Sociedad
“El baile de los 41 maricones”: la historia de una fiesta gay y aristocrática que terminó con detenidos y un número prohibido
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Fue primero una parranda y después un caso policial. Sucedió la madrugada del lunes 18 de noviembre de 1901, en un barrio de México DF, cuando un agente de la policía oyó un alboroto inusual en una casa y al ingresar, descubrió a un grupo de hombres travestidos bailando con otros hombres no travestidos. La trastienda de una cita que, un siglo después, aún perdura en el imaginario popular de la sociedad mexicana
Y aún hoy, ciento veintitrés años después, el escándalo pervive en México, sacude los cimientos de una sociedad un poco ancestral en parte de sus costumbres, en la que lo cerril todavía no cedió ante el hartazgo pese a que esas costumbres, como las del mundo, dieron más de vueltas de carnero en casi un siglo y cuarto.
La historia empezó a las tres de la mañana del lunes 18 de noviembre de 1901, cuando un agente de la policía oyó un alboroto inusual para esa hora en una casa del número 4 de la Calle de la Paz, que hoy se llama Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera, un barrio no muy alejado del centro histórico del México DF, que aún hoy conserva sus mansiones del siglo XIX, en el que trashuma cierta bohemia bulliciosa alrededor de sus cantinas tradicionales y algunos asadores argentinos, y que luce en el centro del barrio el Monumento a la Revolución. Pero en 1901 la colonia Tabacalera era otra cosa.

Se trataba de una fiesta muy privada, la casa había sido alquilada con la única intención de albergarla, y al parecer al policía no se le ocurrió otra cosa mejor que pedir refuerzos para meter a todo el mundo preso. No se le ocurrió pensar, y si lo pensó lo apartó de su pensamiento, que se trataba de una inocente, o no, fiesta de disfraces en la que la fantasía suele elevarse por sobre la rutinaria realidad y que era la excusa, los disfraces, con el que el mundo homosexual disfrazaba su condición. Esta vez no hubo excusas. Uno de los pocos ciertos de toda esta historia es que poco después una gigantesca redada policial detuvo a cuarenta y dos personas: la mitad vestidos de mujer y el resto con atuendos masculinos. La historia del policía curioso está en duda y las malas lenguas hablan de una chivatada destinada a provocar un escándalo, sin intuir la magnitud estrépito que iba a producir. Lo cierto es que sí hubo una gran redada que terminó con cuarenta y dos presos.
A la mañana siguiente, los presos eran cuarenta y uno. Uno de ellos o bien se había escapado de la comisaría, o bien le habían aflojado la mano antes de trasladarlo. Esta última opción aparece como la más lógica porque las versiones dicen que el tipo huyó por la terraza del edificio y los techos vecinos. Los testigos, que siempre hablaron sin identificarse, y sobre todo los rumores que se echaron a correr horas después de la redada, dijeron que el fugitivo era Ignacio “Nacho” de la Torre y Mier, un exitoso empresario de treinta y cinco años que era en ese momento yerno del presidente de la república mexicana, general y dictador Porfirio Díaz: estaba casado con su hija Amada.
El paquete con el que se alzó la policía resultó una pesada carga política: la mayoría de los asistentes a la fiesta privada eran personajes muy conocidos de la alta sociedad mexicana, vinculados al “porfirismo”, como se conocieron los treinta años en los que Díaz gobernó o dirigió los destinos mexicanos, entre 1876 y 1911. Con “Nacho” De la Torre también cayó, nunca se comprobó pero las versiones lo dejaron escrito en la memoria histórica, Antonio Adalid a quien llamaban “Toña, la Mamonera”, que era ahijado de Maximiliano I de México. Dato aparte: México tuvo un emperador austríaco entre 1864 y 1867. Era hermano menor del emperador de Austria Hungría, Francisco José I. Murió fusilado, por cierto, en Querétaro, que era parte de su imperio. Pero esa es otra historia.

Algunos pocos nombres del “baile de los 41″, como se conoció la parranda y el caso policial, trascendieron aquellos días iniciales: además de Adalid, el ahijado imperial y del “Yerno de la Nación”, como los opositores al porfirismo llamaron a “Nacho” De la Torre, fueron señalados como de la partida el periodista Jesús “Chucho” Rábago y el hacendado Alejandro Rego. El resto de los nombres permaneció en el anonimato durante más de un siglo. Hasta que Juan Carlos Harris, un abogado y buceador de la historia, se definió como “historiador frustrado”, descubrió por azar otros siete nombres de los enfiestados aquella noche: en su momento, los siete habían promovido amparos contra su envío forzado al Ejército, uno de los “castigos” que les fue reservado a los travestidos en la fiesta. Sus recursos yacían olvidados en la Corte de Justicia mexicana: Pascual Barrón, Felipe Martínez, Joaquín Moreno, Alejandro Pérez, Raúl Sevilla, Juan B. Sandoval y Jesús Solórzano.
