Salud
Obeso y sano a la vez, ¿es posible?
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A qué se considera obesidad metabólicamente sana y qué rol juega la distribución de la grasa, según una revisión de estudios.
La presión arterial dentro de sus límites, la glucemia, el colesterol y los triglicéridos también en valores considerados normales (o al menos la mayoría de ellos). El problema surge al evaluar el índice de masa corporal (IMC) que muestra que esa persona a la que los análisis y chequeos le dan bien, está excedida de peso.
¿Existe la obesidad metabólicamente sana (OMS)? ¿Es sostenible en el tiempo? ¿Tiene riesgo cero? ¿Debe tratarse? ¿Cómo? ¿Qué papel juega el lugar en el que se acumula la grasa? Una revisión de estudios publicada este mes en la revista Nature Reviews Endocrinology intenta responder esas preguntas en base a la evidencia científica disponible.
Qué es la obesidad metabólicamente sana
“El concepto de salud metabólica, en particular en la obesidad, ha atraído mucha atención en la comunidad científica y se utiliza cada vez más para determinar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y complicaciones relacionadas con la diabetes mellitus”, introducen los autores del trabajo, Matthias B. Schulze y Norberto Stefan, del Centro Alemán de Investigación de la Diabetes.
Ese combo metabólico pone en riesgo al corazón, al cerebro y aumenta las chances de desarrollar varios tipos de cáncer, entre otras enfermedades no transmisibles.
Pero dentro de la población con obesidad (IMC mayor a 30), se estima que entre un 15% y un 20% tiene la mayoría de los demás parámetros dentro de lo normal. Es decir, se encuadrarían dentro de lo que se considera obesidad metabólicamente sana.
El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla (altura) en metros (kg/m2). Por ejemplo una persona que pesa 60 kg y mide 1,60 m de estatura tiene un IMC de 23.4 (60/1.60 = 60/2.56= 23.4). Si el resultado de ese cálculo da por encima de 30, se considera obesidad.
En la revisión se da cuenta de otros subgrupos específicos analizados en diversos estudios: personas con peso normal metabólicamente sano, con obesidad metabólica no saludable y peso normal metabólicamente no saludable. Estos grupos muestran diferencias significativas en su riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte.
Según los autores, el riesgo cardiovascular total en individuos con OMS, en comparación con el de personas con un peso normal metabólicamente sano, es “moderadamente elevado”, si se toma en cuenta definiciones ampliamente utilizadas de la obesidad metabólicamente sana (existen más de 30, en base a diferentes criterios clínicos).
¿Qué dicen esos estudios? Que el riesgo de enfermedad cardiovascular es aproximadamente un 50% mayor en las personas con OMS en comparación con el de las personas con peso normal saludable.
Pero, curiosamente, el riesgo es significativamente mayor para las que tienen peso normal pero con un perfil metabólico alterado: puede incluso duplicar el de los individuos con peso normal saludable.
En esos hallazgos reside, según los autores del artículo, el quid de la cuestión: la importancia de la distribución de la grasa.
“Nuevos datos genéticos respaldan firmemente la hipótesis de que la distribución del tejido adiposo corporal, incluida la capacidad de expandir la masa de tejido adiposo en el compartimento de tejido adiposo glúteo-femoral, es un determinante importante de la obesidad metabólicamente saludable”, concluyeron.
Es que al analizar datos de la III Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de EE. UU. y del estudio del Biobanco del Reino Unido, se descubrió que el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular no era mayor en las personas con OMS, en contraste con un riesgo muy elevado en las personas con obesidad metabólica no saludable.
“Estos datos respaldan que la distribución de la grasa corporal debe tenerse en cuenta a la hora de definir la salud metabólica“, ya que influye en el riesgo de enfermedad cardiovascular, afirmó Schulze, director del Departamento de Epidemiología Molecular del Instituto Alemán de Nutrición Humana Potsdam-Rehbrücke, en un comunicado de prensa.
Distribución y comportamiento de la grasa
“El IMC no refleja adecuadamente las anomalías metabólicas asociadas a la acumulación de grasa abdominal interna y grasa en el hígado tanto en personas obesas como en personas con peso normal”, dijo al respecto Stefan, catedrático de Diabetología Clínica Experimental en el Hospital Universitario de Tübingen.
Los análisis genéticos citados por los autores muestran que la capacidad reducida del cuerpo para almacenar grasa en las nalgas y los muslos es un determinante muy fuerte e independiente de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Es decir que no es lo mismo acumular grasa en la zona abdominal (alrededor de los órganos, lo que representa un riesgo mayor), que en las caderas o muslos.
En la misma línea, el profesor Matthias Blüher, de la Universidad de Leipzig y del Centro Helmholtz de Munich, también de Alemania, explicaba durante la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes, en octubre pasado, que la forma en la que esa grasa se almacena en el cuerpo es clave.
“Cuando las personas obesas tienen grasa almacenada visceralmente, o internamente alrededor de sus órganos (como en el hígado), los datos muestran que tienen muchas más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 que aquellas que almacenan grasa de manera más uniforme en todo el cuerpo”, afirmaba Blüher.
Y decía que el comportamiento del tejido adiposo en las personas obesas, y no el IMC es lo que determinará si su obesidad es “saludable” o no.
Las personas con adipocitos (células que almacenan grasa) de tamaño normal, es menos probable que presenten complicaciones de la obesidad, mientras que quienes presentan adipocitos agrandados y tejido adiposo inflamado tienen más chances de que esas células presenten características como la resistencia a la insulina, que conducen a complicaciones metabólicas, explicaba.
En las personas con disfunción del tejido adiposo, esto puede provocar daños en el tejido, fibrosis y secreción de moléculas proinflamatorias y adipogénicas que posteriormente contribuyen al daño de los órganos.

