Sociedad
Viajó a Mar del Plata con amigos, comió camarones levantados en marea roja y la intoxicación lo dejó ciego y en silla de ruedas
Publicado
3 meses atráson
Por
Admin
Cuando tenía 22 años, Marcelo Sández fue de vacaciones a la Costa para celebrar el triunfo de Argentina en el Mundial ’78. Lo que empezó como una escapada festiva terminó en tragedia: una intoxicación lo dejó ciego, sin habla y sin poder caminar. Con el tiempo logró reinventarse: le volvió la voz, aprendió braille, a moverse con un bastón y hasta compitió en un mundial de vela para no videntes en Miami
Habían pasado apenas unos meses desde que Argentina levantó la Copa del Mundo en 1978 y la euforia todavía recorría las calles de Buenos Aires y el país. Marcelo Sández tenía entonces 22 años, trabajaba como mecánico y se había comprado un buggie con el que, aquel 25 de junio, salió a festejar el triunfo de la Selección por Boedo, el barrio en el que se crio. Con esa alegría todavía en el cuerpo, en octubre decidió viajar junto a dos amigos a Mar del Plata.
Al día siguiente de llegar, quisieron ir a comer mariscos. Para ahorrarse unos mangos —recuerda Marcelo, ahora— en vez de ir a un restaurante, fueron a un lugar “clandestino”. “Pedimos unos camarones sin saber que habían sido levantados durante la ‘Marea Roja’ y estaban envenenados. Ahí comenzó el drama”, sintetiza.
El malestar escaló tan rápido que tuvo que volver a Buenos Aires de urgencia. Lo que parecía una intoxicación pasajera se transformó en meses de terapia intensiva y secuelas que aún lo acompañan: ceguera y una ataxia cerebelosa que afectó su equilibrio y lo dejó un tiempo en silla de ruedas y sin poder hablar. “Poco tiempo después, mis dos amigos murieron”, agrega.

Dejar de ver, de hablar y de caminar
Marcelo llegó a Buenos Aires casi sin fuerzas y fue internado en el hospital Ramos Mejía. Luego lo derivaron al Posadas, donde permaneció más de tres meses en terapia intensiva. La intoxicación no solo le arrebató la vista: también lo dejó sin voz y en una silla de ruedas.
“La ceguera creo que fue progresiva: no fue que dejé de ver de un día para el otro”, dice. “Con el habla fue parecido. Al principio yo me escuchaba, pero los demás no. Después, era como que mis palabras no tenían sonido. Además, perdí el movimiento de la cintura para abajo. Quedé inválido”, agrega.
La recuperación fue lenta y llena de incertidumbre. Aprender a sentarse otra vez fue una hazaña: “Como no tenía fuerza, lo que hacía era sujetarme de una soga para incorporarme en la cama”, cuenta. De a poco, con el correr de los meses, la voz volvió a salir: primero fue un murmullo —dice— después se fue afianzando. También recuperó algo de movilidad en las piernas, pero nunca la visión.
En el medio de esa oscuridad, hubo un sostén decisivo: su madre, Marisa. “Estuvo conmigo todo el tiempo. Aunque yo era grande, no se despegó nunca de mi lado. Su apoyo fue más que importante. Yo quería ponerme bien para devolverle algo de todo lo que ella había hecho por mí. Ese fue mi motor para salir adelante”, dice Marcelo, todavía emocionado.
Los médicos le habían anticipado que lo de la vista era irreversible, que “solo un milagro” podría devolvérsela. Pero él se aferró a otra cosa: volver a caminar. “Con eso ya era más que suficiente”, asegura. Y, a pesar de las secuelas, lo logró: hasta hoy, se mueve con un bastón blanco.

