fabricación de un próximo de propulsión nuclear. En paralelo, desarrolla submarinos de ataque de propulsión nuclear (Tipo 093) y avanza hacia una nueva generación (Tipo 095), que podría cambiar el equilibrio en el Pacífico occidental.

Infraestructuras estratégicas

Rivalidad global y organismos debilitados

La competencia naval entre China y Estados Unidos no ocurre en el vacío. Los organismos multilaterales como Naciones Unidas o la OMC, debilitados y con poca capacidad de arbitraje, ya no son ámbitos efectivos para resolver disputas marítimas. De allí que el Mar del Sur de China, el estrecho de Ormuz o incluso el Atlántico Sur se conviertan en escenarios de rivalidad directa, sin árbitros creíbles que impongan reglas.En este marco, aliados de Washington en Asia-Pacífico —Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas— modernizan sus marinas, conscientes de que la supremacía norteamericana ya no es incuestionable. Japón botó destructores con capacidad AEGIS y prepara su primera flota de portaaviones ligeros; Corea del Sur construye submarinos de ataque con capacidad de misiles balísticos; y Taiwán multiplica sus inversiones en misiles costeros.

Lecciones para la Argentina

Este tablero mundial parece distante, pero no lo es. La Argentina tiene un frente marítimo de 5.000 km, un Atlántico Sur rico en recursos, la disputa por las Islas Malvinas, la puerta de entrada a la Antártida y la posibilidad de consolidar corredores bioceánicos que unan Atlántico y Pacífico. La pérdida de capacidades de la Armada Argentina, con menos de una decena de buques de superficie en condiciones operativas muy limitadas y una flota submarina inactiva, limita severamente la capacidad de proyectar soberanía. En contraste, países vecinos como Brasil avanzan en proyectos de submarinos de propulsión nuclear y en el fortalecimiento de su industria naval.

La presentación del proyecto de Presupuesto de Gastos y Recursos de la Administración Nacional para el Ejercicio 2026 no permite ser optimista, ya que propone derogar la forma y constitución original del Fondef, dejando de ser un fondo específico destinado exclusivamente al fortalecimiento del Instrumento Militar, por fuera del presupuesto de Defensa, desvirtuando su concepción al incorporar bienes de uso para reposición normal y habitual de la Jurisdicción Defensa, dispersando esfuerzos presupuestarios en razón de poner en Entidades y Empresas del Ministerio (de dudosa congruencia operativa) los bienes de capital a adquirir por dichos entes.

La Ley Fondef establece en el artículo 4 Inc 1 la asignación progresiva del presupuesto a partir de 2023 en el 0,80 de los ingresos Corrientes, sin embargo, el Art 30 del proyecto presentado por el gobierno en el inc d, deroga el Inc 1 del Art 4, por lo cual el 0,80 deja de estar vigente, reduciéndolo a aproximadamente un 0,10. Virtualmente un certificado de defunción. Recuperar capacidades no es un lujo ni un gesto simbólico, ni puede ser discurso de campaña: es la condición para que la Argentina pueda ejercer soberanía efectiva, proteger recursos estratégicos y participar con voz propia en el futuro de la conectividad global.

Conclusión

El poder naval vuelve a ser el eje de la geopolítica mundial. China lo entendió y construye paso a paso una flota oceánica acompañada de infraestructura global. Estados Unidos busca mantener su supremacía, aunque cada vez con más costos y tensiones. La Argentina, en cambio, enfrenta el desafío de reconocer que su destino marítimo es inseparable de su lugar en el mundo .Recuperar una Armada potente no es solo cuestión de defensa: es la herramienta principal para garantizar nuestra conectividad continental, insular y antártica. Allí, en el Atlántico Sur y en la proyección hacia la Antártida, se juega buena parte del futuro del interés nacional.

