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El testimonio de la amiga secreta de Diego Maradona: cuando le contuvo las lágrimas y la trastienda de su despedida más íntima

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Se llama María Fernanda Márquez Miranda, conoció al Diez a mediados de 1996 y, aunque nunca se mostró públicamente con él, se convirtió en su confidente durante varios años hasta que perdió su contacto. “Él siempre decía que lo que le gustaba de mí, era que yo lo trataba como un tipo común”, contó

Mirá que sos rara vos”, le dijo Diego Maradona cuando la conoció, a mediados de 1996. Pero María Fernanda Márquez Miranda no era rara. Simplemente era distinta a las mujeres que él solía conocer en aquellas largas noches en las que la droga y el alcohol eran protagonistas. Cuentan, los que saben, que el Diez llegó a enamorarse de ella. Pero que la respetaba demasiado. Y que prefirió conformarse con su amistad antes que intentar algo más y correr el riesgo de perderla para siempre. Porque ella logró ver al hombre más allá del ídolo. Y lo hizo muy lejos de las cámaras.

—Para saber un poco de usted, ¿qué edad tiene, a qué se dedica, tiene hijos…?

—¿Y cómo lo conoció a Diego?

—Yo estaba cenando con mi prima en un restaurante y boliche que se llamaba Sky Ranch. Me acuerdo que yo siempre decía que el día que lo conociera a Maradona le iba a decir que era el mejor jugador del mundo y le iba a pedir una foto. Pero, cuando lo vi, me quedé muda. Es más, junto a él estaba Leo Sucar, que es mi amigo, y me lo quiso presentar. Pero cuando Diego me iba a dar un beso le corrí la cara…

—¿Por qué?

—¡Por los nervios que me agarraron! Cuando me calmé y reaccioné, lo busqué a mi amigo para decirle que por favor me lo presentara. Y él me dijo: “Fer, te saludó y le diste vuelta la cara”. Entonces le dije que había sido por la emoción, que le prometía que no lo iba a volver a hacer. Así que nos acercamos de nuevo y él, súper humilde, se presentó diciendo: “Soy Diego”.

"Esa noche lo conocí a Diego y años más tarde me firmó la foto. Por eso la tengo en un cuadro", cuenta Fernanda“Esa noche lo conocí a Diego y años más tarde me firmó la foto. Por eso la tengo en un cuadro”, cuenta Fernanda

—¿Entonces?

—Yo le dije: “Soy Fernanda”. Y lo primero que se me ocurrió comentarle fue: “¡Qué lindos zapatos tenés!”. A lo que él me contestó diciéndome la marca.

—¿Y qué marca eran?

—Versace.

—Claro.

—Entonces se quedó como helado.

—Era evidente que no se esperaba un elogio a su calzado…

—¡Totalmente! Ahí me dijo: “¿Mirá que sos rara vos, eh? Nunca nadie me miró los zapatos cuando me presentaron”. Pero a mí me salió eso. La cosa es que él estaba en una mesa de la izquierda intentando cenar, porque la verdad es que la gente no lo dejaba comer en paz. Y al rato nos invitó a mi prima y a mí, que estábamos esperando a otras amigas, a que nos sumáramos con ellos. Pero lo mío era una torpeza tras otra…

—¿Qué pasó?

—Yo trataba de mostrarme lo más natural posible, pero no me salía. Como yo no tomo alcohol, me llevé el vaso de gaseosa con limón que tenía en mi mesa. Y Diego me dijo: “Pero mirá que te estoy invitando, eh”.

—¿Pensó que lo hacía para no gastar?

—Exacto. Y yo le dije: “Ya sé que me estás invitando, pero como veo que están tomando alcohol y yo no tomo”. Entonces él me respondió: “Pero yo te juro que si te pedís una gaseosa con limón yo te la pago igual, no hace falta que te traigas la de tu mesa”.

