Salud
Los síntomas del ACV pueden ser diferentes en hombres y mujeres: cómo reconocerlos
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Aunque los signos “clásicos” ocurren en ambos, es más probable que ellas presenten señales más inespecíficas que pueden retrasar el diagnóstico.
Reconocer los síntomas de un accidente cerebrovascular (ACV) y buscar ayuda con rapidez puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte y entre sufrir o no secuelas.
Pero los signos con los que puede presentarse un ACV o stroke son varios, algunos más “clásicos” o evidentes, como los problemas en el movimiento o el habla, y otros algo más inespecíficos, como confusión y debilidad.
Y si bien todos ocurren tanto en hombres como en mujeres, los útimos se dan con mayor frecuencia entre ellas, observó un metaanálisis realizado por investigadores de Australia, Canadá, China, Gran Bretaña y Noruega, publicado en la Revista Internacional de Accidente Cerebrovascular (International Journal of Stroke).
Esa particularidad se asociaría con algo que también habían advertido estudios anteriores: que pese a que la detección precoz es fundamental para el tratamiento exitoso del ACV, las mujeres tienen mayores probabilidades de llegar tarde, lo que deriva en peores resultados, destacó la autora principal del trabajo, Sultana Shajahan, de The George Institute for Global Health.
Esos peores resultados se traducen en en el triple de probabilidades de ser internadas después de un ataque cerebral, mayor discapacidad (más limitaciones físicas y depresión, por ejemplo) y una mortalidad más alta.
Para cuantificar las diferencias vinculadas al sexo en la presentación de los síntomas del ACV y evaluar si están asociadas con un diagnóstico tardío o erróneo, los autores del trabajo analizaron 21 estudios realizados entre 2002 y 2020 con información de más de 36 mil personas con diagnóstico de ACV o accidentes isquémicos transitorios (AIT, un evento en el que los síntomas duran apenas minutos, no dejan secuelas, pero que igual reviste seriedad).

Qué es un ACV
En Argentina, el accidente cerebrovascular se ubica entre las principales causas de muerte y es la primera de discapacidad.
Según el primer estudio epidemiológico realizado en el país (PrEViSTA), se producen aquí unos 58 mil ataques cerebrovasculares anuales y unos 17 mil AIT.
Casi 8 de cada 10 ACV son isquémicos: se originan en una pérdida repentina de de suministro de sangre en un área del cerebro. Los hemorrágicos, que se producen por sangrado, son menos frecuentes y tienen peor pronóstico.

Síntomas del ACV: las 5 C
Eso que ocurre dentro del cerebro se manifiesta con diferentes síntomas. Ante ellos, es vital actuar en forma inmediata porque la posibilidad de realizar un tratamiento que aumente las chances de sobrevivir sin secuelas se agota en las primeras horas.
Por eso es habitual que se haga hincapié en las señales de alarma más frecuentes y hasta se han inventado reglas nemotécnicas, como la de las 5 C, para que a nadie le pasen inadvertidas.
Las 5 C hacen referencia a un dolor de cabeza repentino y muy severo, no sentido nunca antes; la debilidad o parálisis en la mitad del cuerpo o la cara; las dificultades para ver de un ojo o de ambos (ceguera); los problemas para hablar o entender (confusión); y la falta de equilibrio o coordinación al caminar.
La presencia de uno o más de ellos, sean los “clásicos” o los menos evidentes, siempre constituye una urgencia médica.
El trabajo publicado en International Journal of Stroke halló que las mujeres y los hombres presentaban un porcentaje medio similar de déficit motor (alteración de la marcha y desequilibrio) y déficit del habla (que suena lenta y confusa), considerados síntomas típicos.
No obstante, ellas presentaron con mayor frecuencia síntomas considerados más difusos o no focales: debilidad generalizada inespecífica (49% mujeres frente a 36% hombres), fatiga, cambio del estado mental (31% frente a 21 %) y confusión (37% frente a 28 %).
“Sabemos que las mujeres que experimentan un accidente cerebrovascular tienen más probabilidades que los hombres de recibir inicialmente un diagnóstico erróneo, y esto podría deberse a que no siempre muestran lo que podría considerarse los síntomas ‘clásicos’ de un ACV con tanta frecuencia como los hombres”, analizó Shajahan.
En general, las mujeres que participaron en los estudios eran mayores que los hombres en el momento del diagnóstico del ACV, con una edad promedio de 62 a 79 años frente a 58 a 70 años para los hombres.
“Aunque no hay suficientes datos disponibles para ver si estas diferencias en realidad resultan en retrasos o diagnósticos erróneos, sería útil una mayor conciencia de las diferencias sexuales en la presentación de los síntomas entre los profesionales de la salud involucrados en la evaluación inicial del accidente cerebrovascular agudo”, concluyó Shajahan.
Si bien los 21 estudios analizados correspondían mayoritariamente a poblaciones de Estados Unidos y Europa, un estudio que analizó las diferencias clínicas y pronósticas en función del sexo entre casi 4800 participantes enrolados en el Registro Latinoamericano de ACV (Latin American Stroke Registry, LASE) atendidos en 19 centros de salud de 7 países (Argentina incluido) encontró “un peor resultado funcional y mayores tasas de mortalidad en las mujeres” en comparación con los hombres, “lo que confirma las diferencias de sexo en el seguimiento a corto plazo”.

