Son datos oficiales que surgen del Boletín Epidemiológico Nacional.
La situación sanitaria por el dengue se complica semana a semana, con una vacuna a la que por ahora acceden los pocos que pueden pagarla (salvo en algunas localidades de Misiones, Salta y Corrientes donde las autoridades locales la aplican gratis) y sin repelente por la insólita escasez del producto más difícil de conseguir en plena epidemia récord. Al parecer, ahora lo están trayendo de Polonia. En avión.
¿Cuántos más casos de dengue significará que la gente no haya podido durante varias semanas disponer de una de las herramientas clave para ahuyentar a los mosquitos Aedes aegypti, transmisores del virus? Nadie lo sabe hoy a ciencia cierta, pero el impacto se verá reflejado con el correr de los días en los registros oficiales.
Hay dos categorías de susceptibles en la población: los que no tuvieron dengue y los que ya lo padecieron. El primer grupo es el mayoritario, pero no tanto como se cree: los expertos estiman que por cada infectado contabilizadohay al menos cinco que quedan fuera de registro porque son asintomáticos y entonces no pasan por el sistema de salud. En otras palabras, uno de cada seis no sabe que tuvo dengue.
Si se piensa que en la temporada pasada hubo 130 mil casos notificados y la presente ya superó los 230 mil (más precisamente 232.996 contagios y 161 muertes, según el informe oficial publicado este domingo), basta multiplicar por seis esos números más los de otras epidemias pasadas para tener una dimensión de la gente que alguna vez en su vida estuvo en contacto con el virus del dengue.
Entre aquellos que nunca tuvieron dengue la probabilidad de ser infectados al ser picado por un mosquito que porta el virus es plena, sin matices. Podrá recibir del insecto mayor o menor cantidad del patógeno -y de eso en parte dependerá si es sintomático o asintomático-, pero el traspaso de cualquier modo habrá sido hecho.
Gente con síntomas de dengue en la guardia de un hospital porteño, el último viernes. Foto: AFP
Diferente es para aquellos que ya tuvieron dengue -aunque no lo sepan-, dado que en ese caso empieza a terciar el serotipo que se haya tenido previamente. Como se recordará, en total son cuatro (DEN-1 al 4) y en la presente temporada en Argentina circulan hegemónicamente el 1 y el 2, con una participación marginal del 3. Del 4 no se registran casos.
Aquellos que hayan tenido dengue este año la probabilidad de contagiarse otra vez en la misma temporada es muy baja, ya que la inmunidad de los convalecientes para los cuatro serotipos tras una primera infección se extiende por un periodo de entre seis meses y un año.
Una vez pasado ese tiempo, la inmunidad sólo queda de por vida para el serotipo con el que se transitó la enfermedad, es decir, contra aquel para el cual el organismo ya generó anticuerpos. No ocurre lo mismo con los otros tres serotipos.
No sólo no ocurre lo mismo, sino que el peligro que suponen se potencia. De ahí que los expertos insistan con que la segunda infección puede provocar cuadros más graves que en ciertos casos lleven a la internación. Y que en consecuencia sea el principal grupo poblacional -cuando se sabe que ya hubo una infección- al que los médicos apuntan como objetivo para la aplicación la vacuna.
El escenario de serotipos actual versus el pasado
Hoy en la Argentina, del total de casos registrados, el 42,01 por ciento corresponde a DEN-1 y el 57,86 por ciento a DEN-2, según datos del Boletín Epidemiológico Nacional. Como se dijo, DEN-3 representa apenas el 0,13 por ciento. En base a estas cifras es posible aproximarse a responder cuál es la probabilidad de que un mosquito infectado contagie al picar a la persona que ya tuvo la enfermedad.
El dengue grave no se desencadena mientras dura la fiebre, sino después. Foto Shutterstock.
Entonces, en función del promedio nacional, los que ya tuvieron DEN-1 hoy sólo son susceptibles a los Aedes aegypti portadores de DEN-2. Y lo mismo al revés, con lo que las chances de sufrir una segunda infección por dengue -al menos en el actual escenario de la epidemia en el país- se reducen a la especificidad de un solo serotipo.
¿Cuánto se reducen? Como se ha visto, la mayor cantidad de contagios de esta temporada han sido con el 2, lo que indica una mayor circulación de ese serotipo en más de 15 puntos porcentuales sobre su competidor. Así, aquellos que en el pasado hayan tenido DEN-2 tendrían, en este momento, menos chances de volverse a contagiar que los que ya sufrieron el DEN-1.
Pero la regla no es igual en todo el país. Si bien el promedio nacional indica ese dato, hay excepciones: en Chaco, Corrientes, Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán y La Pampa hay mayor circulación de DEN-1 que de DEN-2, por lo que la lógica en esas zonas se invierte.
