Sociedad
Tiene 97 años y fundó un grupo de personas longevas para compartir vivencias y resignificar la vejez: así nació “Noventa y contando”
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El grupo de nonagenarios y nonagenarias que se reúne quincenalmente es un éxito en las redes y tiene su propio podcast
“Hola, mi nombre es Alberto, soy un médico de 97 años y estoy intentando formar un grupo de siete u ocho personas de más de 90 años para intercambiar la experiencia de por qué y cómo hemos llegado a una edad tan avanzada. Seguramente hablaremos de la relación con la familia, con la sociedad, el descanso, la comida y cualquier otra cosa que nos resulte interesante y útil. Yo dejo abajo mi correo y por favor los que tengan interés escríbanme y ampliaré esta información”.
Parado frente a cámara, con una remera a rayas, un pantalón beige y un mensaje concreto, Alberto Chab se lanzaba al ciberespacio con la ayuda de una de sus nietas, Zoe, que a mediados de 2024, cuando lo ayudó a filmar y publicar el video en TikTok tenía 17 años.
La idea había surgido en una cena familiar cuando Alberto, psicoanalista, le comentó que tenía ganas de conocer personas de su edad, no para hacer terapia sino para compartir experiencias pasadas y presentes que no puede compartir con los jóvenes.
—Para charlar de común acuerdo, interviniendo yo también con mis cosas, lo que en una sesión de terapia el terapeuta no puede hacer porque solo escucha y después, eventualmente, interpreta —aclara del otro lado del teléfono y pide que lo tutee “así no me siento viejo”.
“Quiero reunirme con gente para intercambiar cosas que ustedes, los jóvenes, no conocen” —le dijo a su nieta—. “Si yo les hablara del colchonero no saben lo que es, o si les hablo del deshollinador o del lechero que venía con la vaca y te servía la leche en el momento, ordeñándola. Son cosas muy emocionantes de nuestra infancia que las tenemos muy presentes pero no tenemos con quién comentarlas. Quisiera hablar de eso, de los juegos infantiles, de lo que hacemos en un día desde que nos levantamos hasta que nos acostamos”.
—Le conté esto y ella me dijo: “Bueno, yo te hago un videito y conseguís la gente”.
Cuando su nieta publicó el video, lo que sucedió desconcertó a Alberto.
—Me llegaron alrededor de 1.500 correos y miles, decenas de miles, de respuestas.
Desde mensajes de felicitación de personas de todas las edades y todos los puntos del país, hasta pedidos de que creara un grupo virtual para que pudieran participar en otras ciudades, en otras provincias.
—Un tsunami que yo no entendí y sigo, aún hoy mismo, sin entender. Una repercusión tremenda. Evidentemente debo haber puesto el dedo en la llaga en algo que estaba faltando y que nadie hacía: ocuparse de los gerontes.
A menos de un año de ese momento, de ese video, el grupo tiene nombre, tiene integrantes, tiene Whatsapp, tiene sitio y periodicidad de reuniones, tiene redes sociales donde son un hit y tiene, incluso, su propio podcast.

Noventa y contando
Guadalupe Camurati tiene 26 años, es diseñadora gráfica “pero también productora, notera, periodista, depende el día”, y creadora de contenido digital. Cuando vio el video de TikTok de Alberto trabajaba para el portal de noticias de Luzu TV y, como tantos periodistas, quiso hacerle una nota a él y a los que formaran parte del grupo que quería crear. Quiso ir a una reunión, conocer a los integrantes y ser testigo de esa experiencia desde el inicio.
—Me contacté con Alberto en el momento que salió el video que subió su nieta, Zoe, que se hizo viral en TikTok, de la misma forma que se contactaron millones, un montón de periodistas y canales. En su momento una persona lo había ayudado y le puso una respuesta automática en el mail y me respondió con eso. No me di por vencida, esperé a que bajara un poco la ola y lo volví a contactar. Pasó un tiempo y me respondió él con su número de teléfono.
El grupo se había conformado y Guadalupe le pidió a Alberto asistir a la primera reunión, él le dijo que sí y le pidió si podía conseguirle una cámara que la registrara. Ella se encargó.
