La ciencia descubrió una manera fácil, sencilla y gratis para curar el molesto efecto de los ojos secos.
Cuando se habla de tratamientos médicos, lo primero que se imagina son pastillas, cirugías o, como en este caso, gotas para los ojos. Pero, ¿y si le dijeran que para aliviar los ojos secos no necesita más que reírse? Sí, reírse. No es un chiste. Es ciencia. La Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes tuvo acceso a un ensayo publicado en The BMJ por un grupo de científicos en China, que explica cómo la risa podría ser tan efectiva como las gotas oftálmicas para tratar la enfermedad del ojo seco, una condición que afecta a unos 360 millones de personas en todo el mundo. Y no están hablando de carcajadas espontáneas por ver un video de gatos, sino de un ejercicio estructurado de risa.
El ensayo: entre lágrimas y carcajadas
La enfermedad del ojo seco es una molestia crónica que deja los ojos como si se hubiera pasado toda la noche en vela frente a la pantalla. Rojo, irritación, picazón… Un combo que, según la ciencia, podría solucionarse diciendo “jejejeje” durante cinco minutos. Esto es real.
Los investigadores no improvisaron. Sus hallazgos se basan en un estudio realizado con 283 participantes, de entre 18 y 45 años. A todos se les evaluó con el índice de enfermedad de la superficie ocular (OSDI) para medir el grado de molestia en los ojos, y luego los asignaron aleatoriamente a uno de dos grupos: uno que haría ejercicios de risa y otro que usaría gotas oftálmicas con ácido hialurónico de sodio al 0,1 por ciento. Todo esto, cuatro veces al día, durante ocho semanas.
A los que hicieron el “tratamiento” de la risa, se les mostró un video instructivo. Suena ridículo, pero se les pidió que repitieran frases como “jejejeje”, “ja ja ja”, “queso queso queso” y “mejilla mejilla mejilla” (sí, en serio) 30 veces por sesión de cinco minutos. Todo esto, supervisado por una app de reconocimiento facial para garantizar que lo hicieran bien. El otro grupo, el de las gotas, hizo lo de siempre: aplicarse las gotas de ácido hialurónico cuatro veces al día y registrar su uso en la misma app.
Resultados: reírse no fue peor que las gotas
Después de ocho semanas, ambos grupos vieron mejoras. La puntuación promedio del índice OSDI (que mide el malestar ocular) fue 10,5 puntos menor en el grupo de la risa y 8,83 puntos menor en el grupo de las gotas. La diferencia entre ambos fue mínima: apenas 1,45 puntos, lo que sugiere que reírse no fue menos efectivo que las gotas para aliviar el malestar ocular.
Y no sólo eso. El ejercicio de la risa también mejoró el tiempo que las lágrimas tardan en evaporarse, la función de las glándulas de Meibomio (que evitan que los ojos se sequen rápido) y, claro, la salud mental de los participantes.
¿Conclusión? Reír es barato y no tiene efectos secundarios
Ninguno de los grupos reportó efectos adversos y los científicos reconocen que, aunque el estudio tiene limitaciones, el ejercicio de la risa fue igual de efectivo que el tratamiento convencional para la enfermedad del ojo seco. Lo más interesante es que esta terapia no sólo es segura, sino que también es barata y ecológica. Así que, si tiene los ojos secos, no estaría mal que empiece a practicar un poco de “jejejeje” y “queso queso queso”. Al fin y al cabo, en este mundo, reírse es un tratamiento avalado por la ciencia.
Optar por técnicas suaves y evitar aceites facilita la digestión, promueve el adecuado uso de micronutrientes y contribuye a una alimentación enfocada en el bienestar general
La capacidad del huevo para adaptarse a distintas formas de preparación lo convirtió en uno de los pilares de la alimentación mundial. No obstante, el modo en que se cocina puede modificar de manera significativa el aporte de proteínas, vitaminas y minerales. Desde la seguridad alimentaria hasta el impacto en la biodisponibilidad de nutrientes esenciales, el proceso de cocción va mucho más allá del simple cambio de textura y sabor.
Estudios recientes destacaron cuál es la mejor forma de aprovechar al máximo los beneficios de este alimento sin poner en riesgo la salud, lo que renueva el interés por elegir las técnicas de preparación que más favorecen la absorción de sus compuestos clave.
