Sociedad
Carlitos Páez, a 50 años del milagro de los Andes: “Allá arriba peleamos por el derecho a vivir y volver a casa”
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Fue uno de los 16 sobrevivientes de la caída del avión uruguayo en la cordillera de Los Andes. Sus recuerdos del viaje. La muerte de sus mejores amigos. La decisión de alimentarse con los cuerpos de las víctimas. El empeño de su padre para hallarlos. El regreso. Sus adicciones. Y el luminoso presente
“La mayor enseñanza que me dejó la cordillera es que siempre que te la creés, Dios te pega un garrotazo. A nosotros nos pasó: primero fue el accidente, después nos enteramos que ya no nos buscaban, más tarde llegó la avalancha… Debemos ser de las pocas personas que se enteran por una radio que no existen más para el mundo. Nos pasó a los diez días. No entendíamos cómo el mundo seguía andando y nosotros ahí a 3.500 metros de altura, con 20 o 25 grados bajo cero. El ser humano cree que cuando le pasa algo cree que el mundo se detiene, y no es así. Y entonces apareció el grupo, que a cada ‘no’, le dijo que ‘si’. Fue un enorme aprendizaje”.
El jueves 12 de octubre de 1972, Carlitos Páez Rodríguez tenía 18 años, una vida despreocupada en su casa del barrio de Carrasco en Montevideo, Uruguay y trepaba al avión, un Fairchild Hiller de la Fuerza Aérea Uruguaya que lo llevaría, junto a 44 personas -39 pasajeros y 5 tripulantes-, a Santiago de Chile. Allí viajaba con sus compañeros del Old Christians para jugar un partido de rugby frente al club Old Boys. Pero el encuentro era lo de menos. Había en el grupo un clima de viaje de egresados, de vacaciones, de diversión asegurada.

La primera advertencia fue al llegar a Mendoza, donde hicieron escala obligada por la presencia de un frente de tormenta que no permitió la salida. El capitán de la aeronave, el coronel Julio César Ferradas, era un piloto experimentado, que había volado esa ruta 29 veces. Su copiloto era el teniente coronel Dante Héctor Lagurara. El viernes 13 de octubre, después de esperar toda la mañana que el clima mejorara, partieron a las 14.18 rumbo al destino. Un error de cálculo les hizo comenzar el descenso demasiado pronto. Y el avión se estrelló en el Glaciar de las Lágrimas, cerca del Sosneado, Mendoza, del lado argentino y a 1.200 metros de la frontera con Chile. Desde ese momento, Páez vivió aferrado a su fe y a un espíritu que se fortaleció cuando diez días después de estrellarse, con muchos compañeros muertos alrededor, se enteraron que ya no los buscarían. Fueron 72 días de “incertidumbre”, define, en los que tuvieron que apelar a recursos extremos para sobrevivir, hasta que el 22 de diciembre fueron rescatados.
Carlitos Páez es el hijo del pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró (que falleció en 2014) y sabe que pudo haber muerto ahí mismo. Habla con Infobae y cuenta que viajaba del lado de la ventana, junto a Rafael Echavarren. “Él quería sacar fotos para la novia y yo quería la ventana. Era muy caprichoso, pero dos minutos antes del accidente, le cambié el lugar. Al final, eso hizo que yo estuviera vivo y él no…”. Echavarren murió después de una agonía de 37 días en la montaña.
La Tragedia De Los Andes en la voz de sus protagonistas
Del momento del accidente, dice, recuerda todo: la turbulencia, el ruido infernal de los motores cuando el piloto intentó elevar la nave, el Ave María que rezó, el golpe con la montaña, la cola del avión que se desprendió, el frío, la frenada en la nieve, los asientos que van encima unos de otros, el silencio inicial, los gritos y la media hora que tardó en liberarse… “Lo tengo todo grabado. Mirá, cuando te tomás un avión, pensás que se va a caer. pero cuando se cae… pensás que no se podía caer. Para que veas la ingenuidad que tenía yo, que entonces era un chico malcriado, caprichoso, bueno para nada, cuando caímos le pregunté a Roberto Canessa, ‘¿esto es lo que se llama un desastre?’. Una cosa es el viejo de 68 que soy ahora, y otra el de los 18 años, que hasta tenía niñera en mi casa en Uruguay. Fijate que pasé los 70 días calzado con mocasines de Guido a casi 4 mil metros de altura. Hoy pienso que o los mocasines de Guido son muy buenos o el ser humano es muy aguantador”.
Hace 50 años que Carlitos Páez, que vive en Montevideo, repite la misma historia. Hace poco estuvo en el Fashion Week de Nueva York, donde habló del tema en el cierre. “No lo podía creer, yo ni sabía lo que era el Fashion Week”. Pero no se cansa de dar charlas, asegura que contar esa épica ayudó a muchos. “Me la paso dando conferencias a lo largo del mundo. A veces me pregunto por qué tiene tanto atractivo…”