—Conseguí una filmmaker que fuera gratuitamente a grabar la primera reunión y me quedé yo también. Salí muy sensibilizada por todo lo que había escuchado. Todos los integrantes se estaban conociendo, fue muy fuerte para mí y para ellos. Y cuando terminó Alberto planteó que él quería difundir el proyecto, digitalizarlo, expandirlo para que se hiciera conocido y se replicara. A mí se me ocurrió digitalizarlo a través de un podcast y filmarlos, me pareció la manera más fácil en la que ellos podían acostumbrarse a la idea de las cámaras y las preguntas, y sacar clips de ahí para redirigir. Nadie había hecho un podcast de personas de 90 años, así que pensé que era una manera gratuita y fácil de difundirlo.
A partir de ese momento Guadalupe comenzó a ir a todas las reuniones, que son quincenales, a conocer a los integrantes del grupo. Y, un par de meses después, los empezó a grabar según los ejes y temas que veía que a cada uno le interesaba de acuerdo a las cosas que decía o planteaba en las reuniones, que siempre giran alrededor de una premisa, una consigna brindada por Alberto que oficia de coordinador.
Ella explica que el formato grupal era imposible para un podcast entonces, como son diez miembros y Alberto que modera, propuso que cada uno tuviera un episodio acompañado por él. Finalmente produjo 13 “porque hicimos alguno que otro más experimental”, y los subió a Spotify. “Cuando lanzamos el podcast estuvimos entre los más escuchados de cuatro países, como México y Chile”, cuenta.
Afinando esa idea, subiendo recortes de esos videos y contenidos a la cuenta de Instagram que ella creó, a la que nombró “Noventa y contando” y en la que ya tiene más de doscientos mil seguidores, trabajado completamente ad honorem —a pulmón, reenganchadas— junto a tres editoras de video para alimentar la plataforma, se volvió la host de la digitalización del grupo que creó Alberto y que, a partir de este año es alojado por una productora mayor para que ellas puedan poner en valor su trabajo y hacer que siga funcionando.
Además de convertirse en un proyecto laboral Guadalupe dice que fue adoptada por ellos como nieta postiza: “Yo no crecí con mucha referencia de abuelos ni con el amor de adultos mayores, lo fui generando, honestamente, con ellos, el año pasado, así que para mí fue muy transformador”.
Decidió llamar al proyecto digital “Noventa y contando” por la idea inicial de Alberto: “noventa y contando experiencias”, explica, “pero también noventa y contando años, porque siguen sumando años, entonces se trata de mostrar que se puede llegar a los noventa con esta vitalidad, que no todo el mundo está encorvado, empotrado en la cama sin poderse mover a esa edad, hay gente que está muy bien y muy activa. Es cambiar un poco el concepto de la vejez, el concepto de todo este universo”.

Un casting difícil
Desde que se formó hasta hoy, el grupo de personas que vivieron el último siglo casi completo lleva unas 14 reuniones que solo interrumpieron por vacaciones. Las primeras las hicieron en un coworking de Vicente López, “una oficina enorme a todo lujo, donde nos servían café, tenían grabación, todo”, describe Alberto, pero luego, para facilidad de la mayoría de los integrantes que viven Capital, lo comenzaron a hacer en el SUM del edificio de Alberto.
Lo integran cinco varones, cinco mujeres y Alberto como coordinador. “Coordinador, no terapeuta”, enfatiza. Todos tienen más de 90 años, todos son jubilados, aunque algunos, como Alberto, siguen ejerciendo su profesión. Entre ellos hay un farmacéutico, un médico, un joyero, una profesora de inglés, amas de casa. Todos tienen hijos, nietos, “y algunos, para envidia mía, bisnietos”, dice Alberto. Para elegir a los miembros él y su pareja, Mari, dispusieron varios filtros porque la tarea era ardua.