Entre lo biológico y lo sociocultural
“No solo hay diferencias en la presentación clínica, sino también en la evolución, es decir en el pronóstico entre hombres y mujeres”, dijo a Clarín Virginia Pujol Lereis, subjefa del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni.
“Esto se empezó a ver primero en lo cardiológico, porque se empezó a estudiar antes lo que pasaba en el infarto de miocardio. Después los neurólogos empezamos a fijarnos si esto también ocurría con el ACV y encontramos que sí”, añadió.
La médica es una de las impulsoras del LASE y una de las autoras del artículo publicado en Journal of The American Heart Association que analizó las diferencias de sexo en los países de la región. Más de 1200 participantes del registro son de Argentina.
“Por más que los síntomas típicos ocurren en ambos, las mujeres presentan algunos que no son los más clásicos y llevan a la confusión acerca de que si lo que está ocurriendo es realmente o no un ACV”, planteó Pujol.
En ese sentido, el neurólogo Maximo Zimerman, director médico de CITES INECO, consideró en diálogo con este diario que la mayor mortalidad y compromiso funcional de las mujeres en relación a los hombres se debe, en parte, “a un menor diagnóstico y al retraso que conlleva el inicio del tratamiento específico” en ellas.
“La falla de un diagnóstico inicial está en relación con los síntomas inespecíficos (no focales) presentes en mujeres, como pueden ser confusión, alteración de la conciencia, cefalea, debilidad generalizada y en algunas ocasiones puede remedar una crisis de migraña o inclusive un ataque de pánico”, precisó.

