María Fernanda Escalante León tenía 20 años cuando conoció Arón Iusin, de 49, divorciado y con 4 hijos. El flechazo fue inmediato y seis meses después, en 2017, ella dejó su país para empezar un futuro con él a pesar de los prejuicios de ambas familias
María Fernanda Escalante León tenía 20 años cuando se enamoró de un argentino por Internet, que era casi tres décadas mayor que ella. A diferencia de muchas jóvenes de su edad, que sueñan con conocer al “príncipe azul” que le prometa una vida de lujo y ensueño, el entrerriano Arón Iusin se desempeñaba como trabajador rural. Ya había tenido su primer matrimonio y con cuatro hijos mayores de edad estaba buscando rearmar su futuro y volver a enamorarse. Un hombre de 49 años, sin joyas para regalar, pero con una vida real para compartir.
“Nos conocimos en una página que se llamaba ‘Encuentra a tu media naranja’ y chateamos durante 6 meses hasta que me hizo la propuesta de mudarme con él”, contó a Infobae la joven salvadoreña, que hoy tiene 28 años y está radicada en el país desde 2017.
La decisión de emigrar hacia una aventura desconocida junto a Arón generó un cimbronazo en su familia, ya que Fernanda aún vivía con sus padres y sus cinco hermanos y no estaba atravesando el mejor momento personal. También generó rispideces entre los hijos del hombre debido a que su nueva novia tenía la misma edad que su primogénito.
Antes de Arón, Fernanda había tenido otros sueños. Intentó entrar en la Fuerza Armada de El Salvador, pero un problema en las rodillas se lo impidió. Luego, averiguó para aplicar en la Policía, pero sus padres se lo prohibieron. “En ese momento había muchos pandilleros, la inseguridad crecía sin parar y temían lo peor”, contó.
Fernanda nació en El Salvador y todavía vivía con sus padres cuando tomó la decisión de emigrar a la Argentina, en 2017
La frustración la llevó a la depresión. Y en ese momento apareció Arón, un incansable trabajador de campo que le proponía un futuro distinto, en medio de la naturaleza. “Fue como una terapia. Me dio las fuerzas que necesitaba para salir adelante”, recordó.
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Las palabras de su madre, también le sirvieron para animarse al drástico cambio que se avecinaba: “Si eso te hace feliz, adelante”. Pero no fue fácil. Nunca lo es cuando se elige un amor fuera de lo convencional.
Arón no era el modelo de pareja que la sociedad espera para una chica joven. La diferencia de edad fue un tema de prejuicio. Sus propios hijos mayores miraron la relación con recelo. Pero ella, acostumbrada a desafiar las normas, no dudó.
El choque cultural también fue duro. Fernanda, criada en la ciudad, nunca había ordeñado una vaca ni vivido sin transporte público a la mano. Pero Arón, curtido en la vida rural desde chico, le fue contando sobre su día a día y la cautivó por completo.
Arón trabajó como peón rural desde chico hasta que tuvo la oportunidad de administrar varias estancias en distintos puntos del país
Antes de subirse al avión, Fernanda lo investigó. Contactó a conocidos suyos en Facebook, verificó su historia y le preguntó a gente de su pueblo natal, en Entre Ríos. “Quería asegurarme de que todo era verdad”, se sinceró.
Antes de que Fernanda apareciera en su vida, Arón vivía solo en una estancia en La Pampa, rodeado de animales y caminos de tierra interminables. Había pasado los últimos ocho años solo, tras separarse de su primera esposa. Se había casado muy joven, a los 19 años, y tras 21 años de matrimonio, la relación llegó a su fin. Sus hijos crecieron, dos se fueron a vivir a España, los dos otros se mudaron a Miramar, Buenos Aires, y él tuvo que volver a empezar. Esa necesidad de iniciar una familia lo llevó a buscar un nuevo amor por las redes.
La llegada de Fernanda a la Argentina cambió las prioridades de Arón por completo, y mucho más cuando, dos años más tarde, nació el hijo de la pareja al que llamaron Bruce Adonai. “En ese campo hacía el trabajo de seis personas. No podía más y empecé a buscar otro empleo para que pudiéramos estar más tiempo juntos”, recordó. Así fue como, a través de una plataforma del sector agropecuario, los dos fueron seleccionados por los dueños de un campo en Villa Calamuchita, Córdoba, para ser los caseros.