La incógnita de la marea roja
Marcelo siempre le adjudicó la ceguera y la ataxia cerebelosa a los camarones que comió en aquel lugar de poca higiene. “El doctor que me atendió me dijo que, muy probablemente, los habían levantado durante la Marea Roja. También me explicó que, como los moluscos se alimentan de lo que hay en el agua, podían haber acumulado las toxinas de microalgas tóxicas y, al consumirlos, nos envenenamos”, dice.
Sin embargo, en los archivos del diario La Capital de Mar del Plata —periódico fundado en 1905— no aparecen registros de este fenómeno en 1978: recién dos años después, en 1980, comenzaron a publicarse las primeras noticias vinculadas a “moluscos tóxicos” y una “veda para pescar”, como titula el recorte que figura más arriba.
De todas formas, sí hay constancia de episodios en la región: ese mismo año se registró un evento en el balneario “Hermenegildo”, una playa brasileña ubicada en el Estado de Rio Grande do Sul, a unos 25-30 kilómetros de la frontera con Uruguay (Chuy). A partir de esa pista, Infobae consultó al INIDEP, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, que funciona en Mar del Plata desde 1976.
Desde la institución recordaron que, en Argentina, el primer episodio confirmado de intoxicación por Marea Roja ocurrió en 1980, cuando dos tripulantes del buque pesquero Constanza, que operaba en la zona de Península de Valdés, murieron tras consumir mejillones contaminados. A partir de ese momento, el INIDEP lanzó una campaña de investigación en la identificó al dinoflagelado Alexandrium Catenella, productor de las llamadas toxinas paralizantes de moluscos.
Según un trabajo de la investigadora Nora Montoya, publicado en la revista científica Marine & Fishery Sciences, estas toxinas bloquean la transmisión nerviosa en fibras musculares y nerviosas. En humanos, los primeros síntomas son hormigueo, entumecimiento y parestesias; en los casos más graves pueden causar parálisis respiratoria y muerte.
“Si hubo una conexión entre la Marea Roja de Brasil y Uruguay de 1978 y los camarones que comió Marcelo ese mismo año, es imposible demostrarlo. En aquella época, en Argentina no existían los planes de monitoreo y control sanitario de Marea Roja. Actualmente, este trabajo lo coordina el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) con los gobiernos de cada provincia”, explicó a este medio la bióloga Guillermina Ruiz, responsable del programa Química Marina y Marea Roja del INIDEP.

Redescubrir los sentidos
Después de aquel viaje, Marcelo jamás volvió a ser la misma persona. A pesar de ello, se empeñó en no adoptar el rol de víctima. “Toda la vida tuve la esperanza y las ganas de poder hacer lo que hacían los demás. Nunca me quedé pensando en lo que pasó. Decidí mirar para adelante y no quedarme en el pasado”, asegura.
La pérdida también alcanzó a los amigos que lo acompañaron a Mar del Plata. “Según me dijeron, murieron al poco tiempo, a los meses. No me acuerdo ni los nombres…”, dice. Del resto del grupo se terminó distanciando: “Cuando pasan cosas así, lamentablemente, las amistades se alejan. Cada uno tomó un rumbo distinto, qué sé yo”.
Al recibir el alta y regresar a su casa, buscó herramientas para adaptarse a su nueva realidad: asistió a una escuela para personas ciegas y aprendió a leer y a escribir en braille. “Al principio me parecía imposible porque eran todos puntitos. Además, yo tengo las manos bastante grandes… Cada vez que tocaba una hoja, pensaba: ‘Esto es un rallador. Jamás voy a poder’. Pero al final pude”, cuenta orgulloso.
En paralelo, tomó un curso de orientación y movilidad para manejarse con el bastón de manera independiente. “Empecé a prestar más atención a los sonidos. Hasta cuando paso por un garaje siento el vacío que se genera”, asegura.
También estudió encuadernación y, para “desconectarse”, se volcó al deporte. Practicó lanzamiento de bala y disco y natación en el Parque Chacabuco. Su relación con el agua lo llevó aún más lejos: entrenó vela en el río Luján y, en 1999, participó en el Campeonato Mundial de Vela para no videntes en Miami.
La clave, dice, estuvo en prestar atención a quienes ya habían nacido sin visión: “En vez de enfocarme en que no iba a volver a ver, me fue mucho más fácil concentrarme en las personas que, aun con esa dificultad, habían conseguido cosas de una forma admirable. Ellos fueron espejo”.
En 2001, durante un encuentro para no videntes en el Parque Avellaneda, Marcelo conoció a Sonia. “Al principio nos reuníamos para hacer caminatas grupales. Después hicimos un viaje a Chapadmalal, donde tuve la oportunidad de charlar un poco más con ella y ahí nos enamoramos. Estuvimos 22 años juntos: un día más lindo que otro”, cuenta. Sonia había perdido la vista a los 28 y falleció en 2022. A tres años de su partida, Marcelo la recuerda con gratitud y ternura: “Lo que viví con ella fue hermoso. Jamás discutimos, siempre nos quisimos hacer sentir bien mutuamente. Nos vinculábamos de una forma tan fantástica que disfrutábamos de todo lo que hacíamos”, dice.

