Lorena Mexy escribió un libro, “Muy porno para saberlo”, en el que cuenta su relación con Víctor Maytland, el zar del porno. Cómo eran los castings de actores y las grabaciones sin corte de cámara
Lorena Mexy tiene el pelo rubio que le cae perfecto sobre los hombros y una mirada intensa. Parece que el tiempo no pasa para esta mujer que fue una de las musas inspiradoras de Víctor Maytland, el director de cine porno más importante de Argentina.
Lorena escribió un libro, “Muy porno para saberlo”, en el que narra desde sus inicios, las fiestas organizadas por Maytland donde valía todo y las películas que filmo en un ambiente muy diferente a lo que viven las actuales modelos que venden sus contenidos por OnlyFans o las actrices que hacen videos amateur para otras plataformas.
A los 29 años, Mexy se encontraba con problemas económicos. Se había separado de una pareja violenta y junto a su hija vivían en un pueblo cercano a Buenos Aires.
Lorena Mexy en su época de actriz porno
Inicios en el videochat
Entonces vio un anuncio en el diario. “Buscamos señorita sexy, buena figura para video chat”. Lorena remarcó el aviso con la birome que tenía en la cartera. Pagaban un euro el minuto. El secreto era en alargar la historia para que los clientes se queden más tiempo conectado. “Empecé casi como un juego. Le cumplía los morbos a los hombres que me llamaban. Iba creando el relato. No mostraba mi cuerpo, era solo diálogo sensual. Ahí hice mis primeros pasos. Había que hacer caras, tocarse el pelo y erotizar al cliente”, recuerda Lorena. Antes, sólo había sido modelo en eventos como carrera de autos.
Antes de ser actriz, Mexi consumía cine. En su libro marca un film mexicano que la marcó para siempre. Quizás fue lo que la hizo un día muchos años después presentarse y deslumbrar a Maytland. Era “Lola la trailera” (camionera), en la que una mujer perseguía a los asesinos de su padre. “Rosa Gloria Chagoyan es una de las primeras figuras de la liberación femenina”, explica Lorena.
Entonces, Mexy pega el salto y conoce a Maytland. “Charlamos mucho por el chat de Facebook primero – recuerda Lorena-. Después me invitó a una de sus fiestas de Sodoma que se hacían en un boliche swinger de Almagro”.
Lorena Mexy y Víctor Maytland en una de las fiestas
Las fiestas de Sodoma
Maytland solía organizar esas fiestas de Sodoma en general en boliches swingers. Sus actrices deambulaban por la discoteca, aunque tenían prohibido interactuar con las parejas del ambiente. En el escenario, se representaban en vivo escenas de sexo de sus películas más famosas.
Lorena agrandaba sus ojos para mirar todo lo que sucedía a su alrededor. Se le abría un mundo nuevo. “Víctor me propuso hacer porno, pero yo al principio no acepté. Hice participaciones eróticas en sus eventos y en algunas películas”, recuerda Lorena.
En esa primera fiesta, Víctor se acercó a los periodistas y les dijo que Lorena era su nueva actriz estrella. Faltaba poco para que Mexy ingrese en su nuevo mundo.
En su libro, la ex actriz porno relata cómo fue la última fiesta Sodoma de Maytland. “Entro al boliche y todos me empiezan a saludar. Un señor calvo me dice que es mi fan – cuenta Lorena como si lo estuviera viviendo en este momento-. Nos sacamos fotos y en las pantallas gigantes pasaban partes de las películas de Víctor”.
Lorena Mexy muestra su libro “Muy porno para saberlo”
Después de una entrega de premios, Maytland cortó la música y anunció que la policía estaba afuera y quería clausurar la fiesta por las denuncias de los vecinos. “O se van ahora o se quedan hasta que termine”, dijo el director de cine porno. Entonces, la fiesta siguió con la luz del día que pegaba ya en la vereda, mientras afuera los patrulleros se quedaron de custodia.
El debut en el porno
El primer film de Lorena fue “Íntimas”. Allí hizo su debut en el porno con otra mujer. “Fue todo muy respetuoso y cuidado. Víctor siempre charlaba conmigo para saber que quería hacer y que no. Con la otra actriz nos llevamos muy bien”, relata Mexy.
El film trataba de dos amigas que llegan a un encuentro hot con un hombre, pero se dan cuenta que en realidad se sienten atraídas entre ellas.
Tras ese éxito, llegó el segundo film protagonizado por Lorena, “Gozando por un sueño”. En esa película hizo una pequeña participación Zulma Lobato, personaje mediático del momento.
Lorena Mexy fue la actriz fetiche de Víctor Maytland
La última aparición de Mexy fue “Los Porno Addams”. Lorena hacía de Morticia, por lo que tuvo que dejar de lado su cabellera rubia por un tiempo. Las escenas se filmaron en una casa que estaba por ser demolida en Palermo. “El estreno fue en el cine Ideal del microcentro. Recuerdo que Víctor estaba fumando ansioso el final de la película y la reacción del público en el pasillo afuera de la sala”, relata Lorena.
Derribando mitos del porno
Mexy, además, desmiente el mito en torno a los castings para actuar en el porno. “Se anotaban 200 hombres. Cuando le decían que tenían que mostrar la cara ya quedaban 5. Se le preguntaban medidas, si era bisexual y que tipo de escenas está dispuesto a grabar. El resto se ve en el set”, explica la mujer.
Y sigue Mexy: “El actor llega al set y y una chica simpática lo estimula. Cuando ya está a punto se empieza a grabar con la protagonista. La medida genital puede ser, en general, un truco de la posición de cámara”.
