Salud
Sustancias químicas vinculadas al cáncer de mama se filtran en los alimentos, según un estudio
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Una investigación reciente publicada en Frontiers in Toxicology advirtió que cerca de 200 sustancias químicas presentes en envases de cartón, plásticos y resinas podrían migrar a los productos que consumimos. La palabra de los expertos.
Durante años, el uso de envases plásticos ha sido una práctica común para almacenar y preservar alimentos. Sin embargo, estudios recientes revelaron que estos materiales podrían ser una fuente oculta de sustancias carcinógenas, especialmente vinculadas al cáncer de mama.
Según el trabajo, estas sustancias incluyen aminas aromáticas, benceno, estireno y otros compuestos conocidos por inducir tumores en modelos animales y humanos.
El impacto de las sustancias químicas en el cuerpo humano
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Este estudio del Food Packaging Forum encendió las alarmas sobre la conexión entre los materiales en contacto con los alimentos y el riesgo de desarrollar cáncer de mama. La coautora del estudio, Jane Muncke, destacó en un comunicado de prensa que la exposición a estas sustancias ocurre de manera crónica y, en muchos casos, de forma involuntaria. Esto se debe a que los productos químicos migran de los envases hacia los alimentos que ingerimos diariamente.
“El potencial de prevención del cáncer mediante la reducción de sustancias químicas peligrosas en la vida diaria no se ha explorado lo suficiente y merece mucha más atención”, afirmó la experta en el escrito, quien es directora general y directora científica del Food Packaging Forum, una fundación sin fines de lucro con sede en Zúrich, Suiza, que se centra en la comunicación y la investigación científica.
En ese sentido, en los autores de la investigación señalaron: “Nuestros hallazgos implican que la exposición crónica de toda la población a presuntos carcinógenos mamarios de los alimentos en contacto con alimentos es la norma y destaca una importante, pero actualmente subestimada, oportunidad para la prevención”.
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El estudio identificó la presencia de sustancias químicas como benceno, un carcinógeno conocido vinculado al cáncer de mama tanto en animales como en humanos; 4,4′-metilenbis-(2-cloroanilina), considerado un probable carcinógeno asociado con el cáncer de vejiga; 2,4-toluendiamina, que ha sido relacionado con cáncer de mama y otros tipos de cáncer en animales; y 3,3′-dimetilbencidina y o-toluidina, colorantes utilizados en la fabricación de plásticos y papel.
Además, los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), conocidos como “químicos permanentes” debido a su incapacidad para degradarse en el medio ambiente, representan un riesgo adicional, ya que se utilizan en envases de alimentos para evitar la filtración de grasa y agua en productos como envoltorios de comida rápida o recipientes de bebidas.
La investigación, basada en 181 estudios de migración realizados en los últimos tres años, identificó 76 carcinógenos potenciales relacionados con el cáncer de mama. De los cuales se ha observado que 61 (80%) migran desde plásticos, 23 (30%) provienen de materiales no especificados, 21 (28%) se transfieren desde papel y cartón, 8 (11%) desde metales y 6 (8%) desde materiales compuestos.
Además, 10 de los 76 compuestos detectados en estudios recientes de migración en materiales en contacto con alimentos (FCM) tienen evidencia directa de inducir tumores mamarios en modelos de roedores, como el benceno, estireno y varias aminas aromáticas primarias. Por otro lado, 35 de estos carcinógenos presentan propiedades genotóxicas (sustancias que dañan el ADN y pueden provocar mutaciones o cáncer).
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Al menos 40 de los 76 carcinógenos mamarios potenciales detectados ya habían sido clasificados con advertencias de peligro por diversas agencias reguladoras. Por ejemplo, 19 de estos carcinógenos ya están en las listas de candidatos y seis en las listas de autorización de REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas) es una normativa de la Unión Europea que regula el uso de productos químicos para proteger la salud humana y el medio ambiente.
Incluso, 26 de estos carcinógenos pertenecen a categorías bajo escrutinio regulatorio en diversas agencias, como seis bisfenoles, siete ortoftalatos, doce aminas aromáticas y un PFAS (Lambré et al., 2023; Departamento de Ecología del Estado de Washington, 2023; Parlamento Europeo y Consejo, 2004; FDA de EE. UU., 2024b).