—La elección fue muy difícil, no porque no hubiera gente sino todo lo contrario, porque fue tal la cantidad de personas que quería ingresar a un grupo como este, que se ve que nunca existió en ningún lado, que había muchas propuestas, inclusive del interior, gente que me pidió hacerlo por las redes, pero yo decidí que por ahora solamente iba a ser presencial. Entonces, de 1500 correos que recibimos la primera vez, primero elegí a los que vivían acá cerca y podían concurrir; después separamos los que escribían por el abuelo, el tío o el amigo y dejamos a los que escribían por sí mismos; y después lo que tenían la lucidez suficiente, porque dado que íbamos a intercambiar cosas pensamos con mi pareja que tenían que ser personas lúcidas. A pesar de eso quedaron una cantidad. Después seleccionamos un poco al azar diez integrantes que son los que hay ahora.
Cada dos semanas, antes del encuentro, Alberto manda por el WhatsApp grupal una consigna o tópico a modo de disparador para la reunión, para que puedan pensarlo con anticipación. Y también algunos enigmas para resolver, desafíos para ejercitar la mente y poner en común.
—Y [en los encuentros] hablamos de nuestras cosas, de cosas serias. Ni jugamos al truco, ni tomamos el té, cada uno dice lo que quiere, a partir de ciertas premisas. Ya hablamos de la gimnasia, de la alimentación, de la relación con el entorno, de la sexualidad, que la gente joven cree que estamos marginados y no es así. Yo lo coordino, no hago ninguna interpretación de nada, simplemente pregunto, opino sobre lo que cuentan los demás y los demás sobre los que cuento yo.
En el último encuentro la propuesta fue contar episodios importantes que cambiaron, de una u otra manera, el rumbo de sus vidas, situaciones, personas o circunstancias que los llevaron a dar un giro inesperado.
Alberto compartió el suyo: cuando él comenzó a trabajar, hace 60 años, era terapeuta de chicos. Dice que siempre había disfrutado de trabajar con ellos y que estaba desbordado de pacientes porque hay —o había entonces— pocos analistas varones dedicados a las niñeces. Hasta que un día un niño de unos 7 años a quien estaba atendiendo le pidió ir al baño. Él atendía en su departamento, en el cuarto piso, y el baño tenía salida a un pequeño patio con una especie de balcón interno. Desde ahí escuchó la amenaza que le congeló la sangre: “Alberto, Alberto, me voy a tirar por el balcón”. Una correntada de sudor frío lo recorrió. No estaba dispuesto a averiguar si se trataba de un juego o si el niño podría en verdad saltar. Ningún libro le había enseñado qué hacer en esa situación y atinó a no responderle, a quedarse mudo, lo que al niño, que seguía con su amenaza, le extrañó. Eso logró que termine por acercarse al sitio donde estaba Alberto, que lo agarró rápidamente de la mano y cerró la puerta con llave.
—A partir de ahí decidí que, aunque me gustaba mucho, no iba a trabajar con chicos nunca más. Y empecé a trabajar con adultos. Eso cambió el sentido de mi vida porque sino a lo mejor yo hubiera seguido siendo terapeuta de chicos.

Hoy, con 97 años, Alberto sigue atendiendo. Antes de esta conversación estaba con pacientes. Ya no lo hace diez horas por día, dice, sino diez horas por semana.
—Dos horas por día, una hora, tres horas. Me llama mucha gente y, a raíz de todo este maremagnum de cosas, me llaman más y yo derivo, no tomo pacientes nuevos. Pero trabajo porque me gusta hacerlo y además obviamente completo mis ingresos no lo hago ad honorem como el grupo, en el grupo no cobro un solo centavo y dedico, dedicamos con Mari, mi pareja, muchas horas a desgrabar las reuniones.
—¿Graban todas las reuniones del grupo?
—Sí, de una manera bastante casera, con mi celular. Yo tengo un iPhone que graba bastante bien. Y obviamente que no desgrabo las sesiones completas porque serían unas ocho o diez páginas, pero hago una síntesis de más o menos 200 a 300 palabras indicando: se habló de esto, se habló de lo otro, de manera tal que cuando yo mando a todos los integrantes la síntesis de la reunión ellos lo puedan hablar con su familia, con sus amigos. Porque no es nada secreto y contribuye enormemente al vínculo de la gente. Porque bueno, vos sabés tan bien como yo que los jóvenes ahora dicen: “Qué tal abuelito; todo bien, todo bien” y se ponen con su celular, con sus cosas. Entonces esto genera un tipo de vínculo que la gente agradece mucho.
