Sociedad
Un accidente lo dejó en coma y al despertar sintió que tenía una deuda con la vida: un perro mestizo llegó y lo cambió todo
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Eduardo Groh Riemersma está al frente del Refugio El Montecito de los Canichones, en Santiago del Estero, donde viven 400 perros, de cuales 40 son discapacitados y 100, viejitos. Fue Beethoven, que creyó que era siberiano, quien le dio un nuevo sentido a su vida. “Él fue el que me rescató”, asegura el hombre que considera que educar a los más chicos es fundamental para terminar con la crueldad hacia los animales
“Si no hubiera sido por Beethoven, hoy sería un boludo a pilas”, admite Eduardo Groh Riemersma. Lo dice porque en su vida de chico bien ignoraba todo lo que estaba por fuera de la “burbuja” en la que vivía, asegura. Desconocía que había perros que no eran de raza y que muchos de esos “callejeros” eran las lamentables víctimas de la crueldad más baja a la que el ser humano puede llegar.
Su vida acomodada en Santiago del Estero, cuando era estudiante de Ingeniería Forestal, dio un giro de 180 grados luego de haber sido atropellado a la salida de un boliche: quedó en coma a causa de los golpes, tuvo dos infartos y le llevó un año volver a caminar. Pero no se quedó en el dolor, sintió que algo muy interno había cambiado, al igual que su mentalidad y que había nacido en él la necesidad del compromiso. Se sentía en deuda por estar vivo.
“Tenía esa sensación de que algo tenía que hacer y comencé a ser parte de causas humanitarias, pero no era suficiente”, explica sobre el vacío que lo invadía hasta que llegó Beethoven, un cachorro sin raza que también había sobrevivido a un accidente, y que le enseñó de qué se trata la lealtad.
Luego, llegaron los primeros 37 miembros de la manada que dieron vida al Refugio El Montecito de los Canichones, donde hoy viven 400 canes rescatados del abandono, de las agresiones físicas, del abuso e incluso de las violaciones.
El fogón que realiza para mantener a los perros calentitos (Refugio El Montecito de los Canichones)Cómo llegó Beethoven
Eduardo nació hace 46 años en Santiago del Estero y allí vive hasta la actualidad. Por legado familiar, inició la carrera de Ingeniería Forestal en la universidad pública de la provincia, pero no la concluyó porque se mudó a Alemania. Al regresar, se involucró en el proteccionismo, cambió de carrera y se recibió de licenciado en marketing.
Explica, con ladridos de fondo, cómo era su vida antes de convertirse en proteccionista y rescatista de perros: “Solo conocía mi burbuja y no había otro mundo. Al conocer un único lado, te vas de la realidad y generas una propia realidad en el mundo superficial o abstracto. Eso me pasaba”, recuerda.
Ese “otro lado” de la vida lo vio cuando menos lo esperaba y de la manera más sorprendente: “Crié dogos durante muchos años, conocía a las demás razas y pensé que así era la cosa; no tenía el concepto de ‘perros de la calle’ o ‘perro callejero’ porque no los conocía. En mi mente podría haber sido cualquiera de los que vivían con los peones en el campo que mis viejos tenían (se dedicaban a la cría de ganado). No supe que había perros abandonados hasta que se enfermó mi última dogo, Brunilda, y el padre de la que era mi novia me dijo: ‘Te voy a regalar un cachorro, por si le pasa algo, no te quedes sin un perro’. Le dije que sí porque me gustaban mucho los perros y se apareció con una pelota de pelo que parecía un cachorro de siberiano, ¡y me encantó! Lo bauticé Beethoven… Beethoven creció, se le cayó todo ese pelo y ahí me di cuenta de que de siberiano no tenía nada. Medio enojado fui a la casa de ese suegro y le reclamé: ‘¡Che, este no es siberiano!’, y me dice que no, que era un perro de la calle”, introduce cómo fue el inicio y qué significó para él ese primer contacto.
En el Refugio El Montecito de los Canichones viven perros rescatados de la crueldad, muchos de ellos quedaron discapacitadosEl sur de Santiago del Estero, donde vivía entonces con sus padres, es una zona mayormente agrícola, con plantas de silos para almacenar granos. “Allí, la gente abandona a los perros, los tiran. Y ahí fue abandonada embarazada la mamá de Beethoven y tuvo a sus nueve hijos; ella y los ocho hermanos de Beethoven fueron atropellados por un camión, pero él sobrevivió”.