"Este es un altar que tengo de Diego en mi casa, donde está el único autógrafo que le pedí para mí, porque siempre le pedía para otros, y los dos frasquitos del perfume Angel qué él usaba", describe Fernanda“Este es un altar que tengo de Diego en mi casa, donde está el único autógrafo que le pedí para mí, porque siempre le pedía para otros, y los dos frasquitos del perfume Angel qué él usaba”, describe Fernanda

—Suena lógico.

—Yo estaba muy nerviosa. Y él siguió: “¡Mirá que sos rara, eh! Me mirás los zapatos, no tomás alcohol…”. Pero al rato nos sentamos y empezamos a charlar. Y ahí pude empezar a conocer al otro Diego, al que no se podía ver por la televisión. Justo era la época en la que a Guillermo Cóppola lo habían metido preso. Y me acuerdo que en el programa de Mauro Viale se hablaba todos los días de ese tema. Así que era todo un escándalo.

—Era una época complicada para Maradona en cuanto a las adicciones…

—Gracias a Dios yo nunca lo vi en mal estado. Sí te puedo decir que algunas veces lo noté como más exaltado y todo eso. Pero bueno, el champagne era moneda corriente en sus mesas…

—¿Cómo continuó la noche?

—Yo en ese momento estaba de novia con el que después fue mi marido y padre de mis hijos, que casualmente también se llama Diego. Él no había ido conmigo ese día, así que le pedí a Maradona si lo podía llamar para saludarlo.

—¿Lo llamó?

—Sí, fue tan amable que lo llamó. Pero era un jueves, día laboral, a la una de la mañana. ¡Imaginate que te llamen a esa hora y te digan: “Hola, soy Maradona”! Mi novio no le creyó y le cortó. Así que lo volvió a llamar y le dijo: “Acá estoy con tu novia, Fernanda”. La cuestión es que se pusieron a charlar. Y, cuando yo quise regresar a mi casa, Diego me acompañó a tomarme un taxi y me pidió el teléfono para ver si llegaba bien.

—¿Se lo dio?

—Le di el de mi casa, porque en esa época eran muy pocos los que tenían teléfonos celulares. Y, efectivamente, calculó cuánto tiempo podía tardar y me llamó para chequear que había llegado bien. Ese fue el primer llamado.

Fernanda junto a Maradona el día que el astro invitó a merendar a sus hermanos para conocerlosFernanda junto a Maradona el día que el astro invitó a merendar a sus hermanos para conocerlos

—¿Y cuál fue el siguiente?

—En ese momento Diego estaba viviendo en hoteles. Lo digo en plural, porque se mudaba de uno a otro cada vez que la prensa averiguaba dónde estaba. Así que me llamó para que fuera con mi novio a cenar con él adonde estaba parando, para que él también pudiera conocerlo personalmente. Así que comimos, charlamos y nos intercambiamos los teléfonos para seguir en contacto. Es sabido que Maradona cambiaba los celulares todo el tiempo porque enseguida se lo viralizaban. Pero pudimos entablar una relación muy linda durante años. Y él siempre decía que lo que le gustaba de mí, era que yo lo trataba como un tipo común.

—¿Pudo llegar al ser humano más allá del ídolo?

—Claro. Yo siempre había sido fanática suya. Pero no sé, me salió naturalmente tratarlo como a cualquier otra persona. Y a él le gustaba eso. Por darte un ejemplo, un día me llamaba para pedirme que fuera a visitarlo, me decía que me mandaba un auto. Y yo yo le respondía que no podía porque estaba planchando. Entonces él se reía y me increpaba: “¡Mirá que sos un personaje vos! ¿Le estás diciendo que no a Diego Armando Maradona porque estás planchando?”. Pero yo le decía: “Sí, estoy planchando”.

—¿Y de qué le hablaba en esos encuentros? ¿Mencionaba a sus hijas, Dalma y Gianinna?

