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Sociedad

Descubren uno de los registros humanos más antiguos de Sudamérica a solo 40 kilómetros del Obelisco

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Son restos fosilizados de un gliptodonte encontrado en Merlo. Muestra evidencias de haber sido carneado y consumido por hombres hace 20.000 años.

El trabajo es fruto de científicos argentinos fue publicado en la revista científica internacional Plos One.

“Este registro pone en discusión cuándo fue exactamente el arribo al continente americano”. Con estas enigmáticas palabras, Mariano Del Papa, licenciado en Antropología especializado en Arqueología y doctor en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), aludió a un mojón trascendental: el momento en que los viajeros de ese “arribo” (nosotros, los humanos) llegaron al continente americano, evento que, reveló un hallazgo reciente de investigadores argentinos nada menos que en Merlo, Provincia de Buenos Aires, habría ocurrido mucho antes de lo que se pensaba. Hace 21.000 años.

Los protagonistas de esta historia son un gliptodonte (técnicamente, un Neoesclerocalyptus) de 300 kilos y unos dos metros de largo, y un grupo de humanos. Del mamífero acorazado o suerte de mulita inmensa quedaron algunos huesos a orillas del río Reconquista, que fueron encontrados por los investigadores. Son noticia (y de hecho todo esto está siendo publicado este miércoles en la prestigiosa revista Plos One) porque los huesos tienen marcas parecidas a las que hubiera accidentalmente dejado el carnicero del barrio tratando de vender unos churrasquitos deshuesados. Claro que “el carnicero” fueron unos humanos que pasaron por Merlo hace 21.000 años.

Por fuera de todo morbo (y esto incluye las elocuentes imágenes con que los investigadores recrearon la escena del descarne), hay dos puntos interesantes en esta novedad.

La teoría instalada sobre la presencia de humanos en América viene siendo motivo de debate. Mientras históricamente hubo consenso respecto de que el arribo humano fue hace 16.000 años, esa mirada ahora es llamada “paradigma tardío”, y se contrapone a una segunda perspectiva que viene cobrando fuerza.

Descubren en Merlo, provincia de Buenos Aires, uno de los registros humanos más antiguos de 
América del Sur. Ilustración: Damian Voglino, Museo de Cs. Naturales A. Scasso (Colegio Don Bosco), San Nicolás de los Arroyos, prov. de Bs. As.Descubren en Merlo, provincia de Buenos Aires, uno de los registros humanos más antiguos de América del Sur. Ilustración: Damian Voglino, Museo de Cs. Naturales A. Scasso (Colegio Don Bosco), San Nicolás de los Arroyos, prov. de Bs. As.

“Desde inicios del siglo XXI se comenzó a sistematizar un ‘paradigma temprano’, que plantea que la llegada de humanos fue por lo menos hace 20.000. Hubo hallazgos en Canadá, Estados Unidos y México que lo demuestran”, contó Del Papa a Clarín.

El registro en Merlo no solo se suma al combo de pruebas del paradigma temprano sino que es uno de los más antiguos encontrados hasta ahora en toda América del Sur. “Uno de los más”, aunque para Del Papa sea “el más”.

“Hay unos hallazgos en Brasil que podrían tener 25.000 años, pero esos investigadores encontraron hueso de animal del que, desde mi punto de vista, no termina de quedar claro si tiene modificaciones generadas por la propia actividad humana o si es resultado de la actividad de insectos”, explicó.

Lo cierto es que si uno deja de lado el registro brasileño, el de Merlo representa la prueba de presencia humana más antigua encontrada en la región sudamericana.

De Alaska a Merlo, una larga odisea humana

“El hallazgo propiamente dicho fue del paleontólogo Guillermo Jofré, a orillas del río Reconquista”, explicó Del Papa, primer autor del paper publicado en Plos One. Además de Jofré, que trabaja para el Repositorio Paleontológico “Ramón Segura” de Merlo, los otros investigadores del trabajo pertenecen a las divisiones “Antropología” y “Paleontología vertebrados” de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, al Centro de Investigaciones Geológica (UNLP-Conicet), al Instituto Pasteur de París (Francia) y a la Universidad Fudan de Shanghai (China).

“A Jofré, que se puso a estudiar los huesos del animal (N. de la. R: no lo encontraron completo sino solo los huesos de la cola y parte de la pelvis), le llamaron la atención unas marcas en las vertebras de la cola. Como nunca había visto algo así, consultó con otro paleontólogo. Esta segunda persona vio las marcas y dijo ‘esto debe ser actividad humana’”, contó Del Papa.

Con esas marcas, entran los antropólogos a escena. Y con ellos, una mochila de conceptos que exceden al gliptodonte en cuestión. Por ejemplo, el concepto de correlato ambiental ligado a este hallazgo.

“Si bien se discute hace cuánto tiempo llegaron los humanos al continente, lo que no se discute es la ruta por la que lo hicieron: sabemos que fueron de Siberia a Alaska, pasaron por América del Norte y de ahí fueron bajando hasta poblar Tierra del Fuego”, repasó el investigador.

Pero si el recorrido fue muchísimo antes de lo que se pensaba hasta ahora, toda la película podría haber transcurrido en una escenografía terrestre completamente distinta. Otro correlato ambiental.

Un pasaje canadiense entre los glaciares

En estos días se habla mucho del cambio climático. Si bien es un proceso tremendamente acelerado por la nociva relación de los humanos con la naturaleza, no deja de ser un cambio natural e inevitable. Una etapa más de las muchas que vio el planeta ya.