Conocer el pasado del cachorro que saltaba a su lado, lo conmocionó al punto de sentirse mal consigo por haberse molestado porque carecía de no una estirpe que presumirlo. “Había sobrevivido a un accidente y yo también. ¡Ahí entendí todo!”, admite y agrega: “Ese día, él me rescató a mí porque, desde entonces, comencé a frenar la camioneta y a bajar los vidrios para ver si había otros perros abandonados en el camino, comencé a bajar el volumen de la música electrónica que oía para poder escuchar llantos o ladridos a los costados de la ruta y en los campos. Así comencé a buscar perros en las calles para darles una casa”.
Hasta ese momento, tenía una empresa que prestaba servicios para un gigante norteamericano, ganaba muy buen dinero y vivía acorde a ello, pero sentía que algo más falta: comenzó a compartir más tiempo con Beethoven y el trabajo, tal como lo conocía, dejó de ser importante aunque aprovechaba sus constantes traslados para volver a casa con un nuevo perro.
El “Montencito de los Canichones”, creado en 2006, es una ONG que rescata, rehabilita y cuida a perros que han sido abandonados y maltratados de las formas más crueles (Refugio El Montecito de los Canichones)Ese nuevo tiempo lo usó para iniciarse en el rescate de perros abandonados. “A los primeros 37 los llevé a un predio de una hectárea donde yo tenía asentada las bases de la empresa, que daba servicios al campo, y tenía muchas herramientas, y también era inseguro porque entrábamos y salíamos con maquinaria y vehículos. Además de eso, ya nos quedaba chico y le pregunté a un amigo, que tenía terrenos, si había alguno disponible y ahí los llevamos: era un lote de 20 x 40 en las afueras del pueblo, en medio del monte. Lo compré y empecé a armar el refugio, El Montecito de los Canichones”.
Ya no hubo vuelta atrás. Vendió su empresa y se dedicó de lleno a su manada. “Trabajé 12 años en Bandera, el pueblo donde viví, y en 2016 me mudé a la capital, donde estoy actualmente”, cuenta el hombre que hoy aloja a 400 perros, cada uno con su nombre, en un predio de 4 hectáreas en la que hay una cabaña y lo llama Narnia porque está a 30 kilómetros de la capital de Santiago y no tiene energía eléctrica ni agua potable. “Abrís la puerta y es como entrar a otro mundo”, asevera. Al costado de ese hogar descansa Beethoven, que murió hace dos años.
Emocionado por lo que ese perro hizo en su vida, dice: “Uno puede juntar plata para comprarse el mejor auto y al perro no le importa de qué marca es si cuando te bajás le das una caricia, no le importa si llegás caminando… En ese tiempo, también me di cuenta de que muchas personas estamos acostumbradas a vivir para cosas magníficas y que un perrito en la calle vive con su simpleza, que le basta una caricia, esperarte y saber que la tendrá. Entonces empecé meterme más en esta lucha y fui dejando de lado también mi parte materialista”.
El paisaje del Refugio El Montecito de los CanichonesMisión cumplida
Eduardo cuenta que se especializa en “rescates traumáticos”, esto es ir a buscar a perros en situaciones críticas por abuso, crueldad, heridas y mutilaciones. Lo hace luego de ser alertado por las redes sociales, o en su propio celular, por algún vecino comprometido. Suele ir acompañado con algún veterinario miembro de su equipo.
“Los primeros rescatados estaban en la zona agrícola y en condiciones espantosas; si estaban vivos, estaban esqueléticos. El problema de la domesticación a la que los sometimos es que solos pierden el instinto de supervivencia; por eso, cuando los descartan en una o dos semanas pueden comenzar a desnutrirse por no saber alimentarse solos”, avisa.
Para él, el proceso de esas primeras intervenciones fue muy duro, pero desde el inicio lo asumió como lo que debía hacer y lo relaciona al accidente que sufrió el 5 de mayo de 1998, a los 24 años. “Salí de un accidente del que no debí haber sobrevivido por lo grave que fue”, dice agradecido y detalla: “Una camioneta de gran porte aplastó al auto en el que yo estaba, que era el coche de mi mamá. Había ido a bailar a un boliche del pueblo y a las 6 de la mañana me fui y busqué el auto que estaba estacionado a mitad de cuadra y ahí me impactó, no lo vi venir. Tuve dos paros cardiorrespiratorios, estuve una semana en coma y 15 en coma inducido. Luego pasé a sala común para recuperarme. Todo el proceso de rehabilitación me llevó un año. Recuerdo que al recuperar del todo la conciencia estuve 48 horas dando gracias por seguir vivo y comencé a sentirme en deuda con la vida porque de verdad zafé”.
