Esta afección respiratoria progresiva, pero prevenible, impacta en la calidad de vida de millones en todo el planeta. Se estima que afecta al 14,5 % de los argentinos mayores de 40 años, según un estudio. La importancia de las espirometrías para su detección
Dificultad para respirar, tos crónica e infecciones respiratorias frecuentes: estos son los principales síntomas que deben afrontar quienes padecen Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), una afección progresiva, pero prevenible, que impacta gravemente la calidad de vida. Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta patología es responsable de 3,5 millones de fallecimientos, lo que representa el 5% de todas las muertes globales. Ante esta realidad, y en el marco del Día Mundial de la EPOC, los especialistas llaman a generar conciencia sobre esta enfermedad que, a menudo, permanece subdiagnosticada.
A nivel mundial, “la EPOC afecta a cerca de 350 millones de personas”, un dato que refleja la magnitud de esta enfermedad, impulsada principalmente por el tabaquismo, la contaminación ambiental y factores genéticos. En Argentina, el estudio EPOC.AR, realizado por la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) junto al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y con el apoyo del laboratorio GSK, reveló que la enfermedad impacta al 14,5% de los mayores de 40 años. Sin embargo, la mayoría de quienes la padecen, “un 77%, lo desconoce”, según destacaron en un comunicado. Esta situación incrementa el riesgo de complicaciones severas y retrasa el acceso a tratamientos oportunos.
El doctor Manuel Ibarrola (MN 126.554), coordinador del servicio de neumonología del Sanatorio Güemes, enfatizó la importancia del diagnóstico temprano: “Es importante prestar atención a los síntomas de la enfermedad en su estado leve, como la falta de aire frente a determinados esfuerzos que antes no se presentaban y la tos crónica. Es ahí cuando más se puede hacer para prevenir su avance y tener una mejor calidad de vida”.
La espirometría es una herramienta clave para diagnosticar la EPOC en etapas tempranas, permitiendo medir la capacidad pulmonar y reducir la brecha de subdiagnóstico, que afecta al 77% de los pacientes en Argentina. (Freepik)
Síntomas y señales de alerta: la importancia del diagnóstico temprano
La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) afecta las vías respiratorias de manera progresiva, dificultando actividades cotidianas como caminar o subir escaleras, incluso desde etapas tempranas. La acumulación de moco en los bronquios y la inflamación constante generan una tos persistente que puede estar acompañada de sibilancias y sensación de opresión en el pecho. Estas molestias iniciales suelen atribuirse a otras causas, como infecciones pasajeras o alergias, lo que retrasa la búsqueda de ayuda médica.
Un aspecto crítico de la patología es la aparición de exacerbaciones, episodios en los que los síntomas empeoran bruscamente. Estas crisis no solo aumentan el riesgo de hospitalización, sino que también pueden acelerar el deterioro de la función pulmonar. Según Ibarrola, estas manifestaciones incrementan las probabilidades de complicaciones graves.
El tabaquismo sigue siendo el principal factor de riesgo para desarrollar EPOC, una enfermedad crónica que afecta a más del 14% de los argentinos mayores de 40 años según el estudio EPOC.AR. (Imagen Ilustrativa Infobae).
“La exacerbación de la EPOC incrementa las chances de morir por cualquier causa, no solo por enfermedades respiratorias. Una de las principales es la enfermedad cardiovascular, que puede ocurrir dentro de los primeros cinco años después de que se manifieste la exacerbación”, destacó el experto. Para frenar este deterioro, los especialistas destacan la importancia del diagnóstico temprano.
La espirometría, una prueba que mide la capacidad pulmonar, permite detectar la enfermedad incluso antes de que los síntomas se vuelvan severos. Sin embargo, el acceso limitado a esta herramienta en algunos sistemas de salud, incluido el argentino, contribuye a que una gran proporción de los pacientes permanezca sin diagnóstico. Además, esta condición a menudo se solapa con otras condiciones respiratorias, como el asma, lo que dificulta su identificación.