Alberto cuenta que en diciembre hicieron “una reunioncita” en el SUM de su casa para despedir el año a la que los miembros del grupo podían invitar a familiares o amigos. “Y vos vieras la gente, estaba tan contenta, pero tan contenta de compartir eso con otros parientes, fue lindísimo”.

Una filosofía de vida
“Cuando tenía 87 años, es decir hace poco, me encontré con alguien por la calle que había conocido cuando yo tenía 14 y él 17, en Mar del Plata. Habíamos estado en un grupo viéndonos todos los días, en la playa, a la tarde. Y luego no lo había visto nunca más —dice Mabel, 92 años, en un video de Instagram—. Pasaron 72 años y de repente me lo cruzo en la calle y lo reconocí instantáneamente. Era un día que yo tenía mucho que hacer, venía de un coro, no tenía tiempo de saludarlo, así que seguí viaje a mi casa. Al día siguiente, caminando por el mismo lugar, lo volví a encontrar. Ahí tuve tiempo y entonces me paré, lo saludé y le dije: “¿Vos sos tal?”, “Sí, yo soy, ¿vos quién sos?”. Y ahí se ingenió para pedirle al nieto, a la hija, que me buscaran, me encontraron en Facebook, me mandaron un mensaje, nos comunicamos por teléfono y resultó la coincidencia que durante 40 años había vivido a una cuadra de mi casa. Parece cosa del destino. Nos empezamos a ver una vez por semana, a salir a caminar por el barrio, al Botánico, al Parque Las Heras, hasta que dos meses más tarde me dijo que me quería. Duró un año porque luego falleció, pero fue muy lindo”.
Mabel dice que no entiende cuando las personas de 50 años que rompieron con sus parejas dicen que el amor para ellos es una etapa cerrada, que están grandes para eso.
“Es que, ¿saben lo que pasa? Es una concepción universal, una concepción abierta. Yo puedo decir que soy ateo pero no dejo de ser judío. Parece una contradicción. Es una cosa interesante porque es una cosa ideológica, si se quiere una concepción social, una concepción divina”, reflexiona Jacobo “Fito” Fiterman (94), en el episodio del podcast que habla sobre ser judío y la religión en general.
“Hola, soy Nélida, tengo 34 años. ¡94!, ¡34 quisiera tenerlos!” —dice a cámara y estalla en una carcajada por el furcio que le brotó con la más absoluta naturalidad. Y va de vuelta—. “Hola, soy Nélida, tengo 94 años y estoy muy feliz con todo lo que he logrado: con mi familia, con mis amigos, que aún me quedan algunos de mi época, de la infancia. Todavía me interesan las cosas. Me gusta ver la tele, me gusta leer, estudiar Italiano me encanta. Estoy muy feliz con toda la familia que tengo, con mis hijas, sobre todo, que se ocupan tanto de mí. No puedo decir más que gracias. Bienvenido a noventa y contando. Escuchá mi episodio, porque por ahí te gusta, y suscribite, dale like y compartí”, —dice y tira un beso con la mano.
Vivir una historia de amor adolescente a los 87; la religión; ejercicios para mantener las articulaciones lubricadas y flexibles; los embarazos deseados y el aborto; son algunos de los temas de los encuentros que luego se vuelcan en el podcast de “Noventa y contando” y en videos es sus redes. Un proyecto que superó con creces las expectativas de Alberto cuando le dijo a su nieta en esa cena que quería conocer personas de su edad para intercambiar experiencias. Cuando quería hacer algo lejos de la terapia, del análisis, que, de otra manera, también les resulta terapéutico.
—De repente me doy cuenta, porque yo no lo sabía cuando inventé esta posibilidad de reunirnos, de que termina siendo terapéutico porque la gente toma cosas de los demás: el que nunca meditó, medita o hace un poco más de gimnasia o lee un viejo libro que leyó hace 70, 80 o 90 años. Hay gente que se puso a escribir cosas que siempre habían pensado, no para publicar sino simplemente para crear, para tener siempre algún proyecto, o estudia un idioma nuevo, o hace algo que nunca había hecho. Entonces en el grupo, cada uno a su manera, va creciendo internamente.