El Polaco y uno de los perritos discapacitados (Refugio El Montecito de los Canichones)Con esa sensación a flor de piel, comenzó a realizar acciones en torno a causas humanitarias. “Pero las personas después de ser ayudadas, si pueden, te cagan. Y yo seguía sintiendo que no estaba pagando mi deuda, hasta que llegó Beethoven. Por él decidí rescatar a perros, a los que nadie más querría, a los que estaban mal físicamente y sin importarme cuánto me afectara lo que veía”.
Del refugio se ocupa él y un grupo de empleados que trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde. “Acá no hay voluntarios. Si no se paga, no se hace nada”, lamenta y cuenta que cada día se levanta a las 6 para prender los fogones que aclimaten el lugar donde les servirá la primera comida del día. En la cabaña vive con unos 40 perros discapacitados y 100 ancianos.
“De los 400 perros que hoy están en el refugio, 400 fueron rescatados de lo peor, pero lo peor de la sociedad. En el punto donde reside el último límite entre la cordura y la violencia, o de la cordura y la locura, que es la violencia humana contra los animales. En esos casos me llaman los vecinos, porque hay una gran comunicación creada en Facebook que manda el alerta, y cuando interviene la policía”, repite y amplia cómo se maneja: “Acá hay muchos grupos proteccionistas y a ellos les dejamos los casos menos graves; nosotros vamos a buscar perros víctimas de la violencia extrema y por vocación me dedico más a los discapacitados y ancianos. Al refugio van los que nadie quiere y los casos más extremos”.
El objetivo es que allí vivan el resto de sus vidas, pero si aparecen personas que les puedan ofrecer un lugar mejor, los pueden adoptar, contrato de por medio.
“De los 400 perros que hoy están en el refugio, 400 fueron rescatados de lo peor, pero lo peor de la sociedad. En el punto donde reside el último límite entre la cordura y la violencia, o de la cordura y la locura, que es la violencia humana contra los animales” (Refugio El Montecito de los Canichones)La otra pata, que considera necesaria en su labor, es la educación como camino mediato para poner punto final a la crueldad animal.
“Creemos que el camino es educar desde la concientización en los niños, que el día de mañana no les pidan a los papás que les compren un perrito sino adoptar uno, y que luego de haber conocido a un discapacitado desee cuidar de uno. La educación desde el jardín de infantes es el mejor camino, por eso el refugio, es un nodo en ese camino. Vamos a las escuelas, a los jardines, a nivel primario y terciario a dar clases de concientización con mis perros, llevo a mis perritos discapacitados y se genera un círculo de amor inevitable”, afirma.
Entre las campañas que desde el refugio apoya están las de esterilización masiva, pública y gratuita, y las adopciones responsables. “Todos los perros que no son discapacitados ni viejitos están en adopción por medio de la veterinaria, esto nos asegura que esa persona tienen la costumbre de llevarlos al médico, y les hacemos un contrato de adopción con seguimiento”, aclara.
*Quienes deseen contactarse con El Montecito de los Canichones puede escribirle a Eduardo al WhatsApp +54 9 3855 876977
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Qué son los exosomas y por qué podrían ser claves en la lucha contra el Alzheimer
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7 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
Admin
Un reciente avance científico señala que la función de estas diminutas estructuras celulares resulta decisiva para el intercambio de señales entre neuronas y ofrece nuevas perspectivas para comprender y abordar enfermedades neurodegenerativas hereditarias
Un equipo de la Universidad de Aarhus realizó un hallazgo importante para entender el Alzheimer familiar, una forma hereditaria de esta enfermedad que afecta la memoria y capacidades cognitivas.
El papel de SORL1 y los mensajes celulares
El estudio, dirigido por Kristian Juul-Madsen y Thomas E. Willnow, en colaboración con el Max-Delbrueck-Center for Molecular Medicine de Alemania, se centró en la variante N1358S del gen SORL1. Esta mutación se encontró en casos de Alzheimer de inicio temprano.

El gen SORL1 es responsable de fabricar una proteína llamada SORLA, que tiene la tarea de organizar el transporte de sustancias dentro de las células cerebrales. Hasta ahora se sabía que SORLA ayudaba a evitar la formación de depósitos dañinos relacionados con el Alzheimer, pero los científicos quisieron saber si su función iba más allá de este proceso.