Reconocer diferencias clave, como la persistencia de la tos y la falta de aire tras esfuerzos moderados, es determinante para un diagnóstico certero. En ese sentido, los médicos subrayan la importancia de realizar evaluaciones regulares en personas con antecedentes de tabaquismo o exposición a contaminantes, grupos con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad.
La obstrucción de las vías respiratorias es una de las características distintivas de la EPOC, que dificulta actividades básicas y aumenta el riesgo de complicaciones cardiovasculares en pacientes graves
Es por este motivo que, desde Mayo Clinc, enumeraron los signos y síntomas:
Falta de aire, especialmente durante la actividad física
Sibilancia
Opresión del pecho
Una tos crónica que puede producir mucosidad (esputo) que puede ser clara, blanca, amarilla o verdosa
Infecciones respiratorias frecuentes
Falta de energía
Pérdida de peso involuntaria (en etapas posteriores)
Hinchazón en tobillos, pies o piernas
La rehabilitación pulmonar, que incluye ejercicios y apoyo psicológico, mejora significativamente la capacidad funcional de los pacientes con EPOC, ayudándoles a mantener una vida más activa.
Un desafío adicional en el diagnóstico temprano de la EPOC es su tendencia a subestimarse en poblaciones jóvenes o en fumadores ocasionales, quienes a menudo no relacionan los síntomas con una enfermedad crónica. Según el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI), “la EPOC afecta a más de 14 millones de adultos en los Estados Unidos, y muchos otros no saben que la tienen”.
Este retraso en la detección reduce las posibilidades de prevenir complicaciones graves. Es por este motivo que los expertos destacan la importancia de que los profesionales de atención primaria realicen pruebas como la espirometría en pacientes de riesgo, con el objetivo de achicar la brecha del subdiagnóstico.
EPOC: un problema subdiagnosticado que afecta profundamente la calidad de vida
El daño pulmonar causado por el tabaquismo y la quema de biomasa es la principal causa de EPOC, con un 90% de los casos vinculados al consumo prolongado de cigarrillos y contaminantes en interiores. (Imagen ilustrativa Infobae)
La EPOC es la cuarta causa de fallecimientos en el mundo, con 3,5 millones de muertes anuales, según la OMS. Una situación que, en los países de ingresos bajos y medios, se manifiesta con una mayor carga de la patología debido al acceso limitado al diagnóstico temprano y a factores ambientales como la contaminación en interiores.
En Argentina, el estudio EPOC.AR señala que la enfermedad afecta al 14,5% de los mayores de 40 años, con una prevalencia mayor en hombres (18%) que en mujeres (11,7%). Además, advierte que el 77% de los afectados desconocen su diagnóstico, lo que dificulta el acceso temprano a los tratamientos y aumenta las complicaciones respiratorias.
La enfermedad no solo limita las actividades físicas de quienes la padecen, como caminar o trabajar, sino que también afecta su bienestar emocional, generando ansiedad o depresión. Según Ibarrola, las exacerbaciones, episodios de agravamiento de los síntomas, incrementan los riesgos con un impacto multisistémico. Es por eso que destaca la necesidad de un abordaje integral que contemple tanto el diagnóstico como el manejo adecuado de la enfermedad.
El impacto económico de esta patología también es significativo, ya que los pacientes con EPOC suelen requerir hospitalizaciones frecuentes y medicamentos de alto costo, lo que representa una carga tanto para las familias como para los sistemas de salud. Mayo Clinic señala que “la enfermedad puede tener consecuencias económicas considerables debido a la limitación de la productividad en el trabajo y en el hogar y al costo del tratamiento médico”.
La falta de aire y la opresión en el pecho son síntomas comunes de la EPOC, una enfermedad que afecta al 14,5% de los argentinos mayores de 40 años y que puede prevenirse con diagnósticos tempranos como la espirometría.
Factores de riesgo y prevención: actuar antes de que sea tarde
Aunque existen otros factores, el tabaquismo es el principal responsable de la EPOC, siendo causal de hasta el 90% de los casos, según el estudio EPOC.AR. Las sustancias tóxicas del humo de cigarrillo provocan un daño progresivo en las vías respiratorias, pero no solo los fumadores activos están en riesgo: las personas expuestas al humo de segunda mano también pueden desarrollar esta enfermedad.
