Sociedad
Depresión y suicidios entre los policías: el drama silencioso que la Bonaerense no puede contener
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Seis agentes se quitaron la vida en los últimos 40 días. Una tragedia que obligó a la creación de un programa específico.
Los Duarte son una familia numerosa y unida del barrio Pico de Oro de Florencio Varela. Siempre que pueden, Alicia y Eustacio ponen algo en la mesa y juntan a sus cinco hijos: cuatro varones y una mujer. Pero esa costumbre entró en crisis hace un mes, cuando el mayor de ellos, Demián Cristian Duarte, de 32 años, hincha de Boca y oficial de la Policía Bonaerense, tomó la decisión de quitarse la vida.
Demián es uno de los seis hombres de esta fuerza que se suicidaron en los últimos 40 días.
A Demián la vocación se le había despertado en la adolescencia. Ni bien salió de la secundaria N°10 de Varela se anotó en la escuela Juan Vucetich, adonde van los chicos del Conurbano que sueñan con ser policías. El edificio blanco y antiguo, flanqueado por palmeras perfectas que perforan el cielo, luce imponente sobre esa inmensa esponja de eucaliptus, araucarias y robles que es el parque Pereyra Iraola de Berazategui. Ahí, los alumnos de la Bonaerense experimentan un régimen de internado. Cuando egresan entran de lleno en un ambiente bien distinto: la vida de comisaría.
El hijo de Alicia y Eustacio se puso el uniforme azul en 2010. Poco después se dio otro gusto y fue dos veces papá. Pero la vida se le complicó con tropiezos laborales y amorosos que no hablaba con casi nadie y no pudo destrabar. En la última etapa trabajaba en la comisaría tercera de Avellaneda, bajo el demandante régimen de 24 horas de servicio por 48 de descanso. Estaba separado de su segunda pareja, alquilaba con lo justo y hacía lo que podía. Alicia, su mamá, dice: “Su mundo era su nene, si tenía un tiempito lo compartía con él”.
Era muy reservado y nadie imaginó lo que vendría, pero el lunes 28 de agosto Demián le avisó por teléfono a uno de sus hermanos que iba a matarse. Aunque lograron llegar y rescatarlo con vida, su estado era crítico y murió días después en el hospital Mi Pueblo de Varela. Alicia, la mamá, sigue pensando que no es cierto y que en cualquier momento lo verá entrar con su nieto. “No teníamos la gran cosa, pero sí nos teníamos entre todos. Y siempre juntos”, alcanza a decir.
El día anterior, su hijo había protagonizado un conflicto grave con su concubina. Por eso la fuerza le sacó el arma y le ordenó empezar con tareas no operativas, las “TNO” en la jerga policial. Con esta estrategia, la Dirección de Sanidad de la Bonaerense busca contener la profunda crisis de salud mental que padece su tropa, un verdadero torbellino de depresiones, cuadros de estrés, violencia de género, adicciones y suicidios. Pero el protocolo de Sanidad no alcanzó: sin su arma, el oficial Duarte usó una soga. Su vida en la Policía duró 13 años.