Pensar en ACV
“El problema es que yo como paciente puedo no darme cuenta de que lo que tengo puede ser un ACV y entonces no voy a consultar. Y si consulto porque algo raro me pasa, pero el médico que me atiende no tiene en su cabeza que puedo tener síntomas que no son los clásicos, no va a pensar en ACV como primer diagnóstico”, explicó Pujol.
“En el abordaje del ACV cada minuto cuenta y el diagnóstico y tratamiento inicial modifica el pronóstico y evolución del cuadro”, señaló en ese sentido Zimerman. “Si llego tarde, me va a ir peor”, insistió Pujol.
“Como profesionales de la salud debemos tener siempre presentes estas diferencias posibles en la presentación del ACV entre mujeres y hombres”, sumó Zimerman.
Identificar la causa es es fundamental para la implementación de un tratamiento adecuado, rápido y efectivo.
“Esto se logra mediante la administración de una medicación endovenosa que permite recanalizar la obstrucción de una arteria cerebral o mediante la recanalización por medio de un tratamiento endovascular (cateterismo), pero esto se puede lograr satisfactoriamente únicamente durante las primeras 4 horas“, precisó.
¿Quién cuida a las cuidadoras?
Las diferencias en la presentación clínica no explican por sí solas los peores resultados de las mujeres en la detección, tratamiento y evolución del ACV. La relación es más compleja y no se agota en lo biológico, sino que pesan también factores socioculturales vinculados al rol de cuidadora de la mujer.
“La mujer suele ser la que cuida a la familia. En general, cuando pasa algo a algún integrante de la familia, la que activa los sistemas de emergencia es ella. Pero cuando le pasa algo, en general nadie adopta este papel. O es ella misma quien posterga el cuidado de su salud para cumplir con otras obligaciones”, analizó Pujol.
“Es quien se ocupa de los controles médicos-preventivos de su familia, pero llega tarde a controles cardiovasculares, por ejemplo, porque se suele pensar que hipertensión, diabetes, colesterol y la enfermedad vascular afectan más a los hombres”, destacó.
“Tenemos que reconocer que podemos tener infartos y ACVs. Que podemos tener síntomas diferentes, pero debemos tener la misma posibilidad de acceso al tratamiento efectivo y a la terapia posterior si quedan secuelas”, enfatizó la médica.
Y concluyó: “Las cuestiones biológicas no se pueden cambiar. Pero lo que tenemos que empezar a modificar -y se está empezando, pero lleva años- son los factores socioculturales para que el rol de cuidadora deje de recaer mayoritariamente en la mujer”.
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Salud
Un cardiólogo que estudia a los “superancianos” identifica el único hábito que garantiza vivir muchos años y con buena salud: “Es lo único que reduce nuestro reloj biológico”
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4 días atráson
4 junio, 2025Por
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Tras analizar los factores que comparten los “superancianos”, el reconocido cardiólogo Eric Topol concluye que la longevidad depende, sobre todo, de una costumbre cotidiana
El doctor Eric Topol, cardiólogo y genetista estadounidense, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. Su reciente libro, Super Agers: An Evidence-based Approach to Longevity (Superancianos: una aproximación a la longevidad basada en pruebas), recopila los resultados de años de análisis sobre personas que superan los 80 años manteniendo la salud y la vitalidad. La publicación aún no ha salido en español, pero ya ha generado debate en foros especializados y en medios de comunicación de todo el mundo.
Pocas son las personas que consiguen cruzar la barrera de los 90 manteniéndose activos y en buena forma. Lejos de secretos inalcanzables o fórmulas mágicas, Topol defiende que la clave se encuentra “más cerca de lo que creemos” y apuesta por rutinas sencillas. En su recorrido profesional – es reconocido como uno de los diez principales expertos mundiales en longevidad -, el médico afirma que pequeños cambios diarios pueden prevenir enfermedades que encabezan la mortalidad global: cáncer, cardiopatías y trastornos neurodegenerativos.

El deporte es “lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico”
“Sabemos que estas enfermedades tardan al menos 20 años en desarrollarse, así que estamos en condiciones de prevenirlas, sobre todo en personas con mayor riesgo”, afirma. “Tenemos una oportunidad de evitar esas patologías que surgen con la edad”. Para el especialista, modificar ciertos hábitos no supone un esfuerzo desmedido: “No se trata de pastillas ni de trucos mágicos. Podemos trabajar con lo que ya está en nuestras manos”.
El ejercicio – según Topol – destaca por encima del resto de recomendaciones. Basta con observar cómo se estructura la rutina diaria y plantear cambios sencillos en movimiento, dieta y ocio para encarrilar la salud a largo plazo. El cardiólogo recomienda especialmente aquellas actividades dirigidas a trabajar la musculatura en resistencia y los ejercicios de fuerza de prensión (la capacidad que tiene una persona para apretar o suspender objetos en el aire con las manos), dos prácticas que han mostrado una eficacia notable frente al deterioro físico vinculado al paso de los años.
“Resulta que el ejercicio es lo único que sabemos que reduce nuestro reloj biológico. El espacio entre tu verdadera edad y la edad biológica puede ampliarse”, destaca Topol. La recomendación estándar es realizar 30 minutos de ejercicio, cinco días a la semana, aunque el propio cardiólogo reconoce que incluso con dos sesiones semanales ya se obtienen beneficios. “No es sobre volverte más fuerte, es también sobre mejorar tu equilibrio”, insiste. “Nada de lo que podamos hablar supera al ejercicio si hablamos de reducir nuestro proceso de envejecimiento. No lo sabríamos si no hubiese toda esa ciencia detrás”.
Topol subraya que el ejercicio se ha revelado como el hábito más eficaz para mejorar la salud y prolongar la vida. Para quienes buscan una clave en la longevidad de los llamados “superancianos”, el mensaje queda claro: moverse no solo alarga los años, sino que también los llena de salud y vitalidad.
Salud
Qué es el síndrome del “hombro congelado”, la dolencia que afecta principalmente a las mujeres mayores de 40
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5 días atráson
3 junio, 2025Por
Admin
Durante la mediana edad, esta condición asociada a cambios hormonales interfiere con rutinas básicas y deteriora el bienestar general, advierten desde National Geographic. Cuáles son los síntomas y por qué es esencial el diagnóstico oportuno
Alcanzar el estante de la cocina, atarse el pelo o solo levantar los brazos pueden ser acciones que, aunque simples, se vuelven un desafío inesperado para muchas mujeres en la mediana edad, especialmente después de los 40 años.
Actualmente, esta condición ganó relevancia debido a su impacto prolongado y a la necesidad de repensar su diagnóstico y tratamiento desde una perspectiva informada y equitativa. Es que el dolor persistente y la rigidez en el hombro afectan de manera desproporcionada a mujeres de mediana edad, con una alta prevalencia e impacto en la calidad de vida.