Cuál es la forma más saludable de comer huevo
La cocción del huevo influye directamente en la cantidad y tipo de nutrientes que el organismo puede digerir y absorber. Según un estudio publicado en la National Library of Medicine de Estados Unidos, los huevos cocidos presentan una digestibilidad del 90,9%, marcadamente superior al 51,3% de los huevos crudos. El calor facilita este proceso porque desnaturaliza las proteínas, volviéndolas más accesibles para las enzimas digestivas humanas.
Expertos recomiendan consumir uno o dos huevos al día dentro de una dieta equilibrada para adultos sanos (Imagen Ilustrativa Infobae)
No obstante, exponer el huevo a temperaturas excesivas puede reducir la presencia de antioxidantes como la luteína y la zeaxantina, dos compuestos esenciales para la salud ocular y especialmente sensibles al calor. Por ello, los métodos como hervir los huevos o cocinarlos al vapor son los más recomendados por los especialistas.
Estas técnicas no solo preservan la mayoría de los nutrientes, sino que también disminuyen el riesgo de infecciones alimentarias, ya que eliminan la posible presencia de patógenos en el alimento. Además, evitan la incorporación de aceites o grasas adicionales, haciéndolos aptos para personas que buscan una dieta baja en grasas o controlar su consumo calórico.
El consumo regular de huevo se asocia con la mejora del perfil lipídico y el aumento del colesterol bueno (Imagen Ilustrativa Infobae)
Como recalca el estudio citado, la clara contiene el 60% de la proteína total del huevo, mientras que la yema aporta la mayoría de las vitaminas y minerales, así como la colina, fundamental para el desarrollo cerebral, especialmente en mujeres embarazadas y niños en crecimiento. Por estas razones, la elección de un método de cocción adecuado resulta determinante para aprovechar las virtudes nutricionales del huevo.
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Cómo afecta la forma de cocinar el huevo en su valor nutricional
El impacto del tipo de cocción va mucho más allá del simple contenido calórico. Freír los huevos, según un análisis en Science Direct, puede llevar a que absorban entre el 64% y el 88% del aceite o manteca utilizada, multiplicando fácilmente la cantidad de grasa presente en la ingesta final.
Aunque los ácidos grasos originales del huevo permanecen estables, la fritura expone el alimento a compuestos oxidativos y, si el aceite es reutilizado o calentado durante largos periodos, pueden generarse sustancias potencialmente nocivas para el organismo.
Freír el huevo incrementa la absorción de grasas y puede generar compuestos nocivos si se reutiliza el aceite (Imagen Ilustrativa Infobae)
Por el contrario, hervir o cocinar al vapor contribuye a conservar los micronutrientes esenciales, como proteínas, colina, vitamina D y folato, fundamentales para diversas funciones fisiológicas, desde la regulación del metabolismo hasta el mantenimiento de los huesos. Además, estos métodos evitan que se añadan calorías indeseadas y ayudan a promover la saciedad, característica ampliamente valorada en regímenes de control de peso.
Para quienes deben disminuir la ingesta de colesterol, se recomienda optar por la clara, que contiene una menor concentración de esta sustancia, mientras aporta una parte importante de las proteínas totales del huevo. Conforme destacan entidades comoMayo Clinic, es clave evitar añadir ingredientes ricos en grasas como manteca, panceta o queso, para no aumentar el perfil calórico del plato. De esta manera, es posible disfrutar de todo el potencial nutricional del huevo con un mínimo de riesgo para la salud cardiovascular.
El huevo cocido ofrece una digestibilidad del 90,9%, frente al 51,3% del huevo crudo, según estudios científicos (Imagen Ilustrativa Infobae)
Cuántos huevos se pueden comer por día
Durante años el consumo de huevo estuvo inmerso en la polémica, principalmente por su presunta relación directa con el aumento del colesterol en sangre. Sin embargo, investigaciones recientes han desmentido este mito. Según la Comisión Internacional del Huevo (IEC) y estudios de la Universidad de Castilla, el huevo, sobre todo la yema, contiene colesterol dietético, pero su impacto en el colesterol sanguíneo resulta ser mucho menor de lo que tradicionalmente se pensaba.
Además, existe evidencia científica que asocia un consumo regular de huevos con la mejora del perfil lipídico, en particular con el aumento de la lipoproteína Apolipoproteína A1, conocida como “colesterol bueno”, lo que contribuye a la protección frente a enfermedades cardiovasculares.