—Muchísimo. La experiencia más movilizante que tuve con él, fue una vez que se puso a llorar en mi falda. Estaba llorando como un nene diciendo que él no podía cumplirle la promesa que le había hecho a Dalma de llevarla al cine, porque la gente no se lo permitía. A él le daban las películas para que las viera en su casa. Pero él quería ir al cine con sus hijas como todos los padres y no podía. Esas situaciones lo ponían muy mal. Como otro día que Gianinna le había pedido que la llevara a un shopping y tampoco le pudo dar el gusto.

—¿Le hacía referencia a Claudia Villafañe?

—Sí. En ese momento ellos estaban que iban y venían, pero él siempre la valoró como mujer. Hablaba maravillas de ella y remarcaba el amor que sentía hacia sus hijas.

Un ejemplar del libro Yo soy el Diego dedicado para Fernanda y su maridoUn ejemplar del libro Yo soy el Diego dedicado para Fernanda y su marido

—¿De Diego Junior decía algo? Porque Jana nació el mismo año en que ustedes se conocieron y Dieguito llegó mucho después…

—No, no, no… Nunca me habló de él. Pero de las nenas sí.

—Se decía que en esa época no iba a visitarlas mucho porque no quería que ellas lo vieran mal. ¿Le consta esto?

—Sí, eso también me lo decía. Yo siempre le puse las cosas en claro, en el sentido de que yo no tomaba alcohol, no era una chica de la noche ni consumía drogas, así que él nunca se presentó conmigo estando mal. Ni hizo nada delante mío. Pero sí sabía que en ese momento Diego estaba luchando contra sus adicciones.

—¿Y usted intentaba ayudarlo de alguna manera? En aquella época las drogas eran un tabú y había menos herramientas para tratar el tema…

—Tal cual. Siempre se habló del entorno de Maradona. Y era cierto, porque sacando a Guillermo era como que todos se la creían más que él. Diego era una persona súper humilde. Por lo menos, el Diego que yo conocí. Y quería compartir todo lo que tenía. Si te invitaba a tomar algo, por ejemplo, te insistía para que te pidieras más y más. Para darte una idea, un día invitó a merendar a mis hermanos, Axel y Guido, para poder conocerlos. Y los esperó con comida como para quince personas.

—¡Qué momento para sus hermanos!

—Imaginate, estaban enloquecidos. En ese momento, Diego estaba en un hotel céntrico y me pidió que fuera con ellos. Le causaba mucha gracia que uno se llamara Axel. Me decía: “¿Va a venir a verme Axel Rose?”. Y estaba muy entusiasmado por verlos. Pero cuando subimos a la habitación nos abrió él mismo, no era que tenía un séquito de asistentes como alguno se puede imaginar. Él nos estaba esperando, nos servía la gaseosa, nos convidaba las masitas…Y en un momento les dijo preocupado: “Chicos, no tengo ningún regalo para darles”. Mis hermanos no podían emitir una palabra de la emoción. ¡Y él encima quería hacerles un regalo!

—De más está decir que a Maradona le gustaban mucho las mujeres y que usted es particularmente atractiva, así que imagino que en más de una oportunidad la debe haber querido cortejar…

—Sí y no.

Fernanda y Diego en uno de sus tantos encuentros de amigosFernanda y Diego en uno de sus tantos encuentros de amigos

—¿Cómo sería eso?

—Él respetaba muchísimo que yo tuviese novio. Y, sobre todo, que fuera alguien a quien él conocía. Así que, aunque siempre me decía que yo era muy linda y que si me hubiera encontrado soltera la cosa hubiera sido distinta, nunca intentó nada más. Porque, además, en ese momento yo estaba con todos los preparativos de mi boda. Y de hecho, cuando me casé en el ‘98, lo invité a la fiesta.

—¿Fue?

—No, nos dijo a mi novio y a mí que nos agradecía mucho la invitación pero que no iba a ir, porque si no nos iba a opacar la celebración.

—Muy sensato de su parte…

—Es que era cierto. Estando Maradona, nadie le iba a prestar atención a los recién casados.

—Y su novio y luego marido, ¿no sentía celos de su relación con Diego?

