Ian Gottlieb y Martina Basgall cursaron la secundaria en escuelas públicas preuniversitarias y están nominados al Global Student Prize 2024: fueron elegidos entre 11.000 postulantes de 176 países. Además de buenos alumnos, ambos son agentes de cambio en sus comunidades
Ian (20) y Martina (17) aún no se conocen, pero tienen varios elementos en común: cursaron la secundaria en escuelas públicas preuniversitarias, tienen agendas apretadas por fuera de sus compromisos académicos y lograron promedios altos. Comparten una preocupación por los actuales desafíos sociales y ambientales y, sobre todo, una motivación por transformar la realidad. Ahora, además, forman parte de una lista selecta: la de los 50 estudiantes de todo el mundo nominados al Global Student Prize (Premio Global para Estudiantes), una iniciativa de Chegg.org y Fundación Varkey.
Ian Valentín Gottlieb Godoy Garraza terminó la secundaria el año pasado en el Bachillerato de Bellas Artes “Prof. Francisco A. De Santo”, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Este año empezó la carrera de Ingeniería Química en esa misma universidad. Martina Bahiana BasgallSequeira cursa el último año en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fueron seleccionados entre más de 11.000 nominaciones y postulaciones de 176 países, y ahora son candidatos a ganar los 100.000 dólares que ofrece el premio, destinado a reconocer los logros de jóvenes que son “agentes de cambio” en sus comunidades.
Martina Basgall Sequeira cursa quinto año de secundaria en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini de la UBA.
“Quiero generar un cambio, construir una comunidad entusiasta que trabaje por un país más justo, con desarrollo soberano, que tenga como pilares la educación, la ciencia, la cultura y la tecnología”, dijo Ian a Infobae. Su recorrido combina logros destacados en el ámbito del arte, el deporte y la ciencia. A los cuatro años comenzó danza clásica; en la primaria alcanzó uno de los mejores promedios de su escuela y ganó el premio René Favaloro, que reconoce a los mejores alumnos de las escuelas públicas y privadas de La Plata. Tiempo después empezó a practicar natación y, para sostener sus entrenamientos de alto rendimiento, se mudó a la Ciudad de Buenos Aires con sus abuelos. Llegó a estar entre los 8 mejores del país.
En secundaria eligió una escuela con orientación artística -él se especializó en artes visuales y arte sociocomunitario-, pero en el espacio optativo de profundización eligió el área de Ciencias Exactas y Naturales. Junto con sus compañeros, ganó dos años consecutivos la instancia local del NASA Space Apps Challenge, un hackaton para desarrollar aplicaciones móviles que ofrezcan soluciones para las necesidades de la vida en la Tierra o en el espacio. En ese marco desarrolló una app para la detección y monitoreo de incendios en Argentina y en 2023 viajó a Houston, en Estados Unidos, seleccionado por la Fundación para la Educación Espacial Internacional (FISE). Ahora está al frente de “Inspirar Futuro”, un programa en Radio Universidad Nacional de La Plata que difunde historias inspiradoras para construir un mundo mejor.
Ian Gottlieb ganó dos años consecutivos la instancia local del hackaton NASA Space Apps Challenge. El año pasado viajó a Houston, Texas, seleccionado por la Fundación para la Educación Espacial Internacional (FISE).
“No hace falta esperar a que termine la secundaria para empezar a hacer algo. Hay muchos jóvenes líderes llevando a cabo acciones transformadoras en todo el país”, aseguró Martina. En su Google Calendar se encastran, apretados, múltiples compromisos: desde la cursada de quinto año en el Pellegrini hasta sus voluntariados en Fundación Líderes de Ansenuza, TECHO, la Cruz Roja Argentina y el Consejo de Adolescentes del Ministerio Público Tutelar, pasando por su activismo en Jóvenes por el Clima, el Centro Ana Frank y la iniciativa Tribu 24 de Ashoka. En todos esos espacios, Martina trabaja por el desarrollo de la educación ambiental, la construcción de redes y la formación de jóvenes que puedan ser “agentes de cambio”. Su camino: “Escuchar activamente, involucrarse, salir de la zona de confort y animarse a más, pensando siempre colectivamente”.
Mientras se prepara para empezar el año que viene la carrera de Ciencias Políticas o Relaciones Internacionales -le interesan los planes de estudio de la UBA y la Universidad Torcuato Di Tella-, Martina promueve en su colegio talleres sobre la crisis climática, intercambia experiencias y aprendizajes con jóvenes líderes de las otras provincias reunidos en la red Tribu 24 y trata de participar de todas las oportunidades que se le cruzan. La noticia de su nominación al Global Student Prize le llegó hace unos días, cuando volvía de Estados Unidos, donde participó durante dos semanas de Yale Young Global Scholars, un programa de formación académica para estudiantes destacados de secundaria de todo el mundo, donde asistió a seminarios intensivos sobre Política, Derecho y Economía.