La Bonaerense es una fuerza creada hace unos 200 años que tiene casi 100.000 efectivos, mitad hombres y mitad mujeres. Hoy sus efectivos mueren cinco veces más por suicidios que por enfrentamientos. El año pasado, a esta fuerza se le murieron seis miembros durante actos de servicio, pero 36 por suicidios (11 mujeres y 26 varones). Hubo tres suicidios por mes en promedio. Fue la peor estadística de los últimos cinco años: en 2021 se habían suicidado 26 policías; en 2020, 18; en 2019, 32; en 2018, 30; y en 2017, 30; en 2016, 39; y en 2015, 26. En promedio, se suicidan 30 policías bonaerenses al año. En lo que va de 2023, los casos son 12.
La estadística guarda distintas historias, con víctimas de todos los distritos, casi siempre muy jóvenes. El año pasado, por ejemplo, se suicidó un teniente primero que integraba la custodia del gobernador Axel Kicillof en La Plata. También una oficial que había sido abusada por su jefe. Se disparó en el pecho otra oficial de Mar del Plata. Y en dos casos, los efectivos directamente se bajaron del patrullero en plena jornada de trabajo y se volaron la cabeza de un tiro en el baño de una estación de servicio del Conurbano.
En general, lo hacen cuando están de franco y usando el arma reglamentaria. Pero también se quitan la vida policías que ya no convivían con el arma, justamente porque atravesaban crisis de salud mental. Damián Jeremías Alegre, más conocido como Chiki, es un caso reciente. Este sargento llevaba un año sin arma, pero también sin acceso a una terapia. Cuando no aguantó más, usó una soga.
Chiki era de Almirante Brown. Padre de tres chicos, fumaba, y peinaba hacia atrás su pelo de tono levemente colorado. Casi siempre sonreía, aunque vivía una relación tóxica que se lo comía por dentro. Uno de los amigos que hizo en la Bonaerense lo define como “un vigi que se hacía querer por todos, superiores, iguales y subalternos”. Pasó 15 años en la fuerza y estuvo en varias comisarías de Lomas de Zamora. En la última lo tuvo de superior a Agustín, un policía 20 años mayor que presenció el comienzo de su declive emocional. “Él tenía problemas de pareja que no resolvía. Por eso primero se quedó sin auto, se volvió a vivir con la madre y se la pasaba haciendo adicionales para llegar a fin de mes, como todos los polis. Estaba angustiado por los hijos”. Agustín tiene 54 años y se formó en otra época, cuando la escucha del jefe al vigi era parte de la cultura institucional. “Él lloraba conmigo cuando salíamos a la calle y compartíamos el móvil. Nunca llegó tomado, pero sé que estaba mal, que tomaba y dormía mal. Yo lo aconsejaba, porque soy mucho más grande”, se apena.
Chiki terminó denunciado por violencia de género y le quitaron el arma, por prevención. Después le dieron licencia psiquiátrica y lo pasaron a “disponibilidad”, pero también lo dejaron sin red. Debía cumplir con un control mensual, pero no tenía una terapia. Agustín explica: “No hay casi psicólogos y psiquiatras que atiendan por IOMA, y para nosotros los polis se hace imposible pagar esa plata”. La cobertura de IOMA sólo existe en La Plata y de forma deficiente; en el resto de la provincia, ni eso.