—No, porque él casi siempre estaba con nosotros. Me acuerdo que Diego nos invitaba a cenar o a ir a La Diosa, que también era boliche bailable, pero íbamos los dos juntos. Y era al contrario: Maradona se ponía celoso si nosotros íbamos a saludar a otro famoso. Una vez, por ejemplo, estaba Alejandro Lerner y yo le dije que me encantaría conocerlo. Pero él me respondió: “Ustedes están conmigo. ¿Quién es Alejandro Lerner al lado mío?”.

—Convengamos que era bastante posesivo con sus afectos…

—Sí, era como si fueran de su propiedad. Pero nunca hubo celos que tuvieran que ver con la pareja.

"Este plato me lo firmó Diego antes de irse a Cuba en una cena. La frase dice mucho de lo que él sentía...", confiesa Fernanda“Este plato me lo firmó Diego antes de irse a Cuba en una cena. La frase dice mucho de lo que él sentía…”, confiesa Fernanda

—Le pregunto como mujer: más allá del amor que sentía por su novio, ¿nunca tuvo la fantasía de estar con el ídolo?

—No, porque la persona superó ampliamente lo que yo esperaba del crack del fútbol. Era tan terrenal, a pesar de ser la persona más conocida mundialmente. Fijate que todos, incluida yo, moríamos por conocerlo y por poder compartir algo con él. Pero él era un tipo humilde. Y yo siempre valoré más la amistad que él me dio que cualquier otra cosa. El hecho de que me contara su vida, que no tuviera tapujos a la hora de llorar adelante mío y que quisiera a mi familia me conmovía. Por darte un ejemplo, a uno de mis hermanos que se había ido a vivir a los Estados Unidos le mandó una copia autografiada del libro Yo soy el Diego. Eso habla de cómo era él.

—Si hubiera pasado otra cosa entre ustedes, tal vez, luego se habría perdido esa amistad. ¿Es así?

—Claro, pero más allá de eso, cuando lo conocí yo ya estaba planeando mi casamiento. Y, después de la boda, seguimos la relación. De hecho, yo quedé embarazada de mi primer hijo y tenía fecha de parto para el 30 de octubre, día del cumpleaños de Diego, aunque después se adelantó y nació el 28. Pero lo sentí como un homenaje a él.

—En el 2000 Maradona tuvo su gran crisis en Punta del Este y, después, se decidió su internación en Cuba. ¿Usted siguió en contacto con él en ese tiempo?

—Sí. El episodio que mencionás fue terrible. Y yo lo viví con mucha angustia. Justo en ese momento había perdido su número, por esto que te contaba que siempre cambiaba su teléfono. Pero después, por intermedio de un amigo, lo pude recuperar y me pude volver a comunicar con él. Nosotros nunca nos peleamos y, los períodos en los que no hablábamos, fue por esto. Pero yo tampoco quería ser un estorbo para su familia con todo lo que estaba viviendo. Así que preferí manejarme a través de otras personas para saber cómo estaba.

—Debe haber sufrido mucho por él.

—Fue muy complicado. Después, cuando se fue a Cuba, yo me puse contenta porque pensé que quizá iba a poder estar más tranquilo para afrontar el tratamiento que necesitaba. Y ahí empezamos a hablar de nuevo. Hasta nos invitó a mi marido y a mí a que fuéramos a visitarlo a la isla, pero yo le expliqué que ese no era el plan y que él tenía que ocuparse de su salud. “La idea es que estés allá solo o con tus seres más cercanos”, le dije. En ese momento estaba mucho con Claudia y con sus padres, don Diego y doña Tota.

"Tengo tatuado el 10 hecho por el propio Maradona", cuenta Fernanda“Tengo tatuado el 10 hecho por el propio Maradona”, cuenta Fernanda

—¿Alguna vez se los presentó?

—No.

—¿Y a Laura Cibilla que era su novia de entonces?