En áreas rurales y países de ingresos bajos, la combustión de biomasa, como la quema de leña o carbón, agrava la incidencia de EPOC, especialmente en hogares con ventilación deficiente. Además, el aumento del vapeo y del consumo de sustancias como la marihuana plantea interrogantes sobre sus efectos a largo plazo. Según Ibarrola, “si bien se sabe que estas prácticas generan daño, todavía no está totalmente establecida su relación con la EPOC, como sí ocurre con el cigarrillo o con la combustión de biomasa”.
Es por este motivo que el control de los factores de riesgo no solo depende de decisiones individuales, sino también de políticas públicas que regulen el acceso a productos dañinos como los cigarrillos electrónicos, además de campañas educativas y legislaciones que impulsen la reducción del consumo de tabaco.
Asimismo, para prevenir la EPOC, dejar de fumar es la medida más importante. Según la OMS, “las políticas públicas, combinadas con programas de cesación tabáquica, han demostrado ser efectivas para reducir la prevalencia de la enfermedad”. Incluso, evitar la exposición a polvos y sustancias químicas en el trabajo, mejorar la ventilación en hogares y vacunar contra la gripe y la neumonía son estrategias clave para disminuir los factores de riesgo.
La inflamación crónica de los pulmones, común en pacientes con EPOC, puede prevenirse mediante la vacunación contra la gripe y la neumonía, medidas clave para evitar infecciones respiratorias graves. (Imagen Ilustrativa Infobae)
Tratamientos y manejo integral: mejorar la calidad de vida
Aunque la EPOC no tiene cura, un manejo integral puede frenar su avance y mejorar significativamente la calidad de vida de quienes la padecen. Los broncodilatadores y los corticoides inhalados son las terapias más comunes, ya que ayudan a mantener las vías respiratorias abiertas y reducen la inflamación pulmonar. En casos avanzados, algunos pacientes requieren oxigenoterapia, una intervención que, según la OMS, “es la única que ha demostrado prolongar la vida en los casos más severos”.
La rehabilitación pulmonar, que incluye ejercicios físicos y apoyo psicológico, evidenció resultados positivos al mejorar la capacidad funcional y reducir la ansiedad. Sobre los avances en el manejo de la enfermedad, Ibarrola señaló: “La EPOC era una enfermedad que empeoraba a lo largo del tiempo, pero últimamente se observa que con un adecuado manejo se puede lograr una estabilidad en cuanto a la función respiratoria”.
En las últimas décadas, se desarrollaron nuevos enfoques terapéuticos, como el uso de válvulas endobronquiales, que ayudan a mejorar la respiración al liberar aire atrapado en los pulmones. Estos tratamientos innovadores ofrecen esperanza a los pacientes con formas graves de la enfermedad que no responden a las terapias convencionales. El Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI) destacó además investigaciones sobre “la combinación de biomarcadores genéticos y tratamientos de precisión, que podrían mejorar la detección y personalización de terapias para los casos más complejos”.
Romper con el tabaquismo es el paso más importante para prevenir la EPOC, una enfermedad responsable de hasta el 90% de los casos vinculados al consumo prolongado de cigarrillos según el estudio EPOC.AR. (Freepik)
Por otro lado, estudios recientes financiados por el NHLBI exploraron “el uso de terapias experimentales como los moduladores de mucosidad”, diseñados para reducir la obstrucción de las vías respiratorias en casos severos de EPOC. Estos enfoques innovadores, aún en etapas iniciales, apuntan a disminuir los episodios de exacerbaciones y mejorar la función pulmonar de forma sostenible.
Además del tratamiento médico, los cambios en el estilo de vida son fundamentales. Abandonar el tabaco, mantenerse físicamente activo y evitar la exposición a contaminantes son medidas esenciales para mejorar los resultados. La educación sobre la enfermedad también juega un papel crucial, ya que permite a los pacientes participar activamente en su tratamiento y en la prevención de exacerbaciones.