Uno de los grandes descubrimientos es que, aunque la mutación N1358S no cambia la interacción de SORLA con la sustancia relacionada con la formación de placas en el Alzheimer, sí altera el grupo de proteínas con las que suele trabajar.

El análisis detallado reveló que los cambios afectan principalmente a la producción y liberación de exosomas. Estas son pequeñas vesículas que las células utilizan para enviarse mensajes e instrucciones entre sí.
Cuando los científicos compararon células con y sin la mutación, vieron una clara disminución en la cantidad de exosomas liberados por células que tenían la variante N1358S o que carecían del gen SORLA.
Además, los exosomas de estas células eran algo más pequeños y presentaban una consecuencia aún más importante: perdían su capacidad para ayudar en el crecimiento y desarrollo de otras neuronas. En las pruebas, exosomas normales aplicados a neuronas jóvenes estimulaban su maduración, mientras que los provenientes de células con la mutación ya no ofrecían ese beneficio.

El contenido de los exosomas también se vio afectado. Los exosomas de las células modificadas llevaban menos microARNes que apoyan el desarrollo neuronal, y más microARNes con efectos opuestos. Este desequilibrio se asoció con la incapacidad de los exosomas alterados para apoyar la maduración de otras neuronas.
Nuevas pistas para el entendimiento y tratamiento
El descubrimiento llevó a los autores a concluir que SORLA regula la cantidad y la calidad de los exosomas que las células liberan, y que cuando esto falla, la comunicación entre las células se ve interrumpida. Este defecto en el envío de mensajes entre las células cerebrales, y no solo la acumulación de sustancias dañinas, podría estar en el origen del Alzheimer familiar.
La investigación también observó que el papel de SORLA en la fabricación de exosomas existe tanto en neuronas como en microglía, lo que sugiere que su función es amplia dentro del cerebro.
Los investigadores concluyen afirmando que este avance ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar la enfermedad, dirigidas a restaurar la comunicación entre las células cerebrales y mejorar la calidad de vida de los pacientes con Alzheimer familiar.
Sociedad
Así luce Britney Spears hoy, a los 44 años
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7 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
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La artista transita una etapa de cambios profundos, con reconciliaciones familiares, vida más reservada en México y nuevos desafíos en torno a su bienestar y privacidad
El 2 de diciembre, Britney Spears celebra su cumpleaños número 44 en medio de una etapa marcada por la transformación y la búsqueda de equilibrio personal. La referente indiscutida del pop desde finales de los 90 festeja un nuevo año de vida tras superar retos personales y familiares, y al iniciar su residencia en México, donde procura mayor tranquilidad y privacidad.
Desde el final de su tutela en 2021, retomó el contacto con sus hijos, Sean Preston y Jayden James, intentando fortalecer los lazos con su familia. Su reciente aparición junto a Kim y Khloé Kardashian en Hidden Hills, California, evidenció su nuevo impulso social y su apertura a vínculos públicos.

En 2025, protagonizó un episodio mediático durante un vuelo privado al encender un cigarrillo y consumir alcohol, lo que provocó una amonestación de las autoridades a su llegada a Los Ángeles. A pesar de estos contratiempos, la cantante asegura estar enfocada en su recuperación y aprendizaje, priorizando su privacidad y salud mental. La búsqueda de autonomía y protección familiar es uno de los pilares en este nuevo capítulo.
Cómo fue la carrera de Britney Spears
Su imagen evolucionó paralelamente a los cambios en la industria y desafíos personales. Spears enfrentó la presión extrema de los medios, factores que propiciaron la tutela legal en 2008. Sin embargo, continuó lanzando música y colaborando con grandes figuras, manteniendo su popularidad y relevancia.

En Las Vegas marcó un precedente al inaugurar una residencia exitosa que inspiró a otros artistas. Talento escénico y espíritu de reinvención permitieron que su figura permaneciera activa durante más de dos décadas en el panorama musical internacional.
Qué le pasó a Britney Spears
En 2008, Britney Spears fue sometida a una tutela que la privó del control sobre sus finanzas y muchas decisiones personales, con el argumento de proteger su salud mental y seguridad. Jamie Spears, su padre, fue nombrado tutor principal, lo que deterioró el vínculo entre ambos.
