Punto de Paz funciona en la prisión de máxima seguridad del penal de Batán, en Mar del Plata y además de trabajo ayuda a “la restauración” de los internos y a “recuperar la dignidad”, en palabras de los protagonistas. Es una iniciativa de la Cooperativa Liberté, que integran quienes cumplen una condena con acompañamiento de Víctimas por la Paz, una organización de personas que fueron afectadas por delitos. “Lo opuesto de la inseguridad es la convivencia”, propone una de ellas
“El rato que pasó entre que vino el mozo, esperé el plato y comí, me sentí libre”. El hombre que habla —luego de mirar la carta, elegir su opción preferida y pagar por lo que consumió— no se refiere metafóricamente a un recreo en medio de una agenda de obligaciones. Él cumple una condena en la cárcel de Batán, en Mar del Plata, un complejo penitenciario de máxima seguridad con 1.600 personas privadas de su libertad. Ahí, desde el mes pasado, funciona un restaurante creado y gestionado por varones presos que ofrece el servicio para otros internos.
“Quienes se acercan agradecen, porque lo sienten como un espacio de libertad, como estar fuera de la cárcel por un rato. Cuando comían, se sacaban fotos, las mandaban a sus familias”, cuenta Xavier Aguirreal, a quien todos conocen como Pampa, presidente de Liberté, la primera cooperativa del país cuyo consejo directivo está integrado 100 % por personas privadas de su libertad.
Liberté cuenta con distintas unidades productivas como una huerta, un almacén y una rotisería. Y, ahora, con el restaurante: Punto de Paz. “Surge como una evolución de las iniciativas anteriores. Cada vez que hacemos algo queremos que sea lo más parecido posible a lo que se vive afuera. Y esto tiene que ver con recuperar derechos y dignidad”, suma Aguirreal, quien tiene 53 años, y pasó los últimos 10 en prisión y le espera otra década para cumplir su condena.
“La idea —explica— es que el preso se sienta como si estuviera afuera. Pero ¿para qué? Porque la cárcel no debe ser un lugar de castigo, sino de restauración. Para que, cuando salgamos, seamos personas como cualquier otra, no unas que están privadas de sus derechos. Porque si por décadas privás a alguien de sus derechos, ¿sabés qué aprendió? Que los derechos humanos no existen”.
La iniciativa fue llevada adelante con el apoyo de Víctimas por la Paz, una asociación creada por personas que fueron afectadas por distintos delitos y que trabajan —según cuentan en su sitio web— en “la búsqueda de la pacificación social por la vía de la convivencia, la integración y, hasta en algunos casos, el perdón”. “Creemos que lo contrario a inseguridad es convivencia, y que para eso debemos repensar cómo interactuamos en el entramado social, en el cual cabemos todos”, complementa Diana Márquez, de 56 años, presidenta de Víctimas por la Paz.
En Punto de Paz pueden sentarse a comer en cada turno más de 40 personas. Hay dos horarios para almorzar y también se ofrece desayuno. (Imagen: gentileza Liberté)
Menú variado y pago virtual
Liberté es un emprendimiento que comenzó en Batán en 2014 con el objetivo de atender distintas necesidades de las personas privadas de su libertad, tales como trabajo, estudio y capacitación, recreación o alimentación. Está cien por ciento autogestionado por quienes cumplen una condena en la cárcel marplatense. En este espacio, unas 200 personas participan de actividades como marroquinería, carpintería, herrería, almacén de ramos generales, artesanías, apicultura o huerta orgánica.
Desde 2021, la organización se convirtió en una cooperativa, conformada formalmente por 28 personas. “Es muy importante lo que aprenden las personas en el sistema cooperativo en relación a la solidaridad y al acercamiento”, acota al respecto Márquez. Liberté es autosustentable: sus ganancias, además de generar ingresos para los trabajadores, se reinvierten en las distintas actividades.