Un bajo consumo de energía puede afectar el metabolismo, la recuperación muscular y hasta la salud ósea. Cómo mejorar la dieta para evitar problemas a largo plazo
A menudo se subestima la importancia de una alimentación adecuada para el rendimiento físico. Los expertos en nutrición deportiva advierten que no consumir suficientes calorías en relación con el gasto energético puede desencadenar una serie de problemas metabólicos, hormonales y de salud en general.
El impacto de la baja disponibilidad de energía en el cuerpo
El cuerpo necesita un equilibrio entre la energía que consume y la que gasta. Cuando esta ecuación se rompe y la ingesta calórica no es suficiente para cubrir las demandas diarias, se puede desarrollar una condición conocida como deficiencia relativa de energía en el deporte (RED-S).
Esta afección afecta múltiples funciones biológicas, desde la regulación hormonal hasta la densidad ósea, el estado de ánimo y el sistema inmunológico.
La deficiencia energética relativa en el deporte (RED-S) afecta funciones biológicas clave como la regulación hormonal y la densidad ósea (Imagen ilustrativa Infobae)
Rebecca McConville, dietista deportiva y autora de Finding Your Sweet Spot, explicó a la revista de salud SELF que muchas personas pueden sufrir esta deficiencia sin darse cuenta.
No siempre es una cuestión de restricción intencional de calorías, sino que factores como la falta de planificación en la alimentación o la desinformación sobre las necesidades nutricionales pueden contribuir al problema.
Señales de advertencia de la falta de energía
Identificar los síntomas de una ingesta calórica insuficiente es clave para evitar consecuencias graves. Entre las señales más comunes, los especialistas destacaron en SELF las más importantes o impactantes.
1- Pérdida de motivación y fatiga extrema
Las sesiones de ejercicio que antes resultaban manejables comienzan a sentirse extenuantes. A medida que el cuerpo se queda sin energía disponible, la sensación de agotamiento se vuelve más frecuente, incluso después de descansar.
“Presta atención a lo que te dicen tus pensamientos. Si constantemente dices: ‘Esto es muy difícil. Esto apesta. ¿Por qué estoy haciendo esto? Esto no es divertido’, eso es señal de que tienes poca energía”, explicó Stephanie Roth-Goldberg, terapeuta especializada en psicología del deporte y recuperación de trastornos alimentarios.
Al finalizar el ejercicio uno se siente cansado y eso está bien y es normal. Lo que no debe ocurrir es sentirse sin energía para realizar tareas cotidianas como jugar con hijos, mascotas, llevar las bolsas de las compras y demás.
2- Problemas digestivos
Estreñimiento, hinchazón y alteraciones en la microbiota intestinal pueden ser señales de que el cuerpo está en modo de conservación de energía, afectando el funcionamiento del sistema digestivo.
Además, la insuficiencia de energía puede desequilibrar el sistema digestivo y modificar la microbiota intestinal, desencadenando molestias como diarrea o dolor abdominal.
McConville señaló que, ante molestias digestivas, muchas personas tienden a eliminar ciertos alimentos o grupos alimenticios, como los lácteos o el gluten, en un intento de aliviar los síntomas.
3- Desequilibrios hormonales
En las mujeres, la ausencia o irregularidad del ciclo menstrual puede ser un indicador de baja disponibilidad de energía. En los hombres, una caída en los niveles de testosterona puede manifestarse en una disminución del deseo sexual.
McConville explicó que una disminución repentina en el interés sexual podría ser una estrategia del cerebro para ahorrar energía, lo que indica un posible desequilibrio que no debe pasarse por alto.
Problemas digestivos como estreñimiento o hinchazón pueden indicar que el cuerpo está en modo de conservación de energía (Imagen Ilustrativa Infobae)
4- Trastornos del sueño
La dificultad para conciliar el sueño o los despertares nocturnos pueden ser resultado de un metabolismo alterado por la falta de nutrientes. Bajos niveles de azúcar en sangre durante la noche pueden generar episodios de ansiedad y afectar la calidad del descanso, según McConville en SELF.
