Conocido como El Puma, aquel verano de 1978 se sorprendió con lo que había visto flotando en la costa de Ostende. Cuando intentó acercarse, apareció en escena un policía y le advirtió que se alejara. Otro grupo recogió los cuerpos y se los llevó envueltos en lonas de carpas. Recién en 1984 se pudo iniciar una investigación y décadas después se logró identificar a varias de las víctimas
“Eran como seis o siete cadáveres que venían flotando. Recuerdo que dos minutos antes le dije a mi colega Héctor Sciutti: ‘Mirá qué cardumen debe haber porque las gaviotas no paran de revolotear y bajar a picotear’. Pero no, eran cuerpos, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Fue allá por diciembre del 78″, rememora el guardavidas Felipe Olivera Moreno, a quien todos reconocen como El Puma, mientras dialoga con Infobae desde el patio de su casa de la calle 35 en General Madariaga, El Pago Gaucho, donde nació hace 85 años.
Estremece escucharlo mientras revisa con precisión cada dato en su memoria: “Había sudestada que los arrastraba cada vez más a la playa. Yo trabajaba en Ostende, a ochocientos o mil metros del muelle. De repente, cuando me quise acercar apareció un policía de la nada y me dijo: ‘¿Adónde vas, estás loco? Vos no tenés nada que hacer acá. Andá a tu casilla a dedicarte a tus cosas, a ver si se te ahoga alguien por curiosear’. Me quiso meter terror pero igual seguí observando. El poli era parte de un grupo que andaba enuna Estanciera azul que usaban como ambulancia. La única 4×4 que se podía entrar a la playa era esa. Los cargaron y se los llevaron. Estaban esperando, ellos ya sabían que los habían tirado en Mar del Plata. Arrancaban las lonas de las carpas de los balnearios que usaban como bolsas para llevárselos. Nunca me voy a olvidar, porque ya se hablaba de los vuelos de la muerte, y yo lo estaba viendo”.
-¿Qué sintió, Puma?
-Miedo, no te lo voy a negar. Yo digo que me salvé de milagro porque me tenían marcado. Es que me había afiliado al Partido Comunista cuando fue lo del Cordobazo junto a un amigo, Rodolfo Fumega, periodista y también guardavidas. En esos tiempos tenía ganas de militar, pero no sabía por quién. En el justicialismo en aquella época no había nadie fuerte. Y mi tío era radical, pero yo ahí veía todo muy tibio, no pasaba nada… La mano venía brava, a un conocido mío le entraron a la casa, le revolvieron todo en la dictadura, yo me escapé ahí nomás. Me acuerdo que una noche vi un Ford Falcon en la esquina de casa, eran tres tipos, con fierros. Yo le había dicho a mi mujer: ‘si entran a casa con alguno me quedo porque me van a matar seguro’. Un inconsciente. No me daba cuenta de lo que estaba diciendo, tenía mis dos hijas chiquitas, menos mal que me esperaron ahí y no se acercaron. Justo vino el comisario de Madariaga que había ido a revisación médica conmigo para la colimba. Me conocía ya de ese tiempo. Después me contó que se acercó y les preguntó qué estaban esperando ahí.
En 1978 El Puma descubrió cadáveres que flotaban en el mar
La respuesta de los hombres vestidos de civil pero armados fue inmediata y no dejó dudas: “A un guerrillero que vive ahí, un tal Olivera”, señalaron en sentido a la casa de El Puma. Entonces el uniformado decidió jugársela por su vecino y amigo y los desconcertó cuando les comentó con absoluta seguridad: “Están equivocados, ese muchacho es artista, nada que ver con la guerrilla, no cometan ese error. Y si van a levantar a alguno, primero pasen por la comisaría”. Después de eso lo detuvieron a Jorge Vásquez, desaparecido en General Madariaga.
Olivera Moreno vuelve a hablar de los cadáveres que divisó a unos doscientos metros de la costa mientras su compañero enterraba las maderas para armar las carpas y él perfilaba el nivel de los palos con el mar. Y sostiene que no le quedan dudas de que los arrojaban desde aviones en Mar del Plata: “Es que conozco el mar como la palma de mi mano. La corriente que provocó la sudestada los trajo hasta Ostende. Ahí los milicos también tenían un barco con presos. Estuvo el doctor Battaglia, un compañero abogado comunista que lo tuvieron mucho tiempo y zafó porque empezamos a pedir su libertad. Yo acá anduve en Madariaga haciendo firmar, pero la gente temblaba…”.
