Sociedad
Crece la venta de las “joyas de la abuela” y ahora es para pagar los servicios y llegar a fin de mes
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1 año atráson
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- En las principales casas de compra-venta de oro y también en la calle Libertad admiten que la demanda de tasaciones se disparó.
- Historias de quienes se desprenden de alhajas y relojes por la crisis económica.
Nadie puede negar que las publicidades nocturnas (y sus parodias) que en la tele muestran a alguien que lleva una joya de la abuela a un tasador para recibir dinero a cambio, son hipnóticas. Hasta satisfactorias.
Hay ficción (el argumento, la actuación) y hay realidad (la necesidad de plata para cumplir un deseo o pagar una deuda, y la inseguridad como motivo para dejar ir a esa posesión material sobre la que cotiza también el valor de los afectos).
Pero quienes hoy llenan los locales de compra de oro en la ciudad de Buenos Aires están bien despiertos. Les quita el sueño la crisis económica y necesitan vender para llegar a fin de mes, pagar los servicios o evitar embargos.
“Traen hasta el último recurso”, dice a Clarín Jacqueline Queipo, una tasadora con más de 20 años en El Tasador. ¿Qué es el último recurso? “Lo que tengan, aunque no sirva, aunque no tenga valor comercial. Pero no lo saben y quieren venir a ver:¿Cuánto vale esto que tengo?”.
“Somos cinco tasadores (NdR: en ese local de Corrientes y Pueyrredón) y no damos abasto. Estamos armando más oficinas y preparando a más tasadores. Ayer (por el martes) yo sola atendí a 60 personas, a veces son 70. El promedio es de unas 350 por día. Antes yo atendía a 5 o 6, en los últimos meses explotó el trabajo”, cuenta.

“A veces vienen a vender para poder pagar la boleta de luz. El perfil sigue siendo el mismo, con un plus de gente que antes no venía. Gente de todas las edades, que se metió en créditos de autos. Eso es de todos los días. Te dicen: ‘No me alcanza el sueldo para pagar la cuota, qué hago, pierdo el auto’, o que tienen que pagar tratamientos médicos”.
Desde la página de estos tasadores se puede subir la foto de la joya o el reloj a través de un formulario, también recibir asesoramiento por WhatsApp. Pero, como explica la gemóloga experta en piedras preciosas, “no lo quieren mandar, porque les da miedo que quede registrado su número y lo que tienen”. Entienden la desconfianza.
“Siempre invitamos a la gente a que vengan y traigan lo que heredaron. Una vez que lo tenemos enfrente, porque si me mandás una foto no es lo mismo, cuando yo tengo la pieza en la mano, veo si me si puede llegar a servir, si tiene algún valor comercial o no”, recomienda.

Además del disparo del escáner que detecta metales y la lupa, la herramienta principal del oficio es la expertise. Jacqueline se acuerda de que lo primero que aprendió fue simple y útil: “A mirar el sellito (de 18 o 24 kilates)”.
Hoy es la cara visible de esa empresa y da esta nota desde el set que armó el equipo de marketing para subir contenido a redes. Esta dama del oro tiene carisma y tres Rolex sobre el paño: un Junior Zafiro (con pase rápido de calendario), otro con malla Oyster combinada y el Jubilee de acero.

La sensación al entrar a estas grandes casas de venta de oro es la de estar en un ambiente híbrido, entre sanatorio y banco. También tienen algo de boliche.
La imagen de “clínica” la dan las recepcionistas, hay que registrarse y obtener un turno (la consulta es gratis), y las filas de sillas en la sala de espera, que casi todas estaban ocupadas el miércoles al mediodía.
Lo “bancario” es que, cuando toca, se pasa a la privacidad de box individuales. Y, si hay acuerdo, de ahí se sale con plata (pero en papel, el billete, que pueden ser dólares, pesos o una transferencia bancaria).
Lo de “boliche” es porque en la puerta custodian hombres de traje negro y anteojos de sol.

