Salud
Quién es el experto argentino que impulsa una nueva medicina: “Sanando la microbiota intestinal se pueden curar más de 90 enfermedades”
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Es el médico gastroenterólogo argentino Facundo Pereyra, quien en diálogo con Infobae explicó por qué la hoy llamada medicina funcional, en un futuro cercano, permitirá conocer más sobre la conexión entre el empobrecimiento de los microorganismos de los intestinos y cura de enfermedades; desde infecciones graves hasta problemas de salud mental
Es bueno aprovechar el impulso de un año nuevo para ponderar e incluso reconfigurar la idea de lo que significa una nueva medicina. Que no implica dejar de lado la medicina tradicional, sino dotarla de las perspectivas en salud de los hombres y mujeres del siglo XXI. Atravesados -y atribulados- por un tiempo que nos propone vivir más, -sociedades más añosas y longevas- pero en donde falta perfeccionar, vivir más y mejor.
En esta línea de pensamiento, el médico gastroenterólogo argentino Facundo Pereyra -oriundo de la ciudad de Cipolletti, provincia de Río Negro- tiene mucho para decir; y no teme afirmar que una parte de su práctica clínica corresponde a la medicina alternativa. Todo se basa en una sólida carrera con especializaciones en los mejores hospitales del país y en el exterior; y también en lo que aprendió de su propio padre, Juan Carlos Pereyra, cirujano y gastroenterólogo y el primer endoscopista que tuvo la Patagonia, y quien fue fundamental en su formación.
A través de su enfoque médico, que incorpora la medicina tradicional con la medicina funcional, el doctor Pereyra aborda los desequilibrios de la microbiota intestinal que generan una amplia variedad de síntomas y enfermedades, relacionadas algunas con el sistema digestivo y otras no. Y aquí es donde se encuentra la originalidad de sus teorías y prácticas, que vienen generando buenos resultados en gran cantidad de pacientes.
“Nunca nadie había tratado a un paciente con enfermedades asociadas a la microbiota. Por ejemplo, nunca nadie tomó a alguien con migraña, con ansiedad, con depresión, con psoriasis, y le hizo un tratamiento dirigido a mejorar la microbiota. Eso es lo que hacemos nosotros en nuestro programa”, remarcó en un diálogo que mantuvo con Infobae el especialista en medicina interna, gastroenterología y endoscopía digestiva.
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Pereyra vivenció la medicina en su propia casa y luego realizó los estudios formales en la Universidad del Salvador, donde obtuvo su título de médico. Posteriormente, realizó su residencia en el gran Hospital de Clínicas General San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, y se especializó en Gastroenterología en el Hospital Bonorino Udaondo, centro de referencia en gastroenterología. “La mayoría de nosotros no sabe que los problemas digestivos causan estragos en todo el cuerpo: afecciones en la piel, cefaleas y migrañas, sobrepeso, enfermedades autoinmunes y la lista sigue…”
El doctor Pereyra asegura que fue su padre quien le “abrió la cabeza”. “Mi padre —contó a Infobae— veía que muchos pacientes de gastroenterología se curaban cuando iban a los médicos naturistas”, tras descubrir que “lo único que hacían era cambiarles la alimentación”, lo puso en práctica y vio que lograba “curar algunas enfermedades”.
“Cuando yo llego a mi tierra patagónica natal Cipolletti, desde Buenos Aires, de una formación muy extensa en clínica gastroenterológica, estuve más de cuatro años en el Hospital de Clínica y seis en el Hospital Udaondo, venía de una formación muy ortodoxa y todo lo que me explicaba mi padre, que le ocurría en el consultorio, no lo creía porque no estaba en ningún paper. Los médicos somos muy cientificistas, lo que no está demostrado no sirve. Pero con el tiempo empecé a ver que sí servía. Algunos pacientes me decían, ‘che, tu papá me curó de la artritis o de la depresión o de la migraña’ y el tratamiento que él hacía era básicamente cambiarles la alimentación”.