“Nos hicieron una entrevista por Zoom y nos mandaron fotos. En las imágenes la casa se veía más grande de lo que era en realidad, pero aceptamos sin dudarlo porque necesitábamos el trabajo”, dijo Fernanda, quien rápidamente aprendió a vivir en el campo, donde las comodidades son pocas y el trabajo nunca se detiene.
Actualmente, la pareja trabaja como caseros en una estancia de Villa Calamuchita. Él también se encarga de las tareas rurales y ella de las tareas domésticas de los dueños del lugar
“La vida nos trajo hasta acá. Nos regaló este lugar y hoy nos pagan por estar en un lugar donde muchos pagarían por vivir”, afirmó Arón con la certeza de que había tomado la decisión correcta de cambiar de trabajo.
Mientras en El Salvador sus amigas soñaban con un amor idealizado, ella cambió una vida sin rumbo por una con propósito y apostó por un amor con lucha, con papeles de migración demorados, con mudanzas de estancia en estancia y con jornadas de trabajo de sol a sol. Un amor que, lejos de parecerse a un cuento de hadas, era mucho más auténtico.
El día que llegaron a su nuevo hogar, los recibió un paisaje árido, una casa descuidada y 13 kilómetros de distancia hasta el pueblo más cercano. El campo que cuidan tiene 200 hectáreas, con ovejas, vacas y otros animales.
“Acá no había nada. Era todo tierra, sin vegetación, sin jardín. Empezamos a trabajar de a poco”, contó Arón, quien fue transformando el espacio con materiales reciclados y técnicas que aprendió con el tiempo. Se dedicó al parque, diseñó un deck de madera, armó una huerta con zapallos y calabazas y construyó su propio gallinero.
La pareja junto a su hijo argentino, Bruce Adonai, de 5 años
El aislamiento fue uno de los principales desafíos para Fernanda. “En El Salvador vivía en la ciudad. Allá, si querías algo, salías y lo comprabas. Acá, si te dan ganas de comer fruta y no tenés, hay que esperar hasta el día que bajás al pueblo”, explicó. A lo que se sumó un gran cambio para ella: “En El Salvador hace calor todo el año y acá me tuve que acostumbras a las temperaturas bajo cero y a usar gorros y guantes”.
Actualmente, Fernanda se encarga de limpiar la estancia principal y realiza horas extras haciendo tareas domésticas en la casa que los dueños tienen en la ciudad. En paralelo, se dedica tiempo completo, a la crianza de Bruce Adonai, que está por ingresar a primer grado. “La escuela más cercana está a cinco kilómetros, y todas las mañanas Arón lo lleva en la camioneta que nos proporcionan los propietarios del campo”, remarcó Fernanda, quien admite que a veces extraña un poco la vida urbana.
“Me gustaría que Bruce hiciera más actividades y tuviera amigos cerca. Pero también valoramos todo lo que tenemos. Él es feliz acá. Está en contacto con la naturaleza, y eso es algo que muchos chicos no tienen”, relató.
Otras de las cosas que lamenta es que desde hace ocho años no ve a su madre ni a sus hermanos. No hubo abrazos en los cumpleaños, ni risas compartidas en la mesa, ni fotos familiares donde todos estén juntos. Solo llamadas, audios de WhatsApp y videollamadas en las que su mamá intenta memorizar la cara de su nieto a través de una pantalla. “Ella lo conoce solo por fotos y video. Nunca pudo abrazarlo”, lamentó.
Arón le enseña a su hijo a cuidar de los animales y hacer las tareas rurales, tal como su padre lo hizo con él
Cuando dejó El Salvador, sabía que no sería fácil. Pero nunca imaginó que la distancia se haría tan definitiva. Los años pasaron y los vuelos cada vez le resultan más caros: “La situación económica nunca es la ideal, y el reencuentro sigue postergándose”.
Arón la entiende, porque él también tiene hijos lejos. Pero Fernanda no se rinde. Sabe que algún día, de alguna manera, logrará que su madre y su hijo se abrazarán. Porque en esta historia de amor, lo importante no es lo que dejaron atrás, sino lo que construyeron juntos.