La clara del huevo aporta el 60% de la proteína total, mientras que la yema concentra vitaminas, minerales y colina (Imagen ilustrativa Infobae)
Para la mayoría de las personas sanas, la ingestión de un huevo diario se considera segura y beneficiosa, pues aporta alrededor de seis gramos de proteína de alta calidad, todos los aminoácidos esenciales y nutrientes clave para la salud muscular y metabólica.
Asimismo, expertos de la Universidad de Castilla sostienen que consumir uno o hasta dos huevos al día dentro de una dieta equilibrada no implica riesgos significativos en adultos sin contraindicaciones médicas específicas. Se recomienda adaptar la cantidad conforme a las particularidades individuales, como el estado de salud, la actividad física y el consumo total de grasas saturadas y calorías en la dieta diaria.
El último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud detalló las cifras y la situación a nivel nacional de los casos de coqueluche. Cuáles son las regiones más comprometidas
El incremento de casos de coqueluche, también conocida como tos convulsa, preocupa a las autoridades sanitarias: hay notificaciones en 20 jurisdicciones y una marcada concentración en las regiones Centro y Sur, especialmente en la Provincia de Buenos Aires y en relación con el brote de Tierra del Fuego, según datos del Ministerio de Salud.
En lo que va del año, se han registrado siete fallecimientos, todos en menores de dos años, de acuerdo con el último Boletín Epidemiológico Nacional.
Entre las semanas uno y 47 de 2025 -mediados de noviembre-, se reportaron 5.110 casos sospechosos, de los cuales 688 fueron confirmados, lo que representa una incidencia acumulada de 1,45 casos por cada 100.000 habitantes. Este aumento supera las cifras registradas en el mismo período desde 2020 y se sitúa por encima de los registros de 2023, año en el que la provincia de Salta notificó el mayor número de casos.
El Boletín Epidemiológico Nacional detalla que, de los 688 casos confirmados, 586 contaron con confirmación de laboratorio. En el 81,9% de estos (480 casos) se identificó la bacteria Bordetella pertussis, mientras que dos correspondieron a B. parapertussis y 104 permanecen sin identificación de especie. El patrón de distribución de los casos es heterogéneo, con predominio en ciertas regiones y variaciones notables entre provincias.
“Existen vacunas seguras y efectivas para prevenir la infección por Bordetella pertussis. Sin embargo, se registra a nivel mundial, regional y nacional un descenso progresivo de las coberturas que redunda en una acumulación de personas susceptibles a contraer la enfermedad”, repasaron en el documento.
Para el año 2025, el 69 por ciento de los casos sospechosos de coqueluche notificados en Argentina recibió confirmación de laboratorio (Imagen Ilustrativa Infobae)
“A partir de la semana 27 de 2025 -principios de julio- se registra un nuevo ascenso, inicialmente asociado al brote en Ushuaia (Tierra del Fuego) y al aumento de casos confirmados en la Región Centro, especialmente en la provincia de Buenos Aires. En las últimas semanas el crecimiento continúa en curso, con notificaciones provenientes de múltiples jurisdicciones del país, predominando en las regiones Centro y Sur (particularmente casos relacionados con el brote en Río Grande, Tierra del Fuego)“, escribieron en el Boletín.
La coqueluche, también conocida como tos convulsa o tos ferina, es una enfermedad respiratoria aguda prevenible mediante vacunación, que puede afectar a personas de todas las edades.
Sin embargo, los lactantes y niños pequeños presentan las tasas más elevadas de morbilidad y mortalidad. Los adolescentes y adultos jóvenes pueden cursar la enfermedad de manera leve o atípica, aunque también pueden presentar las manifestaciones clásicas, constituyéndose en una fuente relevante de transmisión hacia los más pequeños.
La importancia de la vacunación
La vacunación se mantiene como la principal herramienta de prevención y protección frente a la coqueluche. El Ministerio de Salud subraya la necesidad de mejorar las coberturas y reducir las desigualdades entre jurisdicciones. Provincias como Tierra del Fuego, La Pampa, Jujuy, Neuquén, Mendoza y San Juan exhiben altas tasas de vacunación, con buen inicio de esquemas y refuerzos sostenidos, lo que se traduce en una menor acumulación de personas susceptibles.
En contraste, Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Formosa, Santa Fe, Corrientes y Misiones presentan coberturas intermedias o bajas, especialmente en los refuerzos administrados a los cinco y once años, donde se observan los valores más críticos. En el caso de las embarazadas, la cobertura también varía considerablemente entre provincias, con algunas alcanzando niveles óptimos y otras manteniéndose en rangos subóptimos.
En Argentina, el esquema de vacunación contempla la administración de la vacuna con componente pertussis a los dos, cuatro, seis, quince a dieciocho meses y a los cinco años. Desde 2009, se incorporó la dosis a los once años para reducir los reservorios en adolescentes. En 2012, se recomendó la vacunación contra la tos convulsa para todas las personas gestantes a partir de la semana veinte de gestación, y en 2013 esta indicación se integró al Calendario Nacional de Vacunación.
El Boletín Epidemiológico Nacional subraya que, aunque la introducción de la vacuna redujo la incidencia global de tos convulsa, la enfermedad persiste especialmente en no vacunados y en quienes no completaron el esquema (Imagen Ilustrativa Infobae)
El objetivo es lograr el pasaje transplacentario de anticuerpos y proteger al lactante durante los primeros meses de vida, disminuyendo así la morbi-mortalidad en este grupo. Las recomendaciones actuales establecen la aplicación de la vacuna dTpa (triple bacteriana acelular) después de la semana veinte de gestación, en cada embarazo, sin importar la edad, antecedentes de vacunación ni el tiempo transcurrido desde el embarazo anterior.
La introducción de las vacunas antipertussis ha permitido reducir la incidencia global de la enfermedad. En este contexto, la vigilancia epidemiológica resulta esencial para evaluar el impacto de la vacunación, monitorear tendencias nacionales, identificar poblaciones en riesgo y orientar estrategias de prevención y control. La coqueluche presenta un patrón cíclico, con picos epidémicos cada tres a cinco años, y su desarrollo clínico se divide en tres fases: catarral, paroxística y de convalecencia. Las formas clínicas pueden variar desde leves hasta graves, especialmente en lactantes menores de seis meses.
Según Mayo Clinic, la tos ferina es una infección de las vías respiratorias altamente contagiosa. En muchas personas, se manifiesta como una tos seca intensa seguida de un sonido agudo al inhalar, similar a un chillido. Antes de la introducción de la vacuna, la tos ferina era considerada una enfermedad propia de la infancia, pero actualmente afecta principalmente a niños que no han completado el esquema de vacunación y a adolescentes y adultos que han perdido la inmunidad.
La consulta médica oportuna es fundamental para abordar el cuadro (Imagen Ilustrativa Infobae)
Las muertes asociadas a la tos ferina son poco frecuentes, aunque ocurren con mayor frecuencia en bebés. Por este motivo Mayo Clinic enfatiza la importancia de que las mujeres embarazadas y quienes estarán en contacto directo con el bebé reciban la vacuna contra la tos ferina. Una vez que se produce el contagio, los signos y síntomas suelen aparecer entre siete y diez días después, aunque en ocasiones pueden demorar más. Inicialmente, los síntomas son leves y se asemejan a los de un resfriado común: moqueo, congestión nasal, ojos enrojecidos y llorosos, fiebre y tos.
Después de una o dos semanas, los síntomas se agravan debido a la acumulación de mucosidad espesa en las vías respiratorias, lo que provoca una tos incontrolable. Los ataques graves y prolongados de tos pueden inducir vómitos, enrojecimiento o coloración azulada del rostro, fatiga extrema y, en ocasiones, terminan con un sonido silbante y chillón al inhalar aire. No obstante, muchas personas no presentan este sonido característico, y en adolescentes o adultos, una tos seca persistente puede ser el único indicio de la enfermedad. En los bebés, la tos puede estar ausente, pero pueden experimentar dificultades respiratorias o incluso pausas temporales en la respiración.
Mayo Clinic recomienda consultar al médico si una persona o su hijo presentan ataques de tos prolongados que provoquen vómitos, cambios de coloración en la piel, dificultad para respirar, pausas notables en la respiración o inhalaciones acompañadas de un sonido chillón.
Profesionales de la salud señalan que ciertos cambios sutiles en el organismo pueden servir como una advertencia temprana de un desbalance en la presión, permitiendo una detección más rápida y una intervención oportuna
La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónicas más comunes en la población adulta, y suele asociarse a síntomas ampliamente reconola Institución de Mayo Clinic.
Sin embargo, existe un síntoma que suele pasar desapercibido para muchas personas, aunque puede ser la primera señal clara de un daño en la salud.
El impacto de la presión arterial alta en la retina
Ese síntoma poco conocido, la visión borrosa, puede ser la primera señal de que la hipertensión está causando daño silencioso pero progresivo en el ojo. Esta surge como consecuencia directa del daño que la presión elevada ejerce sobre los finos vasos sanguíneos de la retina, el tejido encargado de captar la luz y convertirla en imágenes para el cerebro.