En cada escena de sexo de las películas de Maytland había unos siete técnicos que observaban las acciones. “Y lo tenías a Víctor, también dando indicaciones”, explica Mexy.
Lorena Mexy contó detalles de cómo era filmar porno con Víctor Maytland
“Víctor va a buscarte al camarín y cuando ya estás hecha una diosa, te dice lo divina que estás. Vas hablando temas de la vida cotidiana que no tienen nada que ver con lo que va a pasar en el set segundos después. El actor está ahí, a un costado. La estrella es la mujer”, describe Mexy.
La actriz fetiche de Maytland
Y así relata Lorena el momento de grabar. “Víctor te toma de la mano y te dice ´haceme sentir orgulloso de la actriz que sos´“.
“Con Maytland eran películas en las que se intercalaban escenas de sexo explícito. Pero no era lo más importante – sostiene la mujer-. Había un argumento y una búsqueda más allá de las escenas hot”.
Maytland había recorrido un largo camino hasta llegar al porno. Fue meritorio en “Las horas de los hornos”, el film de la década del 70 de Pino Solanas y Octavio Getino. También pasó por la producción del programa Feliz domingo para la juventud de Canal 9 y Calabromas. Hasta que se volcó al porno y lo combinó con el cine de acción, el kung fu, el rock y el terror. “Cuando veo una porno paso rápido las escenas de sexo y me detengo en los diálogos”, contaba en una de las tantas notas que le hicieron antes de su muerte en noviembre de 2022.
Lorena acompañó a su descubridor hasta el final. En su libro relata la última vez que lo vio antes de su partida. “Tengo la imagen grabada. Le prendí el último cigarrillo a Víctor y le dije ´tenés que irte´. Y se fue al día siguiente”.
Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia
“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.
Estaba quebrado, con los ojos vidriosos a causa de tanto sufrimiento, pero no se callaba, confesaba: “Todavía siento dolor y trato de no tener lugar para el odio. Intento recuperarme de todo lo que me hicieron estos tipos como puedo. No me olvido más, te juro. Volvía de laburar, eran las ocho y media de la noche cuando entré con el auto al garaje del edificio. Antes de que el portón se cerrara vi que dos tipos se metían. Me amenazaron con armas y empezaron a darme trompadas. Estoy seguro de que querían entrar a mi casa, pero había movimiento afuera en la calle. En venganza como se les frustró el plan de meterse en mi vivienda me metieron a patadas en el auto al grito de ‘perdiste, gil’”.
Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano.Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.
Alberto Sommaruga, el mayor de los integrantes de la familia de secuestradores
Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.
Transcurría 2002, la crisis económica había mutado en algo más peligroso: una crisis moral. Mientras el país intentaba recuperar cierta normalidad, en el conurbano bonaerense germinaban bandas improvisadas, sin prontuario, formadas por patovicas, empleados y estudiantes universitarios que vieron en el secuestro un negocio rápido. La de Ariel fue una de las más insólitas: sus captores eran jóvenes, de barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires, con autos importados y la misma torpeza que violencia.
Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.
Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.
Pablo Sommaruga, otro de los integrantes condenados de la banda (NA)
Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.
Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.
El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.
La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.
Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.
Ariel Strajman junto a su padre a la salida de los tribunales de Comodoro Py donde se realizó el juicio (NA)
De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.
La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.
Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.
Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.
La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.
Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.
En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.
Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.
El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas
Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville,en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.
En las imágenes, el adolescente se muestra con un vestido estampado roto, el cuerpo pintado con manchas rojas y la palabra “violada” en la espalda. A la vez, sus compañeros lo rodean, se ríen y realizan gestos que refuerzan la banalización de la violencia de género.
Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
Frente a la magnitud de lo sucedido, la división a la que pertenece el estudiante involucrado difundió un comunicado en el que ofrecieron disculpas públicas.
En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.
No obstante, la otra división del IPET 267 emitió un mensaje con un tono más severo, en el que manifestó su repudio absoluto a lo ocurrido.
El comunicado de la otra división de la IPET 267 de Bell Ville, Córdoba
En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.
El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.
Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.
“Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.
De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.
Repudio de la Escuela Humanos tras cantos antisemitas en viaje de egresados
En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.
“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.
Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.
En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.
La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia
Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.
“Se trata de propulsores fabricados por la compañía CFM (GE Aerospace y Safran Aircraft Engines), con un tipo específico de componente que provocó estas fallas”, indicó la empresa en un comunicado. La decisión fue adoptada durante el plenario del Comité de Seguridad de la compañía, del que participan sus máximas autoridades.
Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.
Aerolíneas remarcó que sus tripulaciones “realizan entrenamientos recurrentes que contemplan este tipo de eventos” y que la situación “forma parte de los escenarios que tanto pilotos como tripulantes de cabina conocen y ensayan en profundidad”. En la empresa destacaron además que todos los procedimientos se cumplieron “de acuerdo con los estándares internacionales de seguridad”.
El avión con destino a Córdoba debió aterrizar en Ezeiza
La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.
Según explicó la firma, el fabricante CFM recomienda una revisión al cumplirse los 17.200 ciclos —entre aterrizajes y despegues—, aunque “ninguno de los motores que registraron fallas estaba cerca de alcanzar ese umbral”. Por ese motivo, Aerolíneas solicitó al fabricante “una opinión técnica antes de reincorporar estos equipos al servicio”.
También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.
“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.
El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.
Aerolíneas Argentinas
Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.
Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.
El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.
Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.