“Ahí descubrí una teoría que todavía hoy se la considera una medicina alternativa, pero creo que va a ser la medicina del futuro, que se llama Medicina Funcional. Y que hoy ya tiene un departamento y el epicentro está en la Cleveland Clinic, de Estados Unidos. Ocurrirá en un futuro bastante cercano y ya está teniendo resultados muy buenos, pero todavía la medicina no la acepta del todo”, manifestó. “Ya tenemos cinco papers. Son cinco abstracts que mandé a Estados Unidos. Y estamos con un trabajo muy grande que todavía no se ha publicado”, reveló Pereyra a Infobae.
El especialista explicó que la idea vertebral de la Medicina Funcional es milenaria, “ya lo dijo Hipócrates hace 2300 años, el intestino puede ser fuente de enfermedades”. Esta corriente médica habla —tal como él mismo lo está haciendo ahora— de que el “intestino puede ser permeable y describe al intestino permeable como fuente de enfermedades y síntomas que asociamos a la microbiota, y es lo que vengo observando desde hace muchos años en mis pacientes”, subrayó.
“Nosotros decimos que es una medicina alternativa —agregó— porque el intestino permeable no está aún aceptado científicamente. Pero yo estoy convencido de que sí existe; porque muchos pacientes que tienen síntomas digestivos también tienen otros síntomas”.
“El intestino funciona como un filtro o barrera para controlar lo que se absorbe en la sangre, y un intestino permeable puede generar una cascada de problemas de salud. Así, el desequilibrio de la microbiota puede contribuir a enfermedades que no tienen que ver sólo con el aspecto gastrointestinal”, sino que “la microbiota funciona como un órgano endocrino, es un órgano que tiene un papel casi tan importante como el riñón o el hígado”, precisó el médico.
“Cuando la microbiota empieza a empobrecerse -baja el número de especies, de bichitos, hay menos bacterias, menos hongos, menos virus, menos arqueas- y este órgano empieza a fallar; nosotros empezamos a enfermar en forma silenciosa”, aseguró.
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—Doctor Pereyra, comencemos por el principio, ¿Qué es la microbiota intestinal?
—Facundo Pereyra: La microbiota intestinal convive en el intestino y genera sustancias que nos hacen bien al organismo en general. Cuanto más variada es, mejor, hay más cantidad de sustancias que ayudan a nuestra salud. Hablo de sustancias antiinflamatorias, sustancias antidepresivas, ácidos grasos que controlan la enfermedad intestinal, vitaminas y metabolitos que cada vez más la ciencia va descubriendo cómo nos benefician.
—¿Qué ocurre cuando la microbiota empieza a fallar?
—Cuando la microbiota empieza a empobrecerse baja el número de especies, hay menos bacterias, hongos, virus, arqueas, quiere decir que este órgano empieza a fallar; y empezamos a enfermar en forma silenciosa. Algo muy importante, es que “esta baja de microbiota” afecta al sistema inmunológico, porque cuando la microbiota se empobrece, hay menos bichitos, y parte de las sustancias que produce, se llaman ácidos grasos de cadena corta, en especial uno, llamado butirato, que protege la permeabilidad intestinal, se empieza a empobrecer y nuestro intestino empieza a volverse más permeable.
El intestino funciona como un filtro que deja pasar lo bueno, lo que nos nutre; y a la vez, no permite que pase lo malo, como toxinas, alimentos mal digeridos, microorganismos. Entonces ese filtro, cuando la microbiota se empobrece al haber menos ácidos grasos de cadena corta, menos butirato, empieza a haber un goteo, un filtrado, un intestino permeable.
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En este punto, el doctor Pereyra describió los problemas derivados del mal funcionamiento de la microbiota intestinal
-Problemas digestivos, que son los más habituales, “como, por ejemplo, distensión abdominal, diarrea, constipación. Estos son los más comunes con los que todo el mundo lo asocia”, dijo.
-Los problemas derivados de un sistema inmunológico cansado o hiperactivo.
-Problemas que afectan al cerebro con diversos síntomas vinculados a la salud mental.
—¿Y qué ocurre cuando el intestino comienza a filtrar toxinas?
—Hace que afecte al sistema inmunológico que vive en gran parte en el intestino. El 70% de las células de la inmunidad -de los leucocitos- viven en el intestino, justamente para estar cuidándonos de que no entren cosas malas y nos enfermen.