—Yo sabía de ella, pero tampoco me la presentó. A la única que vi una vez que fui a visitarlo a un hotel con mi marido fue a Gianinna, que era muy chiquita. La saludamos y compartimos un ratito, pero nada más. No conocí a nadie más de su círculo íntimo. Mi relación era solo con él.

—¿Hasta cuándo siguieron en contacto?

—Más o menos hasta fines de 2002. Ahí le perdí el rastro por este tema de los celulares y de la gente que lo empezó a rodear, que ya era bastante diferente.

—En 2003 Cóppola dejó de trabajar con él y cambió parte de su entorno…

—Claro. Y ya con la gente nueva que se sumó a Diego yo no me di.

—O sea que el resto de la historia la siguió por los medios.

—Exacto. También por boca de algún amigo en común que nos quedó. Pero ya no hablamos Diego y yo de manera directa.

—¿Cómo siguió su vida?

—Estuve casada, di a luz a mi hija menor y después de un tiempo me separé. Pero digamos que tuve una vida normal.

Otro de los recuerdos firmados que Maradona le regaló a FernandaOtro de los recuerdos firmados que Maradona le regaló a Fernanda

—¿Les contó a sus hijos sobre su amistad con Maradona?

—Sí, por supuesto. Ellos lo vieron en fotos. Yo tengo en mi casa muchas cosas firmadas por Diego, desde un plato hasta un libro. Y hasta tengo los envases de los perfumes que él me regalaba, el Angel que usó siempre. También están las camisetas que tiene su papá. Y la verdad es que siempre les contamos las historias que vivimos con él. Mi hijo, que es fanático, dice que le hubiera gustado conocerlo. Y yo lo intenté pero, lamentablemente, no fue posible llegar a él.

—Para entonces se había cerrado demasiado su entorno, ¿verdad?

—Exactamente.

—¿Qué pasó cuando se enteró de la muerte de Diego?

Se me vino el mundo abajo. Sé que puede sonar fuerte. Pero, aunque ya hacía muchos años que no lo veía, era una persona a la que yo quería de verdad. Siempre me demostró una amistad, un cariño y un respeto fabuloso. Me acuerdo que, ese día, yo llegaba de trabajar cuando leí un mensaje de mi hijo que decía: “No puedo parar de llorar”. Yo, asustada, le pregunté: “¿Qué pasó?”. Y él me puso: “Murió el Diego”. Yo no lo podía creer. Enseguida prendí la tele y, cuando vi la noticia, me desmoroné. Estaba en la cocina, me arrodillé en el piso y exploté en llanto. No podía admitir que fuese cierto. Porque su salud siempre estuvo pendiente de un hilo, pero….

—¿Las veces que había vencido a la muerte le hacían creer que era inmortal?

—Tal cual. Me quedé viendo la tele, esperando que dijeran que era una fake news. Pero bueno, lamentablemente, no lo fue.

—Usted tuvo acceso al sepelio íntimo en Casa Rosada, al que solo pudieron ingresar unas pocas personas. ¿Cómo vivió ese momento?

—Fue súper movilizante. Como recordarás, era en plena pandemia, así que yo no salía mucho. Estaba en un sector privado, no con el público que era multitudinario, pero igual éramos bastantes. Y es difícil poner en palabras lo que viví ahí. Pero terminé de entender que va a ser difícil que lo dejen descansar en paz. Porque yo tenía adelante mío su cajón. Y me enteraba por los medios que se decían cosas que no eran ciertas, que ahí no estaban ocurriendo.

Fernanda en una foto actualFernanda en una foto actual

—¿Se refiere a las supuestas indicaciones para que censuraran el ingreso de ciertas personas?

—Sí, ese tipo de cosas. O que hablaran de la presencia de algunos que realmente no habían ido.

—¿Cómo quiénes?

—No importan los nombres. Pero yo no vi ninguna de las situaciones que se mencionaron. No vi a nadie pidiendo que no dejaran entrar al alguien. Las hijas, Dalma y Gianinna, estaban ahí despidiendo a su padre. También la vi a Jana, que estaba muy mal, pero nadie la dejó de lado. Todas estaban unidas en ese momento. Igual que Claudia, a la que todos se acercaban para darle el pésame. No pasó nada raro.

