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Sociedad

De usar un exoesqueleto a correr en una silla de ruedas: la primera runner con discapacidad que escribió su autobiografía

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María de los Ángeles Muñoz tiene 38 años y nació con un diagnóstico que le impide caminar. Hace casi una década descubrió el running y ya participó en casi 15 carreras. En su libro “Que tu límite sea la finish line”, repasa su recorrido por distintas disciplinas deportivas y cuenta cómo esa práctica transformó su vida

Mientras cursaba uno de los últimos años de la licenciatura en Comunicación en la Universidad Austral, María de los Ángeles Muñoz participó de una charla sobre perfiles profesionales y salidas laborales. Al igual que sus compañeros, escuchaba con atención a la oradora, hasta que la mujer la miró y, delante de todos, le dijo en voz alta: “Yo no sé cómo vas a hacer vos”. Sentada en su silla de ruedas, la joven no supo qué responderle. “Por supuesto que me lo había planteado. Y no solo por mi realidad, sino por el contexto: mundialmente se estima que 3 de cada 4 personas con discapacidad en edad de trabajar —y que podrían hacerlo— se encuentran desempleadas. Pero en ese momento pensé: ‘Bueno, dame un poco más de ánimo’”, le cuenta Angie a Infobae.

Entre quienes la desalentaron y quienes le sugirieron que buscara ejemplos inspiradores, Ángeles eligió construir el suyo propio: se convirtió en corredora. Hoy tiene 38 años, vive en la localidad bonaerense de San Isidro, trabaja desde hace casi una década como asesora en comunicación y diversidad, y acaba de publicar el libro Que tu límite sea la finish line (Editorial Libella), donde narra en primera persona su historia de vida y profundiza en su vínculo con el running adaptado. “La vida con discapacidad se convierte en una maratón —o muchas maratones— en sí misma”, asegura.

A los 6 años con el exoesqueleto y el bipedestrador. “Los vestidos de princesa ayudaban a ocultarlo”, cuenta

La largada

Hija de Alicia y José, María de los Ángeles nació el 10 de junio de 1986 con un diagnóstico al que prefiere no nombrar por su denominación científica, pero que le impide caminar. De chica, explica ahora, su vida estuvo atravesada por una serie de dispositivos ortopédicos que, según el modelo médico de interpretación de la discapacidad de aquella época, apuntaban a que su cuerpo lograra una marcha, aunque fuera asistida.

Durante su primera infancia, su movilidad cotidiana se dio gracias a un bipedestrador con ruedas y un exoesqueleto que tomaba sus piernas y su espalda. Pero con el tiempo, ese aparato comenzó a resultarle cada vez más incómodo. “A medida que iba creciendo había que modificar el exoesqueleto y a veces me lastimaba. En verano me hacía sufrir el calor de un modo inexplicable. En la adolescencia me sentía condicionada a la hora de vestirme porque dañaba mi ropa o no me gustaba que se viera. También empecé a pensar que ningún hombre querría abrazarme y sentir esa ‘armadura’ plástica/metálica que sonaba a objeto hueco al tacto”, cuenta en su libro.

Mientras atravesaba ese momento, Angie encontró en la actividad física una herramienta clave para su autonomía. Además de kinesiología, a lo largo de los años probó diversas disciplinas, entre ellas yoga, básquet, tenis, pilates y baile. “El tenis me hizo sentir deportista. Lo practiqué desde los 10 a los 15 y me fortaleció mucho físicamente. De los entrenamientos de básquet aprendí a pasarme de una silla a la otra y a alcanzar objetos del suelo. Aunque ya no lo practico, si se me cae algo al piso, lo agarro sin desestabilizarme en el 99,5% de las veces”, cuenta.

En su autobiografía, recientemente publicada,En su autobiografía, recientemente publicada, narra su historia de vida y su vínculo con el running adaptado

Un momento bisagra

Aunque en el libro decidió no profundizar en episodios de bullying o situaciones “que la llevaran a lugares oscuros”, durante la entrevista con Infobae, María de los Ángeles compartió una escena que marcó un antes y un después en su infancia. Tenía diez u once años cuando escuchó por primera vez hablar de “discapacidad”.

“Estaba en la casa de una amiga, jugando con una muñeca. Éramos tres. En un momento, una de ellas me revoleó un oso de peluche y me dijo: ‘Paralítica, te estoy hablando a vos’. Yo le contesté: ‘¿A quién le decís paralítica? Me llamo Ángeles’. Nunca había escuchado esa palabra. De mi situación física supe siempre —incluso de las dos operaciones que me habían hecho de bebé— porque mis padres jamás me lo ocultaron; pero se planteaba como una particularidad mía, no como un defecto ni como algo estigmatizante”, relata. “Recién ahí entendí que era distinta”.

El ingreso a la universidad —descartó la opción pública por falta de accesibilidad en aquel momento— y su posterior inserción en el mercado laboral fueron otros obstáculos que superó a base de esfuerzo y perseverancia. “En turismo se dice que las personas con discapacidad no viajamos adonde queremos, sino adonde podemos. Con el estudio y el empleo sucede más o menos lo mismo. Tengo la suerte de tener un trabajo que, además, me gusta. Pero no siempre se da así. En Argentina, solo el 13% de las personas adultas con discapacidad estamos trabajando”, asegura.

María de los Ángeles descubrióMaría de los Ángeles descubrió el running hace casi una década. “Me pareció fascinante que una práctica deportiva solamente tuviera como requisito moverme con mi silla”, dice

En sus marcas, listos… ¡ya!

A los 30 años, casi por azar, descubrió el running y encontró en esa actividad algo distinto. “Me pareció fascinante que una práctica deportiva solamente tuviera como requisito moverme con mi silla: sin raquetas, pelotas, palos, arcos ni reglamentos que no se adaptaran fácilmente a mí. Lo sentí ‘natural’, no forzado”, cuenta.

Y sigue: “Yo venía de un momento ‘muy intelectual’, porque había estado muy enfocada en terminar la facultad, pero seguía saliendo a moverme con la silla y tenía incorporada la rutina de hacer varios kilómetros por día, todos los días. Hasta que un día me enteré de que existían carreras en las que cualquiera podía inscribirse, tuviera o no discapacidad. Vi que había una cerca de casa y dije: ‘Voy’”.

La primera que corrió fue Boulogne Corre, en 2018. Todavía recuerda la adrenalina de la largada, el vértigo compartido con decenas de runners y esa sensación de empuje colectivo. “El ‘malón’ te lleva. A mí me pasa siempre: corro más rápido en la carrera que en los entrenamientos”, cuenta.