Los nombres dicen nada hoy, lo que habla por sí solo es el anonimato que rodeó y rodea aún al resto de los detenidos en la gran redada: de cuarenta y dos sólo se conoció el nombre de diez. De otros, se supone que estaban allí. Todos los arrestados lo fueron de manera ilegal. “Jurídicamente, la homosexualidad como tal nunca ha estado prohibida en México –dijo Harris hace unos años a la BBC–. No había motivos para detenerlos”.
Con la huida, nunca probada, del yerno de Porfirio Díaz, el que era un baile de cuarenta y dos personas pasó a ser “El baile de los 41″. La prensa se regodeó de modo bastante vil y por partida doble: por el escándalo homosexual y por la participación en él de la más rancia aristocracia mexicana vinculada al poder. El escarnio desatado por los artículos periodísticos fue, de algún modo, una forma de ejercer una venganza social contra el poder vigente en México. A sus figuras más destacadas se las mencionaba como “los lagartijos”, y se extendía a las personas enriquecidas durante el porfiriato. También reveló un hondo sentimiento homofóbico que se prolongó acaso hasta nuestros días.

La Gaceta Callejera, una hoja suelta que se vendía o regalaba, y el diario satírico El hijo de Ahuizote fueron en especial gráficos en las descripciones y feroces en las opiniones. De golpe, “El baile de los 41″ pasó a ser “El baile de los 41 maricones”. El sustantivo, ahora adjetivado, era una enorme condena social para los invitados a la fiesta de los que no se sabía siquiera el nombre. Uno de esos periódicos, que contaba con una fuente de información ligada al caso, escribió la siguiente crónica: “La noche del domingo fue sorprendido por la policía, en una casa accesoria de la 4ª calle de la Paz, un baile que 41 hombres solos verificaban vestidos de mujer. Entre algunos de esos individuos fueron reconocidos los pollos que diariamente se ven pasar por Plateros. Estos vestían elegantísimos trajes de señoras, llevaban pelucas, pechos postizos, aretes, choclos bordados y en las caras tenían pintadas grandes ojeras y chapas de color. Al saberse la noticia en los boulevares, se han dado toda clase de comentarios y se censura la conducta de dichos individuos. No damos a nuestros lectores más detalles por ser en sumo grado asquerosos”.
Pero sí que daban detalles. De alguna forma, el “Baile de los 42″, que había sido de cuarenta y dos, fue en verdad de cuarenta y tres porque, una vez detenidos y separados los travestidos de quienes no lo estaban, la policía halló en el interior de la casa a un muchacho de buena planta, conocido como “Bigotes Rizados”, que esperaba ser sorteado y adjudicado como compañía al afortunado ganador de un sorteo conocido como “La rifa del Pepito”. Zumbaron las burlas homofóbicas, los rumores, las versiones, las confidencias sobre lo que El hijo del Ahuizote bautizó “La aristocracia de Sodoma”. El Diario Popular, que tampoco conocía los nombres de los participantes del baile dijo: “Todos son pollos gordos, algunos riquillos que la portan, criados en paños azules”.
La policía separó a los hombres vestidos de mujer de los que no lo estaban, que fueron llevados al cuartel del Batallón 24. Los travestidos fueron enviados a los cuarteles de la Policía Montada donde, al amanecer, los sometieron al escarnio de barrer las calles aledañas a la unidad militar, con la misma ropa que vestían en la noche de la juerga. La eventual participación de miembros de familias de clase alta o asociados a ella, de la fuga por los techos de “Nacho” De la Torre y el impacto que la noticia iba a tener ya no solo en la familia presidencial, sino en el ámbito político, no sólo hizo que se ocultaran los nombres de los participantes de la francachela, sino que impidió que fuesen mostrados, siquiera fotografiados. Eso desató una ola de pánico y de aclaraciones en los diarios hechas por personas homónimas, o no, de quienes se citaba en las versiones como partícipes de la jarana: todos querían evitar estar relacionados con la gran redada.
La película cuenta la historia de cuando la policía descubrió que en una fiesta privada 42 hombres bailaban entre sí
Los pocos que quedaron presos fueron “expulsados” de la Ciudad de México y trasladados a la cárcel de Belén, en Yucatán, donde fueron incorporados al servicio militar y destinados a trabajos forzados en el puerto de Progreso, con la amenaza de ser llamados al combate en la llamada “Guerra de Castas” contra los indios mayas. Fueron pocos. El 25 de noviembre de 1901, una semana después de la gran redada, el Diario Popular publicó: “Los vagos, rateros y afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han sido consignados a los batallones del Ejército que operan en la campaña contra los indios mayas, sino a las obras públicas en las poblaciones conquistadas al enemigo común de la civilización”. Al comentar el castigo dado a parte de los invitados al “Baile de los 41″, la prensa señaló que se trataba de “pobres y sin dinero para corromper a la justicia y salir libres, como probablemente hizo el resto”, dijo El hijo del Ahuizote.
Muchos años después, el gran escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis (murió en 2010) escribió un lúcido artículo titulado “La gran redada”, en el que asegura, no sin ironía: “En el envío de los homosexuales a Yucatán, a pagar con trabajos forzados su crimen, el número disminuye considerablemente: son apenas diecinueve. Sin temor de calumniar la honradez proverbial del aparato de justicia en el México de 1901, es seguro que veintidós o veintitrés víctimas de la redada compraron su libertad”.
“El baile de los 41″ saltó a la cultura popular, o a parte de ella, en los grabados de José Guadalupe Posada, uno de los más célebres ilustradores y caricaturista de la época, de pluma afilada y crítica ácida, creador entre otras figuras de “La Catrina”, la célebre calavera que es símbolo de la profunda relación de los mexicanos con la muerte. También celebraron “El baile…” algunos ritmos populares, corridos y rancheras. Uno de ellos, de autor anónimo, cantaba: “Hace aún muy pocos días / Que en la calle de la Paz, / Los gendarmes atisbaron / Un gran baile singular. / Cuarenta y un lagartijos / Disfrazados la mitad / De simpáticas muchachas / Bailaban como el que más. / La otra mitad con su traje, / Es decir de masculinos, / Gozaban al estrechar / A los famosos jotitos. / Vestidos de raso y seda / Al último figurín, / Con pelucas bien peinadas / Y moviéndose con chic”.

¿Quién era el gran fugado de “El baile…”? Ignacio “Nacho” de la Torre y Mier había nacido en Ciudad de México el 25 de julio de 1866. Era hijo de un empresario azucarero, de quien heredó su fortuna y fue educado en los más prestigiosos colegios mexicanos y de Estados Unidos. Tenía treinta y cinco años en 1901. Fue uno de los empresarios preferidos de Porfirio Díaz, que dio el visto bueno para el casamiento de “Nacho” con su hija Amada. La pareja fue un tembladeral; el estilo de vida del recién casado era calificado como “licencioso”, para decirlo con piedad; los rumores sobre su homosexualidad eran algo corriente y terminaron por afectar a su pareja y por disparar cierta tensión con el dictador mexicano. En 2019, el escritor Carlos Tello Díaz, tataranieto de Porfirio Díaz, y autor de Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo, habló con El Gran Diario de México sobre si “Nacho” estuvo o no en “El baile de los 41″: “Eso es algo que se dice pero que no está documentado -dijo-. Él era un hacendado muy rico, tenía reses bravas, jugaba al polo, era ambicioso, tenía negocios diversos y estaba casada con la hija de Porfirio, Amada. Se dice que era homosexual pero, de nuevo, no está realmente documentado (…). La pareja Amada e Ignacio no tuvo hijos, y eso se usa como un argumento adicional para demostrar que era homosexual.”
Otra de las informaciones nunca confirmadas, asegura que Amada, la hija de Porfirio Díaz, escribió en su diario: “Un día, mi padre me mandó llamar al despacho de su casa. Me quería informar que Nacho había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres, pero muchos estaban vestidos de mujer. Ignacio -me dijo mi padre- fue dejado libre para impedir un escándalo social, pero quise prevenirte porque tienes derecho a saber del comportamiento de la persona con que vives”. De la Torre murió a los cincuenta y dos años, en 1918, en New York, luego de huir de México en los años de la revolución.
El legado del “Baile de los 41″ perdura en México a modo de tabú, superstición y ofensa irreparable. Francisco Urquizo, general e historiador de la Revolución, escribió, y describió también, hace ya muchos años (murió en 1969), la temible huella que había dejado aquel escándalo en la sociedad: “En México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos (…) La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41. Llegan hasta el 40 y de ahí se salta al 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41. Si acaso, y no hay remedio, el 40 bis. No hay cuarto de hotel o de sanatorio que tenga el número 41. Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42. No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo”.
El mundo giró tanto, aunque siempre algo queda, que hoy el número 41 identifica todavía a la homosexualidad en la cultura popular mexicana. Pero también ha pasado a ser un recordatorio vívido de la opresión y la discriminación sufrida por generaciones de mexicanos; algunos bares, discotecas y hasta asociaciones usan el número 41 como una forma de lucha contra un estigma que ya era tonto en su época. En 2001, la comunidad LGBTIQ+ de la Ciudad de México colocó una placa en el Centro Cultural José Martí que cifra el desagravio a aquel hecho de hace ciento veintitrés años. En 2019 la edición número cuarenta y uno de la Marcha del Orgullo LGBTIQ+ llevó como lema en la Ciudad de México: “Orgullo 41″. En noviembre de 2020 se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia El baile de los 41, un relato de aquel escándalo que incluye los pocos datos y las muchas especulaciones que todavía lo rodean. Fue escrita por Monika Revilla, producida por Pablo Cruz, dirigida por David Pablos y protagonizada por Alfonso Herrera como Ignacio “Nacho” De la Torre y Mier, que todavía es un enigma.
Toda gran historia tiene su fantasma.
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Sociedad
Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
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18 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
Publicado
19 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
Publicado
19 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
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