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Sufre discapacidad mental y no sabe leer, La Cámpora lo llevó al acto del 24 en la ex ESMA, lo olvidaron y estuvo cinco días perdido

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La familia de Carlos Véliz señala a la agrupación de Máximo Kirchner, en la que niegan que haya viajado en sus micros. Lo encontraron en la madrugada del 29 en La Boca.

Son las ocho de la mañana del viernes 24 de marzo. A Carlos Véliz, 54 años, un vecino de Hurlingham con discapacidad mental, que sufre crisis de epilepsia y no comprende todo lo que sucede a su alrededor, lo suben a un micro y lo llevan al acto “en conmemoración de los desaparecidos” que se hará en la ex ESMA, en Núñez, convocado por la agrupación La Cámpora. A cambio, en la tarde de ese día la familia de Véliz recibirá en su domicilio una caja con fideos, arroz y aceite, entre otras mercaderías.

Sobre el cierre de la jornada, entre bombos y cánticos, los compañeros de excursión vuelven a Hurlingham en los micros que los habían transportado esa mañana. Nadie advierte que Carlos no está. Ninguno pregunta por su ausencia. A esa hora, alejado y perdido, Véliz camina sin rumbo fijo, como quien es arrastrado por una fuerza indescifrable. Llega la noche y duerme en la calle. A la mañana siguiente se despierta y retoma su desamparado recorrido hacia ninguna parte. Como en trance, avanza algunos kilómetros. Sin demasiadas fuerzas, vuelve a acostarse. Así, deambulando por Buenos Aires, pasa cinco días hasta que es encontrado por la Brigada de personas extraviadas en La Boca, a la 1.30 de la madrugada del miércoles 29. Tiene el pelo revuelto, la barba crecida y heridas superficiales. Las señales del desvarío están a la vista.

El final de la historia es, de alguna manera, “feliz”, pero no por eso deja de ser inquietante. La posibilidad de un desenlace trágico estuvo cerca.

“Cuando nos reencontramos con Carlos en el Hospital Argerich, donde lo llevaron para hacerle chequeos médicos, seguía desorientado y con golpes en el cuerpo”, cuenta Alejandra Véliz, su prima. ¿Se había peleado con alguien? “Los golpes fueron por un ataque de epilepsia que le provocó convulsiones… Cuando llegamos a casa seguía mirando todo como si no entendiera. Se quedó despierto un rato, acomodó su ropa y recién se acostó cerca de las seis de la mañana”, detalla el familiar.

Carlos, en una imagen de la marcha.Carlos, en una imagen de la marcha.

Como sus padres no podían mantenerlo, Carlos, a quien sus íntimos llaman Toto, se crió con una tía en el Barrio Roca, William Morris, partido de Hurlingham. Por sus dificultades cognitivas, no aprendió a leer ni a escribir y sólo asistió a algunos talleres. Hincha de Deportivo Morón, se entretiene mirando televisión: películas, noticieros, algún canal de deportes… A veces, también, si está en alguna fiesta, le gusta bailar cumbia.

Desde hace años vive en una casa de ladrillos sin revocar, en la calle Mustoni al 3.100No usa teléfono celular. Lo acompañan su hermano Marcelo, que trabaja como empleado de limpieza en el Hospital Municipal de Hurlingham; su tío Beto, que se las rebusca con distintos “oficios”, y su prima Alejandra, que se gana la vida cuidando a una señora mayor.

“Carlos habla pero no razona al cien por ciento. Por eso no puede trabajar y se mantiene con su pensión por discapacidad”, cuenta su sobrina Camila González, de 26 años, que hasta 2022 jugó al fútbol en Argentinos Juniors y ahora está embarazada de siete meses de su primer hijo, Gianluca.

Según Camila, el puntero que llevó a Carlos a la marcha se llama Adrián Zárate “y a su vez trabaja para el concejal Damián Selci”, de La Cámpora.

-¿Nadie vio salir a tu tío de su casa?

-No. Carlos se despierta temprano: 6.30, 7… Y se pone a tomar mate. Cuando lo pasaron a buscar a las 8, los que viven en la casa estaban durmiendo. Después confirmamos que Carlos había estado en Núñez porque nos llegó una foto en la que se lo ve en la marcha (con una bandera argentina).