La pregunta es infaltable. Quizás —seguro— un lugar común, pero infaltable. Antes de llegar a esbozarla, Alberto dice:
—Mucha gente me pregunta cuál es “el secreto” que yo tengo para llegar a esta edad como estoy, lúcido y vital. Y yo digo que no es una sola cosa sino muchas. Soy vegetariano, hago gimnasia todos los días, medito con mi pareja, caminamos diariamente cuatro o cinco kilómetros. Pero además de eso hay algo que tuve internalizado desde chico y que creo que me ayudó toda mi vida, en todas las circunstancias, y es un antiguo concepto sefaradí [N. de la R.: se entiende por sefaradí a las personas o prácticas culturales judías que tienen su origen en España, Portugal, el norte de África y partes de Medio Oriente—. Mis padres eran de Damasco y me transmitieron esta idea que se llama Kapará. Que quiere decir algo así como “No te calentés por las cosas porque podrían haber sido peor”. Si uno se cae, tuvo algún inconveniente, le robaron, se lastimó, lo que fuera, uno dice: “Bueno, Kapará”. Que no quiere ser una negación, sino más bien pensar: “Bueno, esto va a pasar”. O “podría haber sido peor”.
Y sigue con un argumento científico o, más bien, mostrando cómo todo, o casi todo, puede manejarse desde la cabeza.
—Entonces lo que produce el estrés, el cortisol, disminuye. Y el estrés es lo que nos deteriora tanto que termina arruinándonos la vida. Todo funciona en un sistema interno de de cortisol, de hormonas y de neurotransmisores que, bajándolos con la meditación o con una idea conceptual interna, te permite seguir adelante. Kapará quiere decir: “Bueno, te pasó esto, la próxima vez vas a tener más cuidado, o lo vas a hacer mejor”, una cosa así; con lo cual uno suspira y puede seguir viviendo.
Con este concepto, asegura, evita martirizarse pensando “por qué me habrá pasado esto a mí”. Así, en sus primeros 97, Alberto solo se pregunta qué misterio de la vida habrá hecho que fuera él el que “apretara el botón rojo” y se volviera, sin imaginarlo, artífice de este grupo que es un disfrute y lo mantiene, como tantas otras cosas, ocupado, joven y feliz.
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Licencia de conducir digital: estas son las personas que no podrán hacer el trámite online
Publicado
1 día atráson
13 junio, 2025Por
Admin
Dos distritos todavía exigen realizar la gestión de manera presencial, a pesar de los cambios implementados por el nuevo sistema nacional
Hasta el momento, 21 jurisdicciones de Argentina activaron la posibilidad de realizar renovaciones o ampliaciones de la licencia de conducir a través de medios digitales en forma plena, en el marco de la implementación del Sistema Nacional de Licencias de Conducir (SINALIC), mientras que otra adhirió en forma parcial. Esta herramienta permite a los conductores gestionar su documentación sin necesidad de acercarse físicamente a un centro emisor.
Durante la primera jornada de aplicación, 19 de las 24 provincias del país ya se encontraban adheridas al sistema. En los días posteriores, varias más confirmaron su integración al SINALIC, llevando el total a 22. No obstante, dos distritos continuaron operando con el esquema anterior: Buenos Aires y Formosa.
Buenos Aires y Formosa son las únicas provincias que aún exigen que los trámites vinculados a la renovación de la licencia de conducir se realicen de forma presencial en los registros habilitados. Esto significa que los ciudadanos de esos territorios deben continuar con los mecanismos previos a la digitalización, sin acceso a la nueva modalidad remota.

Las autoridades porteñas explicaron que los exámenes psicofísicos pueden realizarse en 19 centros distribuidos por toda la ciudad. En esos espacios se lleva adelante la totalidad de los chequeos médicos requeridos en pocos minutos, utilizando equipamiento homologado. De esta forma, la Ciudad Autónoma mantiene un sistema paralelo, independiente del SINALIC.