5- Sensación constante de frío y cambios en la piel y el cabello
La ralentización del metabolismo como respuesta a la falta de energía puede hacer que las personas se sientan más frías de lo normal.
La dietista deportiva Holley Samuel, advirtió en SELF que los desequilibrios hormonales, la falta de micronutrientes y el déficit de proteínas pueden afectar la piel, el cabello y las uñas.
Algunas personas experimentan caída o debilitamiento del cabello, piel deteriorada y uñas frágiles. Además, señaló que este problema va más allá de una simple deficiencia y no puede resolverse solo con suplementos como la biotina.
6- Atracones de comida
Un patrón frecuente en quienes no consumen suficiente energía durante el día es la aparición de episodios de hambre extrema en la tarde o la noche, lo que puede generar un ciclo de restricción y sobrealimentación difícil de romper.
“Si le das a la gente la cantidad adecuada de calorías, pero las distribuyes a lo largo del día de manera uniforme y se alimentan antes y después de los entrenamientos, tendrán un buen equilibrio energético”, aseveró Samuel.
7- Aumento de peso inesperado
Aunque pueda parecer contradictorio, la falta de calorías puede ralentizar el metabolismo y provocar una mayor acumulación de grasa corporal como mecanismo de defensa del organismo, aseguró McConville.
Atracones nocturnos pueden surgir por una distribución inadecuada de calorías durante el día (Imagen Ilustrativa Infobae)
8- Alteraciones en la frecuencia cardíaca y niveles de colesterol
Un metabolismo desacelerado puede reflejarse en una frecuencia cardíaca inusualmente baja. Al mismo tiempo, los desbalances hormonales pueden elevar los niveles de colesterol LDL, asociado a un mayor riesgo cardiovascular, de acuerdo con el artículo de SELF.
9- Mayor riesgo de lesiones y recuperación lenta
Las fracturas óseas fueron durante mucho tiempo una consecuencia asociada a los trastornos alimentarios. La insuficiencia de nutrientes esenciales para la salud ósea, como el calcio y la vitamina D, junto con un bajo nivel de energía, puede alterar el equilibrio hormonal y debilitar los huesos, aumentando el riesgo de fracturas por estrés.
Sin embargo, expertos en medicina deportiva advirtieron que la falta de energía también compromete la recuperación muscular, según SELF
Los desequilibrios hormonales pueden interferir en la reparación de los tejidos después del ejercicio, haciendo que músculos, tendones y articulaciones sean más vulnerables al dolor y las lesiones. Además, los tiempos de recuperación pueden prolongarse, lo que dificulta el proceso de sanación.
Cómo corregir la falta de energía
Recuperar el equilibrio energético requiere un enfoque integral que combine cambios en la alimentación y ajustes en la rutina de ejercicio. Los especialistas recomendaron:
Consultar a un experto: un dietista deportivo o un profesional de la salud con experiencia en nutrición deportiva puede evaluar las necesidades energéticas individuales y ayudar a planificar una dieta adecuada.
Ajustar la alimentación: es clave distribuir mejor las comidas a lo largo del día, asegurando un consumo adecuado de carbohidratos, proteínas y grasas saludables.
Prestar atención a los signos del cuerpo: identificar síntomas tempranos y hacer ajustes oportunos puede prevenir problemas de salud a largo plazo.
La advertencia fue planteada por el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires. ¿Hay vacunas disponibles para una campaña masiva? La población objetivo supera por mucho el stock confirmado por Nación. Además, en 2024 fue desoída una recomendación de la CONAIN.
Ante el brote de sarampión iniciado en la Ciudad de Buenos Aires en febrero, que ya se expandió hacia territorio bonaerense y lleva ocho casos confirmados, el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires emitió un comunicado para advertir que “sin una campaña de vacunación efectiva, el brote de sarampión es imparable”.
“Nuestra entidad solicita a las autoridades nacionales y provinciales en materia sanitaria, instrumentar y/o reforzar todas las políticas para plasmar campañas vacunatorias e informativas, de modo de garantizar de manera efectiva la salud de la población”, difundió días atrás.