Después de esa primera experiencia, Angie quedó fascinada. Durante los entrenamientos, relata, descubrió “el saludo runner”: una liturgia espontánea que mezcla contacto, gestos y palabras. “Es chocar los cinco cuando pasás al lado de alguien o, si no llegaste a poner la mano, hacer un guiño, bajar la cabeza, sonreír. Decir: ‘Hola‘, aunque no te conozcas; o alentar con un: ‘Vamos. Fuerza‘, cuando ves que el otro viene más cansado por más que no lo conozcas. Hay mucha empatía en el saludo runner”, explica.

Ese código fue clave para sentirse parte de algo. Justamente, explica, la diferencia entre desplazarse por la calle y correr con la silla la hacen los corredores. “Hay una alegría por el hecho de compartir y de sentirnos parte de algo que nos hace bien. No es lo mismo que ir por la vereda”, resume y trae a colación una escena reciente en una plaza donde entrenaba subir cuestas. Mientras los corredores le gritaban: “¡Vamos, dale!”; unas señoras que iban a pie, al verla en la rampa, le ofrecieron ayuda. “Quizá no llegaron a interpretar la situación de que estaba entrenando. Pero el que es runner se da cuenta. Te reconoce”, dice.

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María de los Ángeles Muñoz en plena carrera

—¿De cuántas carreras participaste hasta ahora?

—Estoy llegando a la número 15 este año. En general, los corredores con discapacidad largamos primero para evitar que no nos pasen por arriba. En ese momento ya podés saber si vas o no a podio en tu categoría por la cantidad de corredores que hay. Es decir: si hay tres o menos chicas con silla de ruedas, las tres hacemos podio. Más allá de eso, es emocionante por el esfuerzo y la disciplina de entrenar. Como digo en el libro, ojalá se abra la puerta a muchos más corredores para que el podio sea entre los más rápidos y no entre los únicos.

—¿Cómo te preparás físicamente?

—Al igual que cualquier corredor: con mucha disciplina. Entreno en el Hipódromo de San Isidro. Afuera hay una senda que está en muy buenas condiciones para la silla. Porque esa es otra cuestión: el tema del acceso al deporte. No todos tienen la posibilidad de entrenar cerca de donde viven y sin riesgos. En cuanto a los ejercicios, cumplo la rutina que me arma mi kinesióloga, Adriana, quien me acompaña desde que tengo 22 años. El entrenamiento diario lo hago sola, pero como voy siempre al mismo lugar y más o menos en el mismo horario, se armó como un “clubcito” con todos los running teams y las personas que entrenan de manera independiente como yo.

—¿Alguna vez te lesionaste o accidentaste?

—Para los runners que corremos en silla, los callos en las manos o algún raspón en el antebrazo es lo normal. Así como para los que corren a pie y terminan con los pies ampollados. Son los gajes del oficio. Pero volviendo a tu pregunta, lesiones grandes, así de caerme o de un traumatismo en contexto de carrera o entrenamiento, no. Mis caídas han sido en contextos más pavos y domésticos, como todos los accidentes.

—¿Hay algún momento de la carrera en el que te empezás a cansar?

—Lo llaman “el muro del corredor”. La verdad es que, como yo corro hasta 10K, con esa distancia estoy bien. Capaz lo siento después. Una vez me pasó: corrí, me sentí fantástica y al día siguiente, cuando fui a entrenar, el músculo del brazo me latía.

—Claro, como decís en el libro, “tus brazos son tus piernas”.

—Sí, y mis guantes, mis zapatillas. Si bien los brazos son todo, también tengo que trabajar el abdomen y la espalda, porque son un buen sostén.

"Los runners siempre decimos que“Los runners siempre decimos que la carrera es contra nosotros mismos”, asegura

—Sos la primera mujer corredora con silla de ruedas que escribió su autobiografía. ¿Por qué la titulaste “Que tu límite sea la finish line”?

—Tiene que ver con la motivación, que es la esencia del corredor. Los runners siempre decimos que la carrera es contra nosotros mismos. Correr es superar la versión propia del día anterior. Esto de no ver límites, sino obstáculos. Entender que el límite lo pone uno y, en todo caso, el límite que uno decide poner como corredor es la finish line, la línea de llegada de la carrera.

—¿Hay alguna carrera que recuerdes especialmente? ¿Una que te haya marcado?

—Sí, Boulogne Corre. Tiene un túnel muy exigente, con una pendiente pronunciada, que hay que pasar dos veces. Las primeras lo hice con ayuda de mi papá, que corría al lado por si pasaba algo. Después de dos ediciones, me animé a hacerlo sola. Le dije: “No, esta vez no”. Fui metro a metro, concentrada, sabiendo que en la bajada tenía que controlar la silla todo el tiempo con codos y manos; y en la subida, inclinar el cuerpo hacia adelante para no irme hacia atrás ni terminar en el piso. Lo hice y lo logré, con buen tiempo además.

—¿Cuál es tu próximo objetivo?

—Tengo ganas de correr alguna de las carreras que se hacen en los parques de Disney. Me parece una experiencia bárbara. También de hacer los 10K en la triple frontera entre Argentina, Brasil, Paraguay. No quiero excederme con distancias más largas porque quisiera seguir corriendo durante muchos años más.

*Este viernes 9 de mayo a las 16 horas María de los Ángeles Muñoz estará firmando ejemplares de su libro en el stand 322 del Pabellón Azul de la Feria del Libro en La Rural.

Sociedad

Un argentino en el país más triste del mundo: “Las mujeres y las niñas solo pueden salir a la calle con un hombre de la familia”

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Santiago Olivera es psicólogo y fotógrafo. Viajó a Afganistán para retratar con su lente cómo sobreviven sus habitantes al régimen talibán

Por quinto año consecutivo, Afganistán fue elegido el “país más triste del mundo”, de acuerdo al Informe Mundial de la Felicidad 2025 elaborado por las Naciones Unidas, que se basa en un análisis de la calidad de vida de los residentes de 147 países.

Detrás de ese dato frío del relevamiento de ONU, de ese número que pasa desapercibido en los titulares internacionales, hay una realidad que duele, que incomoda y que, en mi caso, me marcó fuertemente”, contó a Infobae el psicólogo y fotógrafo argentino Santiago Olivera, quien decidió viajar hasta allí para documentar ese presente atravesado por la tensión y la resiliencia.

