Salud
¿Búho o alondra? Advierten que la hora en la que te acostás puede aumentar el riesgo para tus arterias
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- La calcificación de las arterias es casi dos veces más común en los noctámbulos que en los madrugadores, halló un estudio.
¿Fuma? ¿Se cuida en las comidas? ¿Hace actividad física? Las respuestas a esas preguntas, sumadas a la medición de la presión arterial, glucosa en sangre, colesterol y peso corporal son un insumo clave que le permite al cardiólogo evaluar si el riesgo cardiovascular de una persona es bajo, moderado o alto. La última en incorporarse a esa check list fue la consulta por el sueño: es que ya no hay dudas de que dormir bien es una hábito protector.
Las pautas actuales recomiendan dormir entre 7 a 9 horas. Pero la duración no es lo único que importa. El momento de acostarse también ejerce un rol.
Sobre ese aspecto aportó nueva evidencia un estudio publicado en la revista Sleep Medicine, que halló que la calcificación de las arterias es casi dos veces más frecuente entre los noctámbulos extremos que en los madrugadores.
La lavanda no es solo una bella planta para aromatizar y decorar la casa sino que tiene múltiples beneficios para la salud.
La aterosclerosis es la acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias en las arterias, lo que da lugar a la formación de placas en sus paredes, que dificultan la circulación de la sangre. La enfermedad avanza durante años en forma silenciosa (lo que se conoce como aterosclerosis subclínica), pero con el tiempo esa obstrucción puede derivar en un infarto o en un ACV.
A medida que progresa, las características de las placas (llamadas ateromas) van cambiando: al principio son más blanditas, pero luego se van calcificando y volviendo más duras: los varones después de los 40 y las mujeres después de los 50 ya empiezan a tener calcio coronario.
Ateroesclerosis y ritmos circadianos
El envejecimiento (a mayor edad, más endurecimiento arterial), el colesterol LDL elevado, la presión arterial alta, y fumar son los principales factores que “alimentan” el taponamiento y posterior endurecimiento de las arterias. ¿Tener hábitos de “búho” también?
Esa es la pregunta que se plantearon investigadores de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia. Para responderla diseñaron un estudio del que participaron 771 hombres y mujeres de entre 50 y 64 años (que formaban parte de un estudio poblacional más amplio llamado SCAPIS).

El grado de calcificación de las arterias coronarias se examinó mediante tomografía computada. En base a las respuestas a que daban a un sencillo cuestionario, los participantes fueron divididos en cinco grupos, según su cronotipo: tipo matutino extremo, matutino moderado, intermedio, vespertino moderado o nocturno extremo.
El cronotipo son las variaciones que experimenta nuestro ritmo circadiano, una especie de reloj biológico que regula múltiples funciones del organismo. Este reloj interno está determinado en gran parte por los genes, pero los factores ambientales, como la exposición a la luz del día, los horarios de trabajo y la vida familiar también pueden influir en él.
Los cronotipos matutinos, las “alondras”, tienden a funcionar mejor por la mañana temprano, mientras que los vespertinos, o “búhos” lo hacen mejor por la noche.
Del total de participantes en el estudio, 144 se identificaron como tipos extremos matutinos y 128 como tipos extremos nocturnos. Entre el grupo que estaba más alerta por la mañana, el 22,2% tenía calcificación arterial pronunciada, la proporción más baja de los cinco cronotipos. En el otro extremo, los más noctámbulos, mostraron la mayor prevalencia de calcificación grave de la arteria coronaria, con un 40,6%.
“Nuestros resultados indican que el cronotipo nocturno extremo puede estar relacionado no sólo con una peor salud cardiovascular en general, sino también más específicamente con la calcificación de las arterias coronarias y la aterosclerosis”, afirmó Mio Kobayashi Frisk, primer autor del trabajo liderado por Ding Zou, ambos del Centro de Trastornos del Sueño de la Universidad de Gotemburgo.
“La relación entre ‘búhos’ y calcio coronario es independiente de los otros factores de riesgo (diabetes, peso corporal, tabaquismo, entre otros) y casi duplica a la de las alondras“, analizó en diálogo con Clarín Fernando Botto, jefe de Investigación Clínica del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), que consideró “interesantes” las conclusiones del estudio, del que no participó.
¿Por qué los “búhos” tienen más riesgo?
Si bien los hallazgos obtenidos son congruentes con los obtenidos en estudios previos -que muestran mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y mortalidad en los cronotipos nocturnos-, el mecanismo detrás de esa asociación no está claro, reconocieron los autores.
