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En Francia también: escándalo por párrafos de sexo explícito en un libro enviado a los colegios

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Una novela con descripciones crudas, casi pornográficas, de relaciones incestuosas y sadomasoquismo fue incluida en el llamado Premio Goncourt de los Liceos generando polémica y denuncias de los padres

“Pornografía, incesto, suicidio, escatofilia: escándalo en torno a un libro que compite por el Goncourt de los Liceos”, tituló Le Journal du dimanche, en referencia a una de las novelas destinadas a estudiantes de colegios secundarios en el marco de un programa que busca estimular la lectura.

El Prix Goncourt, que ya tiene más de un siglo de existencia, es el premio literario más prestigioso de Francia. Se entrega anualmente a la que se considera la mejor obra literaria del año en curso, casi siempre del género novela.

En el Goncourt de este año, el libro que causó polémica se titula Le Club des enfants perdus (El Club de los niños perdidos), su autora es Rebecca Lighieri. Como sucedió aquí con Cometierra y Las aventuras de la China Ironlos párrafos que tantos progresistas defendieron como apropiados para adolescentes, no pudieron ser leídos al aire ni en radio ni en TV, aunque algunos usuarios publicaron capturas en X, antes Twitter.

El Club de los chicos perdidos, el libro que enojó a algunos padresEl Club de los chicos perdidos, el libro que enojó a algunos padres

El Goncourt de los Liceos tiene por objeto “hacer descubrir a los estudiantes secundarios la literatura contemporánea y despertar en ellos el deseo de leer”. Una idea realmente positiva. Siempre que la selección de obras sea cuidada en función del público al cual está destinada. Algo elemental que los adultos no deberían olvidar. La novela no parece precisamente la mejor elección para chicos desde 14 años.

Varios párrafos son francamente pornográficos. Vale recordar que, como dijo el psicólogo Ezequiel Baigorria, “lo pornográfico no necesita de imágenes, un texto también puede serlo”.

Esta escena de sexo anal bastará como muestra: “Una vez más me introduzco en su culo prealablemente lubricado y trabajado con rotaciones vigorosas del índice. Mi glande choca contra no sé qué cosa, una protuberancia almenada y esponjosa -y siento que no me faltará mucho para gozar, pero evidentemente me retengo y espero. Espero la modificación de su aliento pero también ese imperceptible clic que he aprendido a acechar cuando estoy en su culo…”

No hace falta traducir más. Basta agregar que el libro también incluye la descripción de varias relaciones incestuosas -una de una madre con su hijo-, de suicidio y de sexo trash.

Se comprende por qué estos párrafos no fueron leídos en radio o televisión. Esto vuelve más sorprendente su inclusión en la selección del Goncourt para los liceos.

Una página del libro cuestionado Una página del libro cuestionado

La asociación “SOS Éducation” denunció “el contenido pornográfico y psíquicamente peligroso” del libro en carta al Primer Ministro y a los ministros de Interior, Educación y Cultura. Otra asociación, “Juristas por la infancia”, se dirigió a la comisión de vigilancia y control de publicaciones para menores del Ministerio de Justicia.

Algunos diputados escribieron a la ministra de Educación, Anne Genetet, para expresarle su sorpresa por la inclusión de esa novela en una “lista de lecturas destinadas a un público menor de edad de entre 15 y 17 años”.

La respuesta de la ministra fue de circunstancia: “Comprendo plenamente vuestra inquietud y quiero aportar algunas precisiones”, dijo, para a continuación mencionar la “mediación de los profesores” (en la lectura de los libros) que es “fundamental y continua”, y precisando que si los alumnos expresaban “su deseo de no leer el libro”, estaban “en todo su derecho”.

La similitud de los argumentos de Anne Genetet con los que aquí formuló Alberto Sileoni, que consideró que era mejor para los alumnos leer pornografía con la guía de un profesor que mirar porno en sus celulares fuera del aula, es llamativa. Como si hubiera un guión en común.

Además de dejar la responsabilidad de la lectura en manos de los menores, la Ministra se lavó las manos, gesto que algunos analistas interpretaron como un deseo de evitar que la tratasen de mojigata o reaccionaria.