Olivera tiene 47 años, es fotógrafo y vive en el barrio porteño de Coghlan

Para ingresar a Afganistán, Olivera tuvo que tramitar la VISA en Pakistán, uno de los pocos países que reconoce a los talibanes como sus nuevos gobernantes. Cruzó la frontera a pie por el histórico paso de Khyber y tras recibir la vacuna contra la polio y obtener el sello en su pasaporte, en un contexto donde el ingreso de turistas es casi inexistente, siguió su camino hacia Kabul acompañado por un guía local.

La llegada a la ciudad capital estuvo precedida por instrucciones estrictas: evitar la ropa occidental, no hablar con mujeres ni fotografiarlas, abstenerse de registrar instalaciones militares, y limitar la música a cantos religiosos.

Tanques militares destruidos, camiones incendiadosTanques militares destruidos, camiones incendiados y aviones derribados: esas son las postales más habituales que se observan al transitan las rutas afganas

En su primer contacto con Kabul, Olivera notó una atmósfera de control permanente. “Me encontré con una ciudad que respiraba una tensa calma. Los talibanes, con sus armas y vestimentas tradicionales, patrullaban las calles controlando cada movimiento”, relató.

Una de sus vivencias más fuertes ocurrió cuando intentó fotografiar un edificio con una bandera talibán flameando en lo alto. La escena terminó con un grupo de hombres apuntándolo con miras láser.

“Veo cómo varios puntos verdes de un láser se movían rápidamente sobre mi cuerpo. Reconozco que en ese momento quedé congelado. Los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse rápidamente. Ver cómo varias miras láser me apuntaban en medio de un país como Afganistán nunca me había pasado”, recordó.

Olivera contó que sintió laOlivera contó que sintió la tristeza en carne propia al ver a las mujeres reducidas a sombras, al ver niñas sin escuelas, madres sin voz y ciudadanas sin derechos

 “Rápidamente retiré mi mano de la cámara y las levanté al cielo, dando a entender que comprendí el mensaje: hay escenas que no se pueden fotografiar”, agregó.

Pese al miedo inicial, Olivera se acostumbró a convivir siguiendo las reglas locales. Cada nueva ciudad requería una visita obligada a la oficina local del régimen talibán, que debía autorizar la presencia de extranjeros. Allí, funcionarios lo interrogaban sobre los motivos del viaje, pero también mostraban interés por retratarse con él. “Me sacaban fotos y me filmaban mientras me hacían una entrevista preguntándome qué trato estábamos recibiendo por parte de la gente”, precisó.

Uno de los elementos más chocantes para Olivera fue la casi total desaparición de las mujeres de los espacios públicos: “Me impactó mucho, a lo largo de todo el viaje, ver cómo la vida de las mujeres y las niñas había cambiado por completo”.

En Afganistán las mujeres tienenEn Afganistán las mujeres tienen prohibido mostrar su cuerpo, su pelo y su rostro en la vía pública

Antes del regreso talibán, las mujeres afganas trabajaban, estudiaban y participaban activamente en la vida pública. “Ahora, bajo el régimen actual, deben usar burqas que las cubren por completo y solo pueden salir acompañadas por un familiar varón”.

“Estas restricciones no solo limitaron su movilidad, sino que también causaron que muchas pierdan sus empleos y sus oportunidades educativas”, explicó Olivera, quien señaló que “las niñas solo tienen permitido asistir hasta el colegio primario”.

Gracias a sus dos profesiones, el argentino aprendió a leer los estados de ánimo en las personas, y lo hace -principalmente- a través de los ojos. “La mirada habla cuando todo lo demás calla. Es la puerta al interior, un espejo de lo que no se dice. Y es justamente esa mirada lo que hoy se les ha vetado a las mujeres afganas, invisibilizándolas, obligadas desde la estricta ley de la sharia a portar el burka. Cubiertas de pies a cabeza, privadas no solo del espacio público, sino también del derecho más íntimo: ser vistas” se lamentó.

En Afganistán las mujeres vistenEn Afganistán las mujeres visten con burkas, una especie de túnica que oculta el cuerpo y la cabeza por completo, dejando una pequeña abertura de malla a la altura de los ojos

Aún así, contó que la gente de a pie, la que carga con el peso del día a día, le ofreció sonrisas y hospitalidad. “Una paradoja brutal: en uno de los lugares más hostiles del planeta, encontré humanidad pura”recordó.

Pero también sintió tristeza al ver a las mujeres reducidas a sombras, al ver niñas sin escuelas, madres sin voz y ciudadanas sin derechos. “Como fotógrafo, me enfrenté a un límite tan ético como político: su ausencia visual era parte del paisaje. Como psicólogo, comprendí que el daño no era solo cultural, sino emocional”, añadió sobre la tristeza que le causaban esas postales cotidianas.

Olivera contó que hace unos pocos meses, el gobierno talibán dio un paso más en la represión cotidiana al prohibir el ocio para las mujeres. “No pueden entrar a las plazas ni a los parques de diversiones. Y los viernes, el día festivo de la semana, directamente, no tienen permitido salir a la calle. Ese día quedó reservado exclusivamente para que los hombres puedan disfrutar del descanso. Ni siquiera el derecho a pasear les fue concedido. ¿Cómo se mide la felicidad si hasta el ocio —esa forma simple de alegría y libertad— se transforma en delito?”, se preguntó frente a esas medidas extremas.

Las niñas solo tienen permitidoLas niñas solo tienen permitido asistir al colegio primario. Luego de los 12 años se dedican a las tareas del hogar y muchas de ellas son forzadas a casarse y formar su propia familia

En contraposición a lo que ocurre con ellas, Olivera vio a los hombres disfrutar. “Los vi jugar, reír, compartir charlas en los parques, abrazarse. Vi felicidad masculina en un país que decidió repartir la dicha con brutal desigualdad. Y eso, quizás, es lo más devastador de todo: descubrir que la felicidad existe, pero no para todos”, ejemplificó.

“Entendí entonces que la falta de felicidad no se mide en carcajadas ni en eslogans. Se mide en silencios, en ausencias, en el pan que no alcanza, en la ayuda que no llega, en el miedo que se respira como aire. Afganistán es el país menos feliz del mundo, pero también es un país que resiste, incluso en las ruinas”, reflexionó Olivera tras recorrer durante 15 días sus calles. “En mi viaje vi más que miseria: vi dignidad, vi valentía, vi esperanza en medio del colapso”, remarcó.