¿Un concepto engañoso?
Los autores de la revisión reconocen que para muchas personas con OMS, el estado metabólico saludable es solo de “naturaleza temporal”.
Para Blüher el hecho de que las personas con OMS tengan un riesgo un 50% mayor de sufrir una enfermedad coronaria en comparación con las que tienen peso normal sin comorbilidades demuestra que quienes viven con obesidad pueden no tener complicaciones cardiometabólicas en un momento determinado, pero “siguen teniendo un riesgo residual mayor, aunque se encuadren dentro de lo que llamaríamos obesidad metabólicamente sana”.
“Incluso en ausencia de otros factores de riesgo cardiometabólicos, el aumento de la masa grasa y la disfunción del tejido adiposo contribuyen a un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Por lo tanto, el control del peso y las recomendaciones para la pérdida de peso siguen siendo importantes para las personas que viven con OMS”, decía Blüher, quien considera “engañoso” al concepto que, en el pasado, con frecuencia conducía a darle una baja prioridad al tratamiento de la obesidad.
Consultada por Clarín, la médica especialista en nutrición Mónica Katz opinó en el mismo sentido.
“La obesidad metabólicamente sana es un concepto que no es nuevo y hoy es cuestionado, porque sería un fenotipo transitorio“, afirmó Katz, fundadora del Equipo de Trastornos alimentarios del Hospital Durand y directora de la diplomatura de Obesidad de la Universidad de Favaloro.
La médica enumeró las tres formas en las que el cuerpo engorda. “Una es armando nuevas células, diferenciando nuevas células adiposas, y en cada una ponés un poco de grasa (hiperplasia). La segunda es agrandando las que tenés: se llama hipertrofia e implica poner más grasa en cada una, lo que hace que aumenten su diámetro”.
“La tercera -continuó- es depositar grasa ectópica, es decir grasa en tejidos que no son el órgano adiposo: en el hígado (y deriva en hígado graso), en el cerebro (astrogliosis con deterioro cognitivo), en el corazón (insuficiencia cardíaca y enfermedad cardiovascular,) en el riñón, (enfermedad renal crónica o insuficiencia renal), en el músculo (insulinorresistencia), en el páncreas (diabetes).”
Para la médica especialista en nutrición, ya sea que la obesidad se produzca al diferenciar nuevas células, “agrandando” las que ya están o por la acumulación de grasa en órganos, “es difícil que haya obesidad metabólicamente sana”.
¿Puede darse en algunos casos? “Solamente es gente que puede formar muchas células grasas, porque son jóvenes y entonces tienen un buffer (un espacio de almacenamiento temporal) para que no haya ni hipertrofia o grasa ectópica. Con lo cual hoy este concepto es cuestionado. La obesidad metabólicamente sana prácticamente no existe, salvo que seas muy joven”, consideró.
Intervenciones preventivas en el estilo de vida
Incluso en personas obesas que en un determinado momento de sus vida se encuentran metabólicamente sanas, el exceso de peso eleva el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y parece aumentar el riesgo de insuficiencia cardíaca, consignaron los autores del artículo publicado en Nature Reviews Endocrinology.
Esa evidencia, sostienen, enfatiza la importancia de realizar intervenciones preventivas en el estilo de vida siempre que haya obesidad, ya sea OMS o sistémica no saludable.
Schulze y Stefan promueven el uso del concepto de “salud metabólica”, que según ellos ayuda a comunicar a los pacientes su riesgo cardiometabólico.
La reducción de peso favorece la salud metabólica en las personas con obesidad. ¿Cómo se logra? Con dos pilares fundamentales: alimentación saludable y más ejercicio físico.
“Mediante el concepto de salud metabólica -dicen los investigadores-, los pacientes con obesidad pueden autoevaluar fácilmente si su grado de pérdida de peso ha sido suficiente para alcanzarla o mantenerla.”
Y señalan que las personas con obesidad y comorbilidades (hipertensión, diabetes, dislipidemia) “pueden necesitar una mayor pérdida de peso para alcanzar un estado de bajo riesgo similar al de las personas con OMS, lo que requiere una mayor intensidad y, por lo tanto, más recursos para el control del peso”. De hecho, admiten que si los cambios en el estilo de vida no se logran o no conducen a cumplir ese objetivo, pueden ser necesarias estrategias como cirugía bariátrica o medicación.
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Salud
Cómo influye la cocción del huevo en su valor nutricional
Publicado
11 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Optar por técnicas suaves y evitar aceites facilita la digestión, promueve el adecuado uso de micronutrientes y contribuye a una alimentación enfocada en el bienestar general
La capacidad del huevo para adaptarse a distintas formas de preparación lo convirtió en uno de los pilares de la alimentación mundial. No obstante, el modo en que se cocina puede modificar de manera significativa el aporte de proteínas, vitaminas y minerales. Desde la seguridad alimentaria hasta el impacto en la biodisponibilidad de nutrientes esenciales, el proceso de cocción va mucho más allá del simple cambio de textura y sabor.
Cuál es la forma más saludable de comer huevo

