Sociedad
Reinventarse como fotógrafo después de los 50: las transformaciones que vivió Diego Berazadi y lo que le diría a su yo de 20 años
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Nuevos comienzos, aprendizajes inesperados y desafíos personales redefinieron el rumbo de una vida marcada por la curiosidad y las fotos. El impacto de una decisión tardía puede sorprender a quienes buscan inspiración
La infancia de Diego Berazadi tuvo la libertad de los días sin rejas ni pantallas. Jugaban a los bicivoladores y construían refugios en los árboles, esos templos improvisados donde el tiempo se detenía. En los bordes del barrio, entre terrenos baldíos y casas a medio hacer, las excursiones eran expediciones con brújula y mapas dibujados a mano para no perderse.
De aquellos días le quedó la costumbre de mirar el sol para orientarse, de trazar rutas de escape imaginarias, de amar los mapas y lo desconocido. Su brújula interior nació en esas tardes, pero también en las páginas de Julio Verne y Emilio Salgari, donde aprendió que el viaje empieza mucho antes de partir. A veces —dice— viajar es planificar, imaginar, desear. Sentir que el cuerpo todavía no se movió, pero el alma ya está en camino. Esta es la historia de un niño que soñó con surcar el mundo, retratarlo con imágenes y que después de los 50 empezó a hacerlo.

El comienzo de la pasión por las fotos
Diego Berazadi nació el 8 de junio de 1972. Tiene 53 años y vive en Buenos Aires con Karin, su compañera de toda la vida. Tienen dos hijos: Tomás, de 23, y Lucas, de 19. Fue Tomás quien lo empujó —sin saberlo— a mirar el mundo con otros ojos. Le mostró a los fotógrafos de naturaleza cuando Diego todavía no sabía qué era Instagram. Desde entonces, dice entre risas, se devuelven favores cruzados: él lo inició en los viajes, su hijo lo llevó a descubrir la mirada.
La cámara llegó como una excusa, un instrumento para salir al aire libre, como quien lleva una caña de pescar o una bicicleta. Pero terminó siendo una varita mágica. De chico soñaba con ser documentalista de National Geographic, y con el tiempo entendió que podía jugar de grande a lo que quería ser cuando era chico.

Y sucedió. Antes, viajó al Pantanal en busca del yaguareté, el felino más grande de América, y después a África, donde lo deslumbraron los animales y, sobre todo, las personas. Cuando creyó que el ciclo de los animales había terminado y estuvo a punto de guardar la cámara, se encontró con el costado humano de ese continente. Vio fotos por todos lados. Entró en una especie de éxtasis: no entendía lo que le pasaba, pero supo que algo se había abierto en su mirada.
De regreso a Buenos Aires, comenzó a estudiar con el fotógrafo Guillermo Giagante y descubrió lo que llama el acto fotográfico: salir a sacar fotos al subte, el que pasa justo debajo de su departamento; mirar el mundo como si tuviera siempre la cámara en la mano. “Veo la vida en fotos”, dice. A veces dispara con el celular, otras simplemente mira.

El aprendizaje fue el que debía ser: hacer los palotes, entender la velocidad, el ISO, la apertura. Aprender del error, de los otros, de Google y de la intuición. Porteño al fin, empezó por la Reserva Ecológica Costanera Sur, siguió por la de Vicente López, por el río, por las lagunas cercanas.
En cada lugar, agrandó el círculo y encontró nuevas amistades. Se rodeó de gente buena y generosa, fotógrafos que le enseñaron y con los que aprendió a mirar. En uno de sus grupos, el más entrañable, los compañeros tienen entre 68 y 82 años; él es el benjamín. En otro, comparte salidas con dos jóvenes de 21, la misma edad que sus hijos. Entre ellos se enseña y se deja enseñar. “Yo oficio de pater —dice—, pero ellos me explican cómo usar Instagram.”
Recuerdos desde el África
El viaje a África fue el que Diego había soñado desde que veía los documentales en la tele de solo cuatro canales: 7, 9, 13 y 11. ‘La Aventura del Hombre’ siempre en primer plano, y cualquier otra posibilidad que apareciera para pescar algo de mundo. Primero estuvo el Pantanal, el humedal más grande del mundo, ubicado principalmente en Brasil y extendiéndose a Bolivia y Paraguay junto a un grupo de fotógrafos. Desde allí llamó a su mujer y le dijo: “Tenemos que ir ya a África los cuatro”. Sería la experiencia de sus vidas.