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Donald Trump confirmó que habló con el dictador venezolano Nicolás Maduro

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El presidente de Estados Unidos evitó calificar el diálogo como positivo o negativo y no precisó qué asuntos se abordaron ni los alcances del intercambio

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó este domingo que habló por teléfono con el dictador venezolano Nicolás Maduro, aunque evitó ofrecer detalles sobre el intercambio.

La respuesta es sí”, dijo al confirmar la llamada. Ante preguntas sobre cómo transcurrió la conversación, señaló: “No diría que salió bien ni mal. Fue una llamada telefónica”.

La confirmación del contacto ocurre en un contexto de creciente presión por parte de Washington. Según fuentes consultadas , Trump, acompañado por el secretario de Estado Marco Rubio, comunicó a Maduro que Estados Unidos intensificará las acciones militares si no abandona el poder.

El presidente de Estados Unidos evitó calificar el diálogo con el dictador chavista, Nicolás Maduro, como positivo o negativo (REUTERS/Leonardo Fernández Viloria)

Sobre las distintas versiones de la prensa sobre el contenido de la conversación, un vocero negó que Trump y Maduro estén evaluando un encuentro para negociar una transición.

Es un invento”, afirmó la fuente a Infobae al descartar cualquier tipo de acercamiento bilateral orientado a otorgar margen de maniobra al régimen chavista.

En este escenario, los líderes opositores Edmundo González Urrutia y María Corina Machado esperan que se produzca un cambio definitivo en el poder para asumir una transición democrática y pacífica.

Las recientes declaraciones de Trump también evidencian el endurecimiento de las acciones sobre el dictador chavista.

Durante el intercambio con los periodistas a bordo del avión presidencial, el mandatario estadounidense argumentó que el espacio aéreo venezolano debía considerarse cerrado porque su gobierno no considera al país “amistoso”.

Aseguró que desde allí ingresó al territorio estadounidense un elevado flujo de personas que, según él, provienen de “cárceles, pandillas y redes de narcotráfico”. Cuando se le preguntó si esa advertencia implicaba acciones militares inminentes, respondió: “No interpreten nada”.

Donald Trump confirmó que hablóDonald Trump confirmó que habló con el dictador venezolano Nicolás Maduro (REUTERS/Anna Rose Layden)

Tras la advertencia de Trump, seis aerolíneas internacionales suspendieron vuelos hacia y desde Venezuela, lo que llevó a la dictadura chavista a revocar sus permisos en represalia y acusarlas de “sumarse a las acciones de terrorismo de Estado promovido por el gobierno de los Estados Unidos”.

Entretanto, el senador republicano Markwayne Mullin confirmó que Washington puso sobre la mesa una oferta de salida para Maduro.

Le dimos la oportunidad de irse. Le dijimos que podía ir a Rusia o a otro país”, afirmó en una entrevista con CNN, precisando que la administración Trump busca elevar la presión sin planear el despliegue de tropas en territorio venezolano.

Mullin, miembro del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, subrayó que el objetivo del gobierno es “proteger nuestras propias costas”.

Estas gestiones diplomáticas se desarrollan en medio de un amplio operativo estadounidense cerca de Venezuela.

Trump advirtió esta semana que los esfuerzos para frenar el narcotráfico venezolano “por tierra” comenzarían “muy pronto”.

Trump advirtió esta semana queTrump advirtió esta semana que los esfuerzos para frenar el narcotráfico venezolano “por tierra” comenzarían “muy pronto” (REUTERS)

Diversos sitios de rastreo de aeronaves han registrado una actividad constante de aviones de combate estadounidenses apenas a unas decenas de kilómetros de las costas venezolanas en los últimos días. Países vecinos como República Dominicana autorizaron a Estados Unidos el uso de infraestructuras aeroportuarias, mientras Trinidad y Tobago albergó ejercicios recientes del Cuerpo de Marines estadounidense.

El refuerzo militar incluye mayor presencia de escuadrones y ataques selectivos a embarcaciones en el Caribe y el Pacífico oriental, medidas que Washington justifica como parte de la lucha contra el tráfico de drogas que, según sus informes, coordina el régimen venezolano.