Incorporación progresiva
La adhesión al nuevo esquema nacional fue progresiva. En un principio, la licencia digital sólo estaba disponible en 19 provincias, pero con el correr de los días se sumaron más jurisdicciones. Actualmente, las que forman parte del sistema son:
- Ciudad Autónoma de Buenos Aires (con adhesión parcial)
- Santa Fe
- Córdoba
- Neuquén
- Mendoza
- Catamarca
- Chaco
- Salta
- Jujuy
- Santiago del Estero
- Tucumán
- Chubut
- Corrientes
- Misiones
- La Rioja
- Entre Ríos
- San Luis
- La Pampa
- Tierra del Fuego
- San Juan
- Santa Cruz
- Río Negro
Cada una de estas provincias permite a sus ciudadanos realizar la renovación o ampliación de su licencia de conducir nacional desde una computadora o dispositivo móvil, sin necesidad de asistir físicamente a una dependencia estatal.
Un caso destacado fue el de la provincia de Córdoba, que no sólo adhirió al sistema nacional, sino que también comenzó a compartir su información con el Sistema Nacional de Antecedentes de Tránsito (SINAT). Además, Córdoba delegó facultades para la emisión de licencias profesionales de carácter interjurisdiccional, algo que nunca había hecho previamente, constituyendo un cambio relevante para la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV).
Cómo realizar el trámite
Para iniciar el proceso de renovación o ampliación en una provincia adherida, las personas deben ingresar al portal oficial del SINALIC: lncargentina.seguridadvial.gob.ar. Allí, el sistema solicita validar la identidad del usuario mediante el número de CUIL y la clave correspondiente a la aplicación Mi Argentina.
Si la persona aún no tiene creado su perfil en Mi Argentina, debe generarlo previamente. Esa cuenta almacena la documentación personal del ciudadano dentro de la plataforma de trámites oficiales del Estado.

Una vez validada la identidad, el sistema permite seleccionar uno de los dos trámites posibles: renovación o ampliación de la licencia. En el caso de la renovación, se visualizan las categorías habilitadas por el carnet vigente. Al confirmar la operación, el usuario debe pagar el Certificado Nacional de Antecedentes de Tránsito (CENAT), necesario para continuar con el trámite. Este pago se realiza mediante un enlace directo al sitio correspondiente o a través de medios electrónicos habilitados en la plataforma.
El CENAT tiene una validez de 30 días, por lo que resulta fundamental obtener turno para el examen psicofísico dentro de ese plazo. El sistema impide avanzar si el certificado no fue abonado y registrado, aunque permite reanudar el trámite desde el punto donde se interrumpió, sin pérdida de datos.
Luego de pagar y validar el CENAT, el usuario accede al listado de profesionales homologados para realizar el examen psicofísico obligatorio, paso que puede cumplirse sin salir de la plataforma. Una vez completado y aprobado este examen, los resultados son cargados automáticamente por los prestadores habilitados.
La licencia digital se genera dentro de la app Mi Argentina. Quienes deseen obtener una versión física del documento deben solicitarla aparte, lo cual implica un costo adicional por la impresión. Esa opción queda a criterio del titular y no es obligatoria.
Limitaciones de alcance
Si bien el nuevo sistema representa una ampliación de las herramientas digitales en materia de tránsito, no incluye a todo el país. Buenos Aires y Formosa no adoptaron la normativa, y por el momento no hay un cronograma oficial que anticipe su incorporación.
En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la implementación se limita a licencias profesionales, excluyendo a quienes conduzcan vehículos particulares. No obstante, el distrito dispone de su propio sistema de trámites en línea y de centros habilitados para realizar los exámenes correspondientes.
En este contexto, el avance hacia la digitalización del trámite de licencias muestra una fuerte dispersión territorial, con distintos grados de implementación según la provincia. A pesar de los esfuerzos del gobierno nacional, persisten excepciones que limitan el alcance de la política.
Sociedad
La Justicia ordenó levantar la clausura de todas la ferias que funcionan en La Salada
Publicado
1 día atráson
13 junio, 2025Por
Admin
Lo decidió el juez federal Luis Armella. La fiscal había pedido que se reabra la feria de Urkupiña con un plan de blanqueo
El juez federal Luis Armella ordenó hoy levantar la clausura de las tres ferias que funcionan en el predio de La Salada, mientras continúa la investigación por lavado de dinero, asociación ilícita y evasión impositiva. En la resolución, a la que accedió Infobae, el magistrado determinó que la fiscal Cecilia Incardona deberá decidir el momento y las circunstancias de la reapertura.
