Salud
A un año de Ómicron, la última variante que el coronavirus mostró al mundo
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El 9 de noviembre del 2021 se detectó el primer caso de esta mutación y en pocos meses dominó el planeta con una versión más contagiosa del virus. El análisis de los expertos a Infobae sobre la última variante identificada del COVID-19
Delta sacudió al mundo. Fue la variante más letal del COVID y dejó a la humanidad alarmada. A medida que las letras del alfabeto griego avanzaban por el planeta de la mano del SARS-CoV-2, la incertidumbre fue la regla de mediados de 2021. Cada mutación parecía estar empecinada en arruinar la mesas navideñas de millones de personas.
Si bien había corrido un largo trecho desde diciembre de 2019, con el primer caso caracterizado a finales de ese año (aunque luego se sucedieron nuevos hallazgos de infecciones previas), las poblaciones ya no estaban sorprendidas, aunque sí atentas a las características de aquella última carta que supo mostrar este virus que hoy va camino a ser endemia.
Cuando finalmente llegó el primer caso de Ómicron, que para la Organización Mundial de la Salud (OMS) tuvo lugar el 9 de noviembre de 2021, los científicos y expertos advirtieron que sus más de 25 mutaciones la convertían en una suerte de nuevo virus. Que tan solo su presencia marcaría un antes y un después en esta historia que, actualmente, se encuentra cerca de cumplir tres años.

Pasaron casi 20 días hasta que demostró todo su poder. Y a medida que transcurrían estas jornadas, empezó a extenderse hasta convertirse en la única variante que domina el planeta. Solo dejó paso a sus “hijos”, los sublinajes. Cada uno de ellos, con un poder de transmisión superior al anterior. Y tal fue su capacidad que, incluso, los científicos comenzaron, nuevamente, una carrera por obtener una nueva vacuna, más efectiva ante el comportamiento de Ómicron.
Es que esta variante más “inofensiva”, pero mucho más contagiosa, hizo que los que no se habían contagiado de COVID-19 hasta el momento, pongan al menos en duda su presencia en una casa. Es más, quienes se consideraban inmunes por haber transitado la infección y estar vacunados, volvieron a caer en manos de Ómicron. Nuevamente, los contagios se sucedían dentro de cuatro paredes y quienes ya habían tenido el virus (ante una reinfección) no querían arruinar a los aún indemnes.
Diciembre fue el mes clave en la Argentina. El 5 de diciembre, el Ministerio de Salud informó el primer caso en el país. Las fiestas de fin de año estaban a la vuelta de la esquina. La distancia social, que en ese momento comenzaba a olvidarse, se volvió a instalar. El barbijo -junto a la terraza y el patio- fueron las medidas de prevención indispensables junto, claro, a las vacunas. Hoy, los refuerzos marcan el ritmo de los planes de vacunación y las dosis bivalentes son la nueva esperanza del mundo.

Infobae dialogó con el inmunólogo e investigador del CONICET Jorge Geffner; el doctor en física, investigador del Conicet y secretario de Planeamiento de la Universidad Nacional de Hurlingham, Jorge Aliaga; la investigadora en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (UBA) y el CONICET, Mirna Biglione; y el jefe de infectología del CEMIC y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, Pablo Bonvehí; sobre esta variante que (por el momento) se mantiene como predominante en el planeta.
9 de noviembre: el día que cambió a la pandemia
Cuando Delta era la variante a vencer por la ciencia, como si fuera un torbellino, Ómicron hizo su aparición. Es que el 9 de noviembre de 2021 se reportó el primer caso, aunque el primer aislamiento fue reportado 48 horas después, el 11 de noviembre, en Botswana. Su expansión fue meteórica: el 14 de noviembre apareció en Sudáfrica y de allí logró extenderse a toda la Tierra.
Ante su comportamiento, “el 26 de noviembre de 2021, sobre la base de la orientación proporcionada por el Grupo Asesor Técnico de la OMS sobre la evolución del virus, la OMS clasificó la variante B.1.1.529 como variante preocupante y le dio el nombre de ‘Ómicron’”, según se desprende de un comunicado de la OMS. Además resaltaron, esta mutación “es altamente divergente, dado que presenta entre 26 y 32 mutaciones en la proteína espicular, algunas de las cuales están asociadas con propiedades que les permiten eludir la respuesta humoral del sistema inmunitario o bien aumentar la transmisibilidad”.

