Sociedad
Favaloro a 22 años de su trágica muerte: amores y dolores del médico al que la corrupción le rompió el corazón
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El 29 de julio de 2000 el cirujano cardiovascular más popular de la Argentina se mató de un tiro en el pecho y dejó sus razones por escrito en siete cartas. Su infancia. Sus pasiones. Las mujeres que amó. Su lucha por un mejor sistema de salud. Y los detalles del suicidio que dejó en shock al país
El año que viene René Gerónimo Favaloro cumpliría un siglo. Nacido en un humilde barrio de La Plata el 12 de julio de 1923, acababa de festejar 77 años en la austeridad de un monasterio y hacía 33 que se había convertido en uno de los argentinos más célebres al sistematizar la técnica de bypass coronario que salvó millones de vidas en todo el mundo, cuando se mató de un tiro en el corazón.
Ese corazón destrozado era un símbolo. El mensaje póstumo de un hombre que había construido una imagen personal impoluta que era su mayor capital y pensó hasta el final en la trascendencia. Lo atravesaban emociones contrapuestas: por un lado, estaba a punto de casarse con Diana Truden, la mujer de la que estaba perdidamente enamorado y a la que le llevaba 46 años. Tenían fecha en el civil para el mes siguiente, habían blanqueado su noviazgo apenas un mes antes. Por otro, la fundación con su nombre, que era su verdadero orgullo y la pasión de su vida, atravesaba una profunda crisis financiera que amenazaba con correrlo de su rol ejecutivo.
Favaloro fue tan meticuloso como en el quirófano para planear su suicidio. El sábado 29 de julio de 2000 se despertó con su novia en su departamento de la calle Dardo Rocha. Ya había escrito varias de las siete cartas que la policía iba a encontrar después prolijamente ordenadas sobre la mesa del comedor. Había almorzado ahí con Diana a las 13.30 y, después de que ella se fue a su casa a buscar ropa para mudarse con él, cerró la puerta de servicio y dejó la llave puesta. Esa mañana, a las 8, había ido a la Fundación Favaloro para la Docencia e Investigación Médica por última vez. Lo vieron taciturno, pero eso era habitual en él. Después de comer, cuando se despidió de Truden, le dijo que iría a La Plata a visitar a su sobrino Coco.
Favaloro en el departamento donde se quitó la vida, en una foto de revista Gente (Gentileza Archivo Tea y Deportea)En vez de eso, se duchó, se afeitó, y volvió a ponerse el pijama. Entonces, escribió una última carta. La de Diana ya estaba en un sobre lacrado, junto a otro en el que se leía: “Cosas de Diana, deben ser devueltas en sobre cerrado a Diana Truden”. En esa nota, que luego quedaría guardada en la caja fuerte del Juzgado de Instrucción 41, secretaría 112, le decía: “Ha llegado el momento de la gran decisión… Tú no eres culpable de nada… Mis proyectos se han hecho pedazos. No puedo cambiar los principios que siempre me acompañaron. Creo que la Fundación se derrumba. No podría aguantar como testigo lo que construí, con tanta fuerza, ahora su destrucción. Estoy cansado de luchar y luchar. Remando contra la corriente en un país que está corrompido hasta el tuétano. Tú eres testigo de mi sufrimiento diario. Te agradezco todo lo que me has brindado. Particularmente en este último año”. Era la sintaxis errática de un espíritu atormentado.
“Nunca podrás imaginar cuánto te he amado –seguía la carta para la mujer de 31 años que era además su secretaria–. Nunca tuve nada igual. No se puede comparar con nada semejante de mi pasado. Tú has sido mi grande y verdadero amor. Siempre me he sentido un poco culpable. Nunca debí permitir que nuestro amor llegara tan lejos. Cuarenta y seis años es una gran diferencia. Y no te pude brindar hijos. Rezá un poco por mí. Sé que te recuperarás porque eres fuerte. El tiempo lo arregla todo. Sé que sufrirás un poco al principio, pero tú también me amaste… Espero que encuentres el hombre que hagas feliz. Dios así lo querrá. No sufras, por favor, no sufras mucho. Tienes muchos desafíos por delante. El más importante es escribir, escribir y escribir. Tienes grandes condiciones para hacerlo. Te he amado con locura. Estaré pensando en ti, solamente en ti, hasta el último segundo. Un abrazo grande, muchos besos, René”.