Fernanda y Arón no siguieron un guion convencional. No buscaron encajar en las expectativas de otros. No soñaron con lo que dicta la norma. Soñaron con algo mucho más simple, y al mismo tiempo, mucho más valioso: una vida en común, lejos del ruido del mundo, donde el amor no necesita grandes escenarios para ser correspondido.
Era oriundo de la provincia de Río Negro, trabajador de Andreani y padre de dos hijos menores de edad. Su fallecimiento fue confirmado la tarde del domingo.
A tres días del trágico temporal que azotó a Bahía Blanca, el saldo de víctimas fatales asciende a 16 personas. Entre ellas se encuentra Rubén Zalazar, el hombre que intentó rescatar a Delfina y Pilar, dos niñas que aún permanecen desaparecidas.
Su cuerpo fue hallado este domingo por la tarde, según informó el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso.
Zalazar era rionegrino, trabajador de la empresa de correos Andreani. Había viajado desde Viedma a Bahía Blanca. En su intento por regresar, quedó varado debido al temporal y fue arrastrado por el agua en la zona de El Cholo, Cerri. Uno de los epicentros de las mayores inundaciones, al igual que Ingeniero White.
Durante la catástrofe, según relata La Nueva, logró sostener en brazos a Pilar Hecker, una de las dos niñas desaparecidas.
Las menores viajaban junto a sus padres hacia la casa de unos parientes en Mayor Buratovich para refugiarse de la tormenta. Sin embargo, en plena Ruta 3, el auto en el que se trasladaban, conducido por Andrés Hecker, quedó atrapado en el agua y fue arrastrado por la corriente.
El valor de Zalazar
Al intentar auxiliarlos, Zalazar y la familia fueron llevados por la fuerza del agua. La madre de las niñas logró ser rescatada con vida, pero la búsqueda de las pequeñas continúa.
«La camioneta se quedó, se detuvo, se empezó a llenar de agua, ellos subieron a los techos para tratar de estar lejos del agua, a resguardo, y estaban arriba del techo y vino más agua y en cuestión de segundos se fueron arrastrados», relató el ministro Alonso a la prensa.
Zalazar era oriundo de la provincia de Río Negro y padre de dos hijos menores de edad. Tras la confirmación de su fallecimiento, el vicegobernador rionegrino, Pedro Pessatti, expresó sus condolencias: «con profunda tristeza recibimos la noticia del hallazgo sin vida de Rubén Zalazar, el chofer rionegrino, hijo de Viedma, que perdió la vida intentando ayudar en medio de esta tragedia».
Asimismo, destacó su valentía y sacrificio: «su gesto de grandeza y heroicidad nos conmueve y nos recuerda la grandeza de quienes arriesgan todo por los demás. Expresamos nuestras condolencias a su familia y seres queridos, y seguimos con esperanza la búsqueda de Delfina y Pilar».
El hallazgo del cuerpo de Zalazar se logró luego de identificar su camioneta, un elemento clave en la investigación. Alejandro Marengo, hermano de la mediática Rocío Marengo, aportó información crucial tras rastrear la zona con su avioneta.
«Nosotros tenemos campo en Mayor Buratovich. Cuando se empezó a hablar de esta camioneta que faltaba, que no la encontraban y que las nenas estaban en el techo, mi hermano fue porque conoce muy bien la zona. El campo nuestro da a la costa y conoce muy bien de marea, de agua y de todo. Salió con su avioneta a rastrillar la zona. Automáticamente, sacó las fotos y las envió al municipio que pudo localizar la camioneta. Como mi hermano, todo el mundo está haciendo lo que está a su alcance», explicó Rocío.
Por su parte, el intendente, Federico Susbielles, advirtió sobre la situación de las niñas, en conferencia de prensa: «hay una denuncia realizada y un registro visual de la situación que nos hace presumir, lamentablemente, un mal desenlace. En un vuelo vimos la camioneta a la izquierda, saliendo de la ruta».
Así lo confirmó el intendente Federico Susbielles. Destacó que en materia de seguridad “no hubo ningún tipo de incidente ni situaciones vinculadas a la violencia”.