Luego de participar de la Escuela de Educadores Ambientales de Jóvenes por el Clima, Martina creó junto con dos compañeras una comisión de ambientalismo en su colegio.
A ambos les gustaría aprovechar el premio para ampliar el alcance de las iniciativas en las que participan. Ian llevó su columna “Inspirar Futuro” de la radio a las redes sociales, pero sueña con seguir consolidando esa comunidad: si ganara el premio, proyecta usarlo para crear “un espacio para generar encuentros, ideas y proyectos, en el que se trabaje para potenciar la educación y la innovación en pos del crecimiento social”.
“Me gustaría poder tener un efecto multiplicador, para que más y más personas quieran involucrarse y trabajar por la mejora de nuestra sociedad. La educación, la ciencia y la cultura son un motivo de orgullo que tenemos que seguir construyendo y mejorando día a día, para que en nuestro país haya igualdad de oportunidades”, afirmó Ian.
Martina aseguró: “Mi idea sería repartir el premio entre las distintas organizaciones de las que formo parte, por ejemplo para poder ampliar la Escuela de Educadores Ambientales de Jóvenes por el Clima a todo el país. Quiero seguir trabajando para motivar a que haya cada más jóvenes involucrados con la transformación de sus comunidades. Es falso el discurso de que los jóvenes estamos todo el día en las redes y que somos apáticos”.
Ian con sus compañeros de laboratorio en la Facultad de Ingeniería de la UNLP, donde estudia Ingeniería Química.
El Premio Global Chegg.org para Estudiantes 2024 reconocerá a “un estudiante excepcional que haya tenido un verdadero impacto en el aprendizaje, en las vidas de sus compañeros y en la sociedad en general”, informaron desde Fundación Varkey, que acompaña la iniciativa desde 2021. El premio está abierto a todos los estudiantes que tengan al menos 16 años y estén matriculados en una institución académica (de nivel secundario o superior), o en un programa de capacitación.
“Tenemos que poner el aprendizaje de los estudiantes en el centro de cualquier esfuerzo educativo y cualquier decisión que tomemos tiene que ir hacia allí”, dijo Agustín Porres, director regional de Fundación Varkey. “Las historias de Martina e Ian son un testimonio del papel crucial que la educación desempeña en la construcción de un mundo mejor para todos nosotros”, consideró Sunny Varkey, creador de la fundación que lleva su apellido.
En septiembre se conocerán los 10 finalistas, una instancia a la que llegaron dos veces estudiantes argentinos: Victoria Rojas, de Misiones, en 2023; y Nicolás Monzón, de Quilmes, en 2022. Hacia fin de año se anunciará el ganador, que será elegido por la Academia del Global Student Prize, integrada por expertos en educación, periodistas, funcionarios públicos, empresarios tecnológicos, directores de empresas y filántropos de todo el mundo. El año pasado, el ganador fue Nhial Deng, un refugiado de Sudán del Sur de 24 años.
En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo
El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.
En el recorrido, el director le señalaba las principales áreas, quiénes trabajaban ahí, cuáles eran sus roles. En determinado momento le propuso ir al pabellón donde estaban los enfermos.
Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.
En un momento se escuchaban los gritos de una persona. En la medida que se fueron acercando a esa habitación, se podía escuchar con nitidez los gritos desesperados del paciente.
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:
-¿Qué le pasó a este paciente?
–Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.
El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.
Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.
-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.
-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…
Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.
Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.
Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.
Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.
¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?
En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.
Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.
Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.
¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?
* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli
La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos
La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.
Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.
Adelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)
“Mamá, entró agua a casa”
Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.
Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.
Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.
Antes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.
“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.
Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.
“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.
Rocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
“Volver a casa fue horroroso”
Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.
Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.
Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.
“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Todos somos uno
Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.
Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.
Al día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.
En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.
“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.
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Video del día después de la inundación
¿Cómo ayudar?
En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.
Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas
Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.
Fuentes policiales precisaron a Infobae que, alrededor de las 16 horas, un grupo de turistas jugaba con una pelota dentro del área delimitada por boyas. En determinado momento, la víctima perdió la pelota y cruzó la zona habilitada hacia aguas más profundas. Al no hacer pie y no saber nadar, comenzó a ahogarse.
El cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.
Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.
Hasta el momento, el cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa hoy, confirmaron las fuentes. Las playas de Santa Elena, ubicadas a 150 kilómetros de la capital provincial, tienen una extensión de 300 metros.
El trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)
Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano
Un turista falleció el pasado 4 de febrero en Río Ceballos, Córdoba, convirtiéndose en la novena víctima fatal por ahogamiento del verano en la provincia. Identificado como Lucas Iván Paz, el joven de 24 años ingresó a un río en las proximidades del camino Pozos Verdes, en el barrio La Quebrada, con el objetivo de visitar una cascada junto a su hermana.
Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.
En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).
Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 años falleció en La Toma.
Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.
Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.
Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.