Las otras cartas que había dejado sobre la mesa, estaban dirigidas a su empleada doméstica, Ramona Jiménez –para quien agregó en el sobre un fajo de dólares–; a sus sobrinos, “hijos de Juan José”; a Roberto Favaloro –su otro sobrino, casi un hijo, hoy presidente honorario de la Fundación–. La única difundida originalmente al ser liberada por el juez de la causa, decía en el encabezado: “A mis amigos y familiares”. Tenía fecha de ese mismo día a las 14.30.
Los medios hicieron una gran cobertura de la fatal decisión del cirujano cardiovascular (Diario Crónica – Gentileza Archivo Tea y Deportea)Ahí escribió en tinta azul, con caligrafía perfecta y el mismo pulso firme que le permitió seguir operando hasta el final: “Me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. […]] Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano”. Pedía que lo cremaran de inmediato y tiraran sus cenizas en Jacinto Arauz, el pueblo de La Pampa en donde había comenzado su carrera como médico rural. Quería ser recordado así.
También contaba que la Fundación –el hijo que no había tenido, su legado– había sido intervenida por un comité de crisis con asesoramiento externo. “Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara”, explicaba. Dejaba constancia de que en esas últimas semanas había mandado misivas desesperadas a entidades nacionales, provinciales y empresarios, sin recibir respuesta. Como prueba había guardado en su caja fuerte una copia de la enviada al entonces presidente, Fernando de la Rúa. “Estimado Fernando: te escribo estas líneas porque nuestra fundación está al borde de la quiebra. Te imaginarás cómo me siento después de 30 años dedicados a la medicina y a mi país”, decía la carta que De la Rúa leyó sólo cuando supo que el doctor estaba muerto.
Se sumaba a la que había hecho llegar hacía unos días a su amigo José Claudio Escribano, entonces subdirector del diario La Nación. “En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir con nuestra tarea”, le escribió al periodista.
La policía retira los restos de Favaloro del edificio donde vivía (Gentileza Archivo Tea y Deportea)En el espejo del baño en el que lo encontraron, pegó con cinta scotch otras dos notas que se mancharon de sangre después del disparo. Fueron las primeras en hacerse públicas. En una, dirigida a “las autoridades competentes”, aseguraba haber tomado esa “decisión personal”, después de “haberla meditado largamente”, y dejaba indicaciones precisas para seguir después del hallazgo de su cuerpo. En la otra se alcanzaba a leer: “Avisar a Roberto y a Liliana –su otra sobrina cardióloga, a la que también quería como a una hija, y hoy es presidenta de la Fundación–”, junto a los números de teléfono de los dos; del texto, que se volvió borroso, sólo se veía claro el “Hasta siempre” escrito en cursiva con el que se despedía.
Fiel a sus palabras y su oficio, quiso mirar a la muerte cara a cara. Había cerrado la puerta del baño antes de gatillar frente al espejo. El informe de los peritos forenses diría que el impacto le fracturó la cuarta costilla y le desgarró el corazón; ese efecto sólo podía lograrlo “un facultativo especialista en cardiología, alguien que a todas luces sabía que la lesión que iba a causar la bala en el lugar donde se la colocó, sería el estallido de su corazón”.