A los parques de diversionesA los parques de diversiones afganos solo pueden concurrir hombres

Al regresar a su hogar, en el barrio porteño de Coghlan, sus familiares, amigos y vecinos le preguntaron si había valido la pena el viaje. “Mi respuesta fue ‘si’, porque una vez que caminás por Kabul, Herat o Kandahar, ya no podés leer una estadística sin pensar en los rostros que hay detrás. Y porque la felicidad, entendí, no es solo una emoción: es un derecho. Uno que hoy, millones de afganos tienen prohibido hasta imaginar”, enfatizó.

A Olivera, cada momento en Afganistán le recordó la capacidad humana para resurgir a pesar de las adversidades. “Me llevé conmigo no solo recuerdos, sino también profunda admiración por el espíritu indomable del pueblo afgano y una renovada convicción de que, a pesar de todo, la esperanza puede florecer incluso en los lugares más oscuros”, concluyó.

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Cónclave 2025 EN VIVO: Arranca la primera sesión del Cónclave para elegir al nuevo Papa con la participación de 133 cardenales en la Capilla Sixtina

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Habrá una ronda de votación en la que se necesita un consenso de dos tercios de los sufragios para consagrar al reemplazante de Francisco como nuevo jefe de la Iglesia Católica

El proceso para elegir al nuevo papa ya está en marcha. Este miércoles, los 133 cardenales con derecho a voto —todos menores de 80 años— comienza formalmente el cónclave en el Vaticano, el rito milenario mediante el cual se elige al sucesor del fallecido papa Francisco.

La jornada abrió a las 10:00 (hora local) con la tradicional misa “Pro eligendo Pontifice”, celebrada en la basílica de San Pedro y presidida por el cardenal decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re. Durante la homilía, el purpurado llamó a los electores a actuar con discernimiento, oración y responsabilidad en un momento crucial para la Iglesia católica.

A las 16:15, los cardenales se congregarán en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, donde iniciará la procesión solemne hacia la Capilla Sixtina. Durante el recorrido entonarán las letanías y el himno Veni Creator Spiritus, invocando la asistencia del Espíritu Santo en la elección.

Uno a uno, los cardenales ingresarán en la histórica capilla, donde hicieron su juramento de secreto ante el Evangelio. Acto seguido, el maestro de ceremonias pontificio, mons. Diego Ravelli, pronunciará el tradicional “Extra omnes” —“fuera todos”—, ordenando la salida de todas las personas ajenas al cónclave y procediendo al cierre de las puertas.

A continuación, la cobertura en vivo del cónclave en el Vaticano:

En pocas líneas:

11:45 hsHoy

Los cardenales ya se encuentran en la Capilla Sixtina y en breve comenzará la primera votación para elegir al sucesor de Francisco

Los miembros del Colegio Cardenalicio entonan cantos gregorianos e invocan al Espíritu Santo para pedir su guía durante el proceso de elección del nuevo pontífice.

11:32 hsHoy

Comenzó la procesión de los cardenales hasta la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave

Comenzó la procesión de los cardenales hasta la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave
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Comenzó la procesión de los cardenales hasta la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave

11:17 hsHoy

Los cardenales ya se encuentran en la Capilla Paulina y se espera que en breve comience la procesión hasta la Sixtina

11:00 hsHoy

A minutos del Cónclave, un mensaje entre cardenales en medio de la misa generó suspicacias: “Felicidades, por partida doble”

Un comentario captado fuera del micrófono durante la misa matutina en la Basílica de San Pedro, pocas horas antes del inicio del cónclave para elegir al próximo papa, ha desatado una oleada de especulaciones en el Vaticano y en los medios italianos. La frase fue dirigida al cardenal Pietro Parolin, considerado uno de los favoritos entre los electores.

El momento ocurrió durante la misa “Pro eligendo Pontifice”, la tradicional celebración litúrgica que precede al cónclave. Mientras los cardenales intercambiaban el saludo de la paz, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, se inclinó hacia Parolin y le susurró una frase que, aunque pronunciada lejos del micrófono, fue claramente audible en las grabaciones del acto: “Auguri… doppi”, o “felicidades por partida doble”, en español.

La expresión, acompañada de una sonrisa, no pasó desapercibida. Las redes sociales y la prensa italiana comenzaron de inmediato a interpretar el gesto. Algunas hipótesis apuntan a que se trataría de un reconocimiento del papel clave de Parolin durante el cónclave, ya que, como Secretario de Estado Vaticano, posee un rol organizativo central. Otras versiones sugieren que las palabras del decano podrían aludir a su posible elección como pontífice.

El momento en el que el cardenal Giovanni Battista Re felicita al cardenal Pietro Parolin en el Vaticano
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El momento en el que el cardenal Giovanni Battista Re felicita al cardenal Pietro Parolin en el Vaticano

El cardenal Parolin al DecanoEl cardenal Parolin al Decano del Colegio Cardenalicio, Cardenal Giovanni Battista Re, en la Basílica de San Pedro en la misa de esta mañana (REUTERS/Murad Sezer)
10:48 hsHoy

Así está el Vaticano en espera por el inicio del cónclave

Miembros de los medios deMiembros de los medios de comunicación se reúnen cerca de la Basílica de San Pedro, en el primer día del cónclave para elegir al próximo Papa en el Vaticano
Vista del balcón central (LoggiaVista del balcón central (Loggia delle Benedizioni) de la Basílica de San Pedro, antes del cónclave para elegir al próximo Papa
La imagen de la chimeneaLa imagen de la chimenea en el techo de la Capilla Sixtina será una de las protagonistas de los medios de comunicación mientras se elige el próximo Papa
Los cardenales se reúnen mientrasLos cardenales se reúnen mientras el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re preside la Santa Misa, celebrada para la elección del nuevo Papa, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano
Todos los cardenales asistieron aTodos los cardenales asistieron a la Santa Misa, celebrada para la elección del nuevo Papa, presidida por el Decano del Colegio Cardenalicio, Cardenal Giovanni Battista Re
El Decano del Colegio Cardenalicio,El Decano del Colegio Cardenalicio, Cardenal Giovanni Battista Re, en la Basílica de San Pedro, fue asistido por Pietro Parolin, uno de los considerados “papables” para este cónclave
Aunque algunos turistas posaron frenteAunque algunos turistas posaron frente a la Plaza de San Pedro esta mañana, se espera que sea al final de la tarde cuando la mayor cantidad de fieles se acerquen al lugar para ver la fumata que indicará el resultado de la primera votación en la Sixtina
Mientras los cardenales cumplen conMientras los cardenales cumplen con sus compromisos, algunas monjas aprovechan para disfrutar un poco de la gastronomía romana

*Fotos de Reuters por: Amanda Perobelli, Marko Djurica, Hannah McKay y Murad Sezer.

