Salud
Demencia: advierten por “factores ocultos” que inciden en su aparición
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Un artículo publicado en The Lancet Healthy Longevity analiza el peso de las desigualdades de género y socioeconómicas.
Conocer los factores de riesgo de una enfermedad es fundamental para poder prevenirla. ¿Qué ocurre cuando hay variables que inciden en su aparición, pero las desconocemos? Precisamente este eje, en vinculación con la demencia, es abordado en un artículo publicado recientemente en la revista The Lancet Healthy Longevity.
Si tenemos en cuenta que la enfermedad de Alzheimer preocupa a nivel global, y se estima que un tercio de los pacientes tienen factores de riesgo modificables -como el cigarrillo, el sedentarismo, la obesidad, el colesterol, la diabetes y la hipertensión-, este tipo de publicaciones adquiere mayor relevancia.
Precisamente porque no son los únicos: otras cuestiones también pueden tener una incidencia en su aparición.
Cómo prevenir demencias a lo largo de la vida
Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología de Fleni y una de las autoras del artículo, menciona que son 12 los factores conocidos para prevenir cualquier demencia, no solo la enfermedad de Alzheimer: algunos en la edad temprana, otros en la edad media, otros en la edad adulta.
“De modificarse, podrían prevenir o retrasar la enfermedad en alrededor de 40% de los casos en todo el mundo. En los primeros años de vida, el principal factor es la educación; durante la mediana edad los riesgos son pérdida de audición, lesión cerebral traumática, hipertensión, abuso de alcohol y obesidad”, enumera.

“En etapas posteriores de la vida, los factores de riesgo son el tabaquismo, depresión, aislamiento social, inactividad física, diabetes y contaminación atmosférica. Sin embargo, no son totalmente representativas de la realidad de los países de América Latina y el Caribe”, advierte.
Preocupada precisamente por indagar cuáles son las cuestiones propias de estas latitudes que pueden incidir en la prevalencia de esta enfermedad, Crivelli repasa junto a las coautoras Fabiana Ribeiro y Anja Leist (de la Universidad de Luxemburgo) estudios anteriores en relación a factores de riesgo socioeconómicos modificables para la demencia, a partir de lo que postulan otros factores perjudiciales, usualmente ocultos.
Causas orgánicas vs causas socio-culturales
Uno de los disparadores del artículo está vinculado a la relación entre el género y la enfermedad de Alzheimer: se sabe que es una patología más prevalente en ellas. De hecho, 2 de cada 3 pacientes son mujeres.
Clarín le consultó a Crivelli respecto a las causas que hasta ahora se tomaban como válidas para explicar la alta prevalencia de la demencia en mujeres. Si bien en un primer momento se atribuyó al hecho de que ellas viven más tiempo, luego surgieron otras hipótesis.
“Algunas tienen que ver con el sistema inmune: la amiloide, que es la proteína del Alzheimer, se acumula más en las mujeres debido a que tienen un sistema inmune más fuerte porque están preparadas para tener hijos. Esta hipótesis no está descartada pero tampoco está comprobada”, sostiene.

Por otro lado, menciona la explicación que lo vincula a lo hormonal: “El momento de la caída de los estrógenos en la menopausia podría vincularse al Alzheimer, pero tampoco está probado: no hay nada que nos diga que a nivel genético, inmunológico u hormonal el Alzheimer tenga más justificación en las mujeres que en los hombres”, admite.
Por eso, explica que investigaron la dimensión socioeconómica y cultural: “Lo más consistente es la desigualdad que hay respecto al cuidado de nuestra salud y en el acceso a los servicios si se compara con el que tienen los hombres”, analiza.
La demencia en Latinoamérica
En este escenario, las autoras subrayan la necesidad de incluir la perspectiva de género a la hora de evaluar los factores de riesgo de demencia en países de América Latina y el Caribe, donde existen algunas de las tasas más altas del mundo de diferencias estructurales persistentes entre grupos socioeconómicos, denominadas desigualdades verticales, y entre hombres y mujeres, llamadas desigualdades horizontales.
“La demencia, que es un síndrome que se caracteriza por disfunción cognitiva que suele empezar por la memoria en muchos casos, y termina con la pérdida de autonomía de la persona; puede tener muchas causas. La más frecuente es la demencia de tipo Alzheimer”, introduce Crivelli.

Y añade: “En las demencias, dos tercios de la población son mujeres. Y el 60% de las personas con demencias viven en países de medianos y bajos ingresos. Por eso es que es tan pertinente evaluar y ver qué está pasando con la demencia con las mujeres y con Latinoamérica”.
Teniendo en cuenta entonces que esta enfermedad afecta más a las mujeres, en el artículo se analiza qué es lo que podría influir en la prevalencia e inicio de la demencia en ellas.
“Es necesario incorporar los factores de riesgo ocultos en las investigaciones, con el fin de lograr información de alta calidad que pueda alentar políticas públicas para mejorar la salud de las mujeres”, enfatiza.
“Las desigualdades de género y socioeconómicas en la región impactan en la prevalencia de la demencia en mujeres”, alertan las autoras y explican que los roles de género tienen efectos -directos e indirectos- en la demencia y su impacto desproporcionado en las mujeres.
Factores de riesgo en las mujeres
“Sabemos que las mujeres tienen mayores factores de riesgo en algunas áreas, por ejemplo un artículo publicado en 2022 en Alzheimer and Demencia: Diagnosis, Assessment & Disease Monitoring (DADM) se comparan factores de riesgo para demencia en Chile, y muestra que mientras en hombres rondaba el 40%, en mujeres superaba el 50%. Las mujeres presentaban un riesgo aumentado de tener demencia”, asegura.
Ahora bien, ¿en qué sentido y por qué están ellas más expuestas a la demencia? Son varias las cuestiones que inciden: “Desde el acceso a la educación y oportunidades profesionales, embarazo adolescente, la malnutrición, la violencia de género, el tabaquismo y el consumo de alcohol; como también los efectos directos e indirectos de estos roles de género impactan en el riesgo de demencia”.