En casa, todos compartían la fascinación por los animales y los viajes. Como padres, sentían orgullo por haber enseñado casi todo su país a los hijos, que habían heredado ese entusiasmo. Pero África los desbordó: la conexión innata de sus gentes con la naturaleza, la Gran Migración que cruza Kenia y Tanzania sin muros ni alambres, la armonía entre hombre y animal, la valentía de un niño que cuidaba cabras y espantaba hiena a piedrazos sin pensar en matar.
Los colores de sus ropas y sus cantos, perfectos en la teoría del color y en la armonía vocal sin que nadie se los enseñara, lo enloquecieron. Cada escena era un descubrimiento antropológico y estético que Diego prometió repetir.

La búsqueda del puma
Durante tres años, Diego persiguió un sueño que había nacido con su cámara: fotografiar un puma en libertad. No era un capricho, sino la concreción de una frase que lo acompañaba desde el inicio de su viaje fotográfico: “Todo lo que hago lo hago para sacarle una foto a un puma.”
Cada salida, cada viaje a reservas y parques nacionales estaba guiado por ese objetivo, una mezcla de paciencia, respeto y fascinación por el felino más esquivo de Argentina. El encuentro ocurrió en Santiago del Estero, en un día que él jamás olvidará. Diego había ido a fotografiar osos hormigueros, con la cámara lista y la atención puesta en cada movimiento del bosque, cuando de repente apareció. El puma caminaba con calma, silencioso, como si se hubiera presentado en el momento exacto para él.
Diego sintió adrenalina y asombro, y todo el esfuerzo de los años se condensó en aquel instante. Disparó su cámara sin perder un segundo, mientras su compañero registraba la escena en video.

La foto salió perfecta, y con ella llegó la emoción: un sueño cumplido, un deseo largamente acariciado hecho realidad. Para Diego, ese momento fue mucho más que la viralización o el reconocimiento; fue la prueba de que la paciencia, la preparación y la pasión podían abrirle puertas al mundo.
Recordó haber pensado: “Se terminó, se cumplió el deseo. Gracias, puma, por este regalo de la vida. ¿Y ahora qué?” Esa imagen se convirtió en un hito personal, una lección de suerte, disciplina y conexión con la naturaleza que comparte hoy con todos los fotógrafos amigos: “Que la suerte te encuentre siempre con la cámara en la mano.”
Huellas de infancia y primeros mapas
La pasión de Diego por explorar y descubrir nació en familia. Su papá, Pepe, y su mamá, Silvia, lo llevaban desde bebé a recorrer el Parque Nacional Nahuel Huapi, acampando en Colonia Suiza, Bariloche. Diego recuerda el olor de las coníferas y los coihues, el viento patagónico y la sensación de dormir bajo la lona de una carpa mientras su padre manejaba fumando dentro del auto. Hoy, con ambos fallecidos por problemas de salud en los últimos años, esos recuerdos toman un valor doble: “Vi a mi generación anterior no llegar tan bien, y eso me hizo valorar cada instante y cada aprendizaje que ellos me dejaron”. A los siete años, su abuelo porteño le regaló un atlas.