El hombro congelado se caracteriza por una restricción progresiva y dolorosa del movimiento en la articulación, tanto en acciones activas como pasivas.
- Congelación: dolor y rigidez aumentan de forma progresiva.
- Congelada: disminuye el dolor, pero persiste la rigidez, lo que dificulta las actividades cotidianas.
- Descongelación: el rango de movimiento mejora de manera gradual.
Este proceso puede extenderse entre uno y tres años. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza.
Vale destacar que, en la fase inicial, el dolor suele ser intenso por la noche y la movilidad del hombro se reduce. En la etapa intermedia, la rigidez se acentúa y puede producirse atrofia muscular. Finalmente, durante la recuperación, disminuye el dolor y mejora la movilidad, aunque no siempre se restablece por completo.
Desde Mayo Clinic advierten que, aunque en la mayoría de los casos se resuelven con el tiempo, la afección puede resultar incapacitante durante su evolución.
Cuáles son los factores de riesgo

Diversos reportes indican que entre el 2% y el 5% de la población desarrolla capsulitis adhesiva. Su frecuencia aumenta significativamente en mujeres de entre 40 y 60 años, especialmente en la transición menopáusica, profundiza National Geographic.
El mismo medio señala que cerca del 75% de los casos se presentan en mujeres, y más del 70% de quienes atraviesan la menopausia padecen síntomas musculoesqueléticos. Es más, una de cada cuatro desarrolla alguna forma de discapacidad funcional.
Aunque sus causas exactas no están completamente establecidas, se estima que el hombro congelado se origina por un proceso inflamatorio que provoca el engrosamiento y la contracción de la cápsula articular. Sobre este punto, el estudio de Climacteric vincula este mecanismo con la disminución de estrógenos durante la menopausia, lo que contribuye a la aparición de síntomas musculoesqueléticos como el dolor articular y la rigidez.
En cuanto a los factores de riesgo, Mayo Clinic identifica a los antecedentes de diabetes, trastornos tiroideos, enfermedades neurológicas o cardiovasculares, así como la inmovilización prolongada del hombro.
Vale destacar que la afección presenta mayor prevalencia entre personas de origen asiático, donde se la conoce como “hombro de los cincuenta años”, según relata National Geographic.

Por otro lado, un estudio publicado en Climacteric propuso el término “síndrome musculoesquelético de la menopausia” para describir síntomas asociados al descenso de estrógenos, como capsulitis adhesiva, artralgia y pérdida de masa muscular.
Al tiempo que una investigación publicada en Journal of Clinical Medicine documentó la alta frecuencia de dolor de hombro en mujeres menopáusicas y las barreras diagnósticas que enfrentan.
Contexto histórico y falta de investigación
Durante décadas, el hombro congelado fue una enfermedad poco comprendida y subestimada por la comunidad médica. National Geographic destaca que hasta hace poco existían escasos estudios sobre sus causas y tratamientos, en parte por un sesgo de género en la investigación.
La cirujana ortopédica Jocelyn Wittstein, citada por el medio, afirmó que “el solo hecho de ser mujer es un factor de riesgo para el hombro congelado” y señaló que la mayoría de los cirujanos ortopédicos no experimentan la menopausia, lo que contribuye a la falta de urgencia en el abordaje de esta afección.