10:05 hsHoy

Así será el aislamiento del Vaticano para el Cónclave 2025: confiscación de teléfonos móviles y juramento bajo riesgo de excomunión

Este miércoles 7 de mayo comienza el proceso para elegir al sucesor del Papa Francisco

La Basílica de San Pedro,La Basílica de San Pedro, en el Vaticano, durante la mañana en la que se dará comienzo al Cónclave 2025 (Guglielmo Mangiapane/REUTERS)

Quedan pocas horas para que los cardenales encargados de elegir al nuevo Pontífice sean “encerrados bajo llave” hasta que el Cónclave de 2025 tenga un resultado definitivo. Este miércoles 7 de mayo, el Vaticano acoge el comienzo de un proceso que finalizará con una sucesión para el papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril, y en el que participarán 133 cardenales electores de todo el mundo.

09:54 hsHoy

Cónclave 2025: la incertidumbre y los intrincados caminos hacia la elección del nuevo Papa

En este nuevo proceso para definir al sumo pontífice, participan 133 cardenales de 70 países, de los cuales 107 fueron nombrados por Francisco, 21 por Benedicto XVI y los 5 restantes fueron designados por Juan Pablo II

Cardenales asisten a una misaCardenales asisten a una misa en el quinto de nueve días de duelo por el fallecido papa Francisco, en la basílica de San Pedro en el Vaticano, el miércoles 30 de abril de 2025. (AP Foto/Alessandra Tarantino)

Ya está en marcha el proceso que engloba el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco, y con él resurgen las complejidades y las sorpresas inherentes a este ritual milenario. En medio de especulaciones y expectativas, surge una vez más la frase célebre de Juan Pablo Cafiero: “Quien entra Papa, sale cardenal”. Esta máxima, repetida en los pasillos del Vaticano, se refiere a las impredecibles dinámicas en juego durante la selección de un nuevo pontífice.

09:32 hsHoy

Así está la Capilla Sixtina en la previa al inicio del cónclave para elegir al nuevo Papa

Cómo reacondicionaron la capilla sixtina para el Cónclave 2025
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Cómo reacondicionaron la Capilla Sixtina para el cónclave 2025

09:05 hsHoy

Cónclave 2025: en la misa previa, el cardenal decano del Vaticano pidió a los obispos elegir “al papa que la humanidad necesita”

Giovanni Battista Re, de 91 años, recordó a los electores que “se debe abandonar cualquier consideración personal” en las votaciones. La primera comenzará este miércoles a las 16:30 hora local

El cardenal Giovanni Battista ReEl cardenal Giovanni Battista Re oficia la misa funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el 26 de abril de 2025. REUTERS/Yara Nardi

El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, pidió que “sea elegido el papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”.

08:26 hsHoy

La historia de la fumata blanca: cómo y por qué el Vaticano usa humo en cada cónclave para anunciar al Papa

En plena era digital, la elección del nuevo pontífice sigue marcada por una señal ancestral que se eleva al cielo romano mientras el mundo observa, esperando una respuesta que no llega en notificaciones sino en ceniza

Inicia en el Vaticano elInicia en el Vaticano el cónclave en pleno siglo XXI con tradición medieval (REUTERS/ARCHIVO)

En el corazón de un mundo que exige inmediatez, donde la información se despacha en segundos y los ojos se multiplican en miles de cámaras y pantallas, el Vaticano anuncia la elección de su nuevo Papa como hace cien años: con humo. No hay pantallas LED, ni notificaciones push, ni tuits en vivo desde la Capilla Sixtina. Solo una chimenea estrecha, un silencio sellado por el juramento, y un lenguaje arcaico que se eleva al cielo romano como un susurro antiguo: blanco, sí; negro, no.

08:12 hsHoy

Un uruguayo en el cónclave: los días intensos en Roma y por qué cree que el papa no será de América Latina

El arzobispo de Montevideo, el cardenal Daniel Sturla, dijo que el próximo líder de la Iglesia Católica tendrá que seguir el “legado” de Francisco pero con cambios

Fotografía de archivo del cardenalFotografía de archivo del cardenal uruguayo, Daniel Sturla, en el atrio de la Catedral Metropolitana, en Montevideo (Uruguay). EFE/Hugo Ortuño

Los días en Roma son más intensos de lo que Daniel Sturla imaginó. El arzobispo de Montevideo, designado cardenal por el papa Francisco en 2015, vivió la previa al primer cónclave entre charlas de pasillo informales, que era una suerte de recreo en los que se manejaban los posibles nombres.

07:05 hsHoy

Al menos 5.000 personas participaron a en la misa “Pro eligendo pontífice” en la Basílica de San Pedro

Al menos 5.000 personas participaronAl menos 5.000 personas participaron a en la misa “Pro eligendo pontífice” en la Basílica de San Pedro (REUTERS/Murad Sezer)

Unos 5.000 fieles acudieron a la basílica de San Pedro para participar en la misa Pro eligendo pontifice, celebrada esta mañana y presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re, en el inicio de la jornada previa al cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco.

La ceremonia reunió también a más de 200 cardenales, obispos y religiosos, mientras en la plaza de San Pedro pequeños grupos de personas seguían el rito desde las pantallas exteriores. A pesar de la amenaza de lluvia y del cierre de la basílica al público general, el acto congregó una notable asistencia, aunque sin las aglomeraciones habituales de otras ocasiones.

El acceso a la plaza estuvo controlado por filtros de seguridad policial, mientras que cientos de periodistas se distribuyeron entre la plaza Pío XII y las plataformas montadas para dar cobertura a la jornada.

06:34 hsHoy

Terminó la misa “Pro eligendo pontífice” y los cardenales se retiran de la Basílica de San Pedro

05:47 hsHoy

El cardenal Giovanni Battista Re llamó a la unidad de la Iglesia en la misa previa al Cónclave

En la homilía de la misa previa al Cónclave, celebrada en la basílica de San Pedro, el cardenal decano Giovanni Battista Re instó a los cardenales electores a “mantener la unidad de la Iglesia” en un momento que calificó como “difícil, complejo y convulso”.

En su mensaje, subrayó la trascendencia de la decisión que se avecina y pidió a los electores dejar de lado “cualquier consideración personal” durante el proceso de votación.

“La unidad debe prevalecer en este momento de gran importancia para la Iglesia”, sostuvo el cardenal.