No obstante, exponer el huevo a temperaturas excesivas puede reducir la presencia de antioxidantes como la luteína y la zeaxantina, dos compuestos esenciales para la salud ocular y especialmente sensibles al calor. Por ello, los métodos como hervir los huevos o cocinarlos al vapor son los más recomendados por los especialistas.
Estas técnicas no solo preservan la mayoría de los nutrientes, sino que también disminuyen el riesgo de infecciones alimentarias, ya que eliminan la posible presencia de patógenos en el alimento. Además, evitan la incorporación de aceites o grasas adicionales, haciéndolos aptos para personas que buscan una dieta baja en grasas o controlar su consumo calórico.

Como recalca el estudio citado, la clara contiene el 60% de la proteína total del huevo, mientras que la yema aporta la mayoría de las vitaminas y minerales, así como la colina, fundamental para el desarrollo cerebral, especialmente en mujeres embarazadas y niños en crecimiento. Por estas razones, la elección de un método de cocción adecuado resulta determinante para aprovechar las virtudes nutricionales del huevo.

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Cómo afecta la forma de cocinar el huevo en su valor nutricional
El impacto del tipo de cocción va mucho más allá del simple contenido calórico. Freír los huevos, según un análisis en Science Direct, puede llevar a que absorban entre el 64% y el 88% del aceite o manteca utilizada, multiplicando fácilmente la cantidad de grasa presente en la ingesta final.
Aunque los ácidos grasos originales del huevo permanecen estables, la fritura expone el alimento a compuestos oxidativos y, si el aceite es reutilizado o calentado durante largos periodos, pueden generarse sustancias potencialmente nocivas para el organismo.