En 2024, Wittstein y su equipo introdujeron el concepto de síndrome musculoesquelético de la menopausia, para describir síntomas como dolor articular, pérdida de masa muscular, disminución de densidad ósea y progresión de la osteoartritis. La revista Climacteric, en ese tono, subrayó la relevancia de esta terminología para aumentar la conciencia médica y social sobre los efectos musculoesqueléticos del climaterio.
Diagnóstico: criterios y relevancia de la detección temprana
Durante años, el hombro congelado fue poco atendido en la práctica clínica. National Geographic vincula esta omisión con un sesgo de género. En ese marco, Jocelyn Wittstein insistió en que el factor de riesgo de ser mujer fue históricamente desestimado y atribuyó esa omisión al desconocimiento clínico de la experiencia menopáusica.
Estas afirmaciones sobre el síndrome musculoesquelético en la menopausia adquirieron respaldo desde la revista Climacteric, ya que se documentó la frecuencia y el impacto de estos síntomas en mujeres en transición hormonal.
El estudio en Journal of Clinical Medicine reforzó esta perspectiva al mostrar la elevada prevalencia de dolor de hombro y la falta de estrategias diagnósticas eficaces, lo que prolonga el sufrimiento y retrasa el tratamiento adecuado.

Lo cierto es que el diagnóstico del hombro congelado es clínico. Se basa en la historia de dolor y rigidez progresiva, y en la limitación del rango de movimiento activo y pasivo. La Cleveland Clinic explica que el examen físico incluye la evaluación comparativa con el otro hombro.
Las radiografías permiten descartar patologías como artritis o lesiones óseas, y técnicas como la resonancia magnética o la ecografía ayudan a confirmar el diagnóstico.
Su identificación oportuna es clave. Intervenir en las primeras fases mejora el pronóstico y acorta la duración de los síntomas. Sobre este punto, y a modo de ejemplo, el estudio publicado en Journal of Ultrasound demostró que la hidrodilatación guiada por ecografía, combinada con fisioterapia, resulta más eficaz si se aplica antes de alcanzar la rigidez completa.
Tratamientos actuales y evidencia disponible
El tratamiento del hombro congelado evolucionó, aunque aún no hay un protocolo unificado. Las estrategias incluyen fisioterapia, analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides (orales o inyectables), hidrodilatación y, en casos refractarios (resistes a los tratamientos tradicionales), cirugía.
La fisioterapia es el pilar del abordaje conservador. Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que los ejercicios de amplitud de movimiento, acompañados de un compromiso sostenido con la rehabilitación, son fundamentales para la recuperación.
Las infiltraciones con corticoides alivian los síntomas en las etapas iniciales, aunque su efecto es transitorio. La hidrodilatación —inyección intraarticular de solución salina y corticoides guiada por ecografía— mostró buenos resultados, especialmente al combinarse con fisioterapia personalizada.

El trabajo publicado en Climacteric cita estudios clínicos que muestran que estos tratamientos logran buenos resultados si se inician a tiempo, reduciendo la necesidad de intervenciones más invasivas.
Respecto a la terapia hormonal, National Geographic y la revista Climacteric señalaron que la terapia de reemplazo hormonal (TRH) podría prevenir o aliviar los síntomas musculoesqueléticos, incluido el hombro congelado.
La Dra. Kathleen Jordan, directora médica de Midi Health, afirmó a National Geographic que la TRH es una de las intervenciones más eficaces para el dolor articular vinculado al hipoestrogenismo, aunque debe evaluarse caso por caso.
Las opciones quirúrgicas quedan reservadas, entonces, a cuadros en los que el tratamiento conservador falla. El estudio de Journal of Clinical Medicine advirtió que muchas mujeres menopáusicas no acceden de forma temprana a tratamientos adecuados debido a la subestimación de su dolor, lo que retrasa intervenciones efectivas.