El sargento Chiki se fue quedando. En un último intento de agarrarse a la vida, se ofreció como barman para el casamiento de otro chico de la comisaría, pero no se dio. Y así llegó al final, el 30 de agosto pasado. Agustín no tuvo fuerzas ni para ir al velorio: “Prefiero quedarme con su recuerdo. Lamentablemente, es el tercer compañero que se me suicida, tomando en cuenta sólo los que trabajaron conmigo. Fuera de ésos, sé de un montón en 30 años de servicio”.
Los noviazgos o matrimonios turbulentos aparecen muchas veces en la antesala de estas muertes. Otro denominador común son las penurias económicas: los policías viven endeudados. Sus recibos de sueldo son un muestrario de los descuentos por préstamos personales que pidieron para cancelar el anterior. Todos dependen del Fondo de Ayuda Financiera de la Caja de Retiros, Jubilaciones y Pensiones, que recauda más de $ 650.000.000 al mes por préstamos, y esto considerando sólo al personal activo.
“¡No doy más!”
El otro telón de fondo es el agotamiento. Los policías cuentan que viven sometidos a los llamados “recargos” horarios y a los destinos laborales alejados, que les agregan muchas horas al servicio propiamente dicho y son forzosos. Una de las últimas muertes lo refleja dramáticamente. Damián Fernando Cenzano, de 28 años, se suicidó el 9 de septiembre y lo decidió arrinconado por la presión laboral, según denuncia su papá, un policía con 30 años de servicio muy querido en Arrecifes.
El capitán Fernando Darío Cenzano habla empujando la voz: “El dolor que tengo no se me va a ir hasta que me cierren los ojos, pero quiero hablar. Hay muchos pibes que no dan más y nadie habla. Yo voy a hablar, porque el que está en el cajón es el mío, pero esto no termina en mi hijo. Todos están así”.
Damián entró a la fuerza a los 21, siguiendo los pasos de su papá. En la última etapa ganaba $200.000 y alquilaba una habitación con cocina y baño por $49.000 en Arrecifes. Tenía destino laboral a 60 kilómetros, en el destacamento de Arroyo Dulce. Su padre cuenta que se la pasaba viajando y buscando cómo viajar, porque no tenía un transporte directo. Se esmeraba para llegar puntual y evitar sanciones, que son económicas. Estaba esperando un traslado a su pueblo para vivir mejor.
Sus pasiones eran correr y pasar tiempo al aire libre en Arrecifes. También leía, llevaba un diario íntimo y estaba de novio. En una selfie que subió a Instagram hace un año, el sol le pega en la cara y muestra una sonrisa enorme sobre el Puente de Fierro del río Arrecifes, un lugar típico para caminar o pescar. En otra foto, hace tres años, posa con los brazos abiertos en el bosque de El Bolsón. En la naturaleza y en la escritura buscaba la paz.
También la buscaba con un psicólogo, que pagaba de forma particular. Su papá cuenta: “Él no estaba bien, tenía como una angustia, un problema que quería resolver. No le encontraba sentido a la vida. Es como que se te mete un bichito en la cabeza y te taladra”. La amargura se calca en el rostro de este hombre canoso de cejas tupidas y anteojos, un policía a la antigua y un padre protector: “Tengo dos hijos, yo los hice, son mis hijos. Yo los aconsejaba, yo todo”, dice apretando los puños.
Damián no quería pedir licencia, son cosas que manchan la carrera. Hacía un curso virtual para ascender de oficial a sargento, y pocos días antes del final se había comprado un uniforme nuevo completo en Pergamino. “Yo le presté el auto. Gastó $120.000. Se lo probó y me mostró cómo le quedaba”, dice Cenzano, en el hogar austero que comparte con su esposa y otro hijo.

El detonante de su muerte fue una mala noticia laboral, que Damián le contó por teléfono a su papá inmediatamente. Estaba enojado. Había salido su traslado, pero no a Arrecifes, sino a otra comisaría de Salto. Tendría que seguir viajando, pero había algo peor: con el cambio perdía su próximo franco y se le venían encima 48 horas seguidas de servicio sin descanso. Tenía que seguir activo jueves y viernes; podía volver a Arrecifes el sábado a la mañana, pero sólo por unas horas. A la noche debía estar de nuevo en Salto.
“¡Papi, no doy más! –dijo en esa última llamada–. Yo no soy un súper policía, no puedo hacer tanto. Me estalla la cabeza. Necesito paz. Me cambian todo y me están boludeando con las vacaciones, me dicen un día que sí, otro que no”. Dami, como lo llama su padre, era un buen funcionario, cumplió con todo y el sábado llegó a Arrecifes. Pero esa noche, en vez de volver a trabajar, se quedó en su casa y lo hizo. Tenía el arma, pero usó una soga.
En el velorio, estrujado de dolor, Cenzano increpó con una sola frase al jefe de Damián: “¡Mi hijo te pedía a gritos las vacaciones!”. Su colega sólo pudo asentir en silencio. Después de la tragedia, la fuerza donde el capitán Cenzano sirve desde hace tres décadas le sacó el arma y le ofreció psicólogos. Pero también lo lastimó: “Para cubrirse, dijeron al diario local que fue por un problema personal. Y no, a mi hijo lo hicieron cubrir distintos puestos en pueblos de la zona, le postergaban las vacaciones y le quitaron un franco. Lo terminó de detonar la presión. Si le hubieran hecho caso bajaba un cambio y, tal vez no tan presionado, no pasaba”, plantea.
“Mi hijo amaba ser Policía, pero llegó a un límite. Los jefes se aprovechan, con tal de cubrir el servicio fuerzan a los pibes”, denuncia. También menciona el padecimiento de los chicos de los pueblos de la Provincia enviados sin opción a las bases de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI) en el Conurbano: “Están mal, tienen que gastar $7000 de Uber, porque no hay colectivos, y si no llegan a horario les dan sanciones que les tocan el bolsillo. Terminan el mes sin plata y con problemas psicológicos”.
Cenzano dice: “Hay chicos de 20 años que se matan. Traen un problema de cola, que intentan resolver con psicólogos, y esto los termina de detonar. Alguien le tiene que dar pelota a este tema porque es un desastre. Tiene que cambiar, que un jefe vea a un vigi decaído y le pregunte qué le pasa. Así debe ser. Esto es como ni una menos: ‘Ni un suicidio más’”.
Varias de las últimas víctimas trabajaban en la UTOI. Por ejemplo, Matías Benechea o Zahira Quimey Cuenca, de apenas 19 años. Esas muertes encienden la mayor alerta: están demasiado cerca del test psicotécnico que los admitió y los dejó unirse a un trabajo complejo en una unidad de las Fuerzas Especiales. Hoy se puede entrar a la Bonaerense a los 17 años. Y el área de Ingresos que los selecciona, curiosamente, no está en manos de policías.