En el caso de la violencia de género, indica “Nosotras planteamos en este artículo que hay factores inexplorados, factores ocultos, desconocidos, que tenemos que empezar a estudiar. Y tienen que ver por ejemplo con la violencia familiar: las mujeres están mucho más expuestas a traumatismos de cráneo por episodios de violencia y generalmente esto no está reportado ni tiene atención médica”.
En cuanto al embarazo adolescente, advierte: “Otra cosa muy importante que planteamos en la nota, que a mí me parece central e innovador, es que en Argentina el 19% de los embarazos se da en mujeres entre 15 y 19 años, e incluso en algunas provincias más pobres, hasta el 25% de los embarazos son embarazos adolescentes”.
Y ejemplifica: “Eso significa que esas mujeres dejan de estudiar, dejan el secundario, empiezan a cuidar a su hijo, generalmente incurren en conductas de mala nutrición que se perpetúan en el hijo que van a tener, y además después empiezan a asumir el rol de cuidadoras y también cuidan a la madre que tiene Alzheimer en la casa”.
“Se genera un círculo de pobreza, mala nutrición, poco apoyo social y muchas veces termina en consumo problemático de sustancias, entonces todas las intervenciones que se puedan hacer en las madres jóvenes son muy importantes”, subraya.
Justamente el hecho de que sean ellas las que adquieran el rol de cuidadoras, de los hijos o de las personas enfermas o mayores de la familia, es una de las cuestiones a tener en cuenta. “Mientras dos de cada tres personas con Alzheimer son mujeres, dos de cada tres cuidadores de personas con Alzheimer son mujeres”, plantea.
“No me da la matemática: somos mujeres cuidando mujeres”, ironiza. “Somos las enfermas y las cuidadoras que después van a ser las enfermas: estamos en el centro de la enfermedad desde la perspectiva del cuidador y del paciente.”
“Según el sitio Women and Alzheimer, es más probable que una mujer de 60 años tenga Alzheimer, a que que tenga cáncer de mama, y están todos haciéndose el estudio de cáncer de mama, y no pruebas de memoria”, reflexiona Crivelli.
La reserva cognitiva
A pesar de que el factor de género es central, no puede desconocerse otro, asociado a la clase social.
“La desigualdad socioeconómica exacerba las diferencias de género: las mujeres que pertenecen a estratos socioeconómicos más bajos, generalmente tienen menor nivel educativo que los hombres de ese mismo nivel socioeconómico y también asumen roles que tienen más que ver con el cuidado de los hijos y de los adultos mayores”, destaca.
Y añade: “En cambio, en los niveles socioeconómicos más altos, la mujer tiene ayuda para suplir esas tareas de cuidado y accede a un nivel educativo más alto. Sabemos que el nivel educativo es una de las bases más fuertes de la reserva cognitiva, que es esta capacidad que tenemos de protegernos frente a los síntomas neurológicos a raíz de una fortaleza de las conexiones cerebrales”, explica.
“Si bien se nutre de varias cosas, una muy importante es el nivel educativo”, enfatiza.
Según Crivelli, el artículo busca fomentar la investigación para que se incorporen y discutan factores específicos de género como también políticas públicas que desarrollen una capacidad diferenciada y efectiva para la prevención de la demencia que sea sensible a las diferencias de género.
El trabajo como factor protector
El punto anterior se relaciona con otro: el laboral. Tanto las desigualdades en el plano económico que hacen que ellas ganen menos, como el rol de cuidadoras, derivan en que por lo general sean ellas quienes posterguen sus carreras, oficios o tareas laborales ante escenarios como la maternidad.

“Hay otro estudio, de 2019, que es interesante porque comprueba que las mujeres que trabajan fuera de casa por un sueldo tienen menor declive de la memoria que aquellas que tienen el trabajo no remunerado”, es decir, el vinculado a las tareas de cuidado y del hogar.
En este sentido, Crivelli apunta que “a nivel de protección y de la salud cerebral” no tiene el mismo efecto estar en casa que trabajar por un sueldo, “es mucho más nutritivo para tu cerebro tener un trabajo formal, con un sueldo, con interacción social, con exigencias de formación (incluso de un oficio), que trabajar en tu casa cuidando a los chicos o cuidando a tu mamá con Alzheimer”.
Medidas de prevención
Ahora bien ¿Qué se podría hacer para que en las mujeres disminuya este factor de riesgo, siendo una problemática tan amplia que abarca tantas cuestiones?
“Para empezar, cualquier programa de prevención debería tener un foco en el reclutamiento y la convocatoria hacia mujeres, en Fleni tenemos uno que se llama LatAm Fingers, que actúa sobre 5 factores de riesgo: sobre la estimulación cognitiva, el ejercicio físico, el control de los factores de riesgo cardiovasculares, la nutrición y la socialización”, precisa.
El programa replica el estudio Fingers, que en Finlandia logró prevenir el Alzheimer un 30%, “y es más eficaz que cualquier droga que haya hoy en el mercado”.
Para empezar a cambiar las cosas, según Crivelli, es clave que “estos programas de prevención estén dirigidos a las mujeres y empezar a trabajar sobre el rol que socialmente le asignamos a las mujeres en nuestro país: el rol de cuidadoras, de personas que sacrifican su propia educación para tener hijos”.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Publicado
5 días atráson
4 junio, 2025Por
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Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
Publicado
6 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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