El cirujano cardiovascular más popular de la Argentina se había hecho estallar el corazón de un tiro y, a pesar de su empeño en explicar las razones de su determinación por escrito, la sociedad estaba en shock. ¿Qué había realmente en el corazón del hombre que había renunciado a la comodidad de un puesto en el Policlínico de La Plata para afincarse por doce años en un pueblo de 3500 habitantes y convertirse en médico rural; del que rechazó la gloria de su nombre en un hospital extranjero para abrir una fundación en su patria; del que antes que vivir para dejar de atender gratis a los enfermos, prefirió el suicidio? ¿A quién amaba? ¿Quiénes eran sus apoyos? ¿Lo dejaron solo, como él mismo confesaba que se sentía “la mayoría del tiempo”?
Un joven René Favaloro en su consultorio. Pasó de atender en el pequeño pueblo de Jacinto Aráuz a crear el bypass en un centro de excelencia médica en Cleveland (YouTube)Platense como Favaloro, Pablo Morosi es autor de la biografía El gran operador (Marea Editorial, 2020) y tal vez el periodista que más ahondó en la epopeya de su vida y la tragedia de su muerte. Le dice a Infobae que, en el fondo, el gran cardiólogo argentino siempre estuvo solo: “Sobre todo por los cambios geográficos en su carrera, él rompe el círculo de sus amistades y conocidos de La Plata a los 26 años, cuando se instala en La Pampa, arma uno nuevo por doce años, vuelve a romperlo cuando se va a Estados Unidos, y de nuevo cuando regresa a Buenos Aires una década después, en el 71. La única persona que atravesó ese círculo –y a quien él va a buscar para que lo acompañe– es la que fue su mujer por casi cinco décadas, María Antonia Delgado”.
Antonia, o Tony, como la llamaban todos, había sido su compañera de la secundaria y se casaron en 1951. Dos años antes, el entonces joven clínico había rechazado por principios un trabajo en el hospital en el que había hecho su residencia. Se había preparado para eso desde que entró a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, o quizá desde mucho antes, cuando a los cuatro años un hermano de su padre, que era médico, comenzó a llevarlo con él en sus recorridas de visita a los pacientes. Ya entonces, maletín en mano, el pequeño René declaraba con convicción que, cuando fuera grande quería “ser doctor”.
Sin embargo, ante la obligación sindical de adherir al peronismo para obtener la vacante de médico auxiliar, el recién graduado declinó la oferta. La suerte –esa marca definitiva en todas las carreras– quiso que otro tío le avisara que el único médico de Jacinto Araúz, un pueblito en medio del desierto pampeano, estaba enfermo y debía tratarse en Buenos Aires. Necesitaban un reemplazo.
Favaloro iba por unos meses, pero se quedó doce años. El viejo médico que había ido a reemplazar nunca se recuperó, y él sólo volvió a La Plata para proponerle casamiento a su novia de la secundaria. “Tenía el proyecto sencillo de vivir ahí con Antonia y construir su familia. Y a la vez, siempre vio más allá: se dio cuenta enseguida de que la dinámica de funcionamiento de los médicos rurales que visitaban a los pacientes casa por casa era equivocada, y rápidamente empieza a pensar en armar una clínica –cuenta Morosi–. Pero nadie daba dos mangos por una clínica en ese pueblito, entonces lo que hace es convencer a los evangelistas, la Iglesia, las comadronas y los chacareros de la zona de que iban a ser mejor tratados en un solo lugar bien equipado”.
Favaloro junto a su única esposa, María Antonia Delgado, en Ezeiza luego de regresar de los Estados UnidosSegún pudo reconstruir Morosi, aunque Antonia fue quien más lo acompañó en toda su vida, en esos años en La Pampa, su pareja se resquebrajó. “Ella no hizo amigos, casi no iba a las reuniones del club del pueblo y, cuando lo hacía, era a regañadientes. Se aburría, no la pasaba bien, y entró en una depresión. Porque a todo eso se sumaba que no podían tener hijos, algo que Favaloro siempre lamentó”, dice el periodista.
Mientras el sueño de la gran familia se deshacía, ese hombre que nació y vivió hasta el último minuto pensando en su trascendencia, se empeñó mucho más en la construcción de la clínica. Creó un esquema que alcanzaba hasta 40.000 personas de todos los pueblos cercanos, donde la gente tenía que ir a Santa Rosa cuando necesitaba hacerse estudios más complejos.
Morosi cuenta una anécdota de esa época que lo pinta como esa mezcla de campechano y visionario que era: “Favaloro había mandado a traer a la clínica un aparato de Rayos X que en ese momento era de última generación y, cuando lo bajan del camión y le preguntan dónde ponerlo, él dice que lo dejen en la vereda. Durante una semana, la gente que pasaba veía ese armatoste embalado en madera y con inscripciones en inglés, y él les explicaba que servía para mirarles el interior del cuerpo y diagnosticar con más certeza la enfermedad que tuvieran. ¡Era como magia! Así los convenció de hacerse estudios: la gente iba para probar el nuevo aparato y terminaban colgando las radiografías en las casas”.
Pero su vida matrimonial era cada vez más tensa. Antonia lo celaba porque estaba más horas en el consultorio –y con las enfermeras a las que formaba con dedicación y se tornaron sus personas de mayor confianza– que con ella, se sentaba frente a la clínica durante horas a ver quién entraba y quién salía, y colgó un cartel en la puerta de la casa que decía que fueran a buscar al doctor a otro lado, porque todos en el pueblo tenían por costumbre tocarle el timbre cada vez que se enfermaban. Las versiones dicen que se peleaban mucho y también que ella se refugió en el alcohol. Él la culpaba por no darle hijos; aún no había estudios de fertilidad, pero Favaloro insistía en que su hermano –que se había mudado a Jacinto Arauz para ayudarlo y había hecho ahí su familia– tenía cuatro hijos, así que él no podía ser el problema.
Favaloro aplicó por primera vez su técnica del by pass en 1967. Le dio prestigio mundial (Gentileza Archivo Tea y Deportea)Ese hermano, Juan José, fue su gran debilidad. Como había perdido una pierna en un accidente, siempre sintió que tenía que protegerlo. Cuando en 1976 Juan José murió en un confuso accidente, eso y su sed de paternidad lo hicieron transferir todo ese amor a sus sobrinos, a los que quiso como hijos e impulsó a seguir sus pasos.
Un poco para cambiar de aire, en 1962 se mudó con Antonia a los Estados Unidos. Favaloro siempre estaba actualizado y viajaba cada vez que podía a La Plata para presenciar las intervenciones de su viejo mentor en la Universidad, el profesor José María Mainetti. Ya estaba interesado en especializarse en cirugía cardiovascular, y fue él quien le recomendó que fuera a estudiar a Cleveland. Los Favaloro se fueron del pueblo de un día para el otro, casi sin despedirse de nadie.
Igual que cuando se instaló en La Pampa, Favaloro pensaba quedarse en Cleveland sólo unos meses y terminó estableciéndose ahí con Antonia por una década. Su inglés era rudimentario, pero el de ella era perfecto. Habían tomado clases en La Pampa, pero ella tenía más facilidad y más tiempo. Vivían en un barrio acomodado y, al revés que en Jacinto Aráuz, Antonia se adaptó rápidamente y su salud repuntó. Le gustaba cocinar para sus amigos y tenía una huerta con tomates. Eran tiempos felices, aunque a él le costó al principio encontrar su lugar en la Cleveland Clinic. Por entonces solía decirle a su mujer: “Negra, si nos va mal, nos ponemos una fábrica de pastas”. Otra vez tenía un objetivo claro, dice Morosi, “no quería volverse con la cola entre las patas”.
Así conoció a una figura clave, Mason Sones, padre de la arteriografía coronaria. En su laboratorio tenía la mayor colección de cineangiografías de América, y Favaloro pasaba horas estudiando la anatomía de las arterias coronarias y su relación con el músculo cardíaco. Apadrinado por Sones, comienza a pensar en usar la vena safena en la cirugía coronaria. En mayo de 1967, probó por primera vez lo que sería el bypass. La estandarización de esta técnica, también llamada revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera.