Cuando el intestino se vuelve demasiado permeable el sistema inmunológico se sobrecarga y se debilita, y se genera una liberación de citoquinas que termina en lo que se llama una inflamación crónica de bajo grado. O sea, por un lado, el sistema inmunológico se deprime, porque está trabajando demasiado, el exceso de trabajo hace que se canse y haya muchas citoquinas inflamatorias, entramos en estado de inflamación crónica que genera muchos síntomas y activa muchas enfermedades.
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En este punto, el doctor Pereyra describió una serie de infecciones y síntomas que aparecen por un sistema inmunitario cansado o, —”la otra cara de la moneda”— es el sistema inmunitario hiperactivo. “Cuando las citoquinas van a la sangre generan síntomas inespecíficos que la medicina recién ahora los está empezando a conocer y que hace años que yo vengo estudiando”, reveló.
Estos son algunos de los ejemplos de los “más de 90 cuadros clínicos” que, según dijo Pereyra, pueden curarse a través de la recuperación de la salud de la microbiota.
-Infecciones urinarias a repetición
-Distintos virus
-Faringitis a repetición
-Gastroenteritis
-Candidiasis vaginal
-Herpes
-Dolores de cabeza
-Hormigueos y adormecimientos
-Erupciones en la piel
-Picazón
-Alergias, rinitis
-Hinchazón de manos, pies y cara
-Fatiga crónica
-Adicción a las harinas del azúcar
-Dificultad para bajar de peso
-Cansancio crónico
-Dolor articular y muscular
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-Algunas enfermedades autoinmunes pueden verse activadas o empeoradas, en especial Hashimoto, lupus, colitis ulcerosa, Crohn, artritis reumatoidea, psoriasis.
-Problemas hormonales femeninos, como síndrome de ovario poliquístico, endometriosis, los síndromes premenstruales y la infertilidad.
-Caída del cabello
-Visión borrosa
-Niebla mental
-Síndrome de las piernas inquietas
-Dolor en la planta de los pies
El intestino como “segundo cerebro”
El doctor Pereyra explicó también el por qué de la conocida frase que actualmente asegura que “los intestinos son el segundo cerebro del organismo”. “Se le dice así porque hay muchas neuronas en el intestino, hay trillones de neuronas. Los intestinos tienen la misma cantidad de neuronas que la médula espinal o el cerebro de un perro y tienen los mismos neurotransmisores que el cerebro.
El primer cerebro está conectado con el segundo cerebro por el nervio vago, que funciona como una autopista entre ambos órganos. Esa relación se ve cuando, por ejemplo, nos enamoramos y sentimos mariposas en la panza, o nos ponemos nerviosos y aparece diarrea, constipación o colon irritable.
“Lo que descubrió la ciencia, y nosotros estamos trabajando mucho en esto —dijo—, es que algunas personas cuando están mal de la panza están hinchadas porque comieron de más, o mezclaron alimentos, o comieron gluten y son sensibles al gluten, o tomaron cualquier cosa que les hace mal a la panza, esa inflamación del intestino puede generar efectos en el cerebro, como insomnio, ansiedad o depresión”.
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–¿Cómo se explica ese vínculo entre el intestino y la salud mental?
—Hay muchos mecanismos que lo explican. Uno es el mecanismo de la neuroinflamación, que es el más popular. Cuando está inflamado el intestino también puede aumentar la permeabilidad por varias cosas, como por ejemplo el gluten y los lácteos en personas predispuestas, la mala dieta, los analgésicos, los antibióticos, haber sido operado de la vesícula, los cambios hormonales por el embarazo y el parto, un virus digestivo, cualquier cosa que hace que el intestino se inflame y se vuelva más permeable hace que se filtren toxinas que generan la hiperactividad del sistema inmunológico y terminan activando mucha producción de las citoquinas que son armas que tienen los leucocitos para matar al enemigo, genera la inflamación del sistema nervioso y genera insomnio, ansiedad, depresión.
Cuando está mal (enfermo) el intestino, la microbiota se empobrece, y entonces hay menos serotonina producida en las bacterias, y en consecuencia habría menos serotonina en el cerebro, que es la hormona de la felicidad, entonces nos ponemos tristes.
—¿Cómo es el tratamiento innovador que usted propone, y que en su libro dio en llamar “resetear los intestinos”?