En conferencia de prensa, el intendente de Bahía Blanca Federico Susbielles detalló que el agua cede “paulatinamente” en las zonas afectadas, pero que “más del 70 % de los bahienses han tenido daños graves o lo han perdido todo”, lo cual, según la cantidad de habitantes detallada por el propio jefe comunal, daría una cifra de más de 238.000 personas afectadas.
“La situación del agua ha ido cediendo paulatinamente, Ingeniero White, Boulevard y Saladero empiezan a retomar la normalidad, del mismo modo que el casco histórico. Queda la calle final antes del ingreso a puerto, que tiene aproximadamente 30 centímetros de agua. Estamos trabajando con gente de hidráulica para ver de qué manera la vamos a desagotar”, explicó el jefe comunal.
Susbielles también sostuvo que en el caso de General Daniel Cerri todavía hay agua en una zona de quintas, “sin riesgo para la gente que está en el lugar”, mientras que el Ejército trabaja con camiones especiales para asistir a las familias afectadas.
En cuanto a los barrios 17 de Agosto, Viajantes del Sur y Villa Hipódromo, el alcalde bahiense explicó que “son ollas, hondonadas”, por lo que se trabaja con tres bombas para drenar el agua de manera progresiva.
Seguridad en Bahía Blanca
“En materia de seguridad, ayer no hubo ningún tipo de incidente ni situaciones vinculadas a la violencia. Quiero resaltar el grado de civismo de nuestra comunidad, que estuvo en su casa y con ese aporte logró mantener la paz” ponderó Susbielles al agradecer al Ministerio de Seguridad bonaerense, que mantiene más de 700 efectivos en la ciudad.
Asimismo, el jefe comunal destacó el trabajo “articulado con las fuerzas federales” y mencionó la presencia de la ministra de Seguridad nacional Patricia Bullrich, además de Prefectura, Gendarmería y la Policía Federal Argentina, las cuales operan en conjunto.
El intendente recordó que Bahía Blanca es una ciudad de 340.000 habitantes y que “desde muchos rincones de la Argentina están preparando ayuda para la ciudad, que está en proceso de llegada”.
“Hemos logrado distribuir 100 toneladas de alimentos, más de 18.000 litros de lavandina y estamos en proceso de distribuir 1.300 colchones, de los cuales nos quedan 300 en stock», explicó.
“Hubo que conformar los centros de evacuados, tenemos 500. Entendemos el dolor y la angustia de nuestros vecinos, estamos tratando de llegar a todos los rincones de la ciudad. Más del 70% de los bahienses han tenido daños graves y muchas familias lo han perdido todo”, reconoció.
En cuanto a los servicios públicos, sostuvo que en materia de energía se recuperó el 70% del servicio eléctrico de la ciudad, a través de la empresa EDES, encargada del suministro.
Advertencias de especialistas desoídas. Recortes presupuestarios del Gobierno nacional en áreas claves como Emergencias e Infraestructura Hidráulica. Obras que son necesarias, en un momento donde se rechaza la obra pública. Y el cambio climático que demanda acciones urgentes para mitigar y adaptar a las ciudades para eventos cada vez más extremos.
Que lluevan casi 350 milímetros en 4 horas suena imposible de contrarrestar para cualquier distrito en cualquier circunstancia, sin embargo el temporal trágico de Bahía Blanca demostró algunas certezas: que ya sea para prevenir, mitigar o reconstruir, se necesita más Estado y más ciencia. Dos entes denostado por la actual gestión nacional embanderada en el mote de La Libertad Avanza.
Paula Zapperi es Doctora en Geografía, investigadora del CONICET y trabaja en la UNS de Bahía Blanca. Se especializa en Hidrografía Urbana y estudia las inundaciones en esa ciudad. Ya en su tesis doctoral de 2012 anticipaba lo que pasó en Bahía Blanca, describía su ubicación y la importancia de cauces de agua de la zona, resaltando que la localidad se encuentra emplazada en la cuenca inferior del arroyo Napostá cuyo curso la atraviesa en su interior: «En el sector norte se erigen áreas parquizadas en torno a su cauce y aguas abajo se han efectuado obras de entubado», especialmente en lo que respecta al Canal Maldonado.