Lo cierto es que no es la primera vez que se ponen bajo la lupa estos productos, en un estudio anterior, publicado en enero de este año, se advirtió, en modelos animales, que ciertos productos químicos inducen tumores mamarios o activan señales hormonales, como las de estrógeno y progesterona, con lo cual se podría aumentar el riesgo de desarrollar esta patología oncológica en humanos.
Para abordar esta problemática, los investigadores recopilaron datos sobre la actividad endocrina y la genotoxicidad de estos compuestos en ratones. Utilizando bases de datos como las Monografías de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y el programa ToxCast de la EPA, seleccionaron sustancias químicas que estimulan la producción de estradiol y progesterona, clasificándolas según la fuerza de su actividad endocrina.
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Los resultados del análisis revelaron que muchas de estas sustancias tienen un impacto significativo en las vías hormonales, lo que las convierte en potenciales factores de riesgo para el desarrollo de cáncer de mama, siendo que el estudio identificó 279 carcinógenos mamarios y otros 642 productos químicos que afectaban la señalización hormonal.
Además, se descubrió que los carcinógenos mamarios estaban fuertemente asociados con la esteroidogénesis (proceso de producción de hormonas sexuales como el estrógeno y la progesterona) y la genotoxicidad (capacidad de una sustancia para dañar el ADN y causar mutaciones), lo que sugiere que estas características pueden ayudar a predecir la capacidad de un químico para inducir tumores mamarios en roedores y, por ende, aumentar el riesgo de cáncer de mama en humanos.
Los autores del estudio advirtieron que muchos de estos compuestos no deberían considerarse de bajo riesgo sin una investigación exhaustiva sobre sus efectos en los tejidos mamarios. Asimismo, propusieron mejorar las evaluaciones de riesgo mediante pruebas más exhaustivas y un enfoque más detallado para identificar productos químicos peligrosos y reducir la exposición humana.
Vale destacar que, en un estudio de referencia publicado en 2007 en Environmental Factors in Breast Cancer, los investigadores de Silent Spring identificaron 216 sustancias químicas que causan tumores mamarios en animales. Este análisis, basado en datos de fuentes nacionales e internacionales, resultó en la creación de la Mammary Carcinogens Review Database, una suerte de nómina en línea que proporciona información detallada sobre cada uno de estos carcinógenos.
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Entre las sustancias identificadas, 73 se encuentran en productos de consumo o como contaminantes en alimentos, 35 son contaminantes del aire y 25 están relacionadas con exposiciones laborales que afectan a más de 5.000 mujeres al año. Además, 29 de estos compuestos se producen en grandes cantidades en Estados Unidos, superando el millón de libras anuales. El estudio reveló, además, que la mayoría de las sustancias químicas a las que las personas están expuestas no han sido evaluadas en cuanto a su riesgo de causar cáncer, lo que subraya la necesidad de realizar más investigaciones.
La opinión de los expertos
El cáncer de mama es el tumor más frecuente a nivel mundial. Según la OMS, en 2020 se diagnosticaron 2,3 millones de casos y se registraron 685.000 muertes. Aunque suele asociarse con mujeres mayores de 50 años, el 10% de los casos afecta a menores de 44 años, lo que refleja un aumento en mujeres jóvenes. En Argentina, un estudio de la Sociedad Argentina de Mastología indicó que el 10% de las pacientes tiene menos de 40 años.
“En este grupo etario, la incidencia aumentó de 21 casos cada 100 mil habitantes en 2010 a 24,3 casos cada 100 mil habitantes en 2019″, había explicado a Infobae el doctor Alexis Ostinelli (MN 152625), oncólogo clínico de Instituto Alexander Fleming (IAF). Esta cifra representa un alza del 15% durante la última década de la que se tiene registro.
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“El artículo habla de dos cosas. Primero, de la carcinogenicidad, con lo cual, al ingerir ese carcinógeno, es posible que se produzca un efecto. Pero, a su vez, los seres humanos tenemos un montón de otros factores que pueden influir en el desarrollo de un cáncer de mama como, por ejemplo, el cigarrillo. Entonces, si la paciente fuma, además de la alimentación, es un factor más que influye en la posibilidad de tener cáncer”, explicó a Infobae el doctor Diego Kaen, presidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica, al analizar el reciente estudio.