El recorrido previo allanó el camino para poner en funcionamiento un restaurante. Como Liberté ya tiene un almacén, tiene aceitado el acceso a materias primas. “Contamos con lo que se llaman proveedores seguros a partir de un convenio con el servicio penitenciario. Es el mismo que provee a los almacenes de barrio”. Así, en Liberté los internos ya contaban con el acceso a helado, chicles o chocolate, por ejemplo. Y con los ingredientes necesarios para la rotisería.
Entre otras opciones, el menú del restaurante incluye picadas. El proyecto es completamente autogestionado por la Cooperativa Liberté, que por un convenio con el Servicio Penitenciario Bonaerense puede acceder a proveedores de materias primas. (Imagen: gentileza Liberté)
La carta de Punto de Paz incluye pizzas; calzones; empanadas; pastas como sorrentinos, ravioles o ñoquis; parrillada; pollo al horno; picadas y sándwiches, entre otros platos. Ahí pueden sentarse unas 40 personas en sillas y mesas que donó Márquez, quien gestionó dos restaurantes (emprendimientos paralelos a su profesión de abogada mediadora).
En el nuevo emprendimiento trabajan dos mozos que están presos en el penal y que se quedan con un porcentaje de las ventas. Otras dos personas, quienes ya atendían el almacén que está al lado de Punto de Paz, se encargan de la facturación. Los tres cocineros que ya trabajaban para la rotisería, ahora también preparan platos para el restaurante.
Ah se ofrece desayuno por la mañana y hay dos turnos para almorzar: de 11 a 13 y de 13:30 a 15:30 h. Como en las cárceles está prohibido el uso de dinero en efectivo, los pagos se hacen por transferencia o con código QR. “Aún no trabajamos a pleno, también queremos ofrecer merienda”, acota Aguirreal.
En las cárceles de la provincia de Buenos Aires está permitido el uso de celulares registrados a partir de una resolución que emitió al inicio de la pandemia el Servicio Penitenciario Bonaerense.
Un momento del sábado 3 de septiembre, cuando personas privadas de su libertad compartieron la inauguración de Punto de Paz con visitantes, incluidas víctimas de delitos que apoyan el emprendimiento. (Imagen: gentileza Liberté)
Punto de encuentro
Actualmente, solo pueden ir a comer al restaurante aquellas personas que participan de actividades de Liberté, que funciona en el espacio de seguridad media de la cárcel. El plan es habilitar Punto de Paz para todos los internos del penal.
Hasta ahora las comidas que se preparan en la rotisería de Batán también pueden ser degustadas por personas que viven del otro lado de los muros. “A veces van personal de juzgados o ministerios que son invitados a comer. Al restaurante por ahora pueden asistir empleados de empresas que quieran hacer una visita como parte de un programa de responsabilidad social empresaria; lógicamente, luego de tramitar los permisos correspondientes”, explica Márquez.
“La idea es abrir el restaurante a gente del otro lado del muro. En esa línea, hay un proyecto para que contingentes de 10 a 15 personas puedan hacer un tour para ver el ‘mural más lindo del mundo’”, dice Aguirreal en referencia a un mural pintado dentro del penal por los internos junto con el artista Juan Comperatore, en homenaje a víctimas de delitos.
Para más adelante, cuenta Márquez, el sueño es lograr que las personas privadas de su libertad puedan disfrutar de una comida con sus familias. “Como si fuera un restaurante de afuera, porque eso es lo que es”, enfatiza.
Ante ocasiones y visitas especiales, puede variar el menú. “El 9 de julio vinieron jueces y juezas de distintos puntos del país e hicimos locro en la rotisería”, cuenta Aguirreal.
El sábado en que se inauguró Punto de Paz hubo una mesa de fiambres, pizzetas y sándwiches, además de una torta de postre. Ese día, llegaron visitantes de distintos puntos del país, incluidas varias víctimas de delitos. “Todos se trataban de la misma manera”, señala Aguirreal y cuenta que había quienes no se animaban a preguntar de manera directa a su interlocutor si estaba cumpliendo una condena: “¿Vos sos de acá o viniste?”, decían.