Cenzano dice: “Nosotros vamos a accidentes, a suicidios. Yo he juntado con mis manos pedazos de ser humano, y después no tenés a nadie para hablarlo. Tendríamos que tener psicólogos gratis. Todo lo que vemos y pasamos, a los chicos los afecta muchísimo. No son como los viejos, que somos un roble. Es otra generación. Son chicos inteligentes pero frágiles”.
Los policías también lloran
“La Bonaerense es como una olla a presión con fuego abajo a la que le ponen la tapa”, dice el psiquiatra Sergio Gustavo Evrard, que atiende a muchos policías de la Bonaerense y desde hace tiempo observa con preocupación sus padecimientos. “Pareciera que son descartables –plantea–. El mundo moderno nos trata así, pero a ellos en especial. Se sienten en servicio las 24 horas, exigidos a estar conectados al celular con sus jefes incluso los francos. Tienen que limpiar su lugar de trabajo, ¡hasta los baños!, comprarse el uniforme, cuando en cualquier fábrica te lo dan. Y no tienen tiempo libre”.
La mayoría trabaja 48 horas por 24, lejos de su casa, y está en pareja con otro policía. Nunca les coinciden los horarios para desarrollar la vida familiar. Además, la mayoría tiene una segunda ocupación: son choferes de Uber, dan clases de fitness o artes marciales, hacen changas de albañilería o de seguridad. “Deberían ganar bien y dedicarse cien por cien a su trabajo, pero hacen otra cosa para sumar un mango. Muchos además consumen drogas. No están frescos y tienen un arma en la mano”, advierte el psiquiatra.
“Son laburantes de clase media baja a baja, no se pueden dar gustos, viven estresados y no tienen válvulas de escape. Están cansados. Me dicen: ‘Doctor, quiero dormir o estar tirado en el sillón mirando Netflix’. Y a veces pienso: ‘Éste tipo va a explotar’”. Evrard cuenta que a su consultorio suelen ir sin uniforme, “quizá por vergüenza de ser vistos como alguien débil que tuvo que ir al psiquiatra”. Y que adentro lloran: “Son humanos, lo quiero resaltar. Son laburantes como cualquier otro. Hay buenos, malos y mediocres, pero eso sí, los que terminan en el psiquiatra, los que yo atiendo, no son los corruptos sino los pobres giles. Y me pregunto por qué”.

