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“Era el peor día de mi vida, pero esto lo sabría después”: el impactante relato de una víctima del cirujano Aníbal Lotocki

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Gabriela Trenchi no tenía problemas de salud, pero se operó y empezó a sufrir un calvario. Cuenta todo en su libro “Cuerpos envenenados”. Aquí, un fragmento conmovedor

[”Cuerpos envenenados” se puede adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá.]

El cirujano Aníbal Lotocki ha sido protagonista de un escándalo por acusaciones de mala praxis y negligencia. En 2022, fue condenado a cuatro años de prisión por causar lesiones graves a pacientes como Silvina Luna -fallecida en 2023-, Pamela Sosa y Stefanía Xipolitakis. El 18 de octubre de 2023, Lotocki se entregó a la Policía tras una orden de detención por el homicidio simple de Rodolfo Cristian Zárate, quien murió en 2021 después de una cirugía estética.

Actualmente, el caso de Aníbal Lotocki ha vuelto a ser relevante debido a la publicación de Cuerpos envenenados. La víctima que logró vencer al cirujano Aníbal Lotocki, un libro de Gabriela Trenchi publicado por Leamos, el sello editorial de Infobae. En este libro, Trenchi relata su dolorosa experiencia tras la operación y el proceso legal que llevó a la condena del cirujano.

Gabriela Trenchi antes de la cirugía

La obra es una narración en primera persona del sufrimiento físico y la traición moral que ha vivido la autora, y que aún perduran. El engaño, la sorpresa, los muchos dolores, los riesgos, las decisiones cruciales recorren estas páginas digitales.

Aquí, algunos emocionantes fragmentos de Cuerpos envenenados:

La verdadera Gaby

Antes de operarme yo tenía una existencia que podría considerarse privilegiada.

Jamás había experimentado enfermedades importantes. Concurría al gimnasio con regularidad y me cuidaba mucho en las comidas. Solía viajar a menudo para comprar ropa en el exterior y luego venderla en mis showrooms de Ramos Mejía y Núñez.

Me iba bárbaro en lo personal y también en lo económico. Estaba completamente sana y era feliz. Disfrutaba de una rutina social intensa, con muchos eventos, presentaciones y fiestas. Todo era era alegría.

Incluso varios empresarios me habían ofrecido “subir a las tablas” como vedette o media vedette en sus compañías de Teatro de Revista. Pero nunca acepté esas proposiciones.

Gabriela Trenchi escribió "Cuerpos envenenados". (Cristian Gastón Taylor)Gabriela Trenchi escribió “Cuerpos envenenados”. (Cristian Gastón Taylor)

La actuación nunca fue lo mío, aunque compartía veladas de manera frecuente con actrices y modelos como Evangelina Anderson, Mariana de Melo, Gladis Florimonte y Claudia Ciardone.

Me dedicaba al negocio de la moda y proyectaba que, al cumplir los 50, podría dedicarme a mi verdadera pasión: el asesoramiento profesional en indumentaria e imagen.

Tenía pensado hacer un curso de diseñadora para aprender aún más sobre la historia y el futuro de la ropa. Aún tengo esta asignatura pendiente. Porque estaba a punto de concretar todos mis sueños cuando mi camino se cruzó con el de un médico (¿o el diablo?) y algo quebró para siempre esa soñada tranquilidad futura.

Quedó trunco el sueño de terminar el curso de diseñadora; las máquinas que compré para fabricar ropa permanecen hoy sin uso junto a una mesa de corte que tampoco alcancé a estrenar. Y no creo que pueda retomar esa tarea: mi salud física y el padecimiento mental ya no me lo permiten.

El encuentro con un estafador

¿Cuándo comenzó la debacle? ¿Cuál fue el comienzo del fin?

Era el 2015 y yo estaba en pareja con un empresario dueño de algunas de las principales discotecas de Buenos Aires, los templos más convocantes de la noche porteña y el norte del conurbano.

Aníbal Lotocki, detenida.Aníbal Lotocki, detenida.

Además, me había convertido en la consultora favorita de varios integrantes de la farándula. Mi showroom era visitado a diario por figuras del espectáculo nacional. Tenía prestigio, excelencia.

Una noche, durante una cena, me presentaron a una actriz que estaba junto a su pareja, el doctor Aníbal Lotocki.

En esa época, algunas actrices y vedettes de Argentina se operaban con Lotocki, en muchos casos convencidas por los detalles que contaba su pareja. Ella exhibía con orgullo sus propias “mejoras”, alardeaba sobre curvas y tamaños, detallaba lo bien que había quedado su figura gracias a Lotocki. Y realmente tenía un cuerpo escultural, lo que se dice en el ambiente, “un verdadero lomazo”.

La actriz de cuerpo rotundo era la carta de presentación del cirujano en los círculos del show business. Un matrimonio de triunfadores, arrasador, imparable que se paseaba cada semana por los distintos sets de televisión. Y esa presencia en los medios generaba confianza, porque hacía suponer que se trataba de una eminencia, de alguien que tenía su consultorio habilitado y en regla. ¿Acaso tendría algo que esconder quien se somete a tanta exposición? ¡Impensable!

El cirujano Aníbal Lotocki.El cirujano Aníbal Lotocki.

Para mí, los médicos, y especialmente los cirujanos, siempre han sido seres muy especiales. Seres que te salvan de la muerte, ángeles sobre la tierra. Porque después del cirujano, solamente queda la fe, aferrarse a lo sobrenatural. Pero antes de los milagros, el médico.