—¿Alguien preguntó quién era usted?

—Que yo sepa, no. Yo había llegado con un par de amigos y me mantuve al margen, porque no conocía a nadie más. Sin embargo, ¿viste cuando se armó el lío con la gente, que empezaron las corridas y tuvieron que cerrar todo?

—Sí.

—Dalma, su marido, Gianinna y Jana estaban al lado del cajón, viendo a la gente que pasaba. Y Claudia me dijo: “Por favor, traeme a las nenas”. Ella estaba adentro de un salón en el que había un servicio de catering, más resguardada, donde estábamos la mayoría de los que habíamos participado de la despedida íntima. Así que fui a buscarlas. Y me vi en la situación de tener que agarrar la Copa del Mundo para que nadie se la llevara. Se la di a Fernando Burlando. Y acompañé a las chicas hasta donde estaba su mamá.

—Es increíble que, sin que nadie la conociera, terminara ayudando a la familia de Diego en ese momento tan triste….

—Sí. Ahora que lo decís, fue muy loco… Porque Claudia, sin conocerme, me pidió por favor que buscara a sus hijas. Gritaba desesperada: “¡¿Dónde están las nenas?!”. Entonces yo le dije: “Están al lado del cajón. ¿Querés que las llame?”. Y me rogó que lo hiciera. Así que yo salí de ese lugar resguardado y logré convencer a las chicas de que fueran con ella.

—Se cumple el cuarto aniversario del fallecimiento de Maradona. ¿Qué le pasa en estos días?

—Siento mucha tristeza. Es como que no termino de caer, o que no lo quiero aceptar… Me cuesta creer que ya no está más. Y me dolió mucho cuando ganamos el mundial. ¿Cómo podía ser que él no estuviera? También me pega mucho la fecha de su cumpleaños, porque no tengo a quién saludar ni con quien festejar. Pero la verdad es que tengo muy lindos recuerdos con Diego y prefiero quedarme con eso. Él hacía que todos fueran partícipes de sus reuniones y la pasaran espectacular.

—Habiendo logrado ese grado de intimidad con él, ¿podría decir que logró ser feliz?

—La felicidad está compuesta de pequeños momentos. Y yo pienso que Diego, en muchos momentos, fue feliz. Sobre todo, con su familia. Me lo dijo.

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Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina

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Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia

“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.

Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Alberto Sommaruga, el mayor de los integrantes de la familia de secuestradores

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.

Transcurría 2002, la crisis económica había mutado en algo más peligroso: una crisis moral. Mientras el país intentaba recuperar cierta normalidad, en el conurbano bonaerense germinaban bandas improvisadas, sin prontuario, formadas por patovicas, empleados y estudiantes universitarios que vieron en el secuestro un negocio rápido. La de Ariel fue una de las más insólitas: sus captores eran jóvenes, de barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires, con autos importados y la misma torpeza que violencia.

Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.

Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Pablo Sommaruga, otro de losPablo Sommaruga, otro de los integrantes condenados de la banda (NA)

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.

Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.

El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.

La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.

Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

Ariel Strajman junto a suAriel Strajman junto a su padre a la salida de los tribunales de Comodoro Py donde se realizó el juicio (NA)

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.

La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.

Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.

Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.

La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.

Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.

En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.

Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.

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Sociedad

Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados

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El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas

Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.

Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.

En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

El comunicado de la otraEl comunicado de la otra división de la IPET 267 de Bell Ville, Córdoba

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.

El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.

Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.

Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.

Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.

De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.

Repudio de la Escuela Humanos tras cantos antisemitas en viaje de egresados

En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.

“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.

Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.

En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.

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Sociedad

Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba

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La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia

Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.

Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

El avión con destino aEl avión con destino a Córdoba debió aterrizar en Ezeiza

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.

También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.

“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.

El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Aerolíneas ArgentinasAerolíneas Argentinas

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.

Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.

El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.

Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.

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