-¿Y qué te respondés?
-Creo que a la gente le interesa porque es una historia extraordinaria que protagonizó gente común. En esto no hubo un mérito mío, ni del hecho de ser uruguayos, ni de ser rugbistas, nada de eso. Es algo que le pudo pasar a cualquiera. Nosotros vivimos 70 días de una incertidumbre total. Y fue algo que nosotros manejamos razonablemente bien, pensá que éramos chicos de 18 años en medio de la cordillera, cuando en Uruguay la altura máxima es de 500 metros y a la nieve jamás la vimos.
Para estos 50 años de este milagro (o tragedia, según se recuerde a los 16 sobrevivientes o a las 29 víctimas) habrá una misa a las ocho de la noche en la capilla del Colegio Stella Maris de Montevideo. Lejos de amainar, el interés por lo sucedido en la cordillera permanece. Ahora, cuenta Páez, “se hará una nueva película. El director, Juan Antonio Bayona (El Orfanato, Jurassic World), es un fanático de la historia, y se basará en el libro La Sociedad de la Nieve. A mi me toca hacer el papel de mi papá… Viven estuvo bien intencionada, es muy Hollywood, pero esta te puedo decir que es excepcional, aunque mucho no puedo contar…”

Carlitos tiene dos hijos: Maria Elena de los Andes, uruguaya y Carlos Diego, argentino. El segundo nombre del varón es un homenaje a sus dos mejores amigos, muertos en la Cordillera: Gustavo Diego Nicolich y Diego Storm. Ambos fueron sepultados por la avalancha que el 29 de octubre mató a ocho de los primeros sobrevivientes. También es abuelo de cinco nietos (Justina, Mía, Violeta, Juan Justo y Alexis “y una que viene en camino. Al final, gracias a que estoy vivo en la familia somos siete y medio más…”, bromea fiel a su personalidad. Es, además, publicista, escritor y, en aquellos años, un pilar de rugby que alguna vez él mismo calificó de “malo”.
Y esta referencia es porque muchos piensan que la supervivencia del grupo de uruguayos se debió al entrenamiento de rugby que tenían. Pero Carlitos lo desmiente: “La gente cree que éramos Los Pumas, pero nada que ver, éramos jugadores de colegio, ni siquiera atletas. Nos juntábamos dos veces por semana para jugar y punto. Es más, yo ni siquiera iba a jugar en Chile. Era un viaje de diversión, nomás. De los que se salvaron, solo 5 iban a jugar el partido, del colegio éramos 9 y otros 7 ni siquiera iban al colegio. En ese momento, con el Chile de Allende, como pasa ahora con Argentina, el cambio nos favorecía. Nos costó 38 dólares el viaje ida y vuelta en un avión militar. Teníamos 70 dólares para el fin de semana, era una fortuna. Estábamos acostumbrados a viajar a la Argentina, pero ir a Chile era diferente”.