-¿Cómo consiguieron esa imagen?

-Como Carlos no volvía, el tío Beto fue a ver a Adrián Zárate, el puntero. Y él le pasó la foto. 

-¿Qué respondía Zárate cuando le preguntaban por Carlos?

-La tarde del viernes 24, cuando llevó la mercadería a la casa, Beto le preguntó si sabía algo de Carlos, que todavía no había llegado. Y él le respondió: “Ya debe estar por llegar. Se debe haber subido a otro micro”. Ahí Beto se fue al club del barrio, Ateneo Roca, pero cuando volvió, a las 11 de la noche, Carlos seguía sin aparecer. Entonces fue a buscar otra vez a Zárate. Y él no sabía qué responder… Al día siguiente, el sábado, fueron a hacer la denuncia.

-¿Quiénes se encargaron de ese trámite?

-La denuncia la hicieron Marcelo, el hermano de Carlos, y Adrián Zárate. ​Primero fueron a la comisaría de William Morris pero les dijeron que debían presentarse en la seccional de Núñez, la zona donde Carlos se había perdido.

La casa de Carlos en Willam Morris, en Mustoni al 3.100.La casa de Carlos en Willam Morris, en Mustoni al 3.100.

Para la familia, que en su angustia armó una cadena de oración, las horas previas a que encontraran a Véliz fueron desesperantes. Lo buscaron por todas partes y el resultado fue siempre el mismo: nada. El rastreo resultó muy difícil porque Carlos no había llevado el DNI ni su carnet de discapacidad ni su tarjeta Sube.

Una de las principales preocupaciones era que no tomara la medicación diaria, algo que hace siempre en el desayuno. Y, si sufría una convulsión, que no pudiera ser atendido (cada tanto se chequea en el Hospital Posadas). A través de su cuenta de Instagram, Camila, la sobrina, les pidió ayuda a Verónica Lozano y al periodista Mauro Szeta para que difundieran la búsqueda.

Al mismo tiempo, el Departamento de Búsqueda de Personas publicó un aviso que decía: “Buscamos a Carlos Alejandro Véliz. Edad: 54. Nacionalidad: Argentina. Fue visto por última vez el 24 de marzo de 2023 en CABA en la zona de Avenida del Libertador al 8200. Características: Tez trigueña, cabello corto negro, poca barba con bigote entrecano, contextura delgada, de 1,60 de estatura, posee hombro izquierdo descendido, cicatriz en su brazo derecho a la altura del codo, deformidad en mano derecha, pierna izquierda con mal formación, tatuaje en antebrazo derecho con el nombre de ‘Mónica’ (en referencia a un amor de juventud). Si tenés alguna información, comunicate con el 911, 134…”.

Primero desde el barrio de Belgrano y luego desde la localidad de Moreno, dos personas se comunicaron para informar que se habían cruzado con un hombre con esas características. Pero en ambos casos resultaron pistas falsas: dijeron que habían visto a un señor muy parecido fumando. Y no, a Carlos no le gusta el tabaco.

No era la primera vez que lo llevaban a una marcha. “Ya les habíamos dicho que, por su tema de salud, no queríamos que Carlos fuera a esos actos, pero igual se lo llevaron…”, se enoja Camila. “Esto se podría haber evitado”.

El concejal Damián Selci, de bermudas, en la marcha del 24 de marzo.El concejal Damián Selci, de bermudas, en la marcha del 24 de marzo.

Damián Selci, el concejal del Frente de Todos y referente de La Cámpora en Hurlingham, señalado por la familia como el líder de la columna que llegó al acto desde zona oeste, evitó referirse públicamente a la situación de Véliz. En su cuenta de Twitter publicó mensajes de otras características:

Viernes 24: “Caminamos porque otros caminaron, y para que muchos más caminen”. En la imagen aparece de remera y bermudas, en la marcha por el “día de la memoria, la verdad y la justicia” en la ex ESMA.