El presidente de Liberté destaca un hecho que ilustra cómo esa jornada estuvo llena de convivencia: “Ese día había dos presos cocinando y una víctima se acercó a darles una mano. La gente pensó que era uno de los internos que trabajaba en el restaurante”.
Fue el encuentro con las víctimas, de hecho, lo que potenció el trabajo de Liberté. Aguirreal lo cuenta así: “Nosotros funcionamos desde 2014. Pero recién en 2016, cuando el juez Mario Juliano —uno de los fundadores de Víctimas por la Paz— apadrinó la organización, comenzamos a publicar lo que hacíamos. Porque escuchábamos que la sociedad pedía muerte, castigo, más condenas y no íbamos a publicar sobre, por ejemplo, cómo estábamos recuperando la dignidad con una biblioteca o un trabajo. Entonces nos enteramos de que había personas que no pedían eso, y que encima habían sido víctimas de delitos”.
Una de ellas es Márquez, quien sufrió abuso sexual infantil. Aunque ella misma no se considera una víctima. “Soy mucho más que el delito que cometieron contra mí. Dejar de ser una víctima es posible a partir del amor y de ser protagonista de la propia vida y yo hace años que lo soy”, dice. También asegura haber compartido momentos con personas que cumplieron una condena y vivieron una restauración. “Me puedo relacionar con ellos sin miedo”, dice.
En esa línea, considera que la apertura de Punto de Paz es “disruptiva y contracultural. Conlleva la idea del disfrute que tenemos cuando salimos a comer afuera. Para nosotros es un paso enorme pensar que las personas privadas de su libertad no deben solo trabajar o estudiar”.
Aguirreal, más que disfrute o placer, prefiera reforzar una palabra: “Para nosotros, esto es dignidad”.
En una visita a un hospital psiquiátrico, un médico notó que dos pacientes gritaban tristes por la memoria María. Ambos estaban enamorados, pero uno había sido su pareja y el otro no. El espejismo de vivir una buena vida cuando se alcanza un objetivo
El médico sanitarista estaba supervisando distintos establecimientos asistenciales. Un día le tocó el turno a un hospital psiquiátrico. Conversó un rato con el director y salieron juntos a recorrer la institución.
En el recorrido, el director le señalaba las principales áreas, quiénes trabajaban ahí, cuáles eran sus roles. En determinado momento le propuso ir al pabellón donde estaban los enfermos.
Pasaron por distintos lugares hasta que llegaron a un lugar en donde estaban los pacientes más enfermos. Cada uno se encontraba solo en un cuarto, el cual tenía las paredes acolchadas por si se querían golpear o autolesionar. Varios, adicionalmente, tenían un chaleco de fuerza, el cual restringía mucho los movimientos, especialmente los brazos, con el mismo fin de intentar protegerlos de sí mismos. Tanto el director como el supervisor observaban por la pequeña ventana que tenía cada habitación para poder ver a los pacientes.
En un momento se escuchaban los gritos de una persona. En la medida que se fueron acercando a esa habitación, se podía escuchar con nitidez los gritos desesperados del paciente.
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Ambos médicos observaron al paciente por la ventanilla, y cuando siguieron caminando, el supervisor le preguntó al director:
-¿Qué le pasó a este paciente?
–Se enamoró de María, pero lamentablemente fue un amor no correspondido. Y quedó totalmente trastornado, fuera de sí.
El supervisor escuchó y los dos siguieron visitando a otros pacientes.
Más adelante, nuevamente se fueron escuchando otros gritos. En la medida que se acercaron, pudieron entender qué decían:
-¡María! ¡María! ¡Maríaaaa!
Al llegar frente a la habitación acolchada, y ver al paciente con chaleco de fuerza, como todos los de ese sector, el supervisor miró al director, buscando un diagnóstico.
-¿Este también fue un amor no correspondido?, preguntó entre risas.