-Vos eras muy creyente. ¿Te apoyaste en la fe para aguantar esos 72 días?
-Yo era más creyente antes. Sin dudas fui el que más rezó, pero creo que solo rezando no se sale. Para mi no fue un milagro, ni fue una tragedia, como dicen. Fue una historia de seres humanos. A pesar de que iban pasando los días, no perdí la esperanza. Y si alguien la perdía, el resto lo levantaba. Mirá, el único que se sacó una foto sin camisa fui yo. Dije que me la saqué porque quería llegar bronceado a Punta del Este. Estábamos cerca del verano, nos rescataron el 22 de diciembre. Podía ser tomado como un acto de frivolidad, pero en el fondo era esperanza. Yo, ahí, me sentía como el personaje de la Vida es bella. Ese era yo. Hace tres meses, en una conferencia a beneficio de la fundación de Esteban Bullrich por el ELA, me quedó una frase que dice él: “La vida es hoy y el mañana es esperanza”. Yo la incluyo, porque nosotros hicimos mucho en el “día de hoy”, para que hubiera un mañana. Tú sabés incluso que Canessa había propuesto, cuando salió el libro “Viven”, que se llamara “Tal vez mañana”.

-¿En la montaña todos hacían de todo, o había roles definidos?
-Nosotros teníamos absolutamente divididas las tareas y los roles. La nuestra fue una de las historias más notables de trabajo en equipo. Había tres estudiantes de medicina, por ejemplo, y asumieron ese rol. Roy Harley era estudiante de ingeniería y se encargó de la radio. Daniel Strauch era el inventor, hizo algo con almohadones para caminar sobre la nieve, o los lentes negros. Yo era el tapiador oficial del avión. Pero lo mejor que hice con mis manos, y creo que en mi vida, fue coser la bolsa de dormir improvisada para Parrado y Canosa cuando salieron a buscar ayuda. Allá arriba, en verdad, no hubo un “chico de la película’’. Las personalidades fueron cambiando. Algunos, cuando empezó la historia éramos unos pelotudos y después nos hicimos cargo de lo que pasaba; otros eran unos genios y se vinieron abajo. Pero fue una acción conjunta. No me gusta mucho hablar de equipo, me gusta hablar más de grupo.
-Imagino que la falta de comida y la decisión de alimentarse con sus compañeros habrá sido lo más difícil, ¿no?
-Nunca tuvimos víveres. Los primeros días tuvimos una lata de mariscos para compartir entre 26. Cuando el 23 nos enteramos que se había terminado la búsqueda surgió la única chance de alimentarnos, que era de nuestros compañeros muertos. Nosotros priorizamos el derecho a la vida y el derecho a volver a casa… Allá arriba yo no peleaba ni por ser parte de un libro, ni de una película, ni para hacer notas notas. Peleaba por vivir. Peleaba para volver con mi mamá, mi papá y mi perro.

-Tu padre, cuando todos dejaron de buscarlos, fue el único que siguió…
-Mi papá nunca perdió la esperanza. Fue el rol que le tocó jugar… Él fue el que nos buscó impulsado por mi madre, que no tenía la más mínima duda de que yo estaba vivo, por ese vínculo especial que tienen las madres con los hijos.
-¿Cómo tomaron la decisión oficial de dejar de buscarlos?
-Al principio, cuando lo oímos en la radio, con mucha rabia, pero en definitiva fue lo mejor nos pudo pasar, porque nos activó a dejar de esperar para empezar a actuar. Nosotros hicimos que las cosas pasaran. Fuimos a buscar a los helicópteros, no fueron los helicópteros los que vinieron. Mirá, se empecinaron en comparar nuestra historia con la de los mineros de Chile. Pero hay diferencias. El día 14 todos nos enteramos que estaban con vida. Yo estaba en Salta dando unas charlas y hablé con ellos. Pero nosotros, a los 10 días, nos enteramos que el mundo nos había abandonado.
-¿Cómo decidieron que fueran Parrado y Canessa los que salieran a buscar ayuda?
-No se decidió. Nando (Parrado) había perdido a su madre y a su hermana en el accidente, era el que más tenía la necesidad de contarle a su padre que él estaba vivo. Y (Roberto) Canessa era el que estaba mejor físicamente, le deciamos “El músculo”… Nosotros, mientras tanto, estábamos protegidos por el fuselaje, con vida. Lo de ellos sí fue algo heroico, un acto de heroísmo de la gran puta.
El video de apertura de las charlas que da Carlitos Páez sobre la odisea de 72 días en la cordillera de los Andes y la imagen con sus hijos y nietos en el lugar del accidente
-Me imagino que volver trajo una mezcla de sensaciones…
-La vuelta no fue igual para nadie. Se mezcló la felicidad de regresar vivos con la tristeza por los que no estaban. Yo perdí a mis dos mejores amigos allá, había estado el día anterior a la avalancha con ellos. Pero en ese momento estás peleando tan por la tuya, que se muere un amigo y seguís. Fue más doloroso cuando volví y me di cuenta que no estaban y no iban a regresar nunca más. Pero mirá, de este tema se hicieron 26 libros, 9 documentales, dos obras de teatro, la película “Viven”, en la que John Malkovich, un actor de primer nivel, hace de mí. Está rodeada de glamour la historia, si hubiera pasado ahora estaría en el Bailando con un sueño, no te quepan dudas.

