Sociedad
Interrumpió su carrera cuando fue madre soltera, logró recibirse y a los 50 consiguió la beca de su vida
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Un mensaje que publicó Facundo Calvó en su cuenta de Twitter fue el comienzo de una ola de felicitaciones para Cecilia, su madre, por la resiliencia con la que enfrentó cada uno de los desafíos que se fueron presentando hasta recibirse de abogada. En una profunda charla con Infobae, la flamante graduada en una maestría en Justicia Constitucional y Derechos Humanos repasó su historia, y asegura que no se trata de un caso aislado, sino de algo que se repite en las vivencias de una gran cantidad de mujeres, en cuanto a los prejuicios y los llamados “techos de cristal” que existen en la sociedad.
Una voz entusiasta y guerrera responde del otro lado del teléfono, contenta porque a sus 52 años le aprobaron la tesis que le permitirá obtener el título en la especialización y el máster en el que se embarcó hace dos años, cuando se postuló a una beca certificada por la Universidad de Bologna, Italia. Nació en Buenos Aires, pero sus dos padres son jujeños, y cuando tenía ocho años se mudaron a San Salvador de Jujuy. “Después ellos se separaron, pero ya nos quedamos acá, y por cosas de la vida, y que mi mamá tenía problemas de salud, a mí me crió mi papá”, revela.
Decidida a estudiar abogacía, empezó en tiempo y forma después de terminar el secundario, y a los 20 años ya estaba en tercer año de la carrera. “Estaba estudiando en Salta cuando quedé embarazada, así que pasé todo mi embarazo allá, y ahí nació Facundito”, cuenta, y rememora el impacto social que sintió cuando supieron que esperaba un hijo: “A mí de repente me sacaron toda la fe, pasé a ser poco creíble para muchos, porque no solamente iba a ser mamá soltera, sino que ya daban por hecho que ya no iba a cumplir con mis objetivos”. Resalta el apoyo que le brindó su círculo familiar, pero confiesa que la seguridad con la que otros le remarcaban que no podría continuar con sus metas, la hicieron dudar de sí misma.

“Si bien no era adolescente y ya estaba entrando en la adultez a mis veinte, igual me consideraban muy joven para ser mamá, y con el vapuleo emocional, la fragilidad que de por sí ya sentía, me preguntaba si iba a poder. Es violencia psicológica cuando en un momento tan delicado hay personas que descreen, que sentencian que no lo vas a lograr”, sostiene. Así comenzó una pausa de una década en el anhelo de convertirse en letrada, por una serie de acontecimientos que implicaron que postergara aquel deseo hasta que las circunstancias se acomodaran.
“Vine a Jujuy de nuevo, ya con Facu, pero todavía recién se abría la carrera para primer año, y tenía que esperar por lo menos otros tres años hasta que alcanzara cuarto año y se abrieran las vacantes para que yo pudiera retomar”, detalla. En ese lapso barajó varias alternativas, como la de irse a vivir a la provincia de Corrientes para ir a otra universidad, pero no resultó una opción viable por los cambios de logística que implicaba. “Opté por esperar, y en ese momento tampoco había educación a distancia, algo que me hubiera facilitado seguir estudiando, así que la espera para poder asistir presencial fue también lo que me demoró”.
A sus 30, el retorno se volvió una posibilidad firme, pero no fue fácil regresar a la rutina y la invadieron otros miedos sobre cuál era su futuro como profesional. “Nunca había tenido problemas con los estudios; estaba súper avanzada, pero el golpe fue más emocional que intelectual, y no por nada hoy tengo un hijo psicólogo, que sabe muy bien cómo te puede afectar cuando estás emocionalmente frágil que alguien te diga que vos no vas a poder, para asustarte, para que no lo hagas, por el motivo que sea”, reflexiona. En este sentido, confiesa que no le fue bien cuando volvió al aula, y que sufría ansiedad cuando iba a rendir.
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“A veces preparaba materias y después no podía presentarlas; en esa época era difícil tener una red de apoyo porque se hablaba mucho menos de un montón de temas y estaban más invisibilizado los límites que padecemos las mujeres”, comenta. Y recalca: “No es lo mismo cuando una mujer deja a su hijo para ir a estudiar que cuando un hombre deja a su hijo para estudiar: Del lado del hombre no se cuestiona, se considera que el padre está haciendo algo para su hijo, para progresar, poniéndolo en la imagen del rol de proveedor, que está perfecto, pero hoy la mujer también es proveedora”.
En medio de todos los estigmas, por ese entonces ya la consideraban “rebelde”, por cuestionar por qué algunas situaciones eran puestas bajo la lupa cuando se trataba de un género, y otras no. “No hubiera sido lo mismo si yo hubiese sido hombre, pero siendo un entorno social pequeño el que me rodeaba la pregunta giraba en torno a mis capacidades, a relacionarme solamente a la tarea de cuidado, que las mujeres la hacemos maravillosamente bien, pero también somos todo el resto, eso es lo que no hay que olvidar, que no somos solamente eso”, sentencia.

“Me rodeaban las cargas, las vergüenzas, los estereotipos, y aunque dicen que siempre hay tiempo para hacer las cosas, una cosa es decirlo y otra hacerlo, porque la gente le pone un tiempo estimado a las metas, y hay muchas presiones. Yo sentía que si no me recibía a los 20 y pico iba a ser una abogada vieja, que no iba a lograr cosas, que nadie me iba a tomar en un trabajo, y como la sociedad es bastante compleja con la edad, también me cargaba con la culpa de no haberme recibido cuando me tenía que recibir”, describe. En ese contexto descubrió otra veta que la acercó hacia una faceta que la ayudó a salir del molde y encontrar otras alternativas.
“Siempre digo que a mí me salvó el teatro, porque soy actriz vocacional, y cuando pasó todo esto y todo el mundo perdió la fe, me concentré en esa otra parte artística”, explica. Aunque a su padre no le parecía una opción laboral viable, se mantuvo firme y siguió yendo a las clases. “Pude sacar cosas mías y empezar a actuar, gracias a que el teatro me enseñó que lo que había que hacer era salir y hacer, no había otra forma, había que ir a hacer, mal o bien, pero intentar”, expresa. Siente que esas herramientas fueron esenciales para reencontrarse con sus objetivos e ir en búsqueda de conseguirlos una vez más. Lo logró, y se consagró como letrada en materias de lesa humanidad y derechos humanos.
“Creo que mi situación fue bastante más aliviada que lo que les sucede a muchas otras mujeres que han pasado situaciones muchísimo más difíciles que yo, y han logrado cosas extraordinarias. Aunque fui una mamá soltera, no teníamos problemas económicos, y si bien dejé mi carrera, tuve la posibilidad de retomar más adelante, algo que no les pasa a todas, o que directamente no lo pueden ni pensar”, se lamenta. Al vivir la disparidad en primera persona y comprobar en carne propia que sigue faltando mucho por abordar en perspectiva de género y patriarcado, eligió abrazar también el movimiento feminista.
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“Me dediqué a esa temática con todo mi corazón, primero desde mi maternidad, que la disfruté profundamente, y la sigo disfrutando, pero con la convicción de que la maternidad tiene que ser elegida, y para que eso pase, hay que darle a las mujeres las herramientas, sobre todo desde la información, y que sepan que tienen derecho a planificar su maternidad, que siempre son dos personas las involucradas, donde el otro también tiene que poner de su parte”, argumenta con seriedad. “Parece mentira que con todos los avances de estos últimos tiempos siga costando tanto llevar la ley a la aplicación social, y no relacionarla con el combate, con el resentimiento, o con la idea de que las mujeres que nos decimos simpatizantes del feminismo odiamos a los hombres, algo que es totalmente mentira”, agrega.
“Yo he sido muy amada por hombres, tengo hijos varones a los cuales amo profundamente, y no pasa por ahí, pasa por tener conciencia de que la sociedad tiene una brecha social en cuanto al género que deviene de una cuestión histórica, desde los albores de la humanidad”, enfatiza. Retoma la línea cronológica de sus estudios y cuenta que cuando cumplió 50 decidió anotarse en la convocatoria a becas de la Universidad de Bologna por un programa en conjunto que le interesó, y para su sorpresa, fue seleccionada. “Fue la primera vez que se hizo todo en modalidad virtual, por la pandemia, así que hice todo online”, revela.
Algunas materias de la cursada eran en italiano, y otras en español. “Soy malísima con los idiomas, sobre todo para hablar, quizás para leer me defiendo un poco, pero traducía todo y pude completarlo”, celebra. La diferencia horaria de cuatro horas con Europa implicaba que a veces tuviera que conectarse a clases de Zoom en horarios exorbitantes, e implicaba también estar enfocado en los contenidos de la especialización. “Hasta hace poco tenías que irte un año y dos meses a Italia para terminar de rendir allá, pero dado el contexto mundial fue todo a distancia, y coincidió que también que fue la primera vez que pusieron la materia de género en la maestría, así que se alinearon todos los astros”, remata con alegría.

“Hoy ya no se usa decir madre soltera, porque no hay madres solteras, lo que hay es padres abandónicos”, sentencia. Y agrega: “Era un estigma decir ‘madre soltera’ tiempo atrás, porque significaba que no habías podido retener un hombre, que tenías un hijo que no era considerado legítimo, porque en su momento existía la figura legal de hijos naturales, algo ridículo porque son todos naturales, pero así lo definía el derecho romano por ser nacidos fuera de un matrimonio”. Con más razón, considera una victoria personal haber podido ofrecer su granito de arena al elegir la temática de género para su tesis, que representa un aporte justamente al derecho italiano.
“La verdad es que no cambiaría nada de lo que hice en mi vida, por los hijos que tengo, pero sí insisto en que en mi caso yo pude elegir. No es cierto que parte del costo del amor maternal para la sociedad tiene que ser postergarte, porque un hijo es una responsabilidad compartida”, aclara. En base a su experiencia, se pregunta: “¿Qué más quiere un hijo que ver a su madre realizada?”. A raíz de su trabajo fue conociendo a otras mujeres que conformaron una red de apoyo, y está convencida de que “nada se logra sola, completamente sola, se necesita la compañía de otros”.
“Más adelante me casé y tuve a mi otro hijo, Máximo, que tiene 16 años. Cuando Facu cumplió 15 nació su hermano”, revela sobre cómo evolucionó su vida familiar a la par de sus estudios. Sobre el sistema judicial como elemento de acompañamiento, repudia cuando es la propia Justicia la que desampara. “Es terrible y lamentablemente he visto muchos casos que me generaron impotencia, porque el aprendizaje del género no es una cuestión de leer una ley, es una forma de vida, no es una ideología; es una manera de ver la vida socialmente, y se han naturalizado cosas que son gravísimas”, indica. Y reclama: “Se necesita que sea más equitativo, también desde el entorno social, que no haya ese doble discurso de ‘qué buena madre’, ‘que hermoso cómo criaste a tus hijos’, cosas que se dicen para tranquilizar la moral propia, pero después ni les pregunta cómo están, ni les llevan un litro de leche”.
“Si no se puede acompañar, entonces hay que tener la humildad de tratar de entender al otro. Es un gesto, no hace falta andar salvando el mundo porque no se puede con todo, pero es una palabra, un abrazo, desde cualquier lugar se puede ayudar”, remarca. Y añade: “Las mujeres todavía hacen muchas delegaciones, todavía están muy solas en muchos aspectos, y me sigo preguntando por qué no hay la misma presión para el hombre que no se puso el preservativo cuando una mujer se embaraza”.
“Los hombres se relajan porque no hay una mirada estigmatizante sobre ellos, no hay escarnio social, como si la responsabilidad no fuese suya”, agrega. Si la mujer se embaraza le preguntan mil cosas, mientras que al hombre formar una familia lo nivela socialmente. Si la mujer si va a tener hijos, a nivel laboral ya están pensando que seguramente después no va a poder ir a trabajar porque tiene que maternar, dar la teta, etc”, ejemplifica. Y agradece que actualmente existen “nuevas masculinidades”, y hombres que asumen compromisos, y conserva la fe por los cambios sociales que se están dando en estos tiempos.