(Con información de AFP)

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Venezuela en el paradigma

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Un despliegue militar sin precedentes en el Caribe intensifica la presión internacional sobre el régimen de Maduro, mientras la oposición busca sumar apoyo interno y externo para propiciar la transición en Venezuela

Necesitamos reunir todas nuestras fuerzas para lograr un golpe capaz de variar la suerte del país”. Lo escribió Simón Bolívar en 1823, en una carta desde Guayaquil dirigida al general Antonio José de Sucre, en plena expedición colombiana al Perú.

El pueblo se alzará desde esta oscura era de opresión con una sola misión: la libertad”, asegura en su proclama al pueblo venezolano, después de haber pedido al Ejército que acompañe la transición pacífica: “Se parte del futuro luminoso de Venezuela y no de la ruina que la tiranía destruyó”.

¿Es así, tal como asegura la líder venezolana? ¿Lo que va a pasar ya está pasando, y la hora decisiva es inminente? Ciertamente, el presente continuo es indiscutible, porque los acontecimientos se están precipitando a un ritmo extraordinario. Pero que ello implique una hora decisiva e inminente, es decir, un momento histórico, es una afirmación tan entusiasta como precipitada.

Son tantas las variables que están interfiriendo en la cuestión venezolana, que solo es seguro afirmar dos cosas: una, que ha llegado la hora de Venezuela; y dos, que la rueda que ha empezado a girar ya no puede pararse. Sin embargo, confirmado el movimiento, cualquier análisis que intente descifrar qué dirección tomará, entra en el terreno de la especulación.

Los hechos son claros: Venezuela sufre un régimen criminal asentado en estructuras del narco, infiltrado por la inteligencia cubana, apoyado por Irán y Rusia y gobernado por un poder autárquico y represivo que ha destruido a tal nivel los recursos del país, que su colapso no tiene parangón en la historia reciente de Latinoamérica. Más de un millar de presos políticos, una represión sistémica, una destrucción masiva de la actividad económica, y la perversa impunidad de mantenerse en el poder robando literalmente las elecciones.

A ello cabe añadir la nefasta influencia en todo el eje bolivariano, la exportación de sus estructuras narco en países cercanos, y su capacidad de mimetismo en los entornos vecinos, con Colombia como preocupación urgente.

Si el régimen de Maduro cae, Cuba es insostenible, no en vano sobrevive gracias a la vampirización que perpetra de los recursos venezolanos, y con ella tampoco se mantiene el régimen de Nicaragua. Pero, sobre todo, como avisa la oposición colombiana, la caída de Maduro frenará la bolivarización que Petro lidera en Colombia.

Los dictadores de Cuba yLos dictadores de Cuba y Venezuela: Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

En definitiva, la caída del régimen es necesaria a todos los niveles: para acabar con la brutal represión que sufre el pueblo venezolano; para luchar contra el crecimiento ingente del narco; para sanear la economía del país y de toda la región; y, en definitiva, para convertir el hub criminal que ahora es Venezuela, en un hub económico y energético que dinamice toda la región.

Pero, con los hechos claros, la cuestión es cómo se consigue que caiga el régimen, y a pesar de que el ruido militar en el Caribe pudiera sugerir que solo hay una posibilidad, lo cierto es que hay cuatro opciones para la caída de Maduro: la intervención militar exterior; la intervención militar interior; la sublevación militar interior, combinada con una insurrección interior; y un pacto con el régimen para una transición pacífica.

Cabría imaginar una quinta, la opción del mantenimiento del régimen, pero ello, a estas alturas, es altamente improbable. La maquinaria política y militar que se ha puesto en marcha es enorme, el momento es oportuno y la degradación del régimen ha entrado en barrena. Además, es impensable que la administración Trump deje inconcluso el proceso que ha iniciado.