-¿Regresaste al lugar?
-Volví tres veces. La primera con parte de los 11 sobrevivientes. La segunda con National Geographic para el documental que hicieron. Y la tercera con mis dos hijos y cuatro nietos. El mecanismo de defensa mío siempre es el humor. Pero con mi familia no podía y la pase mal, porque ahí, en el lugar donde quedaron los otros, se respira mucho dolor y sufrimiento. Creo que no volvería más…
-Después de regresar tuviste problemas de drogas y excesos. ¿Fue debido a la experiencia en la cordillera?
-No. Yo hubiera sido adicto de cualquier manera. Tenía una abuela que me malcriaba mucho, un padre famoso que me hacía ser siempre el “hijo de”… Pero sí es cierto que la cordillera me dio el pasaporte para hacer cualquier cosa. Un poco te la creés, te agarra la fama. No es fácil, preguntale a Maradona. De repente el Papa te quiere conocer, los presidentes te quieren conocer, te invitan a todos lados, te ofrecen todo… Y te comes el personaje. Pero gracias a un grupo y a vivir un día a la vez aprendí que cuando compartes el dolor es menor, y la alegría compartida es más alegría. Vencer a las drogas fue mi segunda cordillera.

-¿Volverías a subir al avión en Carrasco?
-Lo haría por el aprendizaje que significó para mi. Claro, sólo si me aseguran que no va a morir nadie. Hay una frase que aprendí hace poco tiempo y dice “empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y te encontrarás haciendo lo imposible”. Nosotros lo hicimos y ya vez, 50 años después estamos hablando de aquello.
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Sociedad
Un turista de 21 años se metió al Río Paraná para buscar una pelota y murió ahogado
Publicado
10 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
Ocurrió en el balneario municipal de Santa Elena. El joven habría cruzado la zona habilitada, que estaba delimitada por boyas
Un joven de 21 años murió ahogado este martes por la tarde tras adentrarse en las aguas profundas del río Paraná para recuperar una pelota. El trágico accidente ocurrió en el balneario Santa Elena, situado en la ciudad homónima, en Entre Ríos.

Si bien un compañero intentó ayudarlo, tuvo que soltarlo debido a que la víctima comenzó a arrastrarlo mientras se ahogaba. El joven fue identificado como Logan Daniel Videla, oriundo de La Matanza, provincia de Buenos Aires. En el caso intervinieron agentes de la Comisaría de Santa Elena, del Departamento La Paz, junto con personal de Prefectura Naval.
Alarmante cifra de ahogamientos durante el verano
Según se pudo reconstruir, al notar que no podía mantenerse a flote, comenzó a pedir auxilio. A pesar de los esfuerzos de una persona que logró sacarlo del agua, ya no presentaba signos vitales, según informó El Doce TV.
En lo que va del verano, las víctimas fatales sufrieron accidentes en las localidades cordobesas de La Calera (Sierras Chicas), Nono (Traslasierra), Villa Rumipal (Valle de Calamuchita), Villa Carlos Paz (Valle de Punilla), el dique Piedras Moras (Calamuchita), Mina Clavero (Traslasierra) y Río Tercero (Tercero Arriba).