Por el contrario, hervir o cocinar al vapor contribuye a conservar los micronutrientes esenciales, como proteínas, colina, vitamina D y folato, fundamentales para diversas funciones fisiológicas, desde la regulación del metabolismo hasta el mantenimiento de los huesos. Además, estos métodos evitan que se añadan calorías indeseadas y ayudan a promover la saciedad, característica ampliamente valorada en regímenes de control de peso.
Para quienes deben disminuir la ingesta de colesterol, se recomienda optar por la clara, que contiene una menor concentración de esta sustancia, mientras aporta una parte importante de las proteínas totales del huevo. Conforme destacan entidades como Mayo Clinic, es clave evitar añadir ingredientes ricos en grasas como manteca, panceta o queso, para no aumentar el perfil calórico del plato. De esta manera, es posible disfrutar de todo el potencial nutricional del huevo con un mínimo de riesgo para la salud cardiovascular.

Cuántos huevos se pueden comer por día
Durante años el consumo de huevo estuvo inmerso en la polémica, principalmente por su presunta relación directa con el aumento del colesterol en sangre. Sin embargo, investigaciones recientes han desmentido este mito. Según la Comisión Internacional del Huevo (IEC) y estudios de la Universidad de Castilla, el huevo, sobre todo la yema, contiene colesterol dietético, pero su impacto en el colesterol sanguíneo resulta ser mucho menor de lo que tradicionalmente se pensaba.
Además, existe evidencia científica que asocia un consumo regular de huevos con la mejora del perfil lipídico, en particular con el aumento de la lipoproteína Apolipoproteína A1, conocida como “colesterol bueno”, lo que contribuye a la protección frente a enfermedades cardiovasculares.

Para la mayoría de las personas sanas, la ingestión de un huevo diario se considera segura y beneficiosa, pues aporta alrededor de seis gramos de proteína de alta calidad, todos los aminoácidos esenciales y nutrientes clave para la salud muscular y metabólica.
Asimismo, expertos de la Universidad de Castilla sostienen que consumir uno o hasta dos huevos al día dentro de una dieta equilibrada no implica riesgos significativos en adultos sin contraindicaciones médicas específicas. Se recomienda adaptar la cantidad conforme a las particularidades individuales, como el estado de salud, la actividad física y el consumo total de grasas saturadas y calorías en la dieta diaria.
Salud
Tos convulsa en Argentina: confirmaron la muerte de siete niños y remarcaron la importancia de la vacunación
Publicado
11 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
El último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud detalló las cifras y la situación a nivel nacional de los casos de coqueluche. Cuáles son las regiones más comprometidas
El incremento de casos de coqueluche, también conocida como tos convulsa, preocupa a las autoridades sanitarias: hay notificaciones en 20 jurisdicciones y una marcada concentración en las regiones Centro y Sur, especialmente en la Provincia de Buenos Aires y en relación con el brote de Tierra del Fuego, según datos del Ministerio de Salud.
Entre las semanas uno y 47 de 2025 -mediados de noviembre-, se reportaron 5.110 casos sospechosos, de los cuales 688 fueron confirmados, lo que representa una incidencia acumulada de 1,45 casos por cada 100.000 habitantes. Este aumento supera las cifras registradas en el mismo período desde 2020 y se sitúa por encima de los registros de 2023, año en el que la provincia de Salta notificó el mayor número de casos.
“Existen vacunas seguras y efectivas para prevenir la infección por Bordetella pertussis. Sin embargo, se registra a nivel mundial, regional y nacional un descenso progresivo de las coberturas que redunda en una acumulación de personas susceptibles a contraer la enfermedad”, repasaron en el documento.