Donald Trump prevé hablar conDonald Trump prevé hablar con Nicolás Maduro (REUTERS/Anna Rose Layden)

Primera opción, la intervención americana. De momento, Estados Unidos ha desplegado el 20% de su fuerza naval en el Caribe. Los datos son estridentes: el poderoso USS Gerald R. Ford, miles de marines desplegados, los caza F-35 y los destructores afincados en la base Roosevelt Roads de Puerto Rico, los paseos de los aviones de guerra por los cielos de Curazao, el imponente avión de ataque AC-130J Ghostrider, maniobrando con dos otros aviones de guerra en El Salvador, y para rematar, los viajes del jefe del estado mayor americano, el general Dan Caine, por Puerto Rico y ahora en Trinidad y Tobago.

Es evidente que se trata de un despliegue imponente -el más grande en América Latina desde la invasión de Panamá-, con un poder amenazador indiscutible. Pero, ¿su función es intervenir, asustar, u obligar a pactar? O todo a la vez, que también es posible.

Si fuera el caso, no es imaginable una intervención terrestre, que podría convertir a Venezuela en un nuevo Vietnam. Pero, sin infantería, Estados Unidos podría planificar una intervención con drones y mísiles contra sectores estratégicos, como el Puerto Cabello, el más importante, y clave en el tránsito de drogas.

La guerra sería, sin ninguna duda, asimétrica y probablemente tan rápida como lo fue la intervención en Irán, pero sería un terremoto cuyas réplicas llegarían a Rusia. Además, Trump no es un belicista, sino un negociador, un pactista, y cabe imaginar que esta opción será la última y, si es el caso, combinada con la opción interior.

El portaaviones USS Gerald R.El portaaviones USS Gerald R. Ford (AP foto/John Clark)

La segunda opción cabalga con la tercera, no en vano parece improbable una sublevación militar contra el régimen, a pesar de la alta deserción que sufre el ejército venezolano. Pero también es alta la corrupción de sus dirigentes, y su implicación con el Cártel de los Soles (llamado así precisamente por la insignia del sol que lleva el ejército en el uniforme), que acaba de entrar en la lista OTE norteamericana de organizaciones terroristas.

En cambio, no es tan improbable que, si se consigue una insurrección general ciudadana, auspiciada por el movimiento de María Corina Machado -que ya demostró su enorme fuerza popular con la masiva abstención en los últimos comicios-, se produzca también el apoyo de parte del ejército. Con ello cuenta la oposición, como también debe contar con la ingente presencia de miembros de la CIA en el país.

Pero esa posibilidad necesitaría de la intervención americana en sectores estratégicos, para garantizar el éxito, y es por ello, probablemente, que se ha producido el gran despliegue militar americano. Como decía Philip Gunson, experto del International Crisis Group, “si la presión no funciona, y no hay respuesta militar de Estados Unidos, la flota debería irse sin haber completado su misión, y eso tendría un precio político enorme”.

La recompensa millonaria de EstadosLa recompensa millonaria de Estados Unidos por la captura de Nicolás Maduro

Finalmente, la cuarta, en línea con “la presión” de la que habla Gunson: el pacto para una transición pacífica. No hay duda de que sería la opción deseable, y si es cierto que Trump está dispuesto a hablar con Maduro, según ha publicado el portal Axios y él mismo ha ratificado, la vía de la negociación podría abrirse. Y una negociación con la oposición a punto de calle y con el poderío militar americano a las puertas, podría tener más visos de tener resultados. Ello si finalmente ocurre, lo cual es tan posible, como improbable.

Lo que va a pasar, está pasando”, decía Corina, y sin duda está pasando de todo. Pero la situación es muy inflamable y de muy difícil pronóstico. Solo cabe esperar que los acontecimientos se precipiten en la dirección de un futuro libre para Venezuela. También para ello, se puede rememorar a Bolívar cuando decía que era el hombre de las mil dificultades. Las venció a todos. Su memoria acoge la esperanza.

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