“Nunca me reproché haber comido esos camarones”
Marcelo tiene hoy 69 años y vive solo en Floresta. Se mantiene activo y saludable, aunque reconoce que hay tareas de la vida cotidiana que ya no puede encarar sin ayuda. Este año sufrió un síncope al entrar a su casa: quedó inconsciente durante horas hasta que lo encontraron.
A raíz de ese episodio, un equipo interdisciplinario de la Comuna 10 de la Ciudad dispuso que recibiera ayuda diaria y así apareció Gladys Quispe, una acompañante gerontológica que lo visita todas las mañanas de lunes a viernes. “Ella maneja mis medicamentos, me lleva al médico, me saca turnos. Me facilita un montón las cosas”, resume él.
Pese a los contratiempos, Marcelo intenta conservar su independencia. En el barrio ya lo conocen: hace 16 años que camina sus calles, hace las compras y conversa con los vecinos. “Eso es muy positivo para mí —dice—, porque me hace sentir acompañado. Salgo, me cruzo con gente que me ayuda, nos quedamos charlando”.
Fanático de Boca, no se pierde un partido por radio. Para mantenerse activo, pedalea en una bicicleta fija y hasta corre los muebles del comedor para hacer ejercicios en el piso. “Si me detengo en lo que tendría que haber sido y no fue, me afecta. Tengo que estar bien de la cabeza”, dice.
Esa manera de pensar lo acompaña desde 1978. “Nunca me reproché haber comido esos camarones. Es algo que me pasó y tengo que dar gracias a Dios porque pude superarlo y porque voy a seguir superándolo. Mientras haya vida y esperanza, siempre se puede avanzar. Esa es mi premisa”, se despide.

Fotos: Gentileza Gobierno de la Ciudad.
Agradecimientos: Alfredo Ves Losada, Archivo Museo Histórico Municipal “R.T. Barili” Villa Mitre de Mar del Plata y Hemeroteca del Diario La Capital.
Te sugerimos
Sociedad
Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
Publicado
20 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
Publicado
20 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
Publicado
20 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
Los mejores memes del triunfo de Racing a Tigre: de los goles errados de Maravilla Martínez a la hora que terminó el partido
Cómo influye la cocción del huevo en su valor nutricional
Tos convulsa en Argentina: confirmaron la muerte de siete niños y remarcaron la importancia de la vacunación
Increíble hallazgo cerca de Punta del Este: encontraron la especie de tortuga más grande del mundo
El impactante tatuaje de la Copa del Mundo que se hizo Dibu Martínez: la dedicatoria a “la banda del mate” y una frase especial
La inflación anual de Estados Unidos trepó a 8,6% en mayo y es la más alta en 40 años
Con gol de Ayrton Costa, Boca Juniors le ganó a Argentinos y se clasificó a las semifinales del Clausura
Tienen 13 y 15 años, robaron un auto y chocaron en Villa Lugano tras una persecución policial
ARCA denunció por lavado de dinero a la financiera vinculada a las coimas en la Agencia de Discapacidad
Mas Leidas
-
Economia20 horas atrásAccidentes de trabajo: la “industria del juicio” se acerca a un pico de demandas que se concentran en 9 provincias
-
Economia20 horas atrásCon más demanda estacional de pesos, el tipo de cambio enfrenta presiones a la baja en diciembre
-
Politica20 horas atrásMás detalles de la conversación telefónica entre Trump y el dictador Maduro
-
Economia20 horas atrásCon más demanda estacional de pesos, el tipo de cambio enfrenta presiones a la baja en diciembre
-
Economia20 horas atrásLa inflación volvió a quedar por encima de 2% en noviembre, según consultoras privadas
-
Politica20 horas atrásKarina Milei reordena el mapa político en la provincia de Buenos Aires para medir fuerzas con Kicillof en la Legislatura
-
Deportes19 horas atrásLos mejores memes del triunfo de Racing a Tigre: de los goles errados de Maravilla Martínez a la hora que terminó el partido
-
Deportes2 días atrásCon gol de Ayrton Costa, Boca Juniors le ganó a Argentinos y se clasificó a las semifinales del Clausura