“A partir de la semana 27 de 2025 -principios de julio- se registra un nuevo ascenso, inicialmente asociado al brote en Ushuaia (Tierra del Fuego) y al aumento de casos confirmados en la Región Centro, especialmente en la provincia de Buenos Aires. En las últimas semanas el crecimiento continúa en curso, con notificaciones provenientes de múltiples jurisdicciones del país, predominando en las regiones Centro y Sur (particularmente casos relacionados con el brote en Río Grande, Tierra del Fuego)“, escribieron en el Boletín.
La coqueluche, también conocida como tos convulsa o tos ferina, es una enfermedad respiratoria aguda prevenible mediante vacunación, que puede afectar a personas de todas las edades.
Sin embargo, los lactantes y niños pequeños presentan las tasas más elevadas de morbilidad y mortalidad. Los adolescentes y adultos jóvenes pueden cursar la enfermedad de manera leve o atípica, aunque también pueden presentar las manifestaciones clásicas, constituyéndose en una fuente relevante de transmisión hacia los más pequeños.
La importancia de la vacunación
La vacunación se mantiene como la principal herramienta de prevención y protección frente a la coqueluche. El Ministerio de Salud subraya la necesidad de mejorar las coberturas y reducir las desigualdades entre jurisdicciones. Provincias como Tierra del Fuego, La Pampa, Jujuy, Neuquén, Mendoza y San Juan exhiben altas tasas de vacunación, con buen inicio de esquemas y refuerzos sostenidos, lo que se traduce en una menor acumulación de personas susceptibles.
En contraste, Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Formosa, Santa Fe, Corrientes y Misiones presentan coberturas intermedias o bajas, especialmente en los refuerzos administrados a los cinco y once años, donde se observan los valores más críticos. En el caso de las embarazadas, la cobertura también varía considerablemente entre provincias, con algunas alcanzando niveles óptimos y otras manteniéndose en rangos subóptimos.
En Argentina, el esquema de vacunación contempla la administración de la vacuna con componente pertussis a los dos, cuatro, seis, quince a dieciocho meses y a los cinco años. Desde 2009, se incorporó la dosis a los once años para reducir los reservorios en adolescentes. En 2012, se recomendó la vacunación contra la tos convulsa para todas las personas gestantes a partir de la semana veinte de gestación, y en 2013 esta indicación se integró al Calendario Nacional de Vacunación.

El objetivo es lograr el pasaje transplacentario de anticuerpos y proteger al lactante durante los primeros meses de vida, disminuyendo así la morbi-mortalidad en este grupo. Las recomendaciones actuales establecen la aplicación de la vacuna dTpa (triple bacteriana acelular) después de la semana veinte de gestación, en cada embarazo, sin importar la edad, antecedentes de vacunación ni el tiempo transcurrido desde el embarazo anterior.
La introducción de las vacunas antipertussis ha permitido reducir la incidencia global de la enfermedad. En este contexto, la vigilancia epidemiológica resulta esencial para evaluar el impacto de la vacunación, monitorear tendencias nacionales, identificar poblaciones en riesgo y orientar estrategias de prevención y control. La coqueluche presenta un patrón cíclico, con picos epidémicos cada tres a cinco años, y su desarrollo clínico se divide en tres fases: catarral, paroxística y de convalecencia. Las formas clínicas pueden variar desde leves hasta graves, especialmente en lactantes menores de seis meses.
Según Mayo Clinic, la tos ferina es una infección de las vías respiratorias altamente contagiosa. En muchas personas, se manifiesta como una tos seca intensa seguida de un sonido agudo al inhalar, similar a un chillido. Antes de la introducción de la vacuna, la tos ferina era considerada una enfermedad propia de la infancia, pero actualmente afecta principalmente a niños que no han completado el esquema de vacunación y a adolescentes y adultos que han perdido la inmunidad.

Las muertes asociadas a la tos ferina son poco frecuentes, aunque ocurren con mayor frecuencia en bebés. Por este motivo Mayo Clinic enfatiza la importancia de que las mujeres embarazadas y quienes estarán en contacto directo con el bebé reciban la vacuna contra la tos ferina. Una vez que se produce el contagio, los signos y síntomas suelen aparecer entre siete y diez días después, aunque en ocasiones pueden demorar más. Inicialmente, los síntomas son leves y se asemejan a los de un resfriado común: moqueo, congestión nasal, ojos enrojecidos y llorosos, fiebre y tos.
Después de una o dos semanas, los síntomas se agravan debido a la acumulación de mucosidad espesa en las vías respiratorias, lo que provoca una tos incontrolable. Los ataques graves y prolongados de tos pueden inducir vómitos, enrojecimiento o coloración azulada del rostro, fatiga extrema y, en ocasiones, terminan con un sonido silbante y chillón al inhalar aire. No obstante, muchas personas no presentan este sonido característico, y en adolescentes o adultos, una tos seca persistente puede ser el único indicio de la enfermedad. En los bebés, la tos puede estar ausente, pero pueden experimentar dificultades respiratorias o incluso pausas temporales en la respiración.
Mayo Clinic recomienda consultar al médico si una persona o su hijo presentan ataques de tos prolongados que provoquen vómitos, cambios de coloración en la piel, dificultad para respirar, pausas notables en la respiración o inhalaciones acompañadas de un sonido chillón.
Salud
El síntoma inesperado que muchas personas ignoran y que puede indicar hipertensión, según expertos
Publicado
1 semana atráson
25 noviembre, 2025Por
AdminProfesionales de la salud señalan que ciertos cambios sutiles en el organismo pueden servir como una advertencia temprana de un desbalance en la presión, permitiendo una detección más rápida y una intervención oportuna
La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónicas más comunes en la población adulta, y suele asociarse a síntomas ampliamente reconola Institución de Mayo Clinic.
El impacto de la presión arterial alta en la retina