El especialista analiza: “Los más jóvenes están desbordados por un combo de exigencia laboral y conflictos familiares. Los más viejos están desencantados con todo, desilusionados de una fuerza que no los banca en nada. Hay mucho desinterés de los jefes hacia sus subalternos y falta de compañerismo entre pares. Hay una cosa de competencia o de salvaje indiferencia. Es como si se hubiera perdido la humanidad”.
El mes pasado se creó el “Programa de Prevención del Suicidio”, que nombra con todas las letras a este tabú y reconoce el problema. Está dentro de la Subsecretaría de Salud y Bienestar Policial. Busca darle difusión. En 2020, durante la cuarentena, el Ministerio de Seguridad había armado un call center con psicólogos para atender a los policías, uno de los grupos de trabajadores esenciales más expuestos al coronavirus. Esa línea servía para canalizar angustias de forma amplia, pero no la dotaron de estructura suficiente, al punto de que los efectivos ni la conocían. Clarín se comunicó con el Subsecretario de Promoción de la Salud y el Bienestar Policial del Ministerio de Seguridad, Carlos Alberto Longo, que evitó responder qué objetivos se plantea este nuevo programa (de Prevención del Suicidio).
Un alto jefe policial del conurbano norte, compenetrado con este drama silencioso que se lleva en promedio tres hombres de la Bonaerense por mes, dice que hay una salida y es un “cambio cultural”. “Es necesario que al policía se lo reconozca como persona, que tenga derechos laborales y que haya mayor empatía vertical y horizontal. Que la vida del policía sea más organizada y previsible, hoy reinan el caos, la frustración laboral, económica y familiar”.
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Sociedad
Un turista de 21 años se metió al Río Paraná para buscar una pelota y murió ahogado
Publicado
15 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas
Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.

Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.
Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano
Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.
En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).

Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.
Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.
Sociedad
Temporal en Bahía Blanca, en vivo: se reactivó el transporte público y será gratis por 30 días
Publicado
16 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
La ciudad bonaerense vuelve poco a poco a la normalidad. El funcionamiento de los colectivos, la recolección de residuos y la entrega de donaciones. La atención al público en lugares habilitados para circular. Qué pasará con las clases y el clima
Bahía Blanca se reconstruye después del fuerte temporal que azotó a la ciudad el viernes pasado, provocando grandes daños y destrozos. La ciudad recibió la llegada del.
En el medio de la angustia que prevalece por las personas que aún están desaparecidas, incluyendo a las hermanas Delfina y Pilar Hecker, de uno y cinco años, las autoridades del municipio se mantienen trabajando en su búsqueda.
Por lo pronto las clases estarán suspendidas hoy y mañana debido a las complicadas condiciones de infraestructura en las que se encuentran las instituciones relevadas.
En tanto, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires anunció un paquete de medidas como créditos blandos, subsidios, transporte gratis y beneficios impositivos.
El presidente del Club Olimpo de Bahía Blanca, Alfredo Dagna, destacó la ayuda de gran parte de las instituciones deportivas de la Argentina: “Es un aluvión de donaciones que vienen. Me han llamado casi todos los presidentes de clubes para decirme que enviaban uno o dos camiones”. E informó que la idea es entregarlo “en forma inmediata” a la gente, ya que hay una situación de desesperación.
Respecto al rol de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), Dagna comentó que el organismo se encuentra recibiendo donaciones en el predio de la AFA, en Ezeiza, que provienen de los clubes del interior. Y subrayó que lo que más se necesita son elementos de higiene: “El tema es lo que pueda pasar desde el punto de vista sanitario en la Ciudad”.

En cuanto a medidas, el dirigente relató: “En el fútbol lo que hicimos fue suspender el partido que teníamos ahora, jugábamos el domingo. Tengo dos helicópteros de la Policía Federal en la cancha de fútbol y suben y bajan todos los políticos que vinieron. El club está colapsado con las ayudas”.
Por último y sobre la situación actual en la localidad bonaerense, Dagna calificó al temporal como “una situación difícilmente de entender” y estimó que es poco probable que vuelva a suceder. “Son situaciones que uno las explica y las cuenta, pero el que las vive es una situación traumática porque pierde todo. Eso es como el Juego de la Oca, retrocedes 20 casilleros porque perdés todo. Hechos como estos desbordan cualquier previsibilidad posible”.
En este punto, concluyó: “Es dramático lo que pasó, de tal forma que, toda la ayuda que llega, si bien es un bálsamo para la gente, cuando pase la ayuda la gente va a tener que arrancar de cero. Y eso es lo más preocupante”.
Cómo están las rutas en Bahía Blanca
Según informó Vialidad Nacional, el estado de las rutas nacionales que conectan la ciudad con el resto del país presenta diversas restricciones, incluyendo cortes totales y tramos transitables con precaución.
De acuerdo con el reporte oficial, la Ruta Nacional 3 (RN 3), muestra diferentes niveles de accesibilidad dependiendo del tramo. El segmento entre Azul y el empalme con la Ruta Nacional 229 (RN 229) se encuentra transitable sin inconvenientes. El tramo que conecta la RN 229 con El Triángulo y el que va desde este último punto hasta la calle Charlone (kilómetro 691) requieren precaución debido a las condiciones del camino.
Por otro lado, el tramo entre el Canal Maldonado (kilómetro 692) y el empalme con la Ruta Nacional 33 (RN 33) permanece completamente cerrado al tránsito.