Armella dispuso que que levante la clausura de las tres ferias que funcionan en la megaferia de La Salada: Punta Mogote, Ocean y Urkupiña.
La fiscal Cecilia Incardona, que llevó adelante la investigación durante dos años, había dictaminado a favor de levantar la clausura de la feria de Urkupiña, tal como adelantó este medio. Pero lo hizo con una serie de condiciones que apuntan al blanqueo general de la operación.
. Fiscalización aleatoria semanal de la actividad del interventor y/o representante legal.
. Inspecciones aleatorias de cada uno de los puestos de venta, mediante un sistema rotativo y sorpresivo.
. Registración de cada uno de los comerciantes en la categoría fiscal que corresponda (monotributo, responsable inscripto, etc.). Control y exigencia de la facturación respectiva tanto de venta como de compra.
. Remisión de un informe semanal al Juzgado y a la Fiscalía de cada inconsistencia detectada y las medidas tomadas al respecto.

La feria de La Salada, un enorme complejo de más de seis mil puestos en Ingeniero Budge (Lomas de Zamora), había sido clausurada el 22 de mayo, tras una serie de allanamientos. Ese día fueron detenidos Jorge Castillo, el llamado “Rey de La Salada”, que cayó en su mansión de Luján, Aldo Presa, su histórico administrador, y varios de sus allegados. En cambio, Enrique Antequera, jefe de la feria Urkupiña, todavía continúa prófugo.
A partir de ese momento, los feriantes comenzaron a realizar cortes y protestas en la Municipalidad de Lomas de Zamora e incluso en la puerta de la Fiscalía que llevó adelante de la investigación. La presión finalmente desembocó en la reapertura dispuesta este viernes.
La investigación y las escuchas sobre toda la organización
Durante más de un año, la Policía Federal escuchó las conversaciones de Jorge Castillo y sus familiares más cercanos. El empresario se cuidaba mucho al hablar por teléfono pero cada tanto daba pistas sobre su vida y su patrimonio. En las escuchas, autorizadas por la justicia federal, Castillo y sus familiares hablan de operaciones inmobiliarias, compra de armas, y hasta de viajes por el mundo.
Al momento de imputarlo, la fiscal Cecilia Incardona acusó a Castillo, entre otras cosas, por la compra de un paquete turístico para conocer dos destinos exclusivos: Emiratos Árabes y las playas de Maldivas. El “Rey de La Salada” viajó junto a su mujer, su suegra, y sus cuatro hijos entre el 27 de diciembre de 2024 y el 20 de enero de este año. Según las estimaciones de los investigadores, el tour habría costado casi 85 mil dólares.

Los preparativos comenzaron a mediados del año pasado. Las escuchas revelaron que la mujer de Castillo, Natalia Luengo, ahora detenida, comenzó a contactarse con agencias de viaje en agosto. El plan inicial era comprar una casa en el barrio Costa Esmeralda, pero terminaron optando por el viaje a Emiratos Arabes y Maldivas para pasar el Fin de Año.
El 6 de agosto, en una charla con su mamá, Luengo confirma que prefiere ir “a los shoppings más exclusivos del mundo”.
– Natalia Luengo: Llamé a una agencia, porque primero Jorge me dijo “Bueno, está bien, seña la casa esa”, viste, que señé lo de allá en Costa Esmeralda.
– Nilda Arrieta: Sí ….
– NL: Pero yo anoche también, ya viste, a la tipa le dan la mano y yo ya voy por todo. (risas). Ya que está. Bueno mandé a varias agencias, y una que es muy conocida que me presupueste a Maldivas …. Uno dice que es caro pero ¿qué es caro? (risas) Y mirá, 12 días en Maldivas y 7 días en Dubái, con aéreo, 8.800 por persona, no es tan caro… Casi 70.000 dólares.
-NA: ¿Qué es hotel nada más?
-NL: Hotel y aéreo
-NA: Y escúchame, ¿Qué es lo que hay en Dubai? ¿Qué es lo que hay de lindo en Dubai?