Una de las cosas que más le gustaba: hacer asados. En la Cleveland Clinic hizo uno para todo el personal del hospital con dos elásticos de cama que nunca fue olvidadEra muy querido entre sus pares, pese a su fama de hosco y autoritario –al punto en que, como narra en El corazón en las manos su discípulo Fernando Boullon, muchos becarios le tenían miedo, porque no toleraba ni el más mínimo error en la mesa de cirugía–. Morosi cuenta otra anécdota: en una oportunidad hizo un asado argentino para todo el personal con dos elásticos de cama. Algo por lo que fue recordado durante años casi tanto como por el talento que llegó a ponerlo entre los candidatos al Premio Nobel.
Una versión ya imposible de chequear, porque aquellos amigos y colegas están muertos, dice que en su paso por los Estados Unidos, los Favaloro se sometieron a estudios de fertilidad. El supuesto resultado podría dar una pista sobre las razones que tres décadas más tarde lo llevaron a tomar la determinación más drástica: René era estéril. También habría dado por tierra con las querellas maritales: estaba claro que Tony no tenía ninguna culpa.
Vivió el regreso a la Argentina como una patriada. Ya era conocido en el mundo y desde el 68 volvía para operar en el país dos o tres veces al año. La idea de crear una fundación iba tomando forma. Si las estadísticas decían que las enfermedades coronarias eran la primera causa de muerte no accidental, todos debían ser atendidos antes para prevenirlo, sin distinción de clases. Quería replicar el esquema de las fundaciones norteamericanas que recibían grandes donaciones de empresarios porque desgravaban impuestos, para que también los más pobres pudieran acceder a tratamientos de alta calidad. “No vino a poner una clínica, sino a transformar el sistema de salud”, dice Morosi.
Murió peleando contra ese sistema que nunca pudo cambiar realmente, por los motivos que enumeraría en sus últimas cartas: “Debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron sus pacientes al Instituto. ¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno! Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica. Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país”.
Favaloro en Estancia Chica, el predio de su amado Gimnasia y Esgrima de La Plata. Fue, quizás, su única pasión irracionalImpulsó y sostuvo su sueño gracias a su perfil cada vez más alto: era un asiduo invitado del programa de Mirtha Legrand y otros ciclos televisivos, y se codeaba con pacientes de la élite sociocultural, como Amalita Fortabat y Juan Manuel Fangio –a quien le hizo cinco bypass–. “Aunque lo disimulara con su extraordinaria inteligencia, su ego se había disparado, y con razón: en Estados Unidos lo querían tanto que llegaron a ofrecerle cambiar el nombre de la Cleveland Clinic por el suyo, además de una fortuna”, dice Morosi. Eso explica en parte por qué pensó que iba a poder contra la corrupción de las obras sociales.
En Buenos Aires hizo equipo con Luis de la Fuente –otra eminencia en cardiología clínica e intervencionista– en el Sanatorio Güemes. Con él tomó el envión final para armar la fundación. Fue una madrugada, en una comida con un paciente poderoso, de esas que se volverían esenciales en la búsqueda de financiación. “Habremos tomado mucho vino, qué sé yo. A René lo han criticado mucho, porque dicen que se puso el nombre. No es cierto, yo fui el responsable: en ese momento él brillaba en todo el mundo, y si queríamos conseguir fondos para hacer la fundación, era una forma de atraer. Él no quería. Pero esa noche, con cuatro o cinco vinos aceptó”, le dijo De la Fuente hace unos años a Emilse Pizarro en una entrevista para Infobae.