—Lo que se necesita para poder revertir un intestino inflamado y curar el sistema inmunológico, el sistema neurológico y todos los síntomas de enfermedad que esto conlleva, es poner a descansar al intestino.
Diseñar una dieta a medida, y esto lo aprendí también de la medicina alternativa. El naturismo dice que hay que poner a descansar los órganos para que se autosanen. Entonces fusionamos la dieta FODMAP, que la dan casi todos los gastroenterólogos.
Pero a la dieta FODMAP le faltaba un poquito más porque permite avena, que tiene un poquito de gluten; carne roja, que a algunos pacientes les hace mal; permite productos deslactosados que, aunque se saque la lactosa, el paciente sigue comiendo la caseína, un producto que también es inflamatorio. Entonces, fusioné la dieta de eliminación de la medicina funcional con la dieta FODMAP.
A esto también le agregamos algunos suplementos que pueden ser útiles, siempre previa consulta médica. Usamos mucho el magnesio, el omega 3, que son antiinflamatorios, que producen cambios muy sorprendentes en muchas personas, y le agregamos prácticas de gestión del estrés para que el intestino esté lo más tranquilo posible.
El combo que yo describí para curar al intestino, al sistema inmunológico y al sistema neurológico es una dieta de eliminación fusionada con suplementos y gestión del estrés. Y en ese combo al día siete, más o menos, el paciente ya se empieza a sentir muy bien; y al día ocho o nueve ya empezamos a reintroducir alimentos y vamos agregando un alimento por día de forma controlada y viendo cuál es el alimento que genera el síntoma.
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En muchas personas, el síntoma es retardado. Come una chocotorta hoy y la migraña tarda tres días en volver a aparecer. Hasta que no se hace este proceso de eliminar, evaluar, reintroducir y comparar, la persona no logra entender lo que le está pasando.
Luego, para mantenerlo, la clave es haber detectado antes cuáles son los alimentos perjudiciales. Una vez que se mejoraron los síntomas, se vuelve a la vida normal, pero el alimento que se descubrió que hace mal hay que eliminarlo, o tal vez, solo hay que dosificarlo.
—¿El estrés, cómo entra dentro de este esquema?
—En nuestro plan es muy importante. Por eso nosotros, para poder curar y poner a reposar el intestino, resetearlo, hay que brindarle un spa al intestino.
Por eso, no solamente le sacamos todos los alimentos que le hacen mal y le ponemos todos los alimentos que hacen bien. También hacemos todo lo posible para que el paciente esté lo más relajado posible. Le pedimos que todos los días haga ejercicio y le mandamos clases virtuales filmadas para principiantes y que todos los días medite. Y el que nunca meditó, aunque sea que haga la prueba, porque hay dos cosas activas muy importantes que podemos hacer para gestionar el estrés: la meditación y el ejercicio.
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—¿Qué ocurre cuando la persona no se cura?
—Por supuesto que hay personas que no se curan con el reseteo. Tenemos calculado que el 20% de las personas no mejora nada y casi siempre son personas que tienen un estrés muy severo y nosotros mismos los orientamos, le damos un seguimiento, tenemos un protocolo. Por ejemplo, si la persona tiene demasiada ansiedad, le damos tratamiento para la ansiedad, usamos hongos adaptógenos, 5-HTP, teanina o mandamos al paciente a un médico que le dé un neuromodulador si hace falta.
—¿Superar las enfermedades derivadas del mal funcionamiento de los intestinos está vinculado con aumentar la longevidad?
—Si bien no hay una relación directa, cada vez se habla más del concepto de inflamación de la edad. Se sabe que muchos de los eventos que precipitan la muerte y eventos de la vejez tienen que ver con que nuestro cuerpo se va inflamando, el sistema inmunológico se pone hiperactivo. No necesariamente por un intestino permeable, sino también por el paso de la edad. Ahí hay muchos factores, puede ser la mala dieta, un intestino permeable, sedentarismo, obesidad, estrés crónico, alcoholismo, tabaquismo. No hay una relación muy directa estudiada por la ciencia entre intestino inflamado y permeable y longevidad, pero los conceptos son muy similares se debe gestionar el estrés, hacer una dieta saludable y ejercicio.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Publicado
5 días atráson
4 junio, 2025Por
Admin
Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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