Partiendo de esa base, este hallazgo pone de relieve que la Tierra no era igual hace 21.000 años, en comparación a 16.000 años atrás.

En el último caso, el período en términos geológicos es el Holoceno (el mismo en el que vivimos hoy). Sin embargo, hace 20.000 años se produjo el llamado “último máximo glacial” (UMG), la etapa con la máxima extensión de las capas glaciales sobre la faz terrestre. Geológicamente hablando, eso ocurrió durante el Pleistoceno final.

Los huesos de gliptodonte con tajos humanos hechos hace 21.000 años en Merlo. Fotos gentileza Fundación Azara
Los huesos de gliptodonte con tajos humanos hechos hace 21.000 años en Merlo. Fotos gentileza Fundación Azara

La característica de esos días (que duraron algunos miles de años) es que “se generó un gran escudo de hielo que cubría toda América del Norte, incluyendo Canadá, desde ya. Pero no era un único casco sino dos: uno venía del este y otro desde el oeste. Se sabe que hubo un corredor en el medio”, contó Del Papa.

Así, si se puede probar que hubo humanos pisando estas pampas en esos días, “también es posible afirmar que, para llegar, debieron atravesar ese corredor que pasaba por el medio de Canadá”.

En otras palabras, “este hallazgo permite probar que el poblamiento de América se produjo previo a la retirada de los glaciares, evento que ocurrió hace 17.000 o 16.000 años”.

Prehistoria a la vera del río Reconquista

“Si había glaciares en ese momento, se puede deducir que el nivel del mar era más bajo, de modo que había más territorio disponible”, pero cuando los glaciares se derritieron, todo lo que había ocurrido en las orillas “quedó otra vez tapado por el mar”.

En el trabajo con los huesos, los investigadores descartaron distintas hipótesis. Por ejemplo, que otro animal hubiera generado las marcas, sea para comer al gliptodonte, como también roedores que podrían haber intentado obtener nutrientes de los huesos. “La hipótesis que más nos cerró fue que la marca corresponía a un corte humano”, aclaró.

Una ilustración del gliptodonte de 300 kg "carneado" por humanos hace 21.000 años, en la zona de Merlo, provincia de Buenos Aires. Ilustración: Damian Voglino, Museo de Cs. Naturales A. Scasso (Colegio Don Bosco), San Nicolás de los Arroyos, prov. de Bs. As.Una ilustración del gliptodonte de 300 kg “carneado” por humanos hace 21.000 años, en la zona de Merlo, provincia de Buenos Aires. Ilustración: Damian Voglino, Museo de Cs. Naturales A. Scasso (Colegio Don Bosco), San Nicolás de los Arroyos, prov. de Bs. As.

Las marcas humanas hechas con cuchillos de piedra -como en este caso- tienen particularidades morfológicas difíciles de confundir. Un ejemplo, explicó Del Papa, es que, “cuando cortás con este tipo de cuchillo, la marca que queda en el hueso tiene forma de V, mientras que si la hubieran generado los dientes de un carnívoro, la cavidad de la marca hubiera tenido forma de U”.

Ahora bien, ¿por qué no hubo hasta ahora en el país otros hallazgos de marcas humanas con semejante antigüedad? El propio investigador se lo preguntó, pero usando una expresión muy de su nicho: “¿Por qué hay poca señal arqueológica? Probablemente, porque podría ser una etapa en la que no hay poblamiento efectivo en la región sino que estamos observando la llegada de exploradores a la zona”, apuntó.

Encontrarlos es un trabajo que, destacó Del Papa, tiene sentido hacer: “El acervo cultural y científico es parte de la riqueza del país. Esto que digo no son solo palabras. Si Argentina quiere parecerse al primer mundo, debe mirar cómo el primer mundo apuesta a la ciencia. Cómo busca progresar a través del conocimiento. Sin conocimiento no vamos a ningún lugar”.

MG

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¿La búsqueda de la felicidad es una trampa? La historia de una mujer que enloqueció a dos hombres

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En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo

El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.

Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:

-¿Qué le pasó a este paciente?

Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.

El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.

Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:

-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!

Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.

-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.

-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…

Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.

Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.

Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.

Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.

¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?

En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.

Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.

Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.

¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?

* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli

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Es abogada y la inundación destruyó su estudio en Bahía Blanca: “Los expedientes y mi escritorio con 10 mil dólares se fueron flotando”

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La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos

La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.

Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.

Adelante de la casa funcionabaAdelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)

“Mamá, entró agua a casa”

Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.

Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.

Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.

Antes del temporal, Evangelina conAntes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.

“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.

Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.

“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.

Rocky, el gato de LucaRocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

“Volver a casa fue horroroso”

Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.

Acerca del reencuentro con el menor de sus hijos, describe: “Pude reunirme con él cerca de las 17 horas. Yo estaba esperándolo mientras colaboraba con los vecinos que rescataban gente con la moto de agua. Estuve con ellos hasta las 20″.

Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.

Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.

“La respuesta de los amigos“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto deAsí quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Todos somos uno

Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.

Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.

Al día siguiente, los amigosAl día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresóAl día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)

Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.

En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.

“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.

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Video del día después de la inundación

¿Cómo ayudar?

En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.

  • Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
  • Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
  • Más información, acá.

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Un turista de 21 años se metió al Río Paraná para buscar una pelota y murió ahogado

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Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas

Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.

El cuerpo no ha sidoEl cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.

Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.

El trágico accidente ocurrió enEl trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)

Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano

Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.

En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).

Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 añosUn turista de 65 años falleció en La Toma.

Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.

Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.

Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.

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