Al 5 de diciembre 2021, según resaltó el Ministerio de Salud argentino al informar el primer caso local, ya se había identificado en países de África, Asia y Oceanía; además de 17 naciones de la Unión Europea, en más de 15 estados de Estados Unidos, Canadá y México. “Si bien fuera de Sudáfrica, la mayoría de los casos son relacionados a viajeros, en muchos países se esta comenzando a registrar transmisión comunitaria”, advertían. A principios de enero, ya predominaba en el territorio argentino. Luego, fueron sus “hijos” los que se pelearon por obtener el primer lugar. Hoy, no quedan dudas que circulan entre nosotros.
“Los virus tienen su evolución natural en la naturaleza según sus propias características y las del huésped. La intervención del ser humano hace que el curso pueda variar. Siempre se hizo hincapié en la importancia de que una gran parte de la población esté vacunada para evitar que surjan variantes de preocupación; y hemos podido ser testigos de un cambio en el curso de la pandemia a medida que aumentaba el porcentaje de personas con más refuerzos”, sostiene la investigadora Biglione
El inmunólogo Geffner, apunta: “Ómicron surge como una variante de preocupación, de acuerdo a la denominación de la Organización Mundial de la Salud, luego que antes surgiesen las variantes Alpha, Beta, Gamma y Delta”. Pero, ¿qué característica particular tiene Ómicron que pateó el tablero de la pandemia? “Una variante de preocupación se define básicamente cuando tiene tres propiedades o alguna de estas tres propiedades: mayor transmisibilidad, mayor capacidad de evadir la respuesta inmune o que el curso de la infección se asocia a una mayor gravedad”, agrega el experto.
Donde pasó Ómicron, surgieron brotes
“Si uno toma por fecha de inicio de síntomas y por fecha de fallecimiento, entre el 8 de noviembre del 2021 y el 31 de enero del 2022, es decir un poco menos de tres meses, hubo 3.300.000 casos registrados y 7.500 muertos. Y desde el 31 de enero del 2022 hasta el último reporte del fin de semana pasado, hubo 970.000 casos más y 5.700 muertos más”, dice Aliaga.
Según el experto, hay que tener en cuenta, no con la cantidad de muertos pero sí con la cantidad de contagios, “que en medio de la suba de Ómicron, es decir para fin de diciembre, los gobiernos junto al Consejo Federal de Salud (CoFeSa), decidieron dejar de testear casos sospechosos. Aunque uno podría quedar registrado, porque se testeó, los contactos estrechos ya no se testeaba más y tampoco se registraban. Aunque tuvieran síntomas compatibles con el COVID, ya no se los evaluaba y registraba”.
Lo que describe Aliaga son los primeros tres meses de Ómicron y después. Se trata, dice, de un piso. “Seguro que hubo muchísimos más casos porque, obviamente, esta variante era terriblemente contagiosa. Según la evidencia y lo que leí, es falso que esta variante era menos peligrosa, sino que llegó en un momento donde estábamos mayoritariamente vacunados”, agrega.
Bonvehí suma: “Lo que ha pasado con Ómicron es que fue la variante que mayor número de casos produjo, la que tuvo y tiene actualmente mayor duración en el tiempo a diferencia de otras variantes que fueron rápidamente reemplazadas. Proporcionalmente, es la que tiene menos mortalidad y que eso, seguramente, tiene mucho que ver con la vacunación”.

“En Argentina, estábamos muy vacunados, arriba del 95% en los mayores de 50, que son quienes tienen más probabilidades de tener una enfermedad complicada. Entonces, por eso no tuvo tanto impacto, digamos tantos fallecidos. Hubo enorme cantidad de casos, no tantos fallecidos”, agrega Aliaga.
Pero Ómicron fue excepcional en un punto: tiene al menos 30 mutaciones. “No una o dos como otras variantes, en una proteína crítica del virus, la proteína S, a partir de la cual el virus puede infectar a la célula. Este conjunto de mutaciones, primero, le otorgó a Ómicron una enorme transmisibilidad, es decir una enorme infectividad”, dice Geffner.
Esto quiere decir que cuando Ómicron debutó, a las dos o tres semanas, se hizo la variante predominante. “Esto lo logra en función de esa enorme transmisibilidad, pero esto va de la mano con una segunda característica importante, que es su capacidad de evadir la respuesta inmune, tanto conferida por vacunas como por la propia infección. Obviamente esa capacidad de evasión no es absoluta y por eso las vacunas brindan una enorme protección frente a la infección severa, aunque no tanto frente a la infección leve”, agrega el experto.
Una variante que no dio lugar a otras