Y advertía: «el aumento de ocurrencia de tormentas de verano de los últimos años expone a la ciudad a precipitaciones intensas por lo que el mantenimiento y mejoramiento del sistema de desagües pluviales es fundamental para evitar los inconvenientes generados por los anegamientos».
El ataque a las ciencias y las universidades
Eventos como el del viernes pasado demuestra la importancia de escuchar más a los trabajos científicos que los estudian y los alertan. Sin embargo, a comienzos de este año, el Gobierno nacional emitió la Resolución 10/2025, avanzando (una vez más) sobre el sector científico y universitario. Apoyado en los medios afines de siempre, vendió la medida como un ajuste hacia «piqueteros» aludiendo a la disolución de supuestos convenios con ese tipo de asociaciones, que en realidad son ínfimos, casi inexistentes, en el mapa científico nacional. Lo que sí existen son numerosos fondos y alianzas con organizaciones nacionales e internacionales, instituciones del sector y otras jurisdicciones, que se van a perder a causa de la flamante decisión del Ejecutivo: cortan las investigaciones que no estén «al servicio del crecimiento económico y desarrollo estratégico del país».
«Resulta imperioso que la evaluación de los programas se realice verificando su correlato con el Plan Estratégico definido para el 2024-2025, el cual tiene su eje en la redefinición y reorientación de las estructuras institucionales y sistemas de evaluación relacionados con la gestión del conocimiento y la promoción de la ciencia y la tecnología, con una política orientada a la generación de conocimiento y el desarrollo de tecnologías al servicio del crecimiento económico y desarrollo estratégico del país, con asiento en las temáticas de agroindustria, energía y minería, economía del conocimiento y la innovación y salud», plantea la Resolución 10 de la Jefatura de Ministros, liderada por Guillermo Francos, a cargo de la Secretaría de Ciencia.
Y continúa: «Que, en este sentido, corresponderá dar por finalizados aquellos programas cuyos objetos no encuentren asidero en el citado Plan Estratégico. Que las medidas que se adopten deberán realizarse procurando soluciones que reduzcan las contingencias presentes y futuras para el ESTADO NACIONAL y en definitiva de todos los argentinos, minimizando los riesgos y costos a su mínima expresión«.
En ese marco, aceptarán solo las que estén desarrolladas en un valor mayor al 30% de ejecución. El resto entrará «en revisión» o directamente se cerrará. Siempre y cuando no sean los temas de interés del gobierno. El cambio climático y las ciencias sociales, son de los temas considerados «no estratégicos».
Según el gobierno, ajustarán $ 1867 millones destinados a investigación en 70 programas sociales. Desde el organismo explicaron a medios amigos que esos programas «no cumplen con el grado de pertinencia y aporte efectivo al desarrollo» del área. En algunos casos hasta se exigirá ladevolución del dinero destinado.
La Federación de Docentes Universitarios (FEDUN), la de Sindicatos Universitarios de América del Sur (FESIDUAS) y la Federación Latinoamericana de Trabajadores Científicos (FEDLATCI) expresaron que la resolución «plantea la eliminación de las investigaciones científicas relacionadas con las ciencias sociales, el medio ambiente y el calentamiento global entre otras, lo que representa un ataque directo al avance del conocimiento y un grave retroceso en las políticas públicas orientadas al desarrollo sostenible y la soberanía científica nacional. Esta medida refleja una postura negacionista que desconoce la importancia estratégica de la ciencia y la tecnología para abordar los desafíos globales y locales».
A raíz de esta Resolución, el bloque de Unión por la Patria denunció penalmente a Francos por «abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público». Incluye un pedido de “no innovar” con la medida del Gobierno.
Advertencias y obras necesarias en Bahía
El periodista de La Nueva, Juan Florín, publicó en las últimas horas que el ingeniero hidráulico Luis Ferraz advertía mucho tiempo atrás que Bahía Blanca era una ciudad vulnerable y que ya en las enormes lluvias de abril de 1980 que afectaron a Azul y Olavarría, Bahía se había salvado por apenas 50 kilómetros porque esa lluvia no cayó sobre la vertiente sur de las sierras.