El Puma hace una pausa, respira hondo, calma a su perrita que ladra, pero mantiene los ojos encendidos durante el relato. Es tan descriptivo que brinda la sensación de estar viviendo nuevamente aquellos hechos atroces: “Me parecía mentira que todo eso estuviera pasando en mi querido pueblo donde nací, y en Ostende y Pinamar, donde trabajé durante décadas como guardavidas”.
Los dos guardavidas que vieron los cuerpos cerca de la costa: Héctor Sciutti y Felipe Olivera Moreno
Para distender un poco la charla, porque algunas veces en sus ojos añosos parecen asomar algunas lágrimas de pura emoción y entusiasmo en el relato, viaja hasta su infancia. Cuando podría decirse empezó un poco a ser “bañero”, como se los llamaba entonces, aunque a los profesionales no les gustaba nada ese término porque lo sentían peyorativo.
El Puma cuenta que en el año 1948, cuando él apenas tenía nueve años, llegó a Ostende proveniente de General Madariaga junto a su familia: su padre, Felipe Olivera, su madre, Gerónima Moreno, y sus hermanas, Alicia y María Josefa. “Solo podía verse una llanura verde, un desierto amarillo y la inmensidad del mar. Nos parecía estar soñando. El Blue Hotel, que anteriormente se llamó Nurimar, era el lugar de nuestro nuevo destino. A mi papá lo habían contratado como casero en invierno y ayudante de cocina en verano. Y mi madre era mucama de piso. A ciento cincuenta metros del mar, sobre un médano de arena rubia totalmente salvaje el hotel se veía imponente, quizás por sus tres pisos que asomaban. Hoy no podría explicar aquellas horas cuando me quedaba mirando esa inmensidad de agua en movimiento. Al verano siguiente ya entraba al mar a escondidas de mis padres”, describe Felipe Olivera Moreno en su libro Memorias de un guardavidas. Porque también escribió una docena de libros, es poeta, recitador, hombre de campo, cantante de tangos y autor de sus letras. Obras que vende a precios muy módicos a través de su Facebook para aquellos que deseen interesarse en sus relatos, entre ellos El Asado…, poema en décimas, uno de sus preferidos.
Retrato familiar. El Puma, con bigotes setentistas, junto a Marta, su esposa y sus dos hijas
Cuenta que a los dieciocho años se sintió guardavidas, sin título por entonces. Y comenzó a trabajar en el balneario del hotel cuando su dueña, Irene Leguizamón de Del Pino, lo contrató como tal, y también para que oficiara de carpero. Tenía a su cargo además del cuidado de los bañistas, 24 carpas y 10 sombrillas.
Era noviembre de 1958 cuando empezó a armar el patio con el guardavidas Roberto Annovi, El Tano, quien había llegado a Pinamar por intermedio de Mauro Cáceres, El Negro, calificado como el primero de la zona. Y narra su primer rescate, difícil, una señora se estaba ahogando: “La conocía desde que llegué a Ostende, de apellido Barceló, familia muy renombrada de Avellaneda. La levantaba en cada ola, tenía miedo de que no me alcanzaran las fuerzas. Pero una ola ‘solidaria’ nos sacó del ‘chupón’, nos empujó al banco de arena y pudimos hacer pie. Ella estaba a punto de un paro respiratorio, por suerte uno de los hermanos Binelli, familia de rematadores, acudió en mi ayuda y pude hacer mi primer salvataje”, comenta el final feliz.
Ya en 1960 le tocó la conscripción, luego intentó suerte durante un par de años en Mar del Plata con un bar de comidas rápidas. Más tarde realizó otra experiencia en Santa Teresita, hasta que en el 69 hizo el curso en La Feliz y se recibió oficialmente de guardavidas: “Pude entender lo atrevido que había sido trabajar en una profesión de puro corajudo, ya que por mi falta de técnica para el rescate me llevaba en cada uno varios arañazos”, precisa.