Antonia, mientras tanto, había vuelto a deprimirse. Murió de cáncer de páncreas en 1998, pero hacía años que estaba postrada. Favaloro jamás iba con ella a las reuniones sociales, cada vez más frecuentes. Había reunido un pequeño grupo de confianza con algunos de sus antiguos compañeros de La Plata, entre los que estaba el doctor Guillermo Masnata. También se había acercado a quien sería su primer mecenas, Ángel Peco, que estaba al frente de la asociación que nucleaba a los dueños de kioscos de diarios, y era un hombre muy vinculado al peronismo y al establishment. “Ese tipo le dijo: ‘Doctor, usted si quiere va a ser presidente de la República’. Por medio de él consiguió los fondos, estatales, para construir el Instituto, en un terreno que le cedió el entonces intendente (Osvaldo) Cacciattore”, dice Morosi.
Uno de sus pocos amigos, el poeta Carlos Penelas, autor de Diario interior de René Favaloro (Sudamericana, 2003), dijo hace una década en un reportaje de Gatopardo que su única ambición era la medicina: “Cuando lo veías en un momento tranquilo, era otra persona. Un hombre formidable. Lo que pasaba era que siempre estaba con los dedos en el enchufe. Tenía una preocupación permanente por el país y una idea de Patria”. Con Luis Landriscina, con quien sentían mutua admiración, lo unía esa misma obsesión: “Estaba enamorado de la Patria como yo, y le dolía igual que a mí”, le dijo hace poco el humorista a Diego Sehinkman en el ciclo Una vuelta más.
René Favaloro y Luis De La Fuente, el médico con quien tomó el envión final para crear su fundaciónFavaloro necesitaba el apoyo económico de los gobiernos para concretar su proyecto de medicina comunitaria, y por eso, aunque se opuso al golpe militar del 76, fue una de las primeras personalidades de la ciencia y la cultura en visitar al dictador Jorge Rafael Videla. Por lo mismo, según Penelas, fue que viajó a Malvinas para la asunción de Mario Benjamín Menéndez en 1982. “¿Pero cómo hacía para no ir? Si necesitaba préstamos del gobierno o el aval financiero. Favaloro me decía: ‘Me tienen agarrado de los huevos’”, dijo en esa nota de 2013 con Gatopardo. Se dice también que intercedió para que muchos perseguidos por la dictadura pudieran salir del país, incluido su querido sobrino Roberto, a quien envió a estudiar a los Estados Unidos.
Hay fotos de esos tiempos oscuros; mucho más difícil es encontrarlo en alguna junto a Antonia. Hacía, sin embargo, una vida monacal. Cumplía con sus compromisos sociales, pero nunca volvía a su casa más allá de las once de la noche. Su única pasión irracional era el fanatismo por el club Gimnasia y Esgrima de La Plata. Hasta Iba a los entrenamientos del equipo y tenía cábalas, como estacionar el auto en el mismo lugar o volver a la hora exacta el domingo siguiente si Gimnasia ganaba un partido.
Cuando Antonia empeoró, la internó en el Instituto, pero rápidamente resolvió que volviera a su casa de Palermo Chico. Ramona, su empleada doméstica, fue una incondicional para todos los cuidados que requería, por eso Favaloro le guardó gratitud hasta el último día de su vida. El último verano, la llevó en silla de ruedas a la playa, en Mar del Plata. Es una de las contadas imágenes en la que se los ve juntos.
Truden diría después –ante el juez de la causa, Daniel Turano, que indagó en su relación tras el suicidio– que Favaloro se sumió en una profunda tristeza luego de la muerte de la que había sido su compañera de toda la vida. Ella había entrado a trabajar en la Fundación en 1994, y pronto pasó a ser su asistente y la encargada de traducir sus papers. “En enero del 98, cuando murió su esposa, estuvo muy deprimido. Como yo cursaba Traductorado de Inglés en el Lenguas Vivas, me quedaba estudiando en la oficina hasta las nueve de la noche, y charlaba con él. En una de esas charlas, me dijo: ‘Me siento atraído por vos…’”.
Favaloro en uno de los seis quirófanos de su fundación (Revista Gente – Gentileza Archivo Tea y Deportea)Un mediodía de marzo de 1999, Favaloro le declaró su amor y comenzaron una relación secreta. A él le pesaba la diferencia de edad, le angustiaba pensar en el “qué dirán” y temía que eso dañara su imagen. Solían escaparse juntos al campo que el cirujano tenía cerca de Magdalena. Ahí eran libres.