Solo dos días antes de la muerte de Lucas Iván Paz, falleció otro hombre identificado como Horacio Quiroga en la ciudad de Río Tercero. La víctima, de 37 años, disfrutaba de una jornada familiar cerca del balneario municipal; cuando ingresó al agua en la zona del predio del Centro Tradicionalista alrededor de las 19 horas. Testigos relataron que, tras lanzarse al río, Quiroga no volvió a salir a la superficie, lo que generó alarma entre los presentes.
Días atrás, un hombre de 65 años, identificado como Norberto Jorge Amadeo, falleció en el balneario La Toma, ubicado en la localidad de Mina Clavero. El turista, oriundo de la provincia de Buenos Aires, resbaló mientras intentaba cruzar el río a nado, golpeó su cabeza contra una piedra y fue arrastrado por la corriente, lo que resultó en su trágico deceso.
Sociedad
Temporal en Bahía Blanca, en vivo: se reactivó el transporte público y será gratis por 30 días
Publicado
10 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
La ciudad bonaerense vuelve poco a poco a la normalidad. El funcionamiento de los colectivos, la recolección de residuos y la entrega de donaciones. La atención al público en lugares habilitados para circular. Qué pasará con las clases y el clima
Bahía Blanca se reconstruye después del fuerte temporal que azotó a la ciudad el viernes pasado, provocando grandes daños y destrozos. La ciudad recibió la llegada del.
En el medio de la angustia que prevalece por las personas que aún están desaparecidas, incluyendo a las hermanas Delfina y Pilar Hecker, de uno y cinco años, las autoridades del municipio se mantienen trabajando en su búsqueda.
Por lo pronto las clases estarán suspendidas hoy y mañana debido a las complicadas condiciones de infraestructura en las que se encuentran las instituciones relevadas.
En tanto, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires anunció un paquete de medidas como créditos blandos, subsidios, transporte gratis y beneficios impositivos.
El presidente del Club Olimpo de Bahía Blanca, Alfredo Dagna, destacó la ayuda de gran parte de las instituciones deportivas de la Argentina: “Es un aluvión de donaciones que vienen. Me han llamado casi todos los presidentes de clubes para decirme que enviaban uno o dos camiones”. E informó que la idea es entregarlo “en forma inmediata” a la gente, ya que hay una situación de desesperación.
Respecto al rol de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), Dagna comentó que el organismo se encuentra recibiendo donaciones en el predio de la AFA, en Ezeiza, que provienen de los clubes del interior. Y subrayó que lo que más se necesita son elementos de higiene: “El tema es lo que pueda pasar desde el punto de vista sanitario en la Ciudad”.

En cuanto a medidas, el dirigente relató: “En el fútbol lo que hicimos fue suspender el partido que teníamos ahora, jugábamos el domingo. Tengo dos helicópteros de la Policía Federal en la cancha de fútbol y suben y bajan todos los políticos que vinieron. El club está colapsado con las ayudas”.
Por último y sobre la situación actual en la localidad bonaerense, Dagna calificó al temporal como “una situación difícilmente de entender” y estimó que es poco probable que vuelva a suceder. “Son situaciones que uno las explica y las cuenta, pero el que las vive es una situación traumática porque pierde todo. Eso es como el Juego de la Oca, retrocedes 20 casilleros porque perdés todo. Hechos como estos desbordan cualquier previsibilidad posible”.
En este punto, concluyó: “Es dramático lo que pasó, de tal forma que, toda la ayuda que llega, si bien es un bálsamo para la gente, cuando pase la ayuda la gente va a tener que arrancar de cero. Y eso es lo más preocupante”.
Cómo están las rutas en Bahía Blanca
Según informó Vialidad Nacional, el estado de las rutas nacionales que conectan la ciudad con el resto del país presenta diversas restricciones, incluyendo cortes totales y tramos transitables con precaución.
De acuerdo con el reporte oficial, la Ruta Nacional 3 (RN 3), muestra diferentes niveles de accesibilidad dependiendo del tramo. El segmento entre Azul y el empalme con la Ruta Nacional 229 (RN 229) se encuentra transitable sin inconvenientes. El tramo que conecta la RN 229 con El Triángulo y el que va desde este último punto hasta la calle Charlone (kilómetro 691) requieren precaución debido a las condiciones del camino.
Por otro lado, el tramo entre el Canal Maldonado (kilómetro 692) y el empalme con la Ruta Nacional 33 (RN 33) permanece completamente cerrado al tránsito.

El resto de los tramos de la RN 3 presentan una situación mixta. Desde el empalme con la RN 33 hasta el empalme con la Ruta Nacional 22 (RN 22), el tránsito es posible pero con precaución, mientras que el trayecto entre el empalme con la RN 22 y Patagones está habilitado sin restricciones.
Asimismo, el segmento que conecta el empalme con la RN 3 y Río Colorado, perteneciente a la RN 22, también es transitable con normalidad.

La Ruta Nacional 33 (RN 33) también presenta condiciones variables. El tramo entre el empalme con la RN 3 y La Vitícola está habilitado, pero se recomienda circular con precaución. Por su parte, el trayecto que conecta La Vitícola con Pigüé no presenta inconvenientes. Sin embargo, el tramo que une Pigüé con Trenque Lauquen requiere precaución debido a las condiciones del camino.
En cuanto a la Ruta Nacional 35 (RN 35), el panorama es más crítico. El tramo que conecta Bahía Blanca con el límite de la provincia de La Pampa se encuentra totalmente cerrado.

Por su parte, la Ruta Nacional 228 (RN 228), que conecta Necochea con Tres Arroyos, está habilitada sin restricciones. Por otro lado, la Ruta Nacional 229 (RN 229), que une el empalme con la RN 3 y Balneario Marisol en Punta Alta, es transitable, pero con precaución.
La Ruta Nacional 249 (RN 249), que conecta el empalme con la RN 3 y el empalme con la RN 229 en Punta Alta, también requiere precaución para su tránsito. Asimismo, la Ruta Nacional 252 (RN 252), que abarca el tramo entre la Rotonda de Villa Sarsfield y el puente La Niña, presenta condiciones similares.
Finalmente, la Ruta Nacional 1V03 (RN 1V03), que conecta el empalme con la RN 3 y la Rotonda Ex Indiada, también está habilitada, pero se recomienda circular con precaución.
El Hospital Penna reactiva algunos de sus servicios

El Hospital Provincial José Penna, principal centro de salud de Bahía Blanca, comenzó a recuperar su funcionamiento tras los graves daños sufridos durante el temporal del pasado viernes.
El Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires implementó un amplio Plan de Contingencia que incluye la adecuación de espacios, la reorganización de servicios y el envío de recursos humanos y materiales para garantizar la atención médica en la región.
Más de 200 agentes sanitarios fueron enviados al hospital, junto con equipamiento médico, medicamentos, vacunas y personal especializado en salud mental. Estas medidas buscan restablecer la operatividad del establecimiento, que es clave para la atención de la población local.
Sociedad
“¿Dónde está mi bebé?”: la angustia de una madre adolescente y la hazaña de una enfermera en medio de la inundación en Bahía Blanca
Publicado
10 horas atráson
12 marzo, 2025Por
Admin
La tormenta arrasó con el Hospital Penna y decenas de niños tuvieron que ser evacuados de la Neonatología. Saira Delmiro, de 16 años, vivió una odisea para reencontrarse con su hija, Amely. Su historia y la de la enfermera que la salvó
El viernes 7 de marzo, Saira Delmiro (16) se despertó sobresaltada en su casa del barrio 9 de Noviembre, en Bahía Blanca. Eran las cuatro de la madrugada y afuera llovía sin parar. Horas después, cuando ya se había desatado el peor temporal de la historia de la ciudad, llegó a su teléfono un video que le heló la sangre: el hospital Penna, donde su hija Amely llevaba tres semanas internada en el sector de Neonatología, se había inundado.
“Me agarró un ataque de nervios. No veía a mi bebé desde la noche anterior y en las imágenes no aparecía el sector donde ella estaba. Me desesperé. Pensé que no se iba a salvar”, recuerda Saira en diálogo con Infobae.
Amely nació el 15 de febrero pasado, con solo 27 semanas de gestación y un peso de 940 gramos. Desde entonces, la beba pasaba sus días en una incubadora, con respirador y asistencia médica constante. Saira, que recibió el alta tres días después de traerla al mundo, la visitaba dos veces al día. “Trataba de pasar la mayor cantidad de tiempo en la Neonatología. Le cambiaba los pañales, me sacaba leche para que se alimentara y le hablaba permanentemente. Me costaba mucho verla así, tan chiquita y llena de cables”, explica.
A pesar del buen cuidado, en sus primeras semanas de vida, la evolución de Amely era incierta: primero tuvo ictericia (NdR: una afección frecuente en los neonatos que provoca que la piel y las partes blancas de los ojos se tornen amarillas a partir de un exceso de bilirrubina en la sangre) y, luego, una infección que le comprometió los pulmones. “Todo venía siendo muy cuesta arriba”, explica su mamá
Pero la prueba más dura todavía estaba por llegar.