-No. Este hombre también se enamoró de María, solo que en este caso, ella se enamoró de él, así que fue un amor correspondido. Y así quedó…
Dos problemas tiene la vida: no conseguir lo que queremos y conseguir lo que queremos.
Nos pasamos la vida persiguiendo objetivos. Convencidos de que si los logramos, nuestra vida cambiará para siempre. De una vez por todas será buena, como nosotros nos merecemos.
Sin embargo, la realidad nos enseña que al igual que estos dos pacientes, esa mirada es una trampa. Pensar que la vida será buena cuando logremos tal o cual cosa es solo un espejismo.
Si no logramos nuestro objetivo, nos sentimos frustrados. Y si lo logramos, descubrimos que no ofrece la plenitud y felicidad que buscábamos.
¿Entonces? ¿Para qué seguir persiguiendo la línea del horizonte, que se mueve cada vez que nos acercamos?
En EE. UU. habían estudiado cuál era el sueldo que hacía más felices a las personas. Eran 4.200 dólares. O sea que solo servía para satisfacer las necesidades básicas de tener casa, comida, un seguro de salud, una educación. No es poco.
Lo curioso es que de todas las variables que analizaban para medir la felicidad de esas personas (centralmente qué tan tranquilos y contentos vivían), cuanto más ganaban, peor era. O sea que una persona que ganaba 6.000 dólares vivía peor que la que tenía ingresos por 4.000. Y si ganaba 10.000, peor aún.
Pensar que cuando pase este problema o logremos aquel objetivo, finalmente seremos felices, nunca resulta. O somos capaces de ser felices con nuestra vida tal como es, o no lo seremos nunca.
¿Y vos? ¿Cuál es esa trampa inaccesible que te impide ser feliz?
* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. www.youtube.com/juantonelli
La madrugada del temporal, la casa y el lugar de trabajo de Evangelina Benítez quedaron bajo casi dos metros de agua. Su hijo menor, que estaba solo en la vivienda, logró salvarse trepando a la terraza con su gato en brazos
La noche del jueves 6 de marzo, Evangelina Benítez cenó con sus dos hijos en su casa de Bahía Blanca. Antes de despedirse, le propuso al menor, Luca, que se quedara a dormir, pero él prefirió volver a su hogar, ubicado en la calle Sarmiento 824, donde vive junto a su padre, Luis Alberto “Titi” Chiaradía, y su hermano mayor, Marco. “Sabíamos que iba a llover porque estaba pronosticado, pero estábamos más pendientes de la posibilidad de que cayera granizo, como había pasado a principios de febrero”, cuenta Evangelina a Infobae.
Horas después, la peor tormenta en la historia de la ciudad dejó la casa familiar, donde también funcionaba su estudio jurídico, sumergida bajo 1,85 metros de agua. “Perdí todo. Desde la terraza, mi hijo vio cómo los expedientes y mis libros flotaban junto a un escritorio donde tenía 10 mil dólares guardados bajo llave en un cajón”, detalla, a una semana del temporal que dejó un saldo de 16 fallecidos y 200 evacuados, según el último parte que emitió el Municipio.
Adelante de la casa funcionaba el estudio jurídico de Evangelina, que es abogada y escribana (Foto/Gustavo Gavotti)
“Mamá, entró agua a casa”
Evangelina tiene 54 años, dos hijos de 19 y 25, y es abogada y escribana. Según recuerda, el viernes pasado se despertó a las 4 de la madrugada con el sonido de la lluvia. Dos horas después, su teléfono sonó. Era Luca. “Mamá, entró agua a casa y ya me llega a los tobillos. ¿Qué hago?”, le dijo el joven, que estaba solo en el domicilio. Desde su casa, en una zona alta de la ciudad, ella intentó tranquilizarlo. “Subí lo que puedas a la mesa, poné todo a resguardo”, le dijo.
Hasta ese momento, lo que más le preocupaba a Luca era su auto: un Ford fiesta azul que había dejado estacionado enfrente de su casa. “Tengo que correrlo porque me lo va a llevar el agua”, pensó. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que si abría la puerta el agua entraría de golpe. “Lo que hice fue abrir la ventana del estudio de mi vieja, que daba a la calle, y salí por ahí”, le cuenta Luca a este medio.