05:42 hsHoy

Los medios del Vaticano cubrirán en 11 idiomas el inicio del Cónclave

Este miércoles por la tarde, a las 16.30 (hora local), los cardenales electores ingresarán formalmente en la Capilla Sixtina para prestar juramento y dar inicio al Cónclave, con el tradicional llamado Extra omnes, tras el cual se cerrarán las puertas y comenzarán las votaciones para elegir al nuevo papa.

La ceremonia será transmitida en directo por los medios del Vaticano en 11 idiomas, lo que permitirá a fieles de todo el mundo seguir el momento simbólico que marca el inicio del proceso más reservado y solemne de la Iglesia católica.

Además, la cobertura incluirá interpretación en lengua de señas en inglés, español e italiano, reforzando el acceso inclusivo a una de las ceremonias más esperadas por millones de personas.

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Durante el cónclave, los cardenales electores se alojan en la Casa Santa Marta, la residencia en la que vivía el Papa Francisco en el Vaticano

ARCHIVO - Los cardenales caminanARCHIVO – Los cardenales caminan en procesión hacia la Capilla Sixtina en el Vaticano, al comienzo del cónclave, el 18 de abril de 2005. (Osservatore Romano via AP, archivo)

El miércoles 7 de mayo de 2025 quedará marcado en los anales de la historia. Y es que, a partir de las 16:30 horas, dará comienzo en la Ciudad del Vaticano el cónclave que decidirá el futuro más próximo de la Iglesia Católica, el nombre de quien sucederá al recientemente fallecido Papa Francisco. Toda la atención del planeta estará puesta en la Capilla Sixtina, donde se desarrollan las votaciones que pueden prolongarse por varios días. Esta elección, que requiere un régimen de clausura extremo para los cardenales, está rodeada de misterio, curiosidades y anécdotas, un enigmático proceso que nos deja grandes y pequeñas preguntas.

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Gregorio X, el pontífice olvidado que inventó el sistema que para elegir al nuevo Papa

Antes de morir en 1276, impulsó un proceso cuyas bases hoy siguen vigentes en cada cónclave. Transformó una crisis en una solución institucional clave

Gregorio X instituyó el cónclaveGregorio X instituyó el cónclave en 1274 como respuesta a la crisis de una elección papal de casi tres años (Bibliothèque nationale de France)

Ante la muerte de Francisco, vuelve al centro del debate una figura poco recordada pero crucial: Gregorio X, el pontífice que en 1274 instituyó el cónclave tras una crisis que mantuvo vacante el trono papal durante casi tres años.

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El nombre adoptado por elEl nombre adoptado por el nuevo Papa refleja sus valores, prioridades y misión espiritual al iniciar su pontificado (Imagen de archivo del papa Francisco /Reuters)

Cuando el mundo escucha las palabras “Habemus Papam”, el momento no solo anuncia un nuevo líder para la Iglesia Católica, sino también el nacimiento de una nueva identidad espiritual. El nombre elegido por el pontífice recién electo no es una formalidad: es su primera decisión como Papa, cargada de simbolismo y resonancia histórica. Esta práctica, que hoy parece inseparable del papado, no siempre fue así.

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Quién es Dominique Mamberti, elQuién es Dominique Mamberti, el cardenal que anunciará al mundo la elección del nuevo papa

El próximo anuncio del nuevo pontífice estará a cargo del cardenal Dominique Mamberti, un discreto y experimentado diplomático de la Santa Sede que a sus 73 años se prepara para pronunciar una de las frases más emblemáticas del Vaticano: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam!” (“Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos papa!”).

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Extra omnes. Una vez se pronuncien esas palabras en latín esta tarde, las puertas de la Capilla Sixtina se cerrarán, dejando enclaustrados ‘bajo llave’ a los 133 cardenales entre los que se encuentra el nuevo papa de la Iglesia católica. Es en ese preciso momento en el que arrancará oficialmente el cónclave y el peso de la historia caerá sobre los hombros de esos hombres venidos de cada rincón del planeta para celebrar en el Vaticano una votación cargada de secretismo y aislamiento para elegir al líder espiritual de los católicos en el mundo, una población de más de 1.406 millones de personas, el 17,7% de la mundial (según datos del propio Vaticano de 2023).

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Sociedad

Fue monja de clausura 12 años, dejó los hábitos, se casó y tuvo una hija: “No me arrepiento, pero fue demasiado tiempo”

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Cuando cumplió 20, Florencia Luce ingresó a un monasterio contemplativo, convencida de tener una vocación religiosa. Durante más de una década llevó una vida de aislamiento, obediencia y silencio, marcada por contradicciones que, con el tiempo, la empujaron a replantearse su fe. Años más tarde, transformó esa experiencia en una novela titulada “El canto de las horas”

Fue en 1981. Florencia Luce tenía 19 años y transitaba lo que hoy describe como una “crisis de identidad”. Mientras estudiaba Agronomía, una carrera universitaria que no le gustaba, empezó a pensar en una posibilidad que hasta entonces no se había planteado: convertirse en monja. “Tuve una sensación interna muy fuerte que, para mí, fue un llamado de Dios”, le cuenta a Infobae desde Morristown, Nueva Jersey, Estados Unidos, donde vive y actualmente escribe, enseña idiomas y traduce textos.

De la localidad bonaerense de Vicente López, Florencia (63) se crió en una familia de clase media con cinco hermanos y unos padres poco religiosos. Cursó el primario en el Franco Argentino y la secundaria en el colegio Labardén de San Isidro. Aunque la institución era laica, muchos de sus amigos eran católicos y terminaron acercándola a la Iglesia. “Comenzaron a invitarme a charlas y retiros. Empecé a creer en Dios y me volví medio fanática: iba a misa en secreto casi todos los días, leía sobre la vida de los santos y rezaba novenas”, asegura.

La noticia fue un cimbronazo para los Luce. Sus padres fueron los primeros en oponerse. “Me decían: ‘Esperá. ¿Por qué mejor no hacés un viaje?’. Pero yo estaba totalmente convencida. A eso se sumaba lo que me decía el sacerdote: ‘Si tu vocación es genuina, tenés que ir por ese lado’”, recuerda. Para sus hermanos y parte de su círculo también fue una sorpresa: “Les costó creerlo. No me relacionaban con ese tipo de vida”.

Año 1994. Florencia con susAño 1994. Florencia con sus padres, Mercedes y Gerardo, días después de salir del monasterio

La vida contemplativa

La entrada al monasterio fue en enero de 1982. Florencia llegó con un bolso pequeño y acompañada por sus padres, hermanos, abuelos, tíos y primos. “Hubo una misa seguida de una pequeña ceremonia y después me fui por un costado hacia la clausura. Ahí me recibieron las monjas y me despedí de mi familia. Para ellos fue tremendo”, rememora.

Durante el primer año, como parte del proceso de adaptación, tuvo que vestir ropa laica: pollera larga y zapatos chatos. Más adelante le dieron el hábito. La vida puertas adentro estaba regida por normas estrictas que limitaban al máximo el contacto con el exterior: no se podía mirar televisión ni leer diarios y estaban, prácticamente, todo el día en silencio. Las visitas familiares, que al principio eran semanales, luego pasaron a ser mensuales. “Encima se realizaban detrás de un mostrador, así que no podíamos ni abrazarnos. Hoy lo veo y me parece anacrónico, pero en ese momento no me representaba un problema. Para mis padres, en cambio, era durísimo. Mis hermanos, de a poco, dejaron de ir. Les resultaba distante, no podían entenderlo”, cuenta.

Luego de unos meses comenzó a sentir cierta contradicción. Aunque le gustaba la rutina, el estudio, el canto gregoriano y el orden que proponía la vida monástica, Florencia convivía con una creciente incomodidad interior. “Empecé a tener crisis espirituales que copaban todo”, dice. “Mi fe siempre fue muy débil, casi como que me la impuse. Entonces, cuando estaba ahí adentro, me cuestionaba muchas de las cosas que se hacían, como por ejemplo la confesión. Sentía una resistencia. ‘¿Para qué?’, me preguntaba”.

Todo eso, explica ahora, desembocaba en una duda mayor: si no comulgaba con los dogmas de la Iglesia, ¿Tenía en realidad una vocación religiosa? “El problema era que no tenía permitido compartir esas inquietudes con nadie. Solo podía trasladárselas a la maestra de novicias, que era la responsable del acompañamiento espiritual. Y, cada vez que hablábamos, ella me decía lo mismo: ‘Ya se te va a pasar. Rezá, rezá, rezá’”, recuerda.

A las contradicciones internas, se sumaron las tensiones cotidianas. “Había celos entre novicias. Competíamos por el amor o la atención de la superiora, al punto de que me entristecía si a una de mis compañeras le asignaban tareas más importantes que a mí. Pensaba: ‘No puede ser que esté pendiente de estas pequeñeces. Esto no tiene nada que ver con Dios’”, explica. “Puede parecer ridículo, pero en un ambiente tan cerrado, donde pasás muchas horas en silencio, la cabeza no para”, agrega.

Florencia (de blanco) con susFlorencia (de blanco) con sus hermanos un año después de dejar los hábitos

Más dudas que certezas

A los dos años de iniciar su vida monástica, Florencia comenzó a plantearse por primera vez la posibilidad de dejar los hábitos. “Quizá tenga que irme. Quizá esto no es para mí”, pensaba. Pero cuando le trasladaba la incertidumbre a su maestra espiritual, ella se la rebatía con argumentos que, de alguna manera, mermaban esa crisis. “‘Hay un montón de monjas que se cuestionan. Ya se te va a pasar. Vos tenés pasta para esto’, me decía. Y en un punto era cierto, porque a mí me gustaba el estilo de vida que se hacía en el monasterio. Creo que todo eso me llevó a estar confundida”, recuerda.

A los tres años de su ingreso, como marcaba la regla, a Florencia le tocó renovar su compromiso mediante los votos temporales: una promesa por otros tres años más, de castidad, pobreza y obediencia. “Si bien mantenía mis inquietudes, todas mis compañeras lo hicieron y estaban felices. Se ve que en ese momento yo era muy maleable e insegura, entonces seguí adelante”, explica.

Seis años después de su ingreso llegó la “profesión solemne”, el ritual que confirmaba su compromiso definitivo con la vida religiosa. “En teoría, una se vuelve a replantear todo y decide si quiere irse o seguir adelante. Es una ceremonia muy fuerte. La que hace los votos se tira en el piso boca abajo mientras todos cantan y rezan. Esa es una de las partes más impactantes”, describe. Sus padres estuvieron presentes, en primera fila.

Tras dejar el monasterio, estudióTras dejar el monasterio, estudió Literaturas Comparadas en la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, y se formó en la escritura creativa con Hugo Correa Luna en Buenos Aires

Una revelación en Francia

De los tres votos —castidad, pobreza y obediencia—, el que más le costó cumplir a Florencia fue el último. “Sin ninguna duda, la obediencia fue lo más difícil”, asegura. A medida que pasaban los años, y ella dejaba de ser aquella joven de 20 años, el mandato de obedecer sin cuestionar empezó a hacerle ruido. “A los 26 ya era otra persona. Veía incoherencias y tenía interrogantes”, explica.

El problema no era solo el voto en sí, sino las contradicciones cotidianas que presenciaba puertas adentro. “Había un grupito selecto que podía hacer cosas que el resto no. Por ejemplo, durante la siesta, la abadesa te podía invitar a tomar el té con cosas ricas. Todo en secreto, porque el resto no lo sabía”, recuerda. Esa dinámica de privilegios —de la que formaba parte— la incomodaba cada vez más. “Pensaba: ‘¿De qué sirve rezar por el mundo y ser testigo de la injusticia acá adentro?’”.

Hacia el final de su estadía, entre 1992 y 1993, fue enviada a Francia. Los motivos: sabía hablar francés y el monasterio de destino era conocido por su tradición en canto gregoriano, disciplina en la que Florencia se había formado. A la distancia, experimentó un contraste inesperado que puso de manifiesto el desgaste que venía arrastrando. “Descubrí que allí se vivía una espiritualidad mucho más pura. Por lo menos, esa fue mi visión”, dice. Si bien el encierro era mayor —las visitas se hacían a través de una reja—, la vida interna le pareció más coherente. “Era lo que planteaba el papa Francisco: ‘Volver al espíritu del Evangelio’”, dice.

En cartas a sus compañeras expresó esas nuevas vivencias, algo que, cree ahora, no fue bien recibido. Cuando regresó, la abadesa —a quien había considerado una figura materna— no solo no le devolvió su puesto como directora del coro, sino que la apartó por completo. “Eso me tocó el punto más sensible”, reconoce.