Felipe Olivera Moreno escribió varios libros. Memoras de un guardavidas es uno de ellos
El tiempo, el andar de un lado a otro y las experiencias continuaron hasta llegar a aquel verano de terror del 78/79: “Como guardavidas municipal. Conseguí el trabajo porque la temporada anterior había muerto ahogado un señor de la embajada de Japón. Y desde el muelle de Pinamar hasta ese lugar, la salida del camping Saint Tropez, no había ningún puesto. Recuerdo que en ese diciembre, un día nublado y frío, el jefe, un tal Del Pratto, me presenta a otro platense, con el que nos hicimos grandes amigos y compañeros, Héctor Sciutti, colega que trabajaba en el balneario Caracolas, y junto a quien viví esa experiencia trágica y que me marcó para el resto de mis días. Eso después lo escribí en mi libro. Muchos me dijeron ‘Negro, para qué, en qué te estás metiendo’. Sentí la necesidad, fue parte de mi vida y tenía que estar en mis memorias, qué se yo. Tuvimos que ir a declarar ante la justicia de Dolores con Sciutti. La señora de Vásquez, que como te conté lo hicieron desaparecer, que es arquitecta, fue la que me acompañó a declarar. Éramos muchos. El secretario del juez me preguntó de todo y yo dije mi verdad”, rememora El Puma.
Lía Ruau es la esposa de Jorge Vásquez, a quien recuerda y se refiere Olivera. Una luchadora incansable por la memoria, quien aquella madrugada de terror de 1978, soportó el secuestro de su esposo, quedando sola, a merced de los captores, embarazada y con dos niños chiquitos. Recién en 1984 se pudo iniciar una difícil investigación a partir de las denuncias de las municipalidades de General Madariaga y General Lavalle presentadas en Dolores sobre la existencia de tumbas NN, que pudo finalizar en 2007.
Hoy más que nunca resuenan las palabras que leyó Ruau al respecto en el Acto de Señalamiento del Cementerio Municipal de General Madariaga como Sitio de Memoria el 17 de diciembre de 2021, publicado en el portal del diario El Mensajero de la Costa. Entre sus puntos más salientes, destacó: “Aquí en General Madariaga se usó la comisaría como lugar de reclusión de detenidos desaparecidos; se hizo seguimiento y espionaje para las Fuerzas Militares; se ejerció el control de la SIDE y se fichó a todos los empleados públicos; se estableció ‘zona liberada’ y se secuestró. Y se ocultaron en este cementerio las pruebas que el mar devolvió de los vuelos de la muerte. Los enterramientos clandestinos realizados, constituyeron una segunda desaparición, completando el círculo criminal del terrorismo de Estado”.
El cartel en el cementerio de Madariaga que indica el hallazgo de restos de desparecidos
El Equipo Argentino de Antropología Forense, que ya había identificado en 2005 los restos de Azucena Villaflor de De Vincenti, Reneé Léonie Duquet, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco como los cuerpos aparecidos en las costas argentinas en diciembre 1977, trabajó también en esta causa. Los informes señalaron “lesiones perimortem compatibles con las provocadas por choque o golpe con o contra superficie dura”.
Así se logró identificar a nueve personas: en el Cementerio de Villa Gesell a Santiago Villanueva; en el de Lavalle a María Cristina Pérez, Cristina Magdalena Carreño Aray, Isidoro Óscar Peña, Nora Fátima Haiuk de Forleza, Óscar Néstor Forleza y Carlos Antonio Pacino; y en el Cementerio de General Madariaga, a Helios Hermógenes Serra Silvera y Jesús Pedro Peña. Todos ellos víctimas del criminal vuelo que vació el centro clandestino de detención conocido como El Olimpo el 6 de diciembre de 1978.
“Helios Serra Silvera, el Uruguayo, es uno de los tres cuerpos que aparecieron en las playas de Pinamar en diciembre de 1978 y fueron enterrados aquí como NN en el sector K. Jesús Pedro Peña es el otro. El tercero corresponde a una mujer: fue exhumada, pero sus restos se ‘perdieron’ y aún no sabemos dónde está. Las actas de defunción agregan muchos detalles de los que surge clara evidencia”, expresó conmovida la esposa de Jorge Vásquez.
Seguramente estos últimos sean algunos de los seis o siete cadáveres que alcanzó a ver flotando a la distancia El Puma Olivera Moreno desde su casilla de guardavidas. Hoy a los 85 años no lo puede borrar de su mente, pero sigue en pie, más allá de algunos achaques: un ACV del que se recuperó por consejo de su médico leyendo mucho y escribiendo para tener su mente siempre activa, actividad que además le apasiona. Y en la actualidad, un síndrome vertiginoso que lo perturba desde hace varios meses, pero del que con paciencia está mejorando de a poco.