Al auto entró por el baúl. Descalzo y en cuero lo llevó hasta una estación de servicio cercana y volvió corriendo. Al regresar, el agua ya le llegaba a las rodillas. “Agarré un balde y empecé a sacar, pero por cada uno que llenaba, entraban cinco más”, detalla. “El agua entraba por todos lados, de a chorros”, dice, todavía incrédulo.
Antes del temporal, Evangelina con sus dos hijos: Luca (19) y Marco (25) (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Desde su domicilio, a unas 25 cuadras, Evangelina intentaba comunicarse con su hijo, pero Luca no contestaba. “Me desesperé: llamaba al padre, que estaba en Monte Hermoso; a mi otro hijo, que estaba en la casa de su novia”, recuerda.
“No le contestaba el teléfono porque estaba hablando con mi viejo”, explica ahora Luca. Según cuenta, su papá intentó calmarlo y le indicó que subiera a la terraza. Cuando se dispuso a hacerlo, el vidrio de la puerta de entrada se rompió y el agua ingresó a la casa con la misma fuerza que cuando se abre una compuerta. “Perdimos todo, perdimos todo”, alcanzó a decirle antes de que la llamada se cortara.
Desesperado y con el agua a la cintura, Luca siguió el consejo de su padre e intentó subir a la terraza. “En el camino me chocaba con la mesa, las sillas, los colchones, todo…”, cuenta. Cuando finalmente llegó a la ventana de la cocina, trató de abrirla, pero estaba trabada. “Ya está, me muero acá”, dice que pensó. Después de forcejear un rato, logró destrabarla, trepó al techo y se metió debajo del tanque de agua. Desde ahí, dice, vio a sus vecinos con sus perros y entonces recordó a su gato, Rocky. Sin pensarlo, volvió a bajar.
“El agua seguía entrando de a chorros”, cuenta. Llegó hasta la cocina y lo vio: estaba subido a la heladera, que flotaba a pocos centímetros del techo. Trató de agarrarlo, pero el animal, aterrorizado, se resistió. Tomó una canasta de mimbre, lo metió adentro y volvió a subir.
Rocky, el gato de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
“Volver a casa fue horroroso”
Mientras Luca estaba en el techo con Rocky, su hermano mayor, Marco, logró contactarse con unos vecinos, que juegan con ellos al rugby en el Club Sportiva Bahía Blanca, para que rescataran al joven. “Cuando me enteré de que estaba a salvo, me calmé un poco, pero hasta que no lo vi con mis propios ojos no estuve tranquila”, cuenta Evangelina.
Al día siguiente, cuando el agua bajó, regresó a la casa. “La sensación fue espantosa. Horrorosa. Estaba todo destruido. De los 16 muertos que reportaron, diez fueron de esa zona. Es que estamos a 40 metros del arroyo Napostá“, indica.
Lo primero hizo apenas ingresó fue sacar sus títulos universitarios y algunos cerificados que se salvaron porque estaban colgados bien altos. “De las carpetas con los expedientes no quedó nada”, lamenta.
“La respuesta de los amigos de mis hijos me emocionó”, aseguró Evangelina (Foto/Gustavo Gavotti)
Así quedó el auto de Luca (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Todos somos uno
Además de perder la casa familiar y su estudio jurídico, también se esfumó el dinero que guardaba en su escritorio: 10.000 dólares. “Yo los tenía bajo llave en un cajón y el mueble se fue flotando. Lo peor fue que en el momento que mi hijo me llamó, cuando recién arrancó la tormenta, no se lo comenté porque no se me cruzó por la cabeza. Jamás imaginé que podía pasar algo así. Creo que nadie en Bahía Blanca lo pensó”, dice.