En ese sentido, aclaró que “a su vez, influye la genética, como así tambien, además del cigarrillo, la obesidad y la mala alimentación, por citar un ejemplo. Todo eso va generando lo que se llama un factor de riesgo y, a fin de cuentas, la alimentación es un factor de riesgo”. Además, el experto destacó que desde el estudio se propone “un cambio en la gestión del riesgo en relación a la alimentación”, al tiempo que se establece “un listado de probables o posibles cancerígenos. También dice qué alimentos los contienen y cuáles no, pero eso depende de las concentraciones que tenga cada alimento”.
Esta no es la primera vez que se cuestionan y analizan distintas sustancias que se utilizan para fabricar plásticos o resinas que contiene alimentos. En ese sentido, hace casi un año la Comisión Europea planeaba prohibir el bisfenol A, una sustancia química industrial, que se usa desde la década de 1950, en recipientes que almacenan alimentos y bebidas, como las botellas de agua, entre otros. Según los expertos, actúa como un disruptor endocrino y altera el organismo.
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“No solo los envases de plástico de tipo policarbonato tienen bisfenol A. También hay concentraciones de la sustancia en los sellantes odontológicos. Se encuentra en las latas de conserva que están pintadas con pintura para evitar que se oxiden o en la tinta de las impresoras”, había resaltado a Infobae el doctor Enrique Luque, del Instituto de Salud y Ambiente del Litoral, que depende del Conicet.
Al tiempo que agregó: “Es tan amplia la gama de productos con la sustancia, que más del 90% de los seres humanos tienen concentraciones de bisfenol en la orina. Todos estamos contaminados con bisfenol A”. Lo cierto es que los expertos de la Agencia Europea establecieron una ingesta diaria temporal de 0,2 nanogramos (2 mil millonésimas de gramo) por kilogramo de peso corporal al día. Es decir, la ingesta diaria tolerable es aproximadamente 20.000 veces menor que antes.
De acuerdo con Ángel Nadal, catedrático de Fisiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche, en España, en la actualidad es casi imposible evitar el consumo excesivo de bisfenol, pero recomendó limitar la ingesta de alimentos que están envasados con ese producto: “Es especialmente importante en embarazadas y niños de hasta tres años, que son más susceptibles al daño que pueden producir. Los disruptores endocrinos alteran la expresión de los genes y en esta fase se produce la mayor expresión génica”.
Ante esta situación, Kaen resaltó que “más allá de este artículo, es importante tener en cuenta que la alimentación influye el cáncer de mama en particular, pero también en el cáncer en general. Es importante cuidar la alimentación, buscar una dieta más saludable, rica en frutas y verduras, y evitar o disminuir el consumo de alimentos ultraprocesados”.
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“A su vez, es esencial no olvidar que el cáncer podría disminuirse o evitarse en un 40% si no fumás, tomás alcohol —porque el alcohol también produce cáncer—, si hacés ejercicio cuatro o cinco veces a la semana más de 45 minutos de ejercicio aeróbico, si te vacunás con todas las vacunas, por lo menos las del calendario, si evitás el sol y, a su vez, mantenés una alimentación sana —mayor cantidad de frutas y verduras, y menos comida procesada o ultraprocesada—, el riesgo de cáncer en general, y de cáncer de mama en particular, disminuye”, dijo el presidente de la AAOC.
Y agregó: “La obesidad y la alimentación tienen que ver, y son factores relacionados con las hormonas, porque la mayoría de los cánceres, el 80% te diría son hormonales. Claramente, no estamos comiendo bien y eso es evidente. Y cada vez consumimos más alimentos ultraprocesados, lo que aumenta la hipercolesterolemia y el número de infartos”
Por último, recalcó la importancia de “la detección temprana. En la actualidad, una de cada ocho mujeres va a tener cáncer de mama y la única maniobra que ha demostrado disminuir la mortalidad, es decir que salva más vidas, es el screening mediante la mamografía anual a partir de los 50 años”.
Mientras que la doctora Laura Lapuchesky, (MN 166275) oncóloga, jefe de Residentes de Oncología Clínica del IAF, completó: “Las técnicas de ultrasonido son un buen complemento para la evaluación del tejido celular más denso. Por su parte, la resonancia magnética nuclear (RMN) permite la evaluación más detallada, en especial en aquellas pacientes que presentan riesgo aumentado de cáncer de mama, ya sea por factores hereditarios o ambientales (por ejemplo, radioterapia previa)”.
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Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
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6 días atráson
4 junio, 2025Por
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Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
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6 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
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7 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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