El resto de los tramos de la RN 3 presentan una situación mixta. Desde el empalme con la RN 33 hasta el empalme con la Ruta Nacional 22 (RN 22), el tránsito es posible pero con precaución, mientras que el trayecto entre el empalme con la RN 22 y Patagones está habilitado sin restricciones.
Asimismo, el segmento que conecta el empalme con la RN 3 y Río Colorado, perteneciente a la RN 22, también es transitable con normalidad.

La Ruta Nacional 33 (RN 33) también presenta condiciones variables. El tramo entre el empalme con la RN 3 y La Vitícola está habilitado, pero se recomienda circular con precaución. Por su parte, el trayecto que conecta La Vitícola con Pigüé no presenta inconvenientes. Sin embargo, el tramo que une Pigüé con Trenque Lauquen requiere precaución debido a las condiciones del camino.
En cuanto a la Ruta Nacional 35 (RN 35), el panorama es más crítico. El tramo que conecta Bahía Blanca con el límite de la provincia de La Pampa se encuentra totalmente cerrado.

Por su parte, la Ruta Nacional 228 (RN 228), que conecta Necochea con Tres Arroyos, está habilitada sin restricciones. Por otro lado, la Ruta Nacional 229 (RN 229), que une el empalme con la RN 3 y Balneario Marisol en Punta Alta, es transitable, pero con precaución.
La Ruta Nacional 249 (RN 249), que conecta el empalme con la RN 3 y el empalme con la RN 229 en Punta Alta, también requiere precaución para su tránsito. Asimismo, la Ruta Nacional 252 (RN 252), que abarca el tramo entre la Rotonda de Villa Sarsfield y el puente La Niña, presenta condiciones similares.
Finalmente, la Ruta Nacional 1V03 (RN 1V03), que conecta el empalme con la RN 3 y la Rotonda Ex Indiada, también está habilitada, pero se recomienda circular con precaución.
El Hospital Penna reactiva algunos de sus servicios

El Hospital Provincial José Penna, principal centro de salud de Bahía Blanca, comenzó a recuperar su funcionamiento tras los graves daños sufridos durante el temporal del pasado viernes.
El Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires implementó un amplio Plan de Contingencia que incluye la adecuación de espacios, la reorganización de servicios y el envío de recursos humanos y materiales para garantizar la atención médica en la región.
Más de 200 agentes sanitarios fueron enviados al hospital, junto con equipamiento médico, medicamentos, vacunas y personal especializado en salud mental. Estas medidas buscan restablecer la operatividad del establecimiento, que es clave para la atención de la población local.
Sociedad
“¿Dónde está mi bebé?”: la angustia de una madre adolescente y la hazaña de una enfermera en medio de la inundación en Bahía Blanca
Publicado
16 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
La tormenta arrasó con el Hospital Penna y decenas de niños tuvieron que ser evacuados de la Neonatología. Saira Delmiro, de 16 años, vivió una odisea para reencontrarse con su hija, Amely. Su historia y la de la enfermera que la salvó
El viernes 7 de marzo, Saira Delmiro (16) se despertó sobresaltada en su casa del barrio 9 de Noviembre, en Bahía Blanca. Eran las cuatro de la madrugada y afuera llovía sin parar. Horas después, cuando ya se había desatado el peor temporal de la historia de la ciudad, llegó a su teléfono un video que le heló la sangre: el hospital Penna, donde su hija Amely llevaba tres semanas internada en el sector de Neonatología, se había inundado.
“Me agarró un ataque de nervios. No veía a mi bebé desde la noche anterior y en las imágenes no aparecía el sector donde ella estaba. Me desesperé. Pensé que no se iba a salvar”, recuerda Saira en diálogo con Infobae.
Amely nació el 15 de febrero pasado, con solo 27 semanas de gestación y un peso de 940 gramos. Desde entonces, la beba pasaba sus días en una incubadora, con respirador y asistencia médica constante. Saira, que recibió el alta tres días después de traerla al mundo, la visitaba dos veces al día. “Trataba de pasar la mayor cantidad de tiempo en la Neonatología. Le cambiaba los pañales, me sacaba leche para que se alimentara y le hablaba permanentemente. Me costaba mucho verla así, tan chiquita y llena de cables”, explica.
A pesar del buen cuidado, en sus primeras semanas de vida, la evolución de Amely era incierta: primero tuvo ictericia (NdR: una afección frecuente en los neonatos que provoca que la piel y las partes blancas de los ojos se tornen amarillas a partir de un exceso de bilirrubina en la sangre) y, luego, una infección que le comprometió los pulmones. “Todo venía siendo muy cuesta arriba”, explica su mamá
Pero la prueba más dura todavía estaba por llegar.