Y sigue: “Es como que uno no termina de caer. El lunes recién me aflojé y me vine a llorar a mi casa para que no me vieran mis hijos. Igual lo mío son todas cosas materiales. El resto, mientras tengamos salud, de alguna manera lo vamos a solucionar”.
Al día siguiente, los amigos de Luca y Marco, del Club Sportiva de Bahía Blanca, fueron a ayudar a limpiar la casa (Foto/Gustavo Gavotti)
Al día siguiente, Evangelina regresó a la casa. Las marcas del agua se ven en la pared y en la tulipa de vidrio de la lámpara (Foto/Gentileza de la entrevistada)
Entre la angustia por pérdida material, Evangelina dice que sintió una sensación “plancentera y feliz” al saber que sus hijos eran queridos. “La respuesta de sus amigos me emocionó. Al día siguiente, cuando íbamos a empezar a limpiar, comenzaron a llegar de a poco. Eran como 20. En un momento me quedé parada mirando cómo entraban y salían, sacaban, ponían. Me dejó una sensación tan linda”, cuenta y comparte un video de ese día.
En la secuencia, que figura a continuación, se ve cómo los jóvenes acomodan muebles en la vereda, sacan barro con el secador y basura.
“Yo les decía a Luca y Marco: ‘A pesar de todo, ustedes hoy tienen dónde dormir o dónde darse una ducha de agua caliente; pero hay gente a la que no le quedó nada’. Lo importante es poder brindar ayuda a esas personas a las que no les quedó nada”, se despide.
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Video del día después de la inundación
¿Cómo ayudar?
En medio de la emergencia, las campañas solidarias se extendieron a nivel nacional para asistir a las miles de familias que han perdido sus pertenencias, enfrentando ahora condiciones de extrema vulnerabilidad.
Para sumarse como voluntario y colaborar con limpieza, logística (vehículo), salud o clasificación de recursos, carga y descarga hacer click en este link.
Para enviar de dinero, tanto desde Argentina como el exterior del país, siguen habilitados los alias BAHIAXBAHIA y BAHIAXBAHIA.USD. También se habilitó una caja de ahorro en dólares CA U$D 6229-516687/0 CBU: 0140305104622951668702
Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas
Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.
Fuentes policiales precisaron a Infobae que, alrededor de las 16 horas, un grupo de turistas jugaba con una pelota dentro del área delimitada por boyas. En determinado momento, la víctima perdió la pelota y cruzó la zona habilitada hacia aguas más profundas. Al no hacer pie y no saber nadar, comenzó a ahogarse.
El cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa.
Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.
Hasta el momento, el cuerpo no ha sido encontrado y la búsqueda continúa hoy, confirmaron las fuentes. Las playas de Santa Elena, ubicadas a 150 kilómetros de la capital provincial, tienen una extensión de 300 metros.
El trágico accidente ocurrió en Río Ceballos (Foto: Prensa Policía)
Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano
Un turista falleció el pasado 4 de febrero en Río Ceballos, Córdoba, convirtiéndose en la novena víctima fatal por ahogamiento del verano en la provincia. Identificado como Lucas Iván Paz, el joven de 24 años ingresó a un río en las proximidades del camino Pozos Verdes, en el barrio La Quebrada, con el objetivo de visitar una cascada junto a su hermana.
Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.
En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).
Las autoridades locales y los organismos de emergencia suelen emitir recomendaciones para evitar accidentes en los cursos de agua. Entre las medidas más comunes se encuentran evitar ingresar a zonas profundas, prestar atención a las corrientes y no nadar en áreas no habilitadas. Sin embargo, los incidentes registrados este verano reflejan que, en muchos casos, estas advertencias no son suficientes para prevenir tragedias.
Un turista de 65 años falleció en La Toma.
Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.
Ante la emergencia, las autoridades locales y los Bomberos Voluntarios acudieron rápidamente al lugar. Según detalló Telefe Córdoba, lograron rescatar al hombre y trasladarlo de inmediato al hospital de la localidad. Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, se confirmó su fallecimiento horas después. Habría sufrido un paro cardiorrespiratorio tras ingresar al agua.
Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.