Lo que de hecho hicieron varios medios con los padres y las asociaciones que cuestionaron la inclusión de la novela en una lista de lecturas para el secundario.

Las reacciones de los sectores progresistas en general se parecieron mucho a las de aquí. De inmediato surgieron acusaciones de censura totalmente infundadas y destinadas a desviar el eje del problema.

Le Nouvel Observateur calificó el tema como “una hipocresía reaccionaria”, y Le Monde, diario que supo ser serio pero cada vez se muestra más ideologizado, tildó de “asociaciones de extrema derecha” y de “estructuras surgidas de esfera reaccionaria” a quienes pidieron el retiro del libro de Rebecca Lighieri.

Al describir el libro, Le Monde dijo que “contiene escenas de sexo explícito”, y “cuenta la vida de una pareja de artistas y de su hija y aborda los temas de la depresión y el suicidio”. No menciona el incesto ni el sadomasoquismo.

Otro sitio titula “El Goncourt de los Liceos bajo fuego puritano”, como si se estuviera hablando de adultos. Luego evoca las críticas elogiosas a la novela en el momento de su publicación, como si el problema fuese la calidad del libro.

También dicen que hay profesores que se inquietan por los muchos cuestionamientos de los padres hacia las obras que deben leer sus hijos y lo califican como “vulneraciones a su libertad pedagógica” y “cuestionamientos a su ética profesional”. Quizás en algunos casos se trate de eso pero también existe el derecho de los padres a supervisar la educación que reciben sus hijos.

En concreto, según la prensa progresista, los padres que no consideraron apropiado ese libro para alumnos de 14 a 18 años son todos de extrema derecha. El debate se politizó y asumió las mismas formas equívocas que en la Argentina.

Como en nuestro país, las primeras quejas no vinieron de los adultos sino de los propios chicos. Del mismo modo que aquí fueron los estudiantes de varios colegios los que se quejaron por ser obligados a leer pasajes de sexo explícito en la clase, en Francia fue un estudiante de 12 años que le comentó a su madre que el libro era “un poco crudo”. Se sintió incómodo.

La madre interpeló a las autoridades del colegio que no dieron una respuesta satisfactoria. El profesor de lengua la trató de “demasiado sensible”. Entonces ella frente al director se puso a leer el pasaje y éste le tuvo que pedir que se detuviera. La mujer le dijo: “Pero esto es lo que ustedes les dan a los chicos”.

Una edición anterior del Goncourt de los Liceos (Fuente)Una edición anterior del Goncourt de los Liceos (Fuente)

Fue entonces cuando la mujer apeló a la prensa advirtiendo de los detalles sobre relaciones sexuales escatológicas, trash, incestuosas, etcétera, contenidos en el libro. Además, la autora alude al Club de los 27, es decir de los muchos artistas muertos a esa edad, y la protagonista de la novela organiza y describe su suicidio, para huir de este mundo asqueroso…

La madre dijo que lo que más le molestó a su hijo fue que fuese un adulto el que le diera ese libro: “Y todo eso está banalizado. No hay prevención. Para un adolescente en formación leer esto puede ser devastador”.

Una representante de SOS Educación, Sophie Audugé, señaló que ese contenido desconoce la frontera intergeneracional porque el chico es confrontado a una situación para la cual no está preparado. Además hay incitación a prácticas riesgosas y al suicidio. Y señaló “la incongruencia de un Ministerio de Educación que dice querer combatir la pornografía y acá la pone en manos de los alumnos sin que lo sepan lo adultos”.

“Si mi hijo no me hubiese alertado, yo no habría prestado atención, porque uno se dice que están seguros en la escuela”, dijo la madre.

Hubo polémica por uno de los libros enviados a los colegios para el Goncourt de los estudiantesHubo polémica por uno de los libros enviados a los colegios para el Goncourt de los estudiantes

“Dar información que no es acorde con la edad también es una forma de corrupción de menores. Los chicos no están preparados para recibir información de sexo adulto. Se naturalizan y se asimilan cosas que no tienen por qué ser naturales para ellos en esas edades. Por ese lado es grave y es lógico que los padres se enojen”, decía Ezequiel Baigorria a propósito de los textos bonaerenses.