¿Hay vacunas disponibles para una campaña masiva? Este diario consultó al Ministerio de Salud sobre el stock de vacuna triple viral, la que incluye protección contra el sarampión (además de rubéola y paperas). La respuesta fue: “vacunas tienen que entrar vía OPS (hay compradas 500 mil), pero están con problemas de abastecimiento porque se las acaparan USA e Inglaterra. Hay falta de stock mundial”.
Luego, desde la cartera que conduce Mario Lugones añadieron que “hay más de 200 mil repartidas y disponibles en las jurisdicciones y MinSal tiene más de 30 mil en stock”.
Los números no dan
Según el informe de coberturas de 2023, la población objetivo ese año era de 487.796 bebés de un año para la primera dosis, y 682.154 para la dosis de refuerzo, en el quinto año de vida. En total, 1.169.950. Pese a la baja de natalidad que se viene registrando, las cifras actualizadas no varían demasiado: en 2023 hubo 460.902 nacidos vivos (bebés que cumplieron un año a lo largo de 2024) y en 2020 esa cifra fue de 533.299: es la población que cumple cinco este año.
Sea cual sea el dato que se tome de referencia, ni las 200 mil distribuidas, ni las 30 mil en stock en manos de Nación, ni las 500 mil en espera ya compradas a la Organización Panamericana de la Salud resultan suficientes para la población objetivo actual. A ella hay que sumarle la población con esquema incompleto que no se vacunó en los años previos, cuando le correspondía, y la indicación de dosis extra –por el momento, en Provincia de Buenos Aires- para personas de 13 meses a 4 años que hayan tenido contacto con casos confirmados, así como para bebés de entre 6 y 11 meses que hayan tenido contacto con esos casos (para este grupo se denomina ‘dosis cero’ y no cuenta para el esquema regular a completar luego).
De acuerdo al informe antes mencionado, la cobertura en 2023 para la primera dosis fue del 81,6% a nivel nacional, con casos muy por debajo de ese promedio, como CABA, con el 66%. Para la segunda dosis el resultado fue marcadamente peor: 54,8% promedio en todo el país.
Acefalía y recomendaciones desoídas
El panorama se agrava por la situación de la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles (DiCEI), el área que se ocupa de las vacunas en el Ministerio de Salud. Tras el despido del 30% del equipo, otra gran parte presentó su renuncia ante la imposibilidad de sostener las políticas básicas, como explicaron los profesionales mediante un comunicado. Luego, fue la directora nombrada por la actual gestión quien dio un paso al costado. Así, el área quedó acéfala.
Este lunes, el Ministerio de Salud mantuvo una reunión con la Comisión Nacional de Inmunización (CoNaIn), el organismo técnico que asesora a las autoridades para la toma de decisiones en materia de vacunación. No hubo un resultado cerrado aún: el encuentro continuará este jueves.
Pero lo cierto es que, según figura en las actas –publicadas días atrás- por el Ministerio de Salud, la CoNaIn ya había emitido en agosto del año pasado recomendaciones para evitar el avance del sarampión. Esas recomendaciones no se tradujeron en medidas.
“La CoNaIn recomienda avanzar en la modificación del CNV (Calendario Nacional de Vacunación) con la disminución de la edad de aplicación de la segunda dosis de SRP (sarampión, rubéola y parotiditis) a los 15- 18 meses”, plantearon por entonces desde la comisión de especialistas. Además, “sugiere promover acciones para elevar las coberturas de Vacunación de las primeras y segundas dosis, reforzar la Vigilancia Epidemiológica de las EFE (Enfermedades Febriles Exantemáticas) y avanzar en el recupero de esquemas para cerrar brechas en cada cohorte de edad”.