¿Qué sucedió en el pasado con los serotipos? En la temporada de 2023 -cuando se registró el récord anterior- también predominó el DEN-2. Y la anterior más complicada había sido la de 2020. Por entonces la distribución fue diferente: el DEN-1 acaparó la mayor parte de las infecciones con el 71 por ciento y el segundo lugar fue para el DEN-4, con el 27 por ciento, mientras que el DEN-2 tuvo apenas el 2 por ciento de participación.
Más allá de estas especulaciones, también se sabe que el DEN-2 por sí mismo, se haya estado contagiado antes o no, puede determinar cuadros más virulentos que el DEN-1. Como sea, lo importante es seguir tratando de eliminar los potenciales criaderos de mosquitos en el hogar y, aquel que tenga la suerte de conseguirlo, ponerse repelente.
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
A sus 70 años, Topol profundiza en los factores genéticos y ambientales que permiten a algunas personas vivir más allá de las ocho décadas en óptimas condiciones. Según compartió en The Mel Robbins Podcast, “la actividad física es la única costumbre de vida que muestra un efecto concreto sobre el envejecimiento del cuerpo. Otros factores, como la alimentación y las relaciones sociales, también resultan importantes. Pero la actividad física me parece crucial”, sostiene. Combatir la vida sedentaria se alza, así, como la instrucción básica que subraya el cardiólogo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.
El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico” (Imagen Ilustrativa Infobae)
El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
También atribuye al ejercicio beneficios frente a trastornos como la depresión o las enfermedades inflamatorias. “Es fabuloso. Se habla de esto desde hace años, pero ahora hemos entrado en la era de los relojes biológicos, lo que nos permite observar cómo envejecemos realmente”, comenta Topol. “El descubrimiento de la epigenética ha permitido establecer lo que conocemos como ‘edad biológica’, distinta a la cronológica”.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Esto se debe a que, a medida que el cuerpo comienza a atravesar los primeros cambios hormonales que anticipan la menopausia (o la propia etapa menopáusica), ciertas dolencias musculoesqueléticas, antes poco visibilizadas, adquieren protagonismo. Según National Geographic, una de estas patologías es la capsulitis adhesiva, conocida popularmente como síndrome del “hombro congelado”.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que eldolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.
Descripción y síntomas del hombro congelado
La capsulitis adhesiva limita el movimiento del hombro y puede prolongarse entre uno y tres años, afectando la calidad de vida (Créditos: Freepik)
El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
De acuerdo con la Cleveland Clinic, la enfermedad se divide en tres fases:
Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo
Tres fases del hombro congelado: dolor inicial, rigidez persistente y recuperación parcial del movimiento (Créditos: Freepik)
Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.
Los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación (Créditos: Freepik)
Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas (Créditos: Freepik)
En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.
La detección temprana del hombro congelado mejora el pronóstico con tratamientos como fisioterapia e hidrodilatación (Créditos: Freepik)
Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.
La investigación clínica reciente prioriza un abordaje integral y temprano del síndrome musculoesquelético en mujeres menopáusicas (Créditos: Freepik)
El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.
La terapia hormonal y la fisioterapia personalizada son clave para aliviar los síntomas del hombro congelado y mejorar la movilidad (Créditos: Freepik)
El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
“La bicicleta contribuye a un aire más limpio y menos congestión y hace que la educación, la atención de la salud y otros servicios sociales sean más accesibles para las poblaciones más vulnerables”, han divulgado desde la ONU. “Practicar actividades deportivas de intensidad moderada, como caminar, montar en bicicleta o hacer deporte, tiene grandes beneficios para la salud. El deporte no tiene edad”, remarcaron.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.
En este contexto, como se ve, caminar y pedalear se posicionan como dos prácticas que contribuyen a reducir el sedentarismo y mejorar el bienestar físico. Pero entre ambas opciones, ¿cuál resulta más eficaz para proteger, específicamente, la salud cardiovascular?
Caminar y andar en bici son dos actividades saludables y amigables con el medioambiente (Imagen Ilustrativa Infobae)
Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
En términos de salud del corazón, tanto caminar como pedalear muestran beneficios sólidos. Por ejemplo, los datos de un estudio publicado en BMJ Public Health indicaron lo siguiente.
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.
El ciclismo estimula los músculos de las piernas, activando especialmente glúteos, muslos y pantorrillas (Imagen Ilustrativa Infobae)
En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.
La OMS señala que caminar 30 minutos o andar en bicicleta 20 reduce al menos un 10 por ciento el riesgo de mortalidad general (Imagen Ilustrativa Infobae)
En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.