Lo que más se quiere vender ahora es oro y plata. “Todos los metales”, como le dicen en la jerga. Nada que se revenda después como pieza, sino que se “refina” (otro verbo característico). Nadie se acerca ya con de obras de arte o esculturas. “Aunque a algunos ves entrar con jarrones acá”, dice la tasadora.
“Es bastante variado, no es que vienen solo con la alhaja de la abuela y la pieza más preciada. Nada que tenga diseño, todas cosas hechas de matricería, nada que tenga piedras preciosas. Vienen juntando todo lo que tienen, pero de verdad que es así. No te exagero ni un poquito. Son toneladas de cosas que van acercando. Por ahí vienen una vez y dicen ‘Bueno, la semana que viene vengo con otra cosa, porque no quise traer todo junto’”.
La mayoría está asesorada sobre cuánto van a recibir. Pero sólo los tasadores acertarán el precio “justo”. Porque ellos lo definen en el rubro. “El oro está bastante caro, así que si traen una cosita sola, ya se llevan un montón de plata”. avisa.
No hay que pensar en pasar antes por una joyería y averiguar cuánto cuestan unos aritos o una cadenita parecidos a lo que quieren vender, y esperar algo similar a cambio. El valor del oro es por peso y está determinado por el mercado internacional. Aún así, eso no define tanto.
¿Qué pasa si alguien, después de escuchar la oferta, pide más?
“Puede haber una negociación en alhajas que se compran como alhajas (no por el metal). Ese precio tiene que ver ya con el ejercicio de la compra y venta en el mercado internacional. No estamos supeditados al mercado local, entonces, podemos ir comprando y podemos seguir vendiendo. Si tuviese que pensar en solo vender en Argentina… fuimos, porque no se estaría vendiendo nada. El precio del oro, en cambio, no lo manejamos nosotros, depende del mercado, del día”, explica Jacqueline.
En la web se lee a quienes pagan “$ 82.000 el gramo de oro” y otros, menos mediáticos, que en realidad “cotizan el gramo hasta $ 70.000 o $ 73.000”, como explica uno de los joyeros más importantes de la calle Libertad, esa gran joyería porteña a cielo abierto. Allí, confirman los joyeros a Clarín, también se disparó la demanda de tasaciones por la misma razón: la crisis económica. Lo mismo dicen en Leiva Joyas, de los mismos dueños de El Tasador.
En Libertad, algunas joyerías promocionan “pago por gramo más que nadie, $ 93.000”. Pero esos números no siempre se alcanzan. El “mercado” es lo que pasa en cada box de venta.

Ana Carolina habla con Clarín justo después de haber vendido, por primera vez, en El Tasador de Corrientes y Pueyrredón. Es una de esas personas que no trajo una “bolsa de oro”. Pero la historia de lo que vendió, que combina el pasado dorado de su familia y su presente en crisis, pesa bastante más.
“Traje las alianzas de mis abuelos. Estuvieron casados 50 años. Hace cinco mi abuelo falleció y al mes falleció mi abuela. Me endeudé mucho, dado la crisis del país. Estoy vendiendo alhajas y todo lo que tengo en oro para poder ir pagando la tarjeta. No me quedó otra, porque me embargaron“, dice la mujer, encargada de un local de ropa en Microcentro.
Todos los días, antes de entrar a trabajar, pasaba por esa casa de compra de oro. Esta vez, entró.
Quizá inconscientemente, Ana Carolina repite parte del guión de las nocturnas e hipnóticas publicidades televisivas armadas sobre este tema. “Me llevé más de lo que esperaba“. Por los dos anillos y “unas cadenitas” recibió cerca de $ 1.500.000.

Alejandra pudo “aguantar” las alianzas de sus padres. Las llevó pero no las vendió y, de hecho, las usa todos los días. Sí convirtió en plata todo el oro que tenía guardado hace 15 años en una caja de seguridad. Ella lo hizo en tandas. Y hasta vendió un Rolex.
Se había quedado “sin liquidez”, después de comprar un PH.
“Mi mamá tenía muchas cosas de oro que yo tenía guardadas en el banco. Me pasaron un contacto de confianza en la calle Libertad y fui sin tener idea de cuánto me iban a pagar. El tipo lo pesó adelante mío y me dijo: ‘Ocho mil’. Le dije: ‘¿Ocho mil qué?’. Fueron 8.000 dólares. Le contesté: ‘Tengo algo más’. Volví y vendí hasta las dos medallas de oro que me dieron en el trabajo. Fueron 11.800 dólares en total“, cuenta Alejandra a Clarín.
“Así como cobré los dólares los llevé a la caja. Ahí vi que también había un Rolex, que no era de oro, que mi hermano no iba a usar porque una vez se lo habían querido robar. Pedí otro contacto, de alguien que compre específicamente relojes, y me pagaron 1.500 dólares“, cuenta con orgullo.
En relojes, lo más batallero (lo que más se vende y compra) en Argentina es Rolex. Es la marca más conocida, pero hay otras que llegan a manos de tasadores, incluso más caras. Una es Patek Philippe.
“Ese tipo de piezas las adquieren quienes saben de relojería, no es solamente que ‘son caros’, hay relojes que son altamente superiores en todo sentido. El mercado y la relojería es una sorpresa todos los meses. Hay momentos en el mercado en el que los relojes están súper altos y por ahí a los dos meses no tiene nada que ver el valor”, explica Jacqueline.
Un ejemplo lindo: los tasadores pagan un extra si el reloj viene con el papel original, no el duplicado que podría pedirse al ir a una casa de Rolex oficial y exigirlo.
AS
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Sociedad
Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina
Publicado
15 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia
“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.
Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.
Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.
Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.
Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.
El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.
La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.
Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.
La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.
Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.
Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.
La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.
Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.
En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.
Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.
Sociedad
Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados
Publicado
17 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas
Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.
Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.
El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.
Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.
Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.
“Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.
De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.
En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.
“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.
Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.
En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.
Sociedad
Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba
Publicado
17 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia
Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.
Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.
También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.
“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.
El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.
Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.
El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.
Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.


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