Cuando la presión arterial se mantiene en niveles elevados durante un tiempo prolongado, estos diminutos vasos sufren un deterioro progresivo: se estrechan, se endurecen e incluso pueden romperse o filtrar líquido hacia el interior de la retina, reportó la American Academy of Ophthalmology. Este daño interfiere de manera significativa en la capacidad de la retina para enfocar, provocando alteraciones visuales que van desde una ligera falta de nitidez hasta la pérdida severa de la visión.
¿Cómo se manifiesta la visión borrosa por hipertensión?
Algunas personas notan la dificultad para leer o identificar detalles a corta distancia, según reportó la Fundación Española del Corazón. Otras, encuentran complicado distinguir objetos lejanos o sufren una reducción en la claridad visual frente a pantallas o en ambientes de baja iluminación.
Es posible percibir áreas menos nítidas en el campo visual, destellos de luz o la presencia de manchas flotantes que distorsionan la percepción normal de las imágenes.

A medida que la presión arterial sigue sin control, pueden aparecer síntomas más severos: pérdida parcial o total de la visión, visión doble, dolores de cabeza persistentes e incluso hinchazón ocular. Estos cambios advierten sobre un compromiso progresivo de la retina y del nervio óptico, tejidos altamente sensibles al entorno metabólico y vascular.
Mecanismos detrás de la visión borrosa hipertensiva
El origen de la visión borrosa está directamente vinculado con el daño estructural que la hipertensión produce en la retina. Cuando los vasos sanguíneos se ven sometidos a una presión superior a la normal, su muro se debilita y aumenta la permeabilidad, permitiendo la filtración de líquidos o sangre hacia los tejidos oculares,reportó el National Eye Institute.

Además, cuando el flujo sanguíneo se altera por el engrosamiento de las paredes arteriales, la retina deja de recibir la cantidad adecuada de oxígeno y nutrientes. Como resultado, se genera un edema macular, pequeñas hemorragias o incluso lesiones en el nervio óptico, todas ellas responsables de la pérdida de definición en la visión.
Uno de los mayores desafíos clínicos es que la visión borrosa suele aparecer de manera silenciosa, y muchas personas se adaptan paulatinamente al descenso de la agudeza visual. Sin embargo, este síntoma no debe ser subestimado. En el paciente hipertenso, la aparición de visión poco clara es una señal objetiva de que la retina está recibiendo un daño evidente y que existe riesgo de pérdida visual permanente.

Así, cualquier alteración visual en una persona con presión alta debe ser motivo suficiente para consultar con un especialista y descartar la presencia de retinopatía hipertensiva.
Diagnóstico y abordaje multidisciplinar
Ante la queja de visión borrosa en personas con hipertensión, el diagnóstico requiere una evaluación oftalmológica completa. El examen de fondo de ojo mediante oftalmoscopio revela los cambios arteriales, eventuales hemorragias, filtraciones y signos de inflamación, según Mayo Clinic.

Pruebas de imagen como la tomografía de coherencia óptica (OCT) aportan información valiosa al mostrar el estado de las capas retinianas y detectar acumulaciones de líquido que justifiquen la visión borrosa.
La coordinación entre el oftalmólogo y el médico encargado del tratamiento de la hipertensión es prioritaria, ya que la clave de la recuperación reside en el control eficaz de la presión arterial y en el seguimiento cercano de los cambios visuales.
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