Aunque por dentro hervía, no dijo nada. Lloró en silencio y empezó a cerrarse sobre sí misma. “Me tragaba toda la angustia. Sentía que no podía compartir nada con nadie y la contradicción volvió: ‘Si yo soy monja e hice votos de obediencia, ¿por qué esto me está afectando tanto?’, pensaba. Tendría que poder ofrecérselo a Dios y decir: ‘Estoy feliz de que no me pidan que trabaje en la dirección de coro’, pero no lo sentía así”.

El quiebre definitivo llegó poco después, en 1994, con la muerte de su abuela materna. Habían tenido una relación cercana durante la adolescencia, y su familia esperaba que asistiera al entierro. Florencia pidió permiso para ir, pero la respuesta fue negativa. “‘Si te dejo a vos, tengo que dejar a todas’, me dijo la abadesa. Y tenía razón, pero no pude tolerarlo. Fue la gota que rebasó el vaso: ahí decidí irme”, explica.

En 2022 publicó "El cantoEn 2022 publicó “El canto de las horas” (Libros del Zorzal), una novela inspirada en su experiencia en el monasterio contemplativo. Años antes, en 2016, escribió “Hasta hoy recuerdo cada verso”, una crónica de inmigración de su familia, del sur de Francia a la provincia de Corrientes

—¿Cómo fue tu salida? ¿Tuviste reuniones o un día dijiste: “Me voy”?

Me fui solamente dejando una carta. Sabía que si hablaba con la abadesa iba a volver a convencerme porque yo la quería mucho y ella me quería mucho a mí. Escribí un texto bien largo explicándole todo lo que me venía pasando y que había decidido no recurrir a ella porque no quería que me hiciera dudar. Dejé el sobre y me fui.

—¿Nadie sospechó nada cuando te vieron salir del monasterio?

—No, porque como yo era de las pocas que sabía manejar, solía hacer salidas, por ejemplo, para llevar a la abadesa a hacer trámites. Entonces a nadie le llamó la atención. En la carta, además, expliqué que iba a estar en lo de mis padres y dejé un número de teléfono para que me contactaran. Y así fue: ella después me llamó, volví y tuvimos una charla.

—¿Se enojó o te entendió?

—Para la abadesa fue muy duro. Se lo tomó bastante mal. Lo que más le dolió fue que no hubiera hablado con ella en todo ese proceso. Pasó el tiempo, regresé varias veces con la intención de conversar y que me entendiera, pero nunca quiso. Así que poco a poco fui dejando de ir.

De viaje con su maridoDe viaje con su marido David en marzo pasado

—¿Cuál fue la reacción de tu familia?

—No podían creerlo. Mi mamá y mi papá estaban de viaje, pero fui a su departamento, donde vivía mi hermana menor, y después se sumaron dos hermanos más: lloraban de alegría. Esa noche llamamos a mis padres. Ellos estaban en el Uruguay, porque en esa época pasaban seis meses allá y seis meses en Buenos Aires. Enseguida mi padre me sacó un pasaje y me fui para allá con ropa de mi hermana. Y ahí pasé, probablemente, 30 días. Yo estaba flaca, casi transparente, así que me alimentaron y me vistieron. Después regresamos y conseguí trabajo rapidísimo. En ese sentido tuve suerte.

—¿Costó insertarte socialmente?

—No. Si bien tenía mis momentos de tratar de estar sola, me gustó mucho la parte de redescubrir a mi familia: volver a estar con mis hermanos y mis sobrinos, que en ese momento eran chiquititos. No puedo decir que me haya costado. Justamente, creo que fue gracias a mi familia y también a que reconecté con dos de mis mejores amigos de antes, que pude adaptarme rápido. Empecé a estudiar Musicoterapia y, por mi francés, conseguí un puesto en una inmobiliaria, porque no tenía experiencia de nada. Ni siquiera sabía de computación. Ahí trabajé unos meses nomás, hasta que me fui a una empresa de asistencia al viajero. Después conocí a mi marido, que es norteamericano, nos casamos y al año nos fuimos a vivir a Estados Unidos.

—De ser monja de clausura en un monasterio contemplativo a casarte y tener una hija. ¿Lo habías imaginado?

—Cuando me presentaron a mi marido, no quería saber nada. No fue un flechazo en absoluto, pero empezamos como una amistad y, poco a poco, nos enganchamos.

—¿Te casaste por iglesia?

—Sí. Me casé por iglesia. Todavía me quedaba fe. (Risas).

"No me arrepiento de haber“No me arrepiento de haber sido monja, pero sí de haberlo sido tanto tiempo”, dice

—Después de ser madre, ¿te pusiste más en el lugar de tus padres al momento de decirles que querías ser monja?

—Sí. En algún momento le dije: “Hija no me vayas a hacer eso”. Y ella me contestó: “¡Ni loca, mamá!”. Al principio yo no quería reconectarme con mi vida pasada. Quería ir adelante, tenía proyectos, ganas de estudiar y de viajar. Fue bastante más adelante, cuando empecé terapia, que comencé a revisar toda esa etapa y a pensar en plasmar mi historia en un libro. Así surgió El canto de las horas (Libros del Zorzal, 2022). Me llevó diez años, pero necesitaba hacerlo. Primero, para que le quedara a mi hija. Después porque empecé a pensar que otras chicas podían pasar por lo mismo. Y no me equivoqué: tras publicar la novela me contactaron unas cuantas.

—¿Cuál es tu vínculo con la Iglesia hoy? ¿Vas a misa, por ejemplo?

—La parte espiritual no la perdí, pero ahora pasa por meditar, salir a caminar o escuchar música. Admiré muchísimo al papa Francisco. Me encanta todo lo que dijo e hizo. De hecho, yo estuve en el Vaticano como monja, así que conozco algunas internas. Pero la parte institucional de la Iglesia no me llega en absoluto: me desilusionó.

—El próximo 30 de mayo vas a cumplir 64 y, a esta altura, los doce años en el monasterio son un pedacito de tu vida. ¿Cómo lo ves hoy? ¿Te arrepentís?

—Mi sentimiento hacia esos 12 años es de mucho cariño. Fue una experiencia muy rica. Y todas esas pequeñas cosas que te mencioné que para mí en ese momento eran un mundo, no son las que me pesan. No me arrepiento de haber sido monja, pero sí de haberlo sido tanto tiempo, porque yo entré a los 20 y salí a los 32. Hoy la veo a mi hija, que tiene 26, veo lo que está haciendo, y entiendo que todo eso yo no lo viví. Estuve en un lugar muy protegido, luchando con mi propio interior. Ese es el gran dolor que tengo. Reprocho que no me hayan ayudado a entender que esa vida no era para mí. Fue demasiado tiempo.

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