El Puma junto a Nora Cortiñas, símbolo de las Madres de Plaza de Mayo
El Puma posa antes de despedirnos y muestra un regalo que le hizo su colega Juancito Lobos –asesinado a puñaladas en 2012 en una fiesta en Ostende-, a quien le dedicó el libro de sus memorias: una inscripción realizada en madera que luce en la puerta de su casa con la inscripción “La morada del Duende”, otro de sus apodos.
Es tan interesante la charla con El Puma, de esas que uno como periodista nunca quisiera terminar. Pero surge la pregunta del final y la promesa de un nuevo encuentro para continuar.
-Puma, ¿siguió afiliado al Partido Comunista?
-Te cuento. Resulta que en plena dictadura veo un escrito del Partido Comunista que decía que íbamos a darle apoyo crítico porque Massera, Agosti y Videla eran nacionalistas. Y mientras tanto, nosotros ya llevábamos como quinientos desaparecidos. ¿Sabés qué? Me calenté y rompí el carnet. Nunca más…
Es fundamental que los padres estén atentos a los signos que pueden indicar que su hijo está siendo víctima de acoso escolar
El acoso escolar, conocido también como bullying, es un problema que afecta a miles de niños en todo el mundo. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), aproximadamente uno de cada tres estudiantes ha sido víctima de intimidación en el entorno escolar. Este fenómeno se manifiesta de diversas formas, incluyendo agresiones físicas, verbales y psicológicas, e impacta de tal manera en la vida de los afectados que tiene estragos incluso años después de ocurrido.
El acoso escolar no solo genera un ambiente hostil para los estudiantes, sino que también repercute en su desarrollo emocional y académico, pues los niños y niñas que son víctimas de acoso tienen un mayor riesgo de experimentar ansiedad, depresión y disminución en su rendimiento escolar. En casos extremos, el bullying puede conducir al aislamiento social y afectar la autoestima de los menores, generando consecuencias a largo plazo en su bienestar.
Actualmente, el problema no termina cuando los niños salen de los centros escolares, pues también están expuestos al ciberacoso, una forma de intimidación que ocurre a través de plataformas digitales. La Secretaría de Educación Pública (SEP) menciona que la facilidad con la que se pueden difundir mensajes ofensivos y la dificultad para eliminar contenido en línea hacen que este tipo de acoso tenga un fuerte impacto en la vida de los niños y adolescentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió en su informe “El ciberacoso afecta a uno de cada seis niños” que esta práctica digital incrementa la vulnerabilidad psicológica de los menores, al generarles miedo, angustia y sentimientos de desesperanza.
Los 7 pasos para saber qué si tu hijo es acosado
(Imagen Ilustrativa Infobae)
Aunque los niños, niñas y adolescentes pasen una gran parte de su tiempo en la escuela, es fundamental que los padres también estén atentos a los signos que pueden indicar que su hijo está siendo víctima de acoso escolar.
La Unicef expone que hay varias señales de advertencia que pueden ayudar a identificar esta situación, por ejemplo, cambios en el comportamiento del niño con los que es posible que se muestre más ansioso, retraído o irritable. Algunos menores pueden tener dificultades para dormir, pérdida de apetito o dolores físicos recurrentes como dolores de cabeza o estómago sin una causa aparente.
En el entorno escolar, los niños que sufren acoso pueden negarse a asistir a clases, mostrar una disminución en su rendimiento académico o perder el interés en actividades que anteriormente disfrutaban. También comienzan a evitar situaciones sociales, alejarse de sus amistades o comienzan a ser más reservados.
Si un padre, madre o tutor identifica que su hijo es víctima de acoso escolar, es importante actuar de manera oportuna para apoyarlo y buscar una solución. La Unicef tiene siete pasos esenciales sobre cómo actuar ante el tema, los cuáles son los siguientes:
Actúa pronto para protegerles y después busca soluciones.
Escúchale con mucha atención y sobre todo sin juzgarle.
Hazle saber que estás para apoyarle y que juntos van a encontrar una solución.
Busca a un profesional para trabajar el impacto emocional que puede causar en tu hija o hijo.
Si el acoso ocurre en línea, mantén un registro de todos los acontecimientos.
Contacta a la escuela para informarles la situación y pide que tomen medidas para detenerlo.
Si el acoso no se detiene, pide ayuda a las autoridades de protección de los derechos de las niñas, niños y adolescentes de tu estado.
También es recomendable reforzar la privacidad de las cuentas del menor y fomentar un uso responsable de las tecnologías digitales.