Sin campañas en los medios masivos de comunicación, en plena proliferación de discursos antivacunas y con las coberturas en descenso, la situación no hizo más que empeorar. El brote en curso se da con el área de Vacunas de Nación desmantelada y sin siquiera stock sólido de gammaglobulina, necesaria para la profilaxis en caso de contacto con enfermos: “quedan muy pocas, porque se demoró un proceso de compra”, confirmó a Tiempo la propia cartera sanitaria. “Debería entrar en breve”, prometió.
La meta es el 95%
El sarampión es una de las enfermedades más contagiosas del mundo. Para prevenir brotes se necesita una cobertura de al menos el 95 por ciento.
La alarma no sólo está encendida en la Argentina. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) emitió una alerta epidemiológica ante al aumento de casos en varios países de la región de las Américas. Hasta la semana epidemiológica 8 de este año (21 de febrero de 2025) se habían confirmado 268 contagios -incluyendo una defunción- en Argentina, Canadá, Estados Unidos y México. “Este aumento representa un incremento significativo en comparación con el mismo período de 2024, cuando se registraron 60 casos durante las primeras ocho semanas del año”, contrastó el organismo.
Para completar esquemas se necesitan dos dosis, y no hay que esperar a cumplir cinco años para la segunda. “En el antiguo esquema de vacunación antisarampionosa, que se llamaba ‘ingreso escolar’, la segunda dosis se colocaba a los cinco años. Hoy por hoy, es en diferentes cohortes. Este año deben aplicarse a todos los niños nacidos en el 2020, sin necesidad de que tengan cinco años cumplidos”, explicó Liliana Bertoni, jefa de Epidemiología de San Juan.
Fundamental para la coagulación sanguínea, la salud ósea y la protección cardiovascular, este nutriente es vital en funciones biológicas clave que el cuerpo no puede realizar sin ella
Las vitaminasson compuestos esenciales para el funcionamiento adecuado del cuerpo humano. Aunque en pequeñas cantidades, su presencia es vital para numerosos procesos biológicos, desde la regulación de las funciones metabólicas hasta el mantenimiento de los sistemas inmunológico, óseo y cardiovascular.
Sin la cantidad adecuada de vitaminas, el cuerpo no podría realizar funciones clave, lo que podría resultar en una serie de trastornos y enfermedades. Entre todas las vitaminas, la vitamina Kocupa un lugar destacado debido a su influencia en la coagulación sanguínea, la salud ósea y la protección de los vasos sanguíneos.
En este contexto, la vitamina K, especialmente en su forma K2 (menaquinona), ha generado creciente interés en la investigación médica debido a sus posibles beneficios más allá de la coagulación, como la protección ósea y cardiovascular. A pesar de ser menos conocida que otras vitaminas, su deficiencia puede traer consecuencias graves, como problemas en la coagulación sanguínea, mayor riesgo de fracturas óseas y enfermedades arteriales.
La falta de vitamina K favorece la calcificación arterial, un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares graves como la hipertensión y la arteriosclerosis – (Imagen Ilustrativa Infobae)
Cuáles son los síntomas de deficiencia de la vitamina K
La deficiencia de vitamina K puede ser silenciosa al principio, pero con el tiempo puede manifestarse en síntomas graves que afectan la coagulación sanguínea, los huesos y el sistema cardiovascular. Estos son cinco de los síntomas más destacados asociados con la falta de vitamina K en el organismo.
Sangrado excesivo y moretones frecuentes: la vitamina K juega un papel esencial en la coagulación sanguínea al activar proteínas clave, como la protrombina, que son necesarias para detener el sangrado. Según un estudio de la Universidad de Harvard, la deficiencia de vitamina K puede interferir con este proceso, lo que lleva a una coagulación sanguínea deficiente y, como resultado, a un sangrado más prolongado y a la aparición de moretones con facilidad. Este síntoma es particularmente evidente en personas que sufren heridas o cirugías, donde el sangrado puede ser más difícil de controlar.
Osteoporosis y mayor riesgo de fracturas: la vitamina K es clave para la mineralización ósea. Esta vitamina ayuda a activar proteínas como la osteocalcina, que regula la fijación del calcio en los huesos. La deficiencia de vitamina K puede contribuir a una mayor pérdida de densidad ósea, lo que aumenta el riesgo de fracturas y osteoporosis. Según un artículo publicado en la revista The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, las personas con niveles bajos de vitamina K tienen mayor probabilidad de sufrir fracturas óseas, especialmente en las caderas.