El arduo proceso legal para terminar la tutela se extendió hasta 2021, convirtiéndose en un caso emblemático de debate público y de movimientos de apoyo. Una vez recuperada su libertad, Spears confesó haber sufrido “daño cerebral” por experiencias traumáticas del régimen legal y expresó sentirse afortunada de “estar viva” tras superar ese periodo adverso. El lanzamiento del libro de Kevin Federline, su exmarido, con nuevas acusaciones sobre la vida familiar, volvió a encender la discusión pública.

Pese a los desafíos prioriza recuperar los vínculos con sus hijos y hermanos, y busca el equilibrio en su salud mental. Después de publicar sus memorias y superar distintas controversias, la artista decidió enfocarse en proyectos personales y mantener distancia de los escenarios por el momento.
Qué se sabe de la vida amorosa de Britney Spears en la actualidad
Tras su separación de Sam Asghari en 2024, Britney Spears optó por la reserva en su vida sentimental. Las noticias actuales no la vinculan con una pareja estable y la cantante protege la intimidad sobre sus relaciones.
Spears privilegia su bienestar y la reconstrucción de su entorno familiar. Eventos sociales como su encuentro con las Kardashian generaron especulaciones en redes, pero la artista evita confirmar novedades amorosas y elige centrarse en su independencia emocional y personal. Su entorno más cercano destaca que respeta su propio tiempo y espacio en esta etapa.

Los premios que recibió Britney Spears a lo largo de su carrera
En más de 20 años de trayectoria, Britney Spears ha sido reconocida con numerosos galardones internacionales. Recibió un Premio Grammy, varios MTV Video Music Awards, y premios en diferentes ceremonias internacionales. Sus discos han alcanzado múltiples certificaciones de platino y oro, consolidando su lugar en la historia musical.
Además de los premios estrictamente musicales, Spears ha sido homenajeada por su impacto en la cultura pop y su influencia en la industria del entretenimiento. Su residencia en Las Vegas revitalizó el formato y sus coreografías y videoclips han dejado huella en varias generaciones. En 2025, sorprendió con el anuncio de su línea de joyería, B Tiny, mostrando una faceta emprendedora y creativa.
Sociedad
Las confesiones de la mujer que fue obligada a casarse a los 3 años con el líder de los “Niños de Dios”: “Mi mamá me entregó”
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7 horas atráson
2 diciembre, 2025Por
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Serena Kelley contó todo lo que vivió en la secta. “Era apenas una ficha dentro de un orden sagrado que solo admitía obediencia”, afirma. Los rastros de la organización de David Berg en Argentina
El tiempo parece no haber pasado en la memoria de Serena Kelley. Al cerrar los ojos, reconoce los pasillos de paredes descascaradas, el olor persistente de sopa recalentada en las cocinas colectivas, las colchas remendadas y los rezos monótonos que llenaban el aire. Pero nada pesa tanto como el día en que, a los tres años, fue obligada por los líderes de la secta Niños de Dios a casarse con su fundador, un hombre de sesenta y siete años llamado David Berg. Aquel “matrimonio” fue una ceremonia fría: nadie lloró, todos aplaudieron, y una multitud de adultos —hombres y mujeres sedientos de redención— entonaron himnos bajo una luz mortecina.
La secta Niños de Dios, nacida en Estados Unidos a finales de los años 60, creció bajo la voluntad absoluta de David Berg, quien exigía la sumisión más extrema y disfrazaba sus violencias con palabras de amor y promesas de salvación. Para los niños, la vida bajo su credo fue una condena: no les fue permitido jugar, dudar, ni siquiera crecer en paz.

Himnos y rutina: el instante donde murió la niñez
La ceremonia sucedió en una sala común, adornada con flores plásticas y mantas mal dobladas. Alguien, con voz solemne, murmuró junto al oído de Serena Kelley:—Sonríe, pequeña. Es un honor. Eres la elegida del profeta.
El trauma de ese instante quedaría suspendido para siempre. “Nunca tuve la sensación de ser una persona. Me percibía como un objeto, un bien que podía cambiar de manos según la decisión de los mayores”, contó Serena más de treinta años después.
La ceremonia no fue el fin, ni el peor de los males. Solo marcó el principio de una vida tejida en abusos, secretos y silencios impuestos por quienes juraban protegerla. Estados Unidos, América Latina y Europa. La secta dispersó a sus fieles en comunidades cerradas donde la infancia era solo un rastro difuso, rápidamente asfixiado.
La doctