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“No se puede poner en el mundo una tecnología que no ha sido probada”

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La investigadora advierte sobre la urgente necesidad de una regulación en América latina, sobre la depredación de los recursos naturales  y el tipo de trabajo híper precarizado que hay detrás del desarrollo de la IA, al tiempo que trabaja en el desarrollo de IA bajo principios feministas en la región.

Paola Ricaurte Quijano es mexicana, referente en inteligencia artificial y feminismo en Latinoamérica. Crítica de las tecnologías digitales, plantea la urgencia de hablar del desarrollo tecnológico dominante como la continuidad histórica de un proyecto necropolítico a gran escala, y señala la necesidad de que América Latina tenga una posición unificada, más allá de las diferencias ideológicas de los gobiernos, para tener mayor influencia en el debate global sobre la regulación y la gobernanza de la IA. “Europa lo tiene muy claro: no tiene un papel predominante en el desarrollo de estas tecnologías, pero se han articulado para imponer sus marcos regulatorios, que nos afectan a nosotros también”, advierte en diálogo con Página/12. Ricaurte es investigadora asociada del Departamento de Medios y Cultura Digital del Tecnológico de Monterrey y del Berkman Klein Center for Internet & Society de la Universidad de Harvard. También es cofundadora de Tierra Común, una red de académicos, profesionales y activistas interesados en la decolonialidad y los datos. Forma parte de la Alianza por Algoritmos Inclusivos y coordina el nodo de Latinoamérica y el Caribe de la Red Feminista de Investigación en Inteligencia Artificial, desde donde impulsan proyectos de investigación e innovación para el desarrollo de tecnologías feministas y descoloniales, varios de ellos desarrollados en la Argentina. Además, participa en la Alianza Global para la Inteligencia Artificial (GPAI) y en el Grupo de Expertos para la implementación de la Recomendación de la Unesco sobre la Ética de la Inteligencia Artificial.

La investigadora mexicana estuvo en Buenos Aires por un día, para participar del Foro DemocracIA –organizado por Luminate, Civic Compass y el International Fund for Public Interest Media (IFPIM) en el Museo de Arte Moderno–, donde expertas y expertos de América Latina, Europa y Estados Unidos debatieron sobre experiencias para regular la inteligencia artificial y los desafíos que presenta a los procesos electorales. En ese ámbito, Ricaurte conversó con este diario sobre los proyectos de IA feminista, los impactos ambientales de esa tecnología, la precarización invisible del trabajo femenino que esconde, y los aspectos ineludibles que debería contemplar la regulación en países como Argentina, entre otros temas.

No puedes poner en el mundo una tecnología que no ha sido probada. Y ese control debe hacerse a través de una auditoría pública. Las empresas no lo están haciendo, no se están autorregulando. Por eso tenemos las tecnologías que tenemos. Entonces creo que debe ser algo que debe ser considerado en la regulación. Y luego, la participación de la ciudadanía en los procesos de gobernanza, de desarrollo, de implementación, es decir, en todas las fases del ciclo de vida de la inteligencia artificial. Porque de lo contrario, desgraciadamente, nos toca después a la sociedad civil estar reaccionando y decir: esto falla”, alerta.

–¿Cuándo se crea la Red Feminista de Investigación e Inteligencia Artificial?

–La Red emerge como tal en 2020. Es una iniciativa de una coalición que se llama la Alianza por Algoritmos Inclusivos. Esa coalición está conformada por una organización de la sociedad civil en Suiza, está el Tecnológico de Costa Rica, estamos nosotros en México con el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Americana del Cairo, y también la Universidad Chulalongkorn en Tailandia. Tenemos nodos en América Latina y el Caribe, en norte de África y Medio Oriente, y en el sudeste asiático. Formalmente, desde 2021 comenzamos a impulsar el desarrollo de inteligencia artificial bajo principios feministas en estas tres regiones.

–¿Cómo se piensa la inteligencia artificial bajo principios feministas?

–Justo hay mucha discusión acerca de cómo los sistemas de inteligencia artificial pueden reproducir desigualdades y violencia. Básicamente es generar tecnologías que no sean reproductoras de la violencia en ninguna de las etapas de su desarrollo, en todo su ciclo de vida. Nuestros proyectos tienen que ver con acceso a la justicia, a derechos en general, a la información, a proteger a las mujeres y otras identidades de la violencia en el espacio digital y también de las violencias institucionales. Es decir, tratamos de que nuestros proyectos reflejen esa apuesta por el acceso a los derechos.

–¿De qué se tratan esos proyectos?

–Antes voy a señalar, en base a un caso de Argentina, lo que no se debe hacer. Muchas veces se piensa que con estas tecnologías se van a resolver problemas sociales. Y lo hemos visto, desgraciadamente, como una tendencia por parte de los gobiernos de América Latina de incorporar sistemas de toma de decisión automatizada, por ejemplo, en políticas públicas de salud, educación, beneficios sociales. Estas tecnologías no funcionan porque por definición no son exactas, tienen errores. Esos errores siempre caen en las poblaciones que no están representadas por esos sistemas, para las que no fueron diseñados, que son las mujeres, las distintas identidades sexogenéricas, las personas racializadas, las que tienen algún tipo de discapacidad. Es decir, estas tecnologías funcionan para un ser humano estándar que no somos nosotras. Entonces, los gobiernos toman estas tecnologías bajo la premisa de que van a solucionar un problema social, pero en realidad lo que hacen es reproducir esos mismos problemas sociales. Por ejemplo, usar sistemas predictivos para determinar el embarazo adolescente.

–En Argentina lo usó el gobierno de Salta, cuando el gobernador era Juan Manuel Urtubey, en 2018.

–Si. Es un triste ejemplo del uso por parte de gobiernos de estas tecnologías que son corporativas, en este caso de Microsoft. En ese caso, tomando una población, bajo ciertos parámetros, se definía quién tenía más probabilidad de quedar embarazada o no. Es la misma lógica, por ejemplo, que se usa para los sistemas educativos. ¿Quién va a abandonar la escuela? Pero en realidad, independientemente del resultado que sale obviamente sesgado hacia las poblaciones marginalizadas, a las mujeres jóvenes, más precarizadas, el problema es cómo se instalan estos sistemas en el mundo pensando que con esa predicción resuelves el problema, en vez de atender las causas de ese problema. Este ha sido un caso vergonzosamente emblemático pero que se reprodujo en otros países, como Brasil. También para vigilar las infancias, se aplicó en Chile.

–¿Para vigilarlas en qué sentido?

–Quiénes iban a tener la mayor probabilidad de cometer un delito en los próximos dos años.

–Recuerda a la película Minority Report (Sentencia previa), protagonizada por Tom Cruise…

–Si, más o menos. Nosotras no queremos esas tecnologías. Queremos tecnologías que están diseñadas para atender nuestros problemas, por ejemplo, cuando las mujeres están sujetas a desventaja en el acceso a la justicia. La organización argentina DataGénero desarrolló AymurAI, un software de Inteligencia Artificial que analiza sentencias judiciales en general y especialmente sobre casos de violencia de género y permite extraer información relevante, por ejemplo te dice dónde están los sesgos de género. Ya la están usando en Argentina y ahora la van a utilizar en México. ¿En qué se diferencian estas tecnologías? Están preocupadas por atender un problema que es real: en este caso, el problema de acceso a la justicia de las mujeres. Además, toda la tecnología fue pensada para servir a un fin público. Son tecnologías abiertas, las pueden usar los juzgados. Pero además, se piensa en toda la cadena: no es que ellas desarrollaron la tecnología y la dejaron allí. Lo que hacen es trabajar junto con los jueces para que luego puedan usarla y adaptarla también a sus necesidades. Todo el proyecto fue pensado cuidando de anonimizar los datos porque son datos de mujeres. Están protegidos. Es decir, cuidando cada detalle del proceso para que sea una tecnología que efectivamente responda al principio de no violentar.

–¿Qué otro proyecto están desarrollando desde la Red Feminista de Investigación en Inteligencia Artificial?

–Hay una tecnología pensada para apoyar la gobernanza de recursos naturales, en particular del agua, en una comunidad indígena del norte de México, que está siendo afectada por la violencia, pero también por la escasez de agua. Es una plataforma abierta, que monitorea el territorio, incluso también bases de datos. Esta tecnología fue desarrollada con la comunidad y en el proceso participó una organización de Ecuador con otra en México que lleva muchos años trabajando en ese lugar. El principio es el mismo, es decir, preguntar: ¿qué tecnología necesita la comunidad? O sea, no emerge de una iniciativa externa, sino que hay un problema que la comunidad quiere atender. Y se ajusta a los principios, a los valores y a las prácticas de gobernanza de la comunidad.

Tuvimos otro proyecto de Ecuador para detectar cómo las compras públicas discriminan a las mujeres. Muchas veces no pensamos cómo el dinero del Estado se distribuye en las compañías que luego ofrecen servicios o productos. Este grupo hizo un modelo para analizar de qué manera esas compras públicas estaban siendo asignadas a ciertos proveedores en perjuicio de las mujeres. Mostró cómo se compraba a empresas más grandes, y no a aquellas impulsadas por mujeres. Y también está EDIA, una herramienta para identificar sesgos y estereotipos de género en el lenguaje que se desarrolló en Argentina entre la Universidad Nacional de Córdoba y la organización Vía Libre. Es una herramienta muy interesante porque está hecha para personas que no saben de código, tratando otra vez de acortar estas brechas entre los llamados expertos o expertas que desarrollan las tecnologías y las personas usuarias.

–¿Cómo están afectando a las democracias estas tecnologías?

–A mí me gusta hablar de sistemas sociotécnicos, porque cuando pensamos a veces en las tecnologías tenemos este imaginario de que estamos hablando del software o del hardware, y en realidad estamos hablando de un sistema muy complejo que está compuesto de distintos elementos que tienen que ver con la producción de conocimiento, con las instituciones, las regulaciones, los mercados, los datos, el trabajo, los recursos naturales. De estos actores que concentran los recursos, que están tratando de apropiarse de los recursos naturales, que se apropian de los datos, del conocimiento, y que además con toda esa apropiación tienen una capacidad de injerencia directa e indirecta, el poder blando y el poder duro. Entonces estamos diciendo que estas corporaciones inciden a través de múltiples mecanismos, para que se tomen ciertas decisiones en torno a las regulaciones. Además de que estas grandes compañías son muy aliadas, les gustan mucho los gobiernos antiderechos, entonces creo que si no vemos esas vinculaciones a nivel macroestructural, estamos corriendo el riesgo de pensar que los problemas que trae la inteligencia artificial se limitan a los sesgos.

–¿Qué impacto tienen en los territorios?

–A veces pensamos en las tecnologías como si fueran inmateriales, como si vinieran de la nada. Hablamos de la nube pero la materialidad de la tecnología está también anclada a territorios específicos. Por ejemplo, América Latina tiene muchos de los minerales que se utilizan para el desarrollo tecnológico, para las baterías, para el software, el oro, el litio, el cobre. También somos una región donde por las condiciones de los territorios se pueden instalar centros de datos. Entonces, si tú tienes por una parte la extracción de los minerales, y al mismo tiempo hay ciertos polos en América Latina, especialmente en Chile, México, que están siendo parte de ese mismo clúster, donde se están instalando centros de datos, les dicen campus. Esa infraestructura, esa materialidad, afecta a las poblaciones que habitan en esos territorios. Y muchos de esos territorios están ocupados por poblaciones indígenas, como lo vemos en Brasil, que están tratando de resistirse a las industrias extractivistas mineras. Desgraciadamente, todos esos defensores y defensoras del territorio están siendo literalmente asesinados por esas defensas.

–¿Cómo son los centros de datos?

—Son lugares para almacenar los datos necesarios para que luego se entrenen los modelos de inteligencia artificial. No es una nube, es una nave diría, donde están todos los servidores donde se guardan los datos. Y además, tienen que tener réplicas. Entonces, no es que solo están en un sitio, tienen que estar reproducidos. Pero esos centros de datos, puesto que tienen que estar prendidos todo el día, se calientan. Entonces hay que usar muchísima agua para enfriarlos. Y esa agua sale de esos territorios donde viven las personas y se quedan sin el agua. Porque los datos, digamos, ocupan el agua no para la gente, sino para enfriarlos. Entonces esas son afectaciones directas a los territorios. Y ha habido varios casos en América Latina donde las comunidades se han resistido a esas construcciones.

–-¿Y dónde están instalándose los centros de datos?

–Las decisiones sobre dónde colocar un centro de datos tienen que ver con varios factores. Uno de ellos que parece básico, por ejemplo, el riesgo sísmico. No debe temblar. Pero hay otras cuestiones, como los impuestos y también condiciones que son infraestructurales, por ejemplo, redes eléctricas. El Estado tiene que proveer esa infraestructura básica. Tiene que haber agua. Después, ¿dónde están ubicados? En el caso de México, el hecho de que tú puedas colocar un centro de datos cerca territorialmente de Estados Unidos es conveniente. Han tomado una zona, se llama Querétaro, cerca de la Ciudad de México. Ahorita hay proyectos para que las grandes corporaciones estén ahí.

–¿Cómo afectan estas tecnologías a las mujeres?

– La producción de un sistema de inteligencia artificial tenemos los datos, los modelos y luego las aplicaciones pero para que esos datos funcionen tienen que ser limpiados, curados, es decir, tienen que ser preparados para que luego se entrenen los modelos y muchos de esos trabajos, al menos en América Latina, los hacen mujeres. Haz de cuenta que es el mismo trabajo que hacemos las mujeres en la vida: limpiar la casa. Toda esa parte que no les gusta hacer a los hombres que tienen los nombres grandes, rimbombantes, que se llevan los créditos, los hacemos las mujeres. Hay que limpiar las bases de datos para que no tenga datos repetidos, o que no le falten datos.

Y hay otra tarea que es anterior que es etiquetar los datos que van a ser luego usados. Tú tienes dos imágenes, ¿cuál es un gato? Entonces tú ves el gato y dices, este es un gato, este no es un gato. A eso se llama etiquetar un dato. Primero una persona humana tiene que decir qué es y qué no. El modelo utiliza esos datos y a partir de ahí aprende y luego se usa. Todos nosotros siempre estamos trabajando haciendo eso. Por ejemplo, cuando te piden una comprobación de qué imagen es un semáforo, estás haciendo eso mismo. Eso es trabajo no pagado. Y cuando se hace pagado, se paga de manera miserable. ¿Y quiénes están haciendo eso? Hay compañías, en inglés se llaman crowdwork porque es trabajo de masas, son micro tareas que se pagan una miseria. Esas compañías son populares en América Latina, sobre todo entre sectores de personas que están afectadas económicamente, muchas son mujeres que trabajan en sus ratos libres para tener ingresos extras, en contextos de países precarizados. Uno de nuestros proyectos apuntó a identificar quiénes eran estas trabajadoras latinas. Muchas de ellas decían que, a diferencia de otros trabajos, ellas no saben quiénes son las demás, no se pueden comunicar entre ellas. Los trabajadores de Uber, de Rapi o de todas estas aplicaciones los ves en la calle, se ponen en algún sitio, pero estas trabajadoras son invisibles. Están en sus casas.

– Como las que son explotadas en talleres textiles…

 

– Un poco su situación es similar en el sentido de que no tienen maneras de organizarse y de reclamar sus derechos. Hay muchas venezolanas pero hay en toda América Latina, muchas de ellas a veces con educación. Pero son las condiciones las que hacen que nosotras busquemos otras vías de obtener recursos. Son personas que están allí, al margen, de los beneficios del Estado, de la regulación, porque son anónimas. Y eso, por supuesto, las pone en una condición de vulnerabilidad.

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Donald Trump confirmó que habló con el dictador venezolano Nicolás Maduro

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El presidente de Estados Unidos evitó calificar el diálogo como positivo o negativo y no precisó qué asuntos se abordaron ni los alcances del intercambio

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó este domingo que habló por teléfono con el dictador venezolano Nicolás Maduro, aunque evitó ofrecer detalles sobre el intercambio.

La respuesta es sí”, dijo al confirmar la llamada. Ante preguntas sobre cómo transcurrió la conversación, señaló: “No diría que salió bien ni mal. Fue una llamada telefónica”.

La confirmación del contacto ocurre en un contexto de creciente presión por parte de Washington. Según fuentes consultadas , Trump, acompañado por el secretario de Estado Marco Rubio, comunicó a Maduro que Estados Unidos intensificará las acciones militares si no abandona el poder.

El presidente de Estados Unidos evitó calificar el diálogo con el dictador chavista, Nicolás Maduro, como positivo o negativo (REUTERS/Leonardo Fernández Viloria)

Sobre las distintas versiones de la prensa sobre el contenido de la conversación, un vocero negó que Trump y Maduro estén evaluando un encuentro para negociar una transición.

Es un invento”, afirmó la fuente a Infobae al descartar cualquier tipo de acercamiento bilateral orientado a otorgar margen de maniobra al régimen chavista.

En este escenario, los líderes opositores Edmundo González Urrutia y María Corina Machado esperan que se produzca un cambio definitivo en el poder para asumir una transición democrática y pacífica.

Las recientes declaraciones de Trump también evidencian el endurecimiento de las acciones sobre el dictador chavista.

Durante el intercambio con los periodistas a bordo del avión presidencial, el mandatario estadounidense argumentó que el espacio aéreo venezolano debía considerarse cerrado porque su gobierno no considera al país “amistoso”.

Aseguró que desde allí ingresó al territorio estadounidense un elevado flujo de personas que, según él, provienen de “cárceles, pandillas y redes de narcotráfico”. Cuando se le preguntó si esa advertencia implicaba acciones militares inminentes, respondió: “No interpreten nada”.

Donald Trump confirmó que hablóDonald Trump confirmó que habló con el dictador venezolano Nicolás Maduro (REUTERS/Anna Rose Layden)

Tras la advertencia de Trump, seis aerolíneas internacionales suspendieron vuelos hacia y desde Venezuela, lo que llevó a la dictadura chavista a revocar sus permisos en represalia y acusarlas de “sumarse a las acciones de terrorismo de Estado promovido por el gobierno de los Estados Unidos”.

Entretanto, el senador republicano Markwayne Mullin confirmó que Washington puso sobre la mesa una oferta de salida para Maduro.

Le dimos la oportunidad de irse. Le dijimos que podía ir a Rusia o a otro país”, afirmó en una entrevista con CNN, precisando que la administración Trump busca elevar la presión sin planear el despliegue de tropas en territorio venezolano.

Mullin, miembro del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, subrayó que el objetivo del gobierno es “proteger nuestras propias costas”.

Estas gestiones diplomáticas se desarrollan en medio de un amplio operativo estadounidense cerca de Venezuela.

Trump advirtió esta semana que los esfuerzos para frenar el narcotráfico venezolano “por tierra” comenzarían “muy pronto”.

Trump advirtió esta semana queTrump advirtió esta semana que los esfuerzos para frenar el narcotráfico venezolano “por tierra” comenzarían “muy pronto” (REUTERS)

Diversos sitios de rastreo de aeronaves han registrado una actividad constante de aviones de combate estadounidenses apenas a unas decenas de kilómetros de las costas venezolanas en los últimos días. Países vecinos como República Dominicana autorizaron a Estados Unidos el uso de infraestructuras aeroportuarias, mientras Trinidad y Tobago albergó ejercicios recientes del Cuerpo de Marines estadounidense.

El refuerzo militar incluye mayor presencia de escuadrones y ataques selectivos a embarcaciones en el Caribe y el Pacífico oriental, medidas que Washington justifica como parte de la lucha contra el tráfico de drogas que, según sus informes, coordina el régimen venezolano.

(Con información de AFP)

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Venezuela en el paradigma

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Un despliegue militar sin precedentes en el Caribe intensifica la presión internacional sobre el régimen de Maduro, mientras la oposición busca sumar apoyo interno y externo para propiciar la transición en Venezuela

Necesitamos reunir todas nuestras fuerzas para lograr un golpe capaz de variar la suerte del país”. Lo escribió Simón Bolívar en 1823, en una carta desde Guayaquil dirigida al general Antonio José de Sucre, en plena expedición colombiana al Perú.

El pueblo se alzará desde esta oscura era de opresión con una sola misión: la libertad”, asegura en su proclama al pueblo venezolano, después de haber pedido al Ejército que acompañe la transición pacífica: “Se parte del futuro luminoso de Venezuela y no de la ruina que la tiranía destruyó”.

¿Es así, tal como asegura la líder venezolana? ¿Lo que va a pasar ya está pasando, y la hora decisiva es inminente? Ciertamente, el presente continuo es indiscutible, porque los acontecimientos se están precipitando a un ritmo extraordinario. Pero que ello implique una hora decisiva e inminente, es decir, un momento histórico, es una afirmación tan entusiasta como precipitada.

Son tantas las variables que están interfiriendo en la cuestión venezolana, que solo es seguro afirmar dos cosas: una, que ha llegado la hora de Venezuela; y dos, que la rueda que ha empezado a girar ya no puede pararse. Sin embargo, confirmado el movimiento, cualquier análisis que intente descifrar qué dirección tomará, entra en el terreno de la especulación.

Los hechos son claros: Venezuela sufre un régimen criminal asentado en estructuras del narco, infiltrado por la inteligencia cubana, apoyado por Irán y Rusia y gobernado por un poder autárquico y represivo que ha destruido a tal nivel los recursos del país, que su colapso no tiene parangón en la historia reciente de Latinoamérica. Más de un millar de presos políticos, una represión sistémica, una destrucción masiva de la actividad económica, y la perversa impunidad de mantenerse en el poder robando literalmente las elecciones.

A ello cabe añadir la nefasta influencia en todo el eje bolivariano, la exportación de sus estructuras narco en países cercanos, y su capacidad de mimetismo en los entornos vecinos, con Colombia como preocupación urgente.

Si el régimen de Maduro cae, Cuba es insostenible, no en vano sobrevive gracias a la vampirización que perpetra de los recursos venezolanos, y con ella tampoco se mantiene el régimen de Nicaragua. Pero, sobre todo, como avisa la oposición colombiana, la caída de Maduro frenará la bolivarización que Petro lidera en Colombia.

Los dictadores de Cuba yLos dictadores de Cuba y Venezuela: Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

En definitiva, la caída del régimen es necesaria a todos los niveles: para acabar con la brutal represión que sufre el pueblo venezolano; para luchar contra el crecimiento ingente del narco; para sanear la economía del país y de toda la región; y, en definitiva, para convertir el hub criminal que ahora es Venezuela, en un hub económico y energético que dinamice toda la región.

Pero, con los hechos claros, la cuestión es cómo se consigue que caiga el régimen, y a pesar de que el ruido militar en el Caribe pudiera sugerir que solo hay una posibilidad, lo cierto es que hay cuatro opciones para la caída de Maduro: la intervención militar exterior; la intervención militar interior; la sublevación militar interior, combinada con una insurrección interior; y un pacto con el régimen para una transición pacífica.

Cabría imaginar una quinta, la opción del mantenimiento del régimen, pero ello, a estas alturas, es altamente improbable. La maquinaria política y militar que se ha puesto en marcha es enorme, el momento es oportuno y la degradación del régimen ha entrado en barrena. Además, es impensable que la administración Trump deje inconcluso el proceso que ha iniciado.

Donald Trump prevé hablar conDonald Trump prevé hablar con Nicolás Maduro (REUTERS/Anna Rose Layden)

Primera opción, la intervención americana. De momento, Estados Unidos ha desplegado el 20% de su fuerza naval en el Caribe. Los datos son estridentes: el poderoso USS Gerald R. Ford, miles de marines desplegados, los caza F-35 y los destructores afincados en la base Roosevelt Roads de Puerto Rico, los paseos de los aviones de guerra por los cielos de Curazao, el imponente avión de ataque AC-130J Ghostrider, maniobrando con dos otros aviones de guerra en El Salvador, y para rematar, los viajes del jefe del estado mayor americano, el general Dan Caine, por Puerto Rico y ahora en Trinidad y Tobago.

Es evidente que se trata de un despliegue imponente -el más grande en América Latina desde la invasión de Panamá-, con un poder amenazador indiscutible. Pero, ¿su función es intervenir, asustar, u obligar a pactar? O todo a la vez, que también es posible.

Si fuera el caso, no es imaginable una intervención terrestre, que podría convertir a Venezuela en un nuevo Vietnam. Pero, sin infantería, Estados Unidos podría planificar una intervención con drones y mísiles contra sectores estratégicos, como el Puerto Cabello, el más importante, y clave en el tránsito de drogas.

La guerra sería, sin ninguna duda, asimétrica y probablemente tan rápida como lo fue la intervención en Irán, pero sería un terremoto cuyas réplicas llegarían a Rusia. Además, Trump no es un belicista, sino un negociador, un pactista, y cabe imaginar que esta opción será la última y, si es el caso, combinada con la opción interior.

El portaaviones USS Gerald R.El portaaviones USS Gerald R. Ford (AP foto/John Clark)

La segunda opción cabalga con la tercera, no en vano parece improbable una sublevación militar contra el régimen, a pesar de la alta deserción que sufre el ejército venezolano. Pero también es alta la corrupción de sus dirigentes, y su implicación con el Cártel de los Soles (llamado así precisamente por la insignia del sol que lleva el ejército en el uniforme), que acaba de entrar en la lista OTE norteamericana de organizaciones terroristas.

En cambio, no es tan improbable que, si se consigue una insurrección general ciudadana, auspiciada por el movimiento de María Corina Machado -que ya demostró su enorme fuerza popular con la masiva abstención en los últimos comicios-, se produzca también el apoyo de parte del ejército. Con ello cuenta la oposición, como también debe contar con la ingente presencia de miembros de la CIA en el país.

Pero esa posibilidad necesitaría de la intervención americana en sectores estratégicos, para garantizar el éxito, y es por ello, probablemente, que se ha producido el gran despliegue militar americano. Como decía Philip Gunson, experto del International Crisis Group, “si la presión no funciona, y no hay respuesta militar de Estados Unidos, la flota debería irse sin haber completado su misión, y eso tendría un precio político enorme”.

La recompensa millonaria de EstadosLa recompensa millonaria de Estados Unidos por la captura de Nicolás Maduro

Finalmente, la cuarta, en línea con “la presión” de la que habla Gunson: el pacto para una transición pacífica. No hay duda de que sería la opción deseable, y si es cierto que Trump está dispuesto a hablar con Maduro, según ha publicado el portal Axios y él mismo ha ratificado, la vía de la negociación podría abrirse. Y una negociación con la oposición a punto de calle y con el poderío militar americano a las puertas, podría tener más visos de tener resultados. Ello si finalmente ocurre, lo cual es tan posible, como improbable.

Lo que va a pasar, está pasando”, decía Corina, y sin duda está pasando de todo. Pero la situación es muy inflamable y de muy difícil pronóstico. Solo cabe esperar que los acontecimientos se precipiten en la dirección de un futuro libre para Venezuela. También para ello, se puede rememorar a Bolívar cuando decía que era el hombre de las mil dificultades. Las venció a todos. Su memoria acoge la esperanza.

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