“¿Dónde está mi bebé?“
Después de ver los videos, aquel viernes 7 de marzo, Saira decidió ir al hospital Penna a buscar a su bebé. Llegó alrededor de las 17 y ahí se enteró de que Amely ya no estaba allí. “Pregunté adónde estaba mi hija y me dijeron que la habían trasladado. ‘Ella está bien, pero la llevamos a OSECAC’, me explicó el director de Neonatología. El problema es que eso quedaba pasando el centro y, con mi mamá, no teníamos cómo llegar. Paramos una camioneta que se ofreció a llevarnos, pero tuvimos que bajarnos antes. Cuando salimos del coche, el agua nos llegaba por encima de la cintura y la corriente te llevaba. Tuvimos miedo”, cuenta.
Durante horas, Saira y su madre se quedaron atrapadas en una vereda, sin poder avanzar. “Tuvimos que esperar a que bajara el agua. Estábamos empapadas y embarradas. Al final, empezamos a caminar por calles sin luz. ‘No vamos a llegar’, le decía a mi mamá”, cuenta Saira.

“No tenés nada que agradecer”
Quien repone la otra parte de la historia, ahora, es Luciana Marrero, la enfermera que cobijó a Amely en su pecho, debajo de su ambo, para darle calor y así salvarle la vida. Junto a sus compañeras del Penna, Luciana puso en marcha un operativo de rescate que se extendió durante 18 horas ininterrumpidas hasta que lograron trasladar a todos los recién nacidos a un lugar seguro.
“Actuamos con el corazón y pensando en las madres que no pudieron llegar hasta sus hijos debido a la tormenta. Si no nos saliera del corazón, no podríamos haberlo hecho. La prioridad siempre son los bebés”, comentó la enfermera en una entrevista días atrás.
“A Luciana nunca la había visto porque yo me iba del hospital a las 21 y ella llegaba a las 24. El encuentro fue muy lindo. Me abrazó y me dijo que hizo lo que yo hubiera hecho. Si no fuera por ella, Amely no estaría hoy acá”, asegura Saira.
Pese a la incertidumbre por lo que vendrá, la joven se aferra a la esperanza. “Gracias a Dios, mi casa no se inundó y puedo ir y volver de OSECAC, aunque está mucho más lejos que el Penna. Amely sigue ganando peso y mientras ella esté bien, yo también lo estaré”, se despide Saira.

Volver a ponerse de pie
Tras la inundación, el hospital Penna, que también recibe pacientes de Tres Arroyos, Carmen de Patagones y otras localidades del sur de Buenos Aires, se encuentra en una situación crítica.
Ante la devastación, el personal de la institución solicitó la colaboración de la comunidad para reconstruir la sala de Neonatología y reponer los equipos perdidos. “Bahía necesita de la población. Nuestro sueño es volver a ver nuestra Neo en pie“, aseguraron las enfermeras.


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