Recién un mes antes de morir, Favaloro se animó a blanquear su noviazgo ante su familia y su entorno más íntimo. En plena crisis de la Fundación, algunos lo vieron como una señal de senilidad temprana y sumaron ese argumento a la intención de apartarlo de la presidencia del directorio. “Fueron muy crueles con él. Llegaron a mandarle a un sobrino nieto que le dijo que era un viejo verde. Que apareciera una mujer con la que además tenía intenciones de casarse, cambiaba todo el escenario. Favaloro era viudo, no tenía hijos, y estaba en riesgo la herencia”, cuenta una fuente que pidió reserva.
Un fuerte rumor de la época del que sólo se hizo eco Página/12 y que nunca fue confirmado, decía que Diana Truden estaba embarazada. Si era así, ese hijo no podía ser de Favaloro, que era estéril. Truden había estado de novia con otro empleado de la clínica con el que se casó años después de la muerte de Favaloro. Hasta el día de hoy sigue trabajando en la Fundación. Jamás dio notas. Todo lo que se sabe de la relación se escribió en los legajos judiciales de la causa por el suicidio.
El 12 de julio de 2000, para el cumpleaños 77 de Favaloro, los novios viajaron juntos al monasterio benedictino Santa María de Los Toldos, para hacer un retiro junto a fray Mamerto Menapace, uno de los hombres que, junto a Landriscina, fueron más cercanos al médico en los últimos años de su vida. Allí, Diana se alojó en un convento sólo para mujeres. Favaloro les contó a los religiosos que era feliz con su relación y que se iba a casar “por Civil y por Iglesia”.
Diana Truden, su último gran amor. Se iban a casar cuando Favaloro tomó la decisión de dispararse al corazón (Foto: Revista Caras)En el expediente, Truden relata que unos meses antes, en enero, Favaloro le anticipó que iba a suicidarse: “No puedo vivir sin esta relación, pero tampoco te puedo sacrificar”, le dijo. “Se refería a la diferencia de edad: un tema que siempre mencionaba. Hablamos y decidimos seguir, pero le pedí que no volviera a hablar de suicidio, y me prometió que no volvería a hablar ni a pensar en eso. Estaba muy deprimido por la situación de la Fundación, que, según él, no tenía arreglo. Los dos últimos balances habían sido negativos, y el 28 de julio se le murió un paciente que operó ese mismo día… Íbamos a escribir nuestras participaciones de casamiento en la computadora”, dijo Diana ante el juez Turano. No pudo ser.
En la tarde del 29 de julio, Diana volvió con esa computadora y sus valijas al departamento de Dardo Rocha. La acompañaba su hermano. La sorprendió ver el auto de Favaloro estacionado en la puerta. Cuando vieron que las llaves impedían el ingreso, lo llamó desde su celular, pero respondió el contestador automático. Finalmente, el hermano pudo empujar la llave.
Truden entró llamándolo a los gritos. Al ver la luz que asomaba debajo de la puerta de uno de los baños, intentó abrirla. No pudo: el cuerpo del cirujano la trababa. Tampoco lograron moverla con su hermano, así que Diana salió al palier a rogar que la ayudaran. Todavía tenía esperanzas. Fue un vecino el que desarmó las bisagras para sacar la puerta. Pero ya no había nada que hacer.
René Favaloro estaba muerto, pero su legado –y su leyenda– estaban a salvo. El cirujano cardiovascular más popular de la Argentina, el hombre bueno que seguía siendo médico rural, el que se codeaba con los ricos para atender gratis a los pobres, el genio solitario enamorado por primera vez, se había hecho estallar el corazón de un tiro y dejaba un último y profundo mensaje: con él moría también la idea de un país menos injusto.
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Sociedad
Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
Publicado
8 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
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8 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
Publicado
8 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
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