Los nombres de lugares remotos —Amazonia, Yukón, Siberia, África, Polo Norte— lo transportaban a mundos posibles. Y más tarde, Raúl Chiesa y sus viajes con Fundación Vida Silvestre dejaron una marca indeleble: “Ver cómo alguien podía dedicarse a cuidar la naturaleza y sus animales me cambió la cabeza. Fue algo que me impactó sin que él siquiera lo propusiera”. Después de casi 40 años sin verlo, logró contactarlo y lo invitó a comer, agradeciendo personalmente la huella que había dejado en él.
La chispa en la pandemia
El detonante llegó con la pausa de la pandemia de COVID-19. Diego tuvo la fortuna de no perder seres queridos y de que su economía resistiera. Pero sentado frente a la ventana, mirando el mundo desde su departamento, a punto de cumplir 50, se preguntó: ¿Esto es todo? ¿Así será para siempre?

El síndrome del nido vacío, el tiempo disponible, y la coincidencia de dinero y salud lo empujaron a tomar decisiones meditabundas, entre risa y lógica: eligió la cámara como excusa para salir de nuevo a la naturaleza, para reconectar con el afuera.
El silencio de 2021 lo obligó a conversar consigo mismo. Al principio, la charla no fue amable, pero pronto armó un proyecto a largo plazo con su propio yo. No hubo miedo ni resistencia. No era un cambio de rumbo radical, sino retomar lo que había dejado: familia y trabajo ordenados, atención a la salud y al bienestar. Entrenamientos con profesionales que lo empujaban bajo lluvia y frío extremo, ajustes médicos hasta llegar a una intervención cardíaca en mayo de 2022, diez días antes de su cumpleaños: “No estaba dispuesto a empezar mis próximos 30 años con este temita”, dice, con la mezcla de humor y determinación.

En el día a día, el trabajo sigue siendo la rutina necesaria; los viajes no son baratos, y los equipos menos. Pero Diego tiene un norte claro: seguir explorando, planear los fines de semana con amigos, proyectar nuevas aventuras fotográficas y mantener su Instagram como un registro de pasiones diversas: el estudiante de periodismo que comenzó la carrera, el publicista que la terminó, el marketinero, el vendedor y hasta el disc jockey de la adolescencia.
Lo que antes era un canal unidireccional con sus hijos se transformó: ahora comparten conversaciones, reels de animales, noticias de otros fotógrafos y consejos sobre cómo subir historias. Sus hijos lo retan cuando escribe con letra grande —“porque es de viejo”— y él lo acepta con humor: para ellos, sí, es viejo… pero bien llevado.
El proyecto y la brújula de la vida
Su objetivo principal hoy es recorrer todos los parques nacionales pendientes y completar las provincias que aún no conoce, Malvinas, la Antártida, un proyecto que tomará tiempo, paciencia y planificación. Lo hará disfrutando cada kilómetro, sin apuros ni carreras, sabiendo que los viajes compartidos suman experiencias y compañeros, y que cada proyecto tiene su ritmo.

“Nada de andar corriendo”, dice; para el que mira sin mirar, la tierra es tierra nomás. Y siempre, hay un puma en la vida de cada uno: ese que hace soñar despierto, que emociona, que acelera los latidos y los despertares. Cada quien sabe cuál es ‘su puma’.
Fotografía como meditación y legado La fotografía se volvió un proceso transformacional: se fotografía como se es y cómo se siente, con cafés, libros y conversaciones acumuladas a lo largo de la vida. “Siento profundamente el estado de meditación cuando hago fotos de naturaleza”, dice Diego, y cuando conecta con la mirada de un animal, un segundo puede contener toda una vida. Para él, la fotografía es devolver algo al mundo, una manera de honrar talentos y gratitudes. Cuatro años después de iniciar este viaje —diciembre de 2021—, el balance es total ganancia.

El legado para sus hijos ya está construido. Junto con su mujer, les enseñó casi toda la Argentina, les mostró que un proyecto se puede iniciar y cumplir. Quiso que vean cómo encaró sus años con responsabilidad y felicidad, sin dejar de vivir apasionadamente, sin herir a quienes más ama.
A su yo de 20 años le diría: “No te preocupes por todas las caídas. Te vas a levantar, y esos errores te llevarán a donde estoy hoy. No lo cambiaría por nada, ni siquiera por la foto de un puma.”
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Sociedad
Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
Publicado
7 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
Publicado
8 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
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8 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
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