El código penal francés, en su artículo 227-24 prohíbe la difusión de contenido pornográfico a menores, delito para el cual prevé una pena de 3 años de prisión y 75.000 euros de multa.

Al igual que en Argentina, también en Francia este escándalo solo se refiere a una parte del problema. También hay quejas de los padres por los contenidos de la educación sexual para chicos desde nivel inicial que son considerados inapropiados para las edades a las que están destinados.

La educación sexual es obligatoria en Francia desde 2001. El Código de la Educación preveía “una educación sexual dispensada en las escuelas, colegios y liceos a razón de al menos tres clases anuales y por grupos de edad homogénea”.

Algo razonable y muy similar al modo en que se aplicaba la ESI en Argentina hasta 2018, cuando el progresismo, la ultraizquierda y las corrientes transfeministas tomaron por asalto el tema para convertirlo en adoctrinamiento y no sólo modificaron los contenidos sino también la intensidad, poniendo a la ESI al nivel de una materia troncal como matemáticas o lengua.

Es análogo a lo que sucede en Francia con los contenidos de los “Programas de educación sexual y para la vida afectiva” en el último tiempo.

Un informe de Boulevard Voltaire de febrero pasado, daba cuenta de lo que los chicos contaban en sus casas. Por ejemplo, que en la escuela les decían que “los nenes pueden convertirse en nenas cambiando de género” o les hablaban de “el placer de las relaciones sexuales por el ano y la vagina” y de que “se puede cambiar de sexo tomando medicamentos para bloquear la barba y el vello”. Estos testimonios eran de niños de CM2, es decir de entre 10 y 11 años.

Otra página del libro cuestionadoOtra página del libro cuestionado

También allá surgen asociaciones de padres, como por ejemplo Parents en colère y Parents vigilants. Al igual que acá, muchas familias están poco informadas de lo que sucede, Un sondeo de IFOP (Instituto francés de opinión pública), la principal encuestadora de ese país, realizado en enero de 2024 por pedido del Sindicato de la Familia, mostró que la mayoría de los padres de niños escolarizados (63%) ignora el contenido de los programas de educación sexual. Además, el 49% de los consultados se oponía totalmente a que se dicte esa temática desde CP (1er grado de primaria), es decir, niños de 5 y 6 años. Y un 70% consideraba “inapropiado que se hable a los alumnos de sexualidad antes de los 13 años”. Por último, un 59% consideró que “la primacía de la ecuación sexual” corresponde a los padres.

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Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina

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Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia

“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.

Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Alberto Sommaruga, el mayor de los integrantes de la familia de secuestradores

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.

Transcurría 2002, la crisis económica había mutado en algo más peligroso: una crisis moral. Mientras el país intentaba recuperar cierta normalidad, en el conurbano bonaerense germinaban bandas improvisadas, sin prontuario, formadas por patovicas, empleados y estudiantes universitarios que vieron en el secuestro un negocio rápido. La de Ariel fue una de las más insólitas: sus captores eran jóvenes, de barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires, con autos importados y la misma torpeza que violencia.

Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.

Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Pablo Sommaruga, otro de losPablo Sommaruga, otro de los integrantes condenados de la banda (NA)

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.

Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.

El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.

La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.

Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

Ariel Strajman junto a suAriel Strajman junto a su padre a la salida de los tribunales de Comodoro Py donde se realizó el juicio (NA)

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.

La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.

Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.

Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.

La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.

Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.

En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.

Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.

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Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados

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El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas

Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.

Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.

En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

El comunicado de la otraEl comunicado de la otra división de la IPET 267 de Bell Ville, Córdoba

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.

El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.

Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.

Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.

Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.

De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.

Repudio de la Escuela Humanos tras cantos antisemitas en viaje de egresados

En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.

“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.

Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.

En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.

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Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba

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La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia

Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.

Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

El avión con destino aEl avión con destino a Córdoba debió aterrizar en Ezeiza

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.

También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.

“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.

El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Aerolíneas ArgentinasAerolíneas Argentinas

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.

Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.

El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.

Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.

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