La participación activa de los padres en la vida académica y social de sus hijos es fundamental para prevenir el acoso escolar. Fomentar la confianza, enseñar valores de respeto y empatía, así como promover relaciones saludables, contribuye a la creación de entornos escolares más seguros y armoniosos para todos los niños.
¿Qué hacer si mi hijo acosa a sus compañeros?
— dialogar con un niño, niña o adolescente que acosa a sus compañeros es muy importante para poner fin a estar prácticas en el ámbito escolar.
Si en caso contrario, se tienen sospechas o se sabe que su hijo está intimidando a otros niños, es importante recordar que no son inherentemente malos, pero pueden estar actuando de forma violenta por una serie de razones como querer encajar, necesidad de atención o simplemente están descubriendo cómo lidiar con emociones complicadas. En algunos casos, los acosadores son víctimas o testigos de violencia en el hogar o en su comunidad, por lo que podría estar replicando los patrones que ve familiares.
Si este es el caso, esto es lo que se debe hacer para actuar y detener la situación:
Comunicación. Comprender por qué el niño o la niña está actuando así, lo que ayudará a saber cómo ayudarlo. “¿Se siente inseguro en la escuela? ¿Está peleado con un amigo o hermano?”, sugiere como preguntas fundamentales la organización. Si no se obtienen resultados al abordar el tema, se puede buscar la ayuda de un consejero, trabajador social o profesional de salud mental que esté capacitado para trabajar con niños.
Trabajar para encontrar formas saludables de afrontar los problemas. Es bueno pedirle a los hijos que expliquen un escenario que les frustra y explicarle formas constructivas de reaccionar. Se puede hacer una lluvia de ideas sobre posibles escenarios futuros y respuestas que no sean dañinas para nadie, tanto en la realidad como en el mundo digital.
Examinarse a uno mismo. Los niños que intimidan a menudo repiten lo que ven en casa. ¿Están expuestos a comportamientos perjudiciales física o emocionalmente por tu parte o por parte de otro cuidador? Mirar hacia adentro y pensar honestamente sobre cómo se comportan los padres delante de los hijos es clave.
Explicar las consecuencias. Es importante hablar sobre los efectos que tendrán sus actos y ofrecerle oportunidades para hacer las paces. “Si descubres que tu hijo ha estado intimidando, es importante que esto tengan consecuencias apropiadas y no violentas. Podrías limitar sus actividades, especialmente aquellas que fomentan el acoso escolar (reuniones sociales, tiempo de pantalla o de uso de redes sociales)”, agregó la Unicef.
No importa si el acoso es físico o psicológico, el daño puede ser muy profundo para el niño, niña o adolescente que lo sufre y puede impactar su salud física y mental a corto, mediano y largo plazo, haciendo que disminuyan su autoestima y confianza en sí mismos, y puede desencadenar algunos padecimientos como ansiedad o depresión, e incluso, puede conducir al suicidio.
Los afiliados al PAMI deberán completar un formulario obligatorio. Además, la nómina de los medicamentos que ya no tendrán el 100% de cobertura.
Los jubilados deberán completar un formulario obligatorio para tener los medicamentos gratuitos. Esta medida rige a partir de marzo y contempla a los afiliados al Programa de Asistencia Médica Integral (PAMI). Ahora, para acceder a la cobertura del 100%, el organismo exige que los beneficiarios presenten diferentes documentos para acreditar su situación económica y personal.
“El subsidio por razones sociales está destinado a los afiliados de PAMI que no están en condiciones de pagar sus medicamentos ambulatorios con descuento”, destacan en la página oficial del organismo. Quienes cumplan con los requisitos del subsidio podrán solicitar hasta cuatro medicamentos con cobertura del 100% por razones sociales de forma virtual. Si requieren más medicamentos, deben realizar el trámite de manera presencial en su agencia PAMI. Para solicitar un turno en agencias, haga clic ACÁ.
Requisitos:
El formulario está disponible en línea en la página oficial de PAMI y debe ser completado con información personal y económica del afiliado, como:
Datos personales: Nombre completo, número de afiliado y contacto.
Situación patrimonial: Declaración de propiedades, vehículos y activos societarios. No deben contar con cobertura de medicina prepaga ni poseer un automóvil con menos de 10 años de antigüedad.
Ingresos familiares: Presentación de documentos que respalden los ingresos, los cuales no deben superar 1,5 haberes previsionales mínimos. Para hogares con convivientes con Certificado Único de Discapacidad (CUD), el límite se amplía a 3 haberes previsionales mínimos.
Condición de discapacidad: En caso de convivir con una persona con discapacidad, se deberá adjuntar el CUD correspondiente.