Su hijo, Facundo Calvó, también habló con este medio y contó que como psicoterapeuta siente que los valores que le transmitió su madre fueron cruciales para tomar postura sobre muchos conceptos. “Creo que tuvimos la oportunidad de recomponernos a todo lo que pasó, que pudimos dar vuelta a la página y orientarnos al sentido que para nosotros como vínculo es importante. No fue nada fácil, pero todo lo que vivimos hizo que podamos concentrarnos en las cosas importantes y buenas que nos han pasado y que nos constituyen”, asegura el joven de 31 años.
“La mayoría de las personas que me consultan son mujeres que atraviesan situaciones de dolor y malestar; y una historia como la nuestra también te da la posibilidad de entender de otra manera la realidad, y asumir otro tipo de responsabilidad, demostrando que existen diferentes formas de ejercer nuestra masculinidad”, resalta. Y agrega con admiración: “Lo que yo soy como hombre tiene que ver con mi vieja, que siempre fue muy clara conmigo sobre mi identidad”.
Admite que vivió momentos difíciles en su infancia, y que sintió impotencia por la forma peyorativa en que miraron a su madre más de una vez, como una forma de desaprobación social que lo hizo comprender rápidamente que jamás tomaría ese camino como forma de vida. “Me dediqué a intentar encontrar fuentes de sentido, que nos den dirección, y ese es uno de los grandes desafíos, porque prácticamente no hay ninguna historia que no involucre sufrimiento, renuncias, o decisiones difíciles, y también hay toda una negación al malestar, a ocultarlo o forzarse a estar bien”, expresa.
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“No hay que quedarse enfrascado en una sola identidad, porque si nosotros nos hubiéramos quedado en la identidad del abandono de mi viejo biológico y de lo que tuvo que renunciar mamá, no nos hubiéramos permitido generar nuevas identidades y formas de habitar lo que nos tocó vivir”, sostiene. Cuando tipeó los caracteres del tuit donde contó la historia de su madre dudó si publicarlo o no, pero pese a la reputación de la red social del pajarito en cuanto a los haters, se sorprendió por la gran cantidad de mensajes positivos: “Por suerte tuve muy buenas reacciones, donde me dicen que la admiran mucho, y todo el que la conoce sabe cómo es ella, que siempre va para adelante intentando dar una mano, y celebran que pudo reconstruirse”. Sobre el mensaje que quiso transmitir, aclara que la superación de su madre no fue una vivencia en solitario. “Hay una filosofía presente en las redes de ‘dale, si te lo proponés lo vas a lograr’, o ‘todo es actitud, cambiá y se te va a dar’, y la verdad es que no siempre está todo en uno, porque a veces se necesita una red de apoyo, y detrás de eso está el concepto de que nadie se salva solo, nos salvamos entre todos”, concluye.

El 2020 fue especial para Cecilia, y a su vez transformador a nivel personal, porque pese a la cuarentena por el coronavirus pudo continuar con su trabajo como abogada y apostar por su educación mediante las herramientas digitales. “El año pasado salió también la sentencia de uno de los juicios más grandes de lesa humanidad en Jujuy, que fue contra los Apagones de Ledesma, donde yo soy querellante, y por primera vez se habló sobre las violaciones de delitos de lesa humanidad durante la época del proceso militar”, manifiesta con orgullo.
“Mi clienta se llama Enriqueta Queta Herrera, tiene 99 años, y es la última madre que queda en Jujuy que reclama por su hijo, Hugo Antonio Narváez, desaparecido a los 24 años durante la última dictadura cívico militar”, revela. En el presente asegura que está “muy contenta” con sus logros, e incluso siente el impulso de seguir sumando herramientas a su formación. “Una vez que empezaste ya no querés parar, es como un training que vas adquiriendo, y ya sueño con anotarme en otro curso o en alguna especialidad”, proyecta con alegría.
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Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina
Publicado
20 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia
“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.
Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.
Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.
Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.
Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.
El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.
La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.
Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.
La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.
Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.
Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.
La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.
Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.
En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.
Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.
Sociedad
Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados
Publicado
22 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas
Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.
Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.
El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.
Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.
Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.
“Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.
De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.
En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.
“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.
Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.
En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.
Sociedad
Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba
Publicado
22 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia
Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.
Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.
También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.
“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.
El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.
Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.
El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.
Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.


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