Para Bonvehí la variante Ómicron no fue reemplazada porque, “al haber una gran parte de la población ya vacunada, eso hace que sea más difícil que el virus progrese y pueda generar cambios tan grandes como para generar otra variante distinta, sino que esos cambios son menores producto de la inmunidad de la población, seguramente, por las vacunas y los que se han infectado anteriormente”.
Geffner explica: “La verdad, el combo de mutaciones que tiene Ómicron en sus distintos linajes (BA.1, BA.2, BA.3, BA.4 y BA.5) y en los nuevos sublinajes que tienen nombres raros y que han sido recientemente caracterizados, le otorgan esa enorme transmisibilidad y evidentemente no debe ser fácil para el SARS-CoV-2 cotejar un conjunto de mutaciones que le otorgue aún mayor transmisibilidad. Creo que es por eso, básicamente, que hasta el momento Ómicron no fue reemplazada por otra, como sí ocurrió con las anteriores. Ómicron es enormemente transmisible y tiene ese costado adicional que le da la capacidad de evadir la respuesta inmune”.
Biglione sostiene que el virus sigue circulando y hay casos de personas que hacen neumonía o necesitan internación. “La mayoría con menos dosis de las que están indicadas. Si tenemos algún síntoma sabemos que debemos usar barbijo por el bien de todos. Y este aprendizaje es para todo tipo de ‘resfrío’. Espero que seamos una sociedad que da su lugar a los médicos y a la ciencia, quienes nos han protegido y enseñado el valor de estar unidos y dedicados a nuestra sociedad en momentos tan difíciles”, dice.
“La semana pasada publicamos un consenso de 386 profesionales de 112 países del mundo, cinco de los cuales somos argentinos, en la revista Nature. Ahí, entre las recomendaciones, advertimos que no se debe subestimar a la enfermedad y que no se debe pensar que esto es una gripe. No pensar que todo se soluciona solo con las vacunas, sino que tenemos que tener en cuenta que se contagia por el aire y tener especial atención sobre cómo se comunican las desigualdades sociales y tratar de de no minimizar el problema”, cuenta Aliaga.
La importancia de los refuerzos ante Ómicron

Este combo de características de Ómicron hace que sea muy importante completar los esquemas de vacunación. “La Argentina tiene un amplitud en el esquema de vacunación muy importante. Estaremos en el 85 u 86% de la población vacunada con dos dosis, y eso nos ubica en el primer nivel mundial. Sin embargo, en lo que es la aplicación de las dosis de refuerzo, hay millones de argentinos que no se las han aplicado; y eso no es porque sean antivacunas, porque se aplicaron las dos primeras, sino porque al ver que la pandemia impacta mucho menos que antes, en gran parte por las vacunas, tienen menos tendencia a ir al vacunatorio”, dice Geffner.
“Pero es muy importante darse la tercera dosis a partir de los cuatro meses de haberse dado la segunda, y la cuarta a cuatro meses de la tercera. Esto es realmente muy importante porque en este escenario, con estos refuerzos, es tremendamente improbable que alguien que contrae la infección curse una infección severa, porque el esquema completo (dosis uno y dos, más refuerzo) brindan frente a la infección severa una protección extraordinaria”, agrega el experto.
“La situación es distinta en los diferentes países o continentes, dependiendo del acceso a las vacunas y la elección individual. De todos modos, el número de casos severos y fallecimientos disminuyó significativamente. ¿Quiere decir que llegamos al fin? No, aún faltan respuestas a un gran número de preguntas, como: ¿cuántas dosis son necesarias?, ¿cada cuántos meses? ¿Es similar en todos los casos o pacientes? Algunos estudios siguen en marcha y podremos tener el conocimiento suficiente, pero hay que continuar apoyándonos en la ciencia, la medicina y la también en la conciencia que cada uno de nosotros hemos generado”, suma la investigadora Biglione.

“Lo que sigue ocurriendo con las variantes que aparecen es lo que llaman COVID prolongado, en que la enfermedad deja al cuerpo en un cierto estado del cual cuesta recuperarse. Es una enfermedad que, a pesar de que este año hemos tenido en febrero y ahora muchísimos casos de influenza, aún cuenta con internados. Incluso, hay más hospitalizados por el SARS-CoV-2 que por otras enfermedades respiratorias. Incluso pese a la vacunación y a que no hay tantos casos registrados”, agrega Aliaga.
Esta es una historia que aún no ha terminado, según concluye Bonvehí. “Pueden surgir nuevas variantes por recombinación de variantes anteriores. Por ejemplo entre Delta y Ómicron, y pueden hacer aparecer variantes nuevas, pero esto es menos probable que ocurra a mayor tasa de cobertura de vacunación. Hoy, a pesar de la baja circulación, seguimos viendo casos de COVID por Ómicron, porque el 100% de los contagios en nuestro país son por Ómicron, y seguimos viendo casos aislados, muchos menos que antes, de pacientes que se hospitalizan y, lamentablemente, de algunos que fallecen, sobre todo en los grupos de mayor riesgo”, dice el experto.
Mantener la vacunación, aplicar los refuerzos y completarlos, sobre todo en las poblaciones de mayor riesgo, es su recomendación. “Esas medidas son importantes porque no sabemos si este descenso transitorio que estamos viendo va a ser definitivo. Pueden haber brotes posteriores, por eso hay que observar, ser cautos y no pensar que está totalmente terminado. Uno de los caminos del virus es transformarse y permanecer circulando de forma permanente, provocando casos en personas de mayor riesgo e impulsando una vacunación, tal vez, anual en los grupos de riesgo”, cierra Bonvehí.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
Publicado
4 días atráson
4 junio, 2025Por
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Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
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5 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
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5 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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