-NL: Bueno, en Dubái iríamos primero al desierto, quiero conocer lo que es el desierto…
-NA: ¿Ahí es dónde están los camellos?
-NL: SI, sí. Y están los shoppings más exclusivos del mundo. Es todo..
Los teléfonos de Castillo y su mujer eran escuchados las 24 horas del día. El registro de las comunicaciones revela cada ingreso a su casa del country “Haras Argentino Farm Club”, en el partido de Luján, por los llamados que hacía la seguridad. Hay decenas de nombres que luego fueron investigados.
Las llamadas a los teléfonos de la pareja revelaron, además, operaciones inmobiliarias, datos de cuentas bancarias y domicilios desconocidos. El 29 de abril de 2024, la mujer de Castillo se comunica con una inmobiliaria de Luján para alquilar una propiedad en la calle Lavalle al 400, en esa misma localidad. Y el 4 de mayo, la guardia del barrio le avisa a la mujer que había llegado una persona para reunirse con Castillo por la venta de un campo “de acá de Torres”.
Sociedad
Aumentó la desocupación en CABA y ya afecta a 132.000 personas
Publicado
2 días atráson
12 junio, 2025Por
Admin
Según los datos oficiales, el 7,8% de la población activa busca trabajo, pero no lo encuentra. La cifra marca un leve aumento respecto al mismo periodo de 2024, cuando alcanzó el 7,5 por ciento
Durante el primer trimestre de 2025, la desocupación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) alcanzó el 7,8% de la Población Económicamente Activa (PEA), lo que representa a unas 132.000 personas sin empleo. Este porcentaje refleja un leve incremento en comparación con el mismo período de 2024, cuando la tasa de desocupación era del 7,5%, según el Instituto de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires.
El informe también destaca una marcada desigualdad de género en el acceso al empleo. La desocupación afecta al 7,1% de los hombres económicamente activos, mientras que entre las mujeres asciende al 8,6%. Esta brecha evidencia las barreras persistentes que enfrentan las mujeres en el mercado laboral porteño, lo que agrava las tensiones en un contexto de empleo ya frágil.
Otro indicador relevante es el aumento de la subocupación, que alcanzó el 8,7%, creciendo 1,2 puntos porcentuales en comparación con el primer trimestre de 2024. Este incremento se debe principalmente al componente no demandante, es decir, personas que trabajan menos de 35 horas semanales y no buscan activamente ampliar su carga laboral. Este fenómeno refleja una precarización en las condiciones laborales, ya que muchas personas no logran acceder a empleos de tiempo completo o con mejores condiciones.
La calidad del empleo
En cuanto a la calidad del empleo, el informe revela que el 74,5% de la población ocupada es asalariada, un porcentaje que no ha variado respecto al año anterior. Sin embargo, dentro de este grupo, el 25,4% no recibe aportes jubilatorios, lo que pone de manifiesto un alto nivel de informalidad en el mercado laboral. Además, el 7,6% de quienes trabajan en unidades económicas lo hacen bajo condiciones contractuales precarias, como contratos temporales o por tiempo determinado, lo que limita su estabilidad laboral.

Por otro lado, el informe señala que los puestos de trabajo con duración de entre 35 y 45 horas semanales alcanzan el 45,4%, apenas por debajo del registro de un año atrás (46,1%). La misma dinámica tienen la población ocupada que declara trabajar más de 45 horas semanales, que incluye al 26,4% (era 27,3% en el primer trimestre de 2024).
Por otro lado, la proporción de trabajadores por cuenta propia se mantuvo en el 20,8%, sin cambios respecto al mismo período de 2024. Aunque este segmento no muestra crecimiento, tampoco ha logrado absorber la presión sobre el empleo formal, lo que contribuye a la persistencia de un escenario laboral frágil.
En síntesis, aunque los indicadores generales de actividad y empleo no presentan variaciones significativas y algunos indicadores a nivel macro se han “acomodado”, el aumento de la desocupación y la subocupación refleja un mercado laboral que sigue siendo vulnerable. Las desigualdades de género, los altos niveles de informalidad y la precarización de las condiciones laborales continúan siendo desafíos estructurales que afectan a miles de trabajadores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


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