El reconocimiento del hombro congelado como parte del síndrome musculoesquelético amplió la investigación clínica y mejoró el enfoque terapéutico. National Geographic destacó, en ese sentido, que una nueva generación de especialistas en salud femenina favoreció el acceso a tratamientos basados en evidencia.
En paralelo, Climacteric resaltó el rol de intervenciones complementarias como el ejercicio de resistencia y la suplementación con vitamina D, magnesio y vitamina K2 para preservar la masa ósea y muscular en mujeres posmenopáusicas. La hidrodilatación guiada y la fisioterapia personalizada continúan como intervenciones de primera línea, sobre todo si se aplican en fases tempranas.
Salud
Andar en bicicleta o caminar, ¿qué es mejor para la salud cardiovascular?
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5 días atráson
3 junio, 2025Por
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Ambas prácticas tienen múltiples beneficios para el organismo. En el Día Mundial de la Bicicleta, un repaso por sus efectos en la prevención de enfermedades cardíacas, control metabólico y fortalecimiento muscular
Cada 3 de junio se conmemora el Día Mundial de la Bicicleta, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que busca fomentar su uso por sus múltiples beneficios sociales, ambientales y de salud.
En 2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un análisis al respecto de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien apuntó: “Caminar y andar en bicicleta mejora la salud y hace que las ciudades sean más sostenibles. Cada paso que damos y cada paseo ayudan a reducir la congestión, la contaminación atmosférica y las enfermedades. No obstante, debemos hacer que los desplazamientos a pie y en bicicleta sean seguros, para que más personas opten por estas opciones más saludables y ecológicas”.

Caminar o andar en bici: sus beneficios para la salud cardiovascular
Tras analizar a 82.297 personas durante 18 años, el trabajo concluyó que “en comparación con los desplazamientos no activos, el uso de la bicicleta se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, un riesgo un 24% menor de hospitalización por enfermedades cardiovasculares, prescripción de medicación cardiovascular y prescripción por problemas de salud mental”. En cuanto a la caminata, el mismo estudio señaló que las personas “que caminaban al trabajo tenían un riesgo 10% menor de hospitalización por enfermedad cardiovascular y de recibir medicación para tratarla”.
Sin embargo, el trabajo también advirtió sobre un riesgo mayor de lesiones entre ciclistas: “Quienes se desplazaban en bicicleta tenían casi el doble de riesgo de hospitalización por colisiones de tráfico en comparación con los no activos, aunque este fue un evento relativamente infrecuente (83 hospitalizaciones en 18 años)”. Estos eventos reflejan la necesidad de infraestructuras seguras para garantizar los beneficios del ciclismo sin aumentar riesgos viales.

En 2022, la OMS publicó un informe en el que apuntó: “Andar en bicicleta y caminar puede ayudar a combatir el sobrepeso y reducir la inactividad física. Los desplazamientos activos se asocian con una disminución de aproximadamente el 10% del riesgo de enfermedad cardiovascular y una disminución del 30% del riesgo de diabetes tipo 2″.
Fortalecimiento muscular, según la intensidad que se busca
Tanto caminar como andar en bicicleta activan los músculos de las piernas. Según una revisión de Public Health England, “el ciclismo se asocia con mejoras en la composición corporal” y permite reducir el porcentaje de grasa corporal cuando se lo realiza con frecuencia.
El mismo informe destacó que andar en bicicleta “beneficia la capacidad cardiorrespiratoria en adultos”, lo que implica también un refuerzo de la musculatura involucrada en la resistencia aeróbica. Por su parte, caminar actúa sobre músculos estabilizadores, fortalece los tobillos y las caderas, y mejora el equilibrio, especialmente en personas mayores o con movilidad reducida. Además, se asocia con mejoras en la salud musculoesquelética de mujeres posmenopáusicas y personas con dolor lumbar crónico, según precisó el análisis.
Si bien el ciclismo podría promover un fortalecimiento más marcado debido a la carga mecánica del pedaleo, caminar también ofrece beneficios relevantes, particularmente en términos de mantenimiento de la masa muscular con bajo impacto en las articulaciones, de acuerdo a los expertos.
Bajar de peso: ambas son buenas alternativas
Ambas actividades son aliadas eficaces en estrategias de control del peso. La OMS ha indicado que caminar “durante 30 minutos o andar en bicicleta durante 20 minutos la mayoría de los días reduce el riesgo de mortalidad en al menos un 10%”.

En el informe de Public Health England detallaron que caminar con regularidad genera descensos en el índice de masa corporal, el perímetro de cintura y el peso, particularmente en personas inactivas o con sobrepeso. El ciclismo, por su parte, está significativamente asociado con una menor grasa corporal en estudios de cohorte y ensayos clínicos, lo que lo posiciona como una herramienta útil para reducir el exceso de peso.


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