Calcificación arterial y enfermedades cardiovasculares: la calcificación de las arterias es un proceso patológico en el cual el calcio se acumula en los vasos sanguíneos, lo que puede llevar a un endurecimiento arterial y aumentar el riesgo de hipertensión y enfermedades del corazón. La vitamina K desempeña un papel crucial en la inhibición de este proceso, activando proteínas como la matrix Gla-protein (MGP), que impide que el calcio se deposite en las arterias. La deficiencia de vitamina K puede contribuir a la calcificación arterial.
Fatiga inexplicable y debilidad general: la falta de vitamina K también puede provocar fatiga generalizada, ya que esta vitamina está involucrada en varios procesos metabólicos, incluida la regulación de la producción de energía. En una revisión publicada en Nutrition Reviews, se destacó que los déficits vitamínicos pueden influir en la capacidad del cuerpo para generar energía celular, lo que podría traducirse en una sensación persistente de cansancio y debilidad.
Alteraciones en la coagulación durante procedimientos médicos: las personas con niveles bajos de vitamina K pueden experimentar dificultades durante procedimientos médicos, como cirugías o intervenciones invasivas, debido a la alteración en la coagulación sanguínea. Un estudio realizado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) señala que aquellos con deficiencia de vitamina K tienen mayor probabilidad de experimentar hemorragias excesivas durante procedimientos quirúrgicos, ya que su cuerpo no produce suficiente proteína coagulatoria.
La deficiencia de vitamina K compromete la mineralización ósea, aumentando la probabilidad de fracturas y desarrollando osteoporosis – (Imagen Ilustrativa Infobae)
Por qué la vitamina K es importante para el organismo
La vitamina K es indispensable para una serie de funciones biológicas fundamentales, especialmente para la coagulación sanguínea, la salud ósea y la protección cardiovascular.
En términos de coagulación, esta vitamina facilita la activación de diversas proteínas que permiten que la sangre forme coágulos eficaces cuando es necesario. Sin suficiente vitamina K, el riesgo de sangrados excesivos aumenta, lo que pone en peligro la salud, especialmente en situaciones de trauma o durante cirugías.
Además, la vitamina K tiene un impacto directo en la salud ósea, ya que activa la osteocalcina, una proteína que permite que el calcio se deposite correctamente en los huesos, fortaleciendo su estructura y evitando la pérdida de densidad ósea. La deficiencia de vitamina K puede llevar a un mayor riesgo de fracturas y enfermedades como la osteoporosis.
En términos cardiovasculares, la vitamina K previene la calcificación de las arterias, lo cual es crucial para evitar enfermedades cardiovasculares graves como la arteriosclerosis y la hipertensión.
Las yemas de huevo son buenas fuentes de vitamina K (Imagen Ilustrativa Infobae)
Qué alimentos contienen vitamina K
La vitamina K se encuentra principalmente en alimentos de origen animal y en productos fermentados. Algunas de las mejores fuentes de esta vitamina incluyen:
Alimentos fermentados: el natto, un alimento tradicional japonés hecho de soja fermentada, es extremadamente rico en vitamina K, especialmente en su forma K2. Otros alimentos fermentados, como el chucrut y ciertos quesos curados (como el gouda y el queso suizo), también contienen cantidades significativas de vitamina K.
Carnes y vísceras: la carne de res, el pollo y especialmente el hígado son fuentes importantes de vitamina K, particularmente en su forma K2, que es valioso para la salud ósea y cardiovascular.
Pescados grasos: el salmón y otros pescados grasos contienen vitamina K, que es clave para el mantenimiento de la salud cardiovascular y ósea.
Huevos y lácteos: las yemas de huevo y ciertos quesos son buenas fuentes de vitamina K. Los productos lácteos de animales alimentados con pasto, como la mantequilla, también contienen este nutriente.