Sábado 25: “Celebramos el derecho de nuestros vecinos. En el ANSES de Tesei, acompañando a los nuevos jubilados. Felicitaciones a todos y todas”.

Domingo 26: “Con la última luz del día, seguimos en las calles de Morris. Ayer con integrantes del Club La Comarca, que cuentan con todo mi apoyo. Gracias a Walter y a Carlos Cueliche por la invitación y a todos y todas por acompañarnos”.

Lunes 27: “Presentes en Barrio Asunción”.

Martes 28: “Compartimos un grato encuentro con la colectividad paraguaya de Morris, donde charlamos sobre la actualidad de nuestra ciudad. Gracias a todos y todas por acompañarnos y a Roberto Recalde por la invitación”.

Miércoles 29: “Seguimos escuchando a la gente. Recibí en mi oficina a Fabián, trabajador de la salud, a Victoria y su hija patinadora, y a Macarena junto a integrantes del Merendero Sagrada Familia. Gracias por su tiempo”.

Para ese momento, Carlos Véliz llevaba casi cien horas desaparecido.

"Hurlingham está con Cristina", la bandera que se desplegó en el "día de la memoria, la verdad y la justicia".“Hurlingham está con Cristina”, la bandera que se desplegó en el “día de la memoria, la verdad y la justicia”.

Clarín quiso contactarse con Selci pero el concejal no respondió a los mensajes.

Facundo Pérez, encargado de la “comunicación” de Selci, habló con Clarín.

“Esto fue una operación política en contra de Damián Selci”, aseguró Pérez. “Por lo que tengo entendido, Adrián Zárate es un puntero que siempre anda orbitando y trabaja para diferentes agrupaciones vinculadas con el peronismo, pero no para La Cámpora”.

-¿Y cómo llegó Véliz a la marcha en la Ex ESMA, que convoca La Cámpora?

-No sé. Con La Cámpora, no. La Cámpora no lleva gente para hacer bulto. El que va a una marcha de La Cámpora es porque está convencido de lo que hace. Carlos pudo haber llegado con otra agrupación. En la marcha había 25 cuadras de manifestantes con 40 organizaciones diferentes… Además de La Cámpora estaban Nuevo Encuentro, Kolina, Oktubre, el Peronismo Militante… Si te fijás bien, en la foto que aparece Carlos en Núñez se lo ve con una bandera que no es de La Cámpora. Es celeste, blanca y roja y parece que tiene una estrella federal… Y así no es nuestra bandera.

-¿Y por qué Selci no se expresó públicamente sobre el extravío de Véliz?

-Porque prefirió hablar directamente con la familia de Carlos. Y le dio su apoyo.

Selci, de 40 años, se sumó a La Cámpora en 2008. Es uno de los fundadores del Centro de Estudios Políticos (CEP). Luego, de 2012 a 2015, trabajó como jefe del Departamento de Enlace Parlamentario Federal en el Senado. De 2016 a 2017 asumió como director de cultura de Hurlingham. En 2019 fue elegido presidente del Concejo Deliberante. Su aliado principal es Martín Rodríguez, subdirector ejecutivo del PAMI.

En medio de la pandemia de coronavirus, en agosto de 2021, y con el impulso de Máximo Kirchner, Selci asumió de manera interina la intendencia de Hurlingham, en reemplazo de Juan Zabaleta, quien ocupó el ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

Licenciado en Letras de la Universidad de Buenos Aires, Selci también es escritor y crítico literario. Entre los militantes está considerado un “intelectual”. Desde 2007 edita la Revista Planta, “una plataforma de proyectos críticos con base en las artes visuales, la literatura, la teoría cultural y la economía política”.

En 2018 publicó el ensayo Teoría de la militancia“una relectura contemporánea de la teoría de Laclau para pensar la militancia como eje de una nueva propuesta teórica para el campo popular”.

Dos años después, también editado por el sello Cuarenta Ríos, lanzó el ensayo La organización permanente“una apuesta a retomar las grandes tareas de la política emancipatoria a partir de una radicalización de las conclusiones de la Teoría de la militancia”.