La visión borrosa en hipertensos puede manifestarse como dificultad para leer, ver detalles o distinguir objetos lejanos (Imagen Ilustrativa Infobae)
Cuando la presión arterial se mantiene en niveles elevados durante un tiempo prolongado, estos diminutos vasos sufren un deterioro progresivo: se estrechan, se endurecen e incluso pueden romperse o filtrar líquido hacia el interior de la retina, reportó la American Academy of Ophthalmology. Este daño interfiere de manera significativa en la capacidad de la retina para enfocar, provocando alteraciones visuales que van desde una ligera falta de nitidez hasta la pérdida severa de la visión.
¿Cómo se manifiesta la visión borrosa por hipertensión?
No todas las personas experimentan la visión borrosa de la misma forma, y en muchos casos su aparición es gradual, lo que retrasa la búsqueda de atención médica.
Algunas personas notan la dificultad para leer o identificar detalles a corta distancia, según reportó la Fundación Española del Corazón. Otras, encuentran complicado distinguir objetos lejanos o sufren una reducción en la claridad visual frente a pantallas o en ambientes de baja iluminación.
Es posible percibir áreas menos nítidas en el campo visual, destellos de luz o la presencia de manchas flotantes que distorsionan la percepción normal de las imágenes.
Síntomas como manchas flotantes, destellos de luz y pérdida de nitidez visual alertan sobre daño retiniano por hipertensión (Imagen Ilustrativa Infobae)
A medida que la presión arterial sigue sin control, pueden aparecer síntomas más severos: pérdida parcial o total de la visión, visión doble, dolores de cabeza persistentes e incluso hinchazón ocular. Estos cambios advierten sobre un compromiso progresivo de la retina y del nervio óptico, tejidos altamente sensibles al entorno metabólico y vascular.
Mecanismos detrás de la visión borrosa hipertensiva
El origen de la visión borrosa está directamente vinculado con el daño estructural que la hipertensión produce en la retina. Cuando los vasos sanguíneos se ven sometidos a una presión superior a la normal, su muro se debilita y aumenta la permeabilidad, permitiendo la filtración de líquidos o sangre hacia los tejidos oculares,reportó el National Eye Institute.
La retinopatía hipertensiva puede derivar en pérdida parcial o total de la visión si no se controla la presión arterial (Imagen Ilustrativa Infobae)
Además, cuando el flujo sanguíneo se altera por el engrosamiento de las paredes arteriales, la retina deja de recibir la cantidad adecuada de oxígeno y nutrientes. Como resultado, se genera un edema macular, pequeñas hemorragias o incluso lesiones en el nervio óptico, todas ellas responsables de la pérdida de definición en la visión.
Uno de los mayores desafíos clínicos es que la visión borrosasuele aparecer de manera silenciosa, y muchas personas se adaptan paulatinamente al descenso de la agudeza visual. Sin embargo, este síntoma no debe ser subestimado. En el paciente hipertenso, la aparición de visión poco clara es una señal objetiva de que la retina está recibiendo un daño evidente y que existe riesgo de pérdida visual permanente.
La coordinación entre oftalmólogo y médico tratante es clave para prevenir daños visuales permanentes por hipertensión (Imagen Ilustrativa Infobae)
Así, cualquier alteración visual en una persona con presión alta debe ser motivo suficiente para consultar con un especialista y descartar la presencia de retinopatía hipertensiva.
Diagnóstico y abordaje multidisciplinar
Ante la queja de visión borrosa en personas con hipertensión, el diagnóstico requiere una evaluación oftalmológica completa. El examen de fondo de ojo mediante oftalmoscopio revela los cambios arteriales, eventuales hemorragias, filtraciones y signos de inflamación, según Mayo Clinic.
El diagnóstico de visión borrosa en hipertensos requiere un examen oftalmológico y pruebas de imagen como la OCT (Imagen Ilustrativa Infobae)
Pruebas de imagen como la tomografía de coherencia óptica (OCT) aportan información valiosa al mostrar el estado de las capas retinianas y detectar acumulaciones de líquido que justifiquen la visión borrosa.
La coordinación entre el oftalmólogo y el médico encargado del tratamiento de la hipertensión es prioritaria, ya que la clave de la recuperación reside en el control eficaz de la presión arterial y en el seguimiento cercano de los cambios visuales.