Un cirujano no es un ángel, pero es alguien sumamente generoso, un profesional entregado a la comunidad, que a menudo ignora sus necesidades para atender las de sus pacientes. Los cirujanos son profesionales que estudian, se capacitan permanentemente, investigan, se mantienen actualizados.

Y así aparentaba ser Aníbal Lotocki en sus entrevistas y frente a sus pacientes. También en la vida social, se presentaba como especialista en cirugía plástica, a pesar de que – y esto lo supe muy tarde – no hizo prácticamente ninguna especialización en la materia.

Justicia por Silvina. Pacientes de Aníbal Lotocki en una conferencia de prensa en 2023. (RS Fotos)Justicia por Silvina. Pacientes de Aníbal Lotocki en una conferencia de prensa en 2023. (RS Fotos)

Los cirujanos suelen ser introvertidos y hasta solitarios, porque es muy difícil acompañar semejante sacrificio para los que no tienen su misma vocación.

Pero el Doctor Muerte, como después se lo llamó, era exactamente lo opuesto a este modelo de virtuosismo. Y sin embargo en su apogeo nadie dudaba de él. Como un diablo sin cola ni tridente: seductor, amable, un encanto.

Pero, aunque era cirujano, el Doctor Muerte parecía ignorar algo muy simple: un cuerpo no es una isla, es un continente. Todo se relaciona en su interior.

El peor día de mi vida

Después del primer encuentro con Lotocki y su pareja, los consulté de manera privada. Les conté que había consultado a un profesional especializado en cirugía plástica, el doctor Gustavo Sampietro, porque me quería poner prótesis en los glúteos.

Utilizaría unas cápsulas blandas similares a las que se colocan en las mamas. Pero, por cuestiones lógicas, son bastante más grandes. Mi idea era levantar un poco la cola porque no necesitaba ni quería ningún tipo de relleno.

Les conté que Sampietro no estaba de acuerdo con colocarme hilos tensores ya que en mi caso contaba con un volumen importante. Los hilos tensores se hacen de manera natural, con grasa tomada del mismo cuerpo donde se van a implantar.

Gabriela Trenchi después de la cirugía, en silla de ruedas. (Imagen del libro "Cuerpos envenenados)Gabriela Trenchi después de la cirugía, en silla de ruedas. (Imagen del libro “Cuerpos envenenados)

Sin embargo, Lotocki tenía otra opinión. Me dio algunos motivos para convencerme de que yo necesitaba hilos tensores. Su explicación me convenció porque me pareció algo menos invasivo, más sencillo, y por eso accedí a visitarlo a su consultorio.

Luego, descubriría con dolor que la opinión de Lotocki era invariable cuando hablaba con sus potenciales pacientes: “Tenés que operarte”, les sugería a casi todos, a casi todas. Para convencernos hacía “promos” y “descuentos”. Debí haber sospechado que siempre privilegiaba su lucro y muy poco le importaba nuestra salud.

A la primera entrevista en la clínica me acompañó mi amiga Claudia Ciardone, modelo y actriz. Quería tener una testigo y además una segunda opinión que me ayudara a tomar mi decisión final. Por entonces, pasábamos la mitad del día juntas.

Lotocki me informó que existían los llamados “hilos dobles” y que me iba a sacar material de las caderas, de la pelvis y de las piernas. Yo siempre fui muy delgada, nunca tuve demasiada grasa para extraer pero imaginaba que para los hilos no hacía falta demasiado. Me dijo que el material extirpado sería mezclado con plasma y que me inyectaría la mezcla en la zona de los glúteos.

El 7 de agosto de 2015, a las diez de la mañana y en ayunas, entregué los estudios pre quirúrgicos. Era el peor día de mi vida, pero esto lo sabría después.

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¿La búsqueda de la felicidad es una trampa? La historia de una mujer que enloqueció a dos hombres

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En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo

El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.

Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:

-¿Qué le pasó a este paciente?

Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.

El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.

Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.

-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.

-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…

Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.

Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.

Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.

Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.

¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?

En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.

Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.

Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.

¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?

* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli

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Es abogada y la inundación destruyó su estudio en Bahía Blanca: “Los expedientes y mi escritorio con 10 mil dólares se fueron flotando”

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La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos

La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.

Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.

Adelante de la casa funcionabaAdelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)

“Mamá, entró agua a casa”

Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.

Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.

Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.

Antes del temporal, Evangelina conAntes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.

“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.

Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.

“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.

Rocky, el gato de LucaRocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

“Volver a casa fue horroroso”

Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.

Acerca del reencuentro con el menor de sus hijos, describe: “Pude reunirme con él cerca de las 17 horas. Yo estaba esperándolo mientras colaboraba con los vecinos que rescataban gente con la moto de agua. Estuve con ellos hasta las 20″.

Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.

Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.

“La respuesta de los amigos“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto deAsí quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Todos somos uno

Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.

Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.

Al día siguiente, los amigosAl día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresóAl día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.

En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.

“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.

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Video del día después de la inundación

¿Cómo ayudar?

En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.

  • Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
  • Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
  • Más información, acá.

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Un turista de 21 años se metió al Río Paraná para buscar una pelota y murió ahogado

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Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas

Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.

El cuerpo no ha sidoEl cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.

Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.

El trágico accidente ocurrió enEl trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)

Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano

Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.

En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).

Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 añosUn turista de 65 años falleció en La Toma.

Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.

Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.

Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.

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