Receta Electrónica: La medicación solicitada debe estar prescripta por un médico de PAMI con diagnóstico detallado o codificación CIE-10.
No ser propietario de más de un inmueble; No tener aeronaves o embarcaciones de lujo.
En caso de exceder el ingreso previsto en los puntos precedentes, pero el costo de los medicamentos para su tratamiento es igual o mayor al 15% de los ingresos, el afiliado puede solicitar la cobertura al 100% en medicamentos por razones sociales a través de un mecanismo de vía de excepción. Para ello PAMI le solicitará:
Informe social (Disposición 7339/GPSyC/13).
Escala de vulnerabilidad Socio-sanitaria (Disposición 306/GPSyC/05).
Revalidación médica.
Los Afiliados Veteranos de Guerra del Atlántico Sur no están sujetos a estos requisitos, pero igualmente deben realizar el trámite de solicitud del subsidio por razones sociales.
Por otro lado, el PAMI anunció que a partir de 2025, algunos medicamentos dejarán de estar cubiertos al 100%. La nómina es la siguiente:
El humorista pasó sus últimos tiempos en un centro de rehabilitación, lejos de los escenarios que alguna vez dominó con una presencia inigualable. Su hermano Carlos Gasalla, quien lo acompañó hasta el final, había confirmado el diagnóstico con palabras que aún resuenan: “Quiero ser claro: tiene demencia senil. Es una enfermedad que va a seguir avanzando. Antonio no tiene conocimiento ninguno, no habla”.
Su amigo y confidente de años, Marcelo Polino, lo describió con brutal honestidad en aquel momento: “Antonio está bastante complicado. No camina, no nos reconoce desde hace más de un año. Ya casi no habla, se alimenta por un botón gástrico. Es un panorama muy triste”.
Soledad Solari, uno de los personajes emblemáticos de Antonio Gasalla
Para millones de argentinos, Gasalla no era solo un actor. Era el hombre que, con una peluca y una carcajada forzada, se convertía en Mamá Cora, la abuela desquiciada de Esperando la carroza (1985), inmortalizando frases que hoy son parte del ADN cultural del país. Fue también La Empleada Pública, esa mujer resignada que enfrentaba la burocracia con una mezcla de ironía y hartazgo. Soledad Solari, la diva decadente. La Abuela, que en los años 90 y 2000 enloquecía a los invitados en los programas de Susana Giménez con preguntas incómodas y comentarios filosos.
Gasalla tenía un don. Su humor era un bisturí afilado, capaz de diseccionar la hipocresía con precisión quirúrgica. Nunca necesitó recurrir a lo fácil, a lo burdo. Hacía reír y, al mismo tiempo, obligaba a pensar.
Marcelo Polino, quien compartió más de 15 años de amistad con él, lo recordó con emoción y tristeza: “Nos reíamos por horas de la gente de la televisión. Hablábamos todos los días. Verlo así, que te mira y no te reconoce, es muy complicado”.
Antonio Gasalla, en una de sus últimas presentaciones públicas, ovacionado por el público
Hace un mes, en la entrega de los Premios Carlos en Villa Carlos Paz, su ausencia se sintió con fuerza. El galardón honorífico que recibió quedó en manos de su hermano, quien subió al escenario con la voz entrecortada. “Es muy emocionante y creo que merecido. Esto es un aliciente para nosotros y un reconocimiento por todo lo que le dio al teatro”, dijo Carlos, con la estatuilla en las manos y el peso de la realidad en el rostro.
Las últimas noticias sobre su salud habían generado un movimiento de afecto en el mundo del espectáculo. Marcelo Tinelli y Susana Giménez, dos figuras claves en su carrera, se mantenían pendientes de su estado. “El otro día hablaba con Tinelli, al igual que Susana, que siempre pregunta cómo está”, contó Polino. Y agregó con crudeza: “Llega un momento en el que tu brillantez, tu inteligencia, tus premios, tu talento y tu dinero… cuando aparece una enfermedad así, barre con todo. Es feo”.
Pero lo cierto es que nada puede borrar el impacto de Antonio Gasalla en la cultura argentina. Su voz, su risa y su mirada crítica siguen vivas en cada sketch, en cada escena de cine, en cada frase de Mamá Cora repetida hasta el cansancio en reuniones familiares.
El humor argentino perdió a su mejor observador. Pero su legado, imborrable, seguirá provocando risas y reflexiones por generaciones.