“¿Dónde está mi bebé?“
Después de ver los videos, aquel viernes 7 de marzo, Saira decidió ir al hospital Penna a buscar a su bebé. Llegó alrededor de las 17 y ahí se enteró de que Amely ya no estaba allí. “Pregunté adónde estaba mi hija y me dijeron que la habían trasladado. ‘Ella está bien, pero la llevamos a OSECAC’, me explicó el director de Neonatología. El problema es que eso quedaba pasando el centro y, con mi mamá, no teníamos cómo llegar. Paramos una camioneta que se ofreció a llevarnos, pero tuvimos que bajarnos antes. Cuando salimos del coche, el agua nos llegaba por encima de la cintura y la corriente te llevaba. Tuvimos miedo”, cuenta.
Durante horas, Saira y su madre se quedaron atrapadas en una vereda, sin poder avanzar. “Tuvimos que esperar a que bajara el agua. Estábamos empapadas y embarradas. Al final, empezamos a caminar por calles sin luz. ‘No vamos a llegar’, le decía a mi mamá”, cuenta Saira.

“No tenés nada que agradecer”
Quien repone la otra parte de la historia, ahora, es Luciana Marrero, la enfermera que cobijó a Amely en su pecho, debajo de su ambo, para darle calor y así salvarle la vida. Junto a sus compañeras del Penna, Luciana puso en marcha un operativo de rescate que se extendió durante 18 horas ininterrumpidas hasta que lograron trasladar a todos los recién nacidos a un lugar seguro.
“Actuamos con el corazón y pensando en las madres que no pudieron llegar hasta sus hijos debido a la tormenta. Si no nos saliera del corazón, no podríamos haberlo hecho. La prioridad siempre son los bebés”, comentó la enfermera en una entrevista días atrás.
“A Luciana nunca la había visto porque yo me iba del hospital a las 21 y ella llegaba a las 24. El encuentro fue muy lindo. Me abrazó y me dijo que hizo lo que yo hubiera hecho. Si no fuera por ella, Amely no estaría hoy acá”, asegura Saira.
Pese a la incertidumbre por lo que vendrá, la joven se aferra a la esperanza. “Gracias a Dios, mi casa no se inundó y puedo ir y volver de OSECAC, aunque está mucho más lejos que el Penna. Amely sigue ganando peso y mientras ella esté bien, yo también lo estaré”, se despide Saira.

Volver a ponerse de pie
Tras la inundación, el hospital Penna, que también recibe pacientes de Tres Arroyos, Carmen de Patagones y otras localidades del sur de Buenos Aires, se encuentra en una situación crítica.
Ante la devastación, el personal de la institución solicitó la colaboración de la comunidad para reconstruir la sala de Neonatología y reponer los equipos perdidos. “Bahía necesita de la población. Nuestro sueño es volver a ver nuestra Neo en pie“, aseguraron las enfermeras.


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