No obstante, mencionaron algunas pistas: el cronotipo nocturno suele asociarse con estilos de vida menos saludables. Y se sospecha que tanto la desincronía externa como la interna pueden tener un rol en el deterioro de la función cardiovascular.
El sistema circadiano dicta la organización temporal de casi todos los procesos fisiológicos, incluida la función cardiovascular. “Al despertarnos se produce una liberación de todas las sustancias que llamaríamos neurohumorales relacionadas con el sistema nervioso autónomo. A nivel cardiovascular, se traduce un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial”, explica Botto.
“También funciona más activamente el sistema renal (la excreción-reabsorción de sustancias) y se activa el sistema metabólico (aumentan la glucemia y los lípidos)”, profundiza.
“Todos esos mecanismos que se activan por la mañana se van desactivando a la tarde, como preparándonos para la hora de dormir, que es cuando se producen otros mecanismos de regeneración de acúmulo de sustancias metabólicas para producir energía para el día siguiente.”

¿Qué ocurre si ese ritmo se altera? Si la persona permanece despierta durante la noche, cuando el organismo debería estar ‘desactivado’, produce todo lo contrario a lo que debería producir”, afirma el médico.
Entre otras cosas, la disfunción circadiana puede provocar una secreción anormal de hormonas como la melatonina, las hormonas sexuales y del sistema de renina-angiotensina, que participa en la función vascular y el estrés oxidativo. Además, favorece una mayor inflamación, que a su vez contribuye a la aterosclerosis y la elevación del riesgo cardiovascular.
Prevención temprana
Otro de los puntos destacados por los autores es que el impacto del cronotipo nocturno sobre el calcio coronario fue más significativo entre quienes tenían un puntaje bajo a moderado de riesgo cardiovascular.
“En las personas con riesgo alto, el cronotipo ya no hace la diferencia”, apunta Botto. Es que la acumulación de otras condiciones que atentan contra su salud relegan a esta característica a un plano secundario.
“Aunque los resultados deben interpretarse con cautela, es posible que la información del cronotipo pueda ser una herramienta valiosa en la prevención cardiovascular temprana“, dicen al respecto los autores del trabajo.
Y sugieren que los médicos podrían utilizar la información del cronotipo en la estratificación del riesgo cardiovascular de los pacientes que se encuentran en los umbrales de decisión.
“Aplicar este cuestionario para definir el cronotipo podría potencialmente cambiar la categoría de riesgo individual“, explica Botto, quien considera que lo interesante del trabajo radica en evaluar como posible estrategia la identificación de los noctámbulos “para tratar de cuidarlos un poco más, porque sabemos que tienen un poco más de riesgo”.
Probablemente una persona que trabaja de noche no pueda cambiar de empleo, postula, “pero se debería valorar esa información para enfatizar más el control del colesterol, la presión y aconsejarle que coma bien y haga ejercicio, con el objetivo de compensar”, concluyó.
La conciencia sobre el vínculo entre el cronotipo y la salud cardiovascular también podría motivar a los nocturnos extremos a evitar retrasar aún más su horario de sueño y adoptar estilos de vida más saludables, consideran los autores firmantes del trabajo que, por ser una investigación observacional, no puede probar causa-efecto.
El sueño, el nuevo esencial
Una buena alimentación, la actividad física regular, no fumar, mantener un peso saludable y mantener bajo control los valores colesterol, glucosa y presión arterial se consideran pilares de la prevención cardiovascular.
En una actualización publicada en 2022, la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) incluyó a la duración del sueño (de 7 a 9 horas) como el octavo factor principal de la salud cardiovascular.
“Esta adición ha mejorado la predicción del riesgo cardiovascular, pero la evidencia sugiere que la inclusión de métricas de sueño adicionales puede mejorar aún más los esfuerzos de prevención”, reconocieron los investigadores de la Universidad de Gotemburgo.
En ese sentido, destacaron que varias métricas relacionadas con el sueño, como el cronotipo matutino, dormir al menos 7 horas (con hora de inicio entre las 22 y las 23), la ausencia de insomnio, de ronquidos y de somnolencia diurna excesiva, se asociaron con un menor riesgo en un estudio realizado en el Reino Unido.
“Esto sugiere que (N. de E.: además de la duración) el horario del sueño y la salud circadiana son otras métricas importantes a considerar”, concluyeron.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Publicado
5 días atráson
4 junio, 2025Por
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Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
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6 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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