Mencionó las terribles inundaciones de 1933 y 1944 en el sudoeste bonaerense, con varios muertos: «junto a la de 1884, las últimas grandes en Bahía, pero en ese caso, con 160 milímetros de lluvia, el Napostá alcanzó un caudal de al menos 500 m3 de agua por segundo, obligando a la construcción del canal Maldonado. Y más acá en el tiempo, el 28 de febrero de 2001, 200 milímetros se descargaron sobre la cuenca alta del río Sauce Grande, generando un impresionante torrente de agua que fue a parar al dique Paso de las Piedras».
Es decir, había antecedentes. Y la UNS y la UTN hace tiempo vienen alertando sobre esto: «ya en los 80 el ingeniero Ferraz tenía evaluadas las zonas que se iban a inundar con una lluvia de 200 milímetros. Otros especialistas, como el ingeniero Jorge Luque, señalaron que en una lluvia de 300 milímetros, como la que sacudió a La Plata en 2013, iba a generar inundaciones en toda la ciudad, salvo en la zona alta, es decir, algo muy similar a lo que pasó ahora».
¿Los efectos de una catástrofe de este tipo se podrían haber morigerado? «Se trata de obras muy grandes que son para concretar ante eventos excepcionales, obras que ningún gobierno quiere encarar. Además de mantener en impecable estado el canal Maldonado, el cauce del arroyo Napostá y el entubado, una medida muy necesaria sería reemplazar el antiguo puente ferroviario que está (si es que aún quedó en pie) sobre el canal Maldonado, a la altura de calle Don Bosco, porque eso reduce mucho la capacidad de evacuación del agua hacia el mar. Pero también hay obras más importantes. Principalmente una: la construcción de un dique a la altura del Puente Canessa, que sirva para embalsar el agua del arroyo Napostá, regulando sus crecidas y, al mismo tiempo, generando un lago para uso turístico y agua destinada a la industria».
Apuntó que de las tres obras que históricamente se recomendaron para evitar inundaciones: canal Maldonado, profundización del Napostá y dique en Canessa, sólo esta última no se concretó: «repasemos, el canal puede absorber 260 m3 por segundo, el entubado 40 m3/s como máximo y una lluvia de 200 mm aporta 500 m/s, es decir, las defensas no alcanzan ni por asomo. Imaginate con una lluvia como esta última, que fue bastante mayor».
Capital Humano
Más allá de que en las últimas horas salió en sus redes a intentar proclamar una ayuda para Bahía Blanca (¿habrán destinado a esta ciudad los alimentos a punto de vencerse y las frazadas que tenían amontonadas en los depósitos y que debían haber entregado a los comedores y movimientos sociales?), hay un Ministerio nacional que no se está destacando por su presencia: el de Capital Humano, de Sandra Pettovello.
El 5 de marzo, hace tan solo 72 horas, la ministra y su par de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, firmaron el decreto 151/2025 en el que avanzaron con el despido de 2.000 trabajadores de la extinta cartera de Desarrollo Social.
Entre las áreas derogadas (Artículo 14. Anexo 8), se encontraba la Dirección Nacional de Asistencia en Situaciones de Emergencia Social, dependencia que se encontraba bajo la órbita de la Subsecretaría de Políticas Sociales y que podría haber colaborado en la asistencia a los damnificados por el temporal.
Allí también se enmarcaba la Dirección de Emergencias, que tenía a su cargo las coordinaciones de Asistencia Crítica, la de Asistencia Institucional y la de Asistencia Social Directa.
En su decisión de disolver la Dirección Nacional de Emergencias, Capital Humano echó o puso a disponibilidad a sus 485 empleados. Esta Dirección tenía como objetivo brindar asistencia frente a catástrofes con el envío de insumos y profesionales para la contención de las personas damnificadas.
Sin infraestructura hidráulica a nivel nacional
Desde la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) enfatizan que a la falta de previsión climática en el desarrollo de políticas públicas se le suman decisiones gubernamentales orientadas a la subejecución presupuestaria y la reducción de áreas del Estado claves para el abordaje de emergencias.