En Hurlingham, como en otros distritos, el Frente de Todos está dividido y la interna se profundiza a medida que se acercan las elecciones. Selci y Zabaleta, que retomó la intendencia en octubre de 2022, se disputan el territorio. En enero pasado, Zabaleta, que siempre estuvo cerca del presidente Alberto Fernández, echó a cuatro secretarios municipales (Cultura, Medio Ambiente, Obras Públicas y Comercio) que habían sido nombrados por Selci durante su mandato, lo que provocó la renuncia de otros once funcionarios vinculados a La Cámpora.

“Nos tomó por sorpresa, y nos produjo una enorme decepción, la noticia de que el intendente Zabaleta, sin ninguna reunión o palabra de por medio, despidió a funcionarios del municipio de Hurlingham con el argumento, circulado por los medios, de que eran kirchneristas”, resaltaron los funcionarios renunciantes en un comunicado.

En ese contexto, Selci suma recorridas junto a los vecinos. También aporta “militantes propios” a los actos de La Cámpora. 

En las horas en las que Carlos Véliz estuvo desaparecido, desde la Municipalidad de Hurlingham hicieron circular la búsqueda en redes sociales. Para que los familiares pudieran moverse pusieron a disposición un patrullero. “El sábado a la noche hice un posteo en Instagram pidiendo ayuda. Y el domingo se acercó gente que responde tanto a Zabaleta como a Selci… El lunes a la tarde, además, Beto, el tío de Carlos, estuvo reunido con el intendente en el Municipio”, cuenta Camila.

Cuando Véliz ya estaba otra vez con su familia, la cuenta oficial de Twitter del municipio de Hurlingham publicó: “Anunciamos que apareció Carlos y está en buen estado de salud”.

“Al final, si bien hubo mucha gente que nos ayudó a encontrar a Carlos, el mayor mérito fue de la Brigada de personas extraviadas”, aporta Alejandra, la prima que estuvo al tanto de los operativos de rastreo.

-¿Carlos está afiliado a algún partido político?

-No, y el resto de la familia tampoco.

-¿Y vota habitualmente?

-Sí, pero la realidad es que no entiende demasiado.

En la puerta del Hospital Argerich, a metros de una ambulancia y un patrullero, Carlos se abraza con su prima Alejandra, que llegó a buscarlo junto a su cuñada Dora. Están felices por reencontrarse después de cinco días traumáticos. Lloran. Más allá de los golpes que sufrió por las convulsiones, a Véliz se lo ve bien, con ganas de regresar rápido a casa. Salvo por un detalle: está descalzo, le faltan las zapatillas con las que marchó frente a la ESMA. “No nos supo decir si las perdió o si se las robaron”, cierra Alejandra.

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Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina

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Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia

“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.

Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Alberto Sommaruga, el mayor de los integrantes de la familia de secuestradores

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.

Transcurría 2002, la crisis económica había mutado en algo más peligroso: una crisis moral. Mientras el país intentaba recuperar cierta normalidad, en el conurbano bonaerense germinaban bandas improvisadas, sin prontuario, formadas por patovicas, empleados y estudiantes universitarios que vieron en el secuestro un negocio rápido. La de Ariel fue una de las más insólitas: sus captores eran jóvenes, de barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires, con autos importados y la misma torpeza que violencia.

Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.

Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Pablo Sommaruga, otro de losPablo Sommaruga, otro de los integrantes condenados de la banda (NA)

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.

Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.

El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.

La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.

Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

Ariel Strajman junto a suAriel Strajman junto a su padre a la salida de los tribunales de Comodoro Py donde se realizó el juicio (NA)

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.

La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.

Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.

Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.

La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.

Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.

En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.

Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.

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Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados

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El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas

Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.

Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.

En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

El comunicado de la otraEl comunicado de la otra división de la IPET 267 de Bell Ville, Córdoba

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.

El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.

Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.

Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.

Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.

De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.

Repudio de la Escuela Humanos tras cantos antisemitas en viaje de egresados

En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.

“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.

Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.

En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.

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Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba

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La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia

Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.

Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

El avión con destino aEl avión con destino a Córdoba debió aterrizar en Ezeiza

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.

También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.

“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.

El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Aerolíneas ArgentinasAerolíneas Argentinas

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.

Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.

El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.

Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.

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