Por ejemplo, con la ejecución del proyecto “Apoyo para la Expansión de Obras de Adaptación a Extremos Climáticos” —enmarcado, en el Presupuesto nacional, dentro del programa de «Desarrollo de la Infraestructura Hidráulica», dependiente de la Secretaría de Obras Públicas— cayó de $37.155 millones en 2023 a apenas $46,6 millones en 2024: una reducción del 99,96% en términos reales.
“Esta caída responde a dos factores principales: por un lado, el recorte en el presupuesto vigente del proyecto, que pasó de $37.307 millones a $24.989 millones; y por otro, a la decisión política de ejecutar solo el 0,2% de su presupuesto”, denuncian.
“Las inundaciones en Bahía Blanca constituyen una tragedia que nos obliga a abordar con urgencia la necesidad de adaptarnos al cambio climático para evitar nuevas pérdidas y daños. Esta situación subraya la importancia de que Argentina implemente políticas integrales de acción climática, que contemplen una estrategia nacional de alerta temprana y protocolos que contemplen la salud y el cambio climático; y sostenga un presupuesto adecuado para paliar los daños y las pérdidas que sufre la población con este tipo de eventos, especialmente los grupos más vulnerables”, indican desde la organización ambiental.
Hacerle frente (y adaptarse) al cambio climático
Desde FARN subrayan que actualmente convivimos con impactos del cambio climático que ya son irreversibles, como los cambios en los patrones de precipitaciones o los cambios extremos de temperaturas: «cuando hablamos de pérdidas y daños ya llegamos tarde. El objetivo para prevenir y reducir los impactos de estos fenómenos debe ser la adaptación».
Entre las amenazas climáticas identificadas y reportadas por Argentina en su Primer Reporte Bienal ante la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, se espera un incremento en la frecuencia e intensidad de lluvias torrenciales así como un aumento en el nivel del mar que afectará tanto a la costa argentina como al Río de la Plata: «de acuerdo al reporte, esto podría generar inundaciones permanentes en algunas zonas de nuestro país, sobre todo en la costa sur de la provincia de Buenos Aires».
Foto: NA
Remarcan que lo sucedido en Bahía Blanca es una muestra más de cómo el cambio climático está alterando el patrón de los fenómenos climáticos: «la infraestructura de la ciudad no estuvo preparada para manejar los niveles de agua que cayeron en un corto período de tiempo, desbordando la capacidad de drenaje. Esto puso en evidencia la falta de una planificación urbana adecuada, así como de planes de respuesta rápida ante eventos climáticos extremos».
Negar la existencia del cambio climático y sus impactos impide llevar adelante políticas públicas orientadas a prevenir y reducir los daños que vimos durante este fin de semana. Y las advertencias desde la ciencia climática vienen incrementándose hace décadas: «la planificación urbana debe adaptarse a las nuevas realidades climáticas, mejorando los sistemas de drenaje y rediseñando las infraestructuras para resistir eventos climáticos extremos. Además, se debe avanzar en políticas de prevención y en la construcción de una conciencia colectiva sobre la necesidad de un desarrollo más sostenible y resiliente ante los cambios que ya estamos experimentando».
Más obra pública, más Estado
Ante el reclamo de la intendencia y la gobernación, el Gobierno nacional anunció el envío de 10.000 millones de pesos para tareas de «reconstrucción». La pregunta es: si hay plata, ¿no debería el Ejecutivo tomar nota de tragedias como la de Bahía e invertir en obra pública en todo el país en lugar de ufanarse de no hacerlas? Es necesario reconstruir rutas, pero mientras el Estado nacional sigue cobrando el impuesto al combustible, del cual casi un tercio debe ir a Vialidad Nacional para obras viales, en 2024 apenas transfirió menos de la mitad de lo que corresponde. No invertir en infraestructura es sinónimo de perder vidas.
Por las dudas, desde Nación ya advirtieron que «el plan de para reconstruir la ciudad (en referencia a Bahía Blanca) es un tema que tiene que ver con el municipio y con la provincia».
En FARN completan: “la reconstrucción de las comunidades afectadas es solo el primer paso. Es necesario, para reducir la vulnerabilidad del territorio ante las amenazas climáticas ya identificadas y evitar futuros desastres, implementar en su totalidad el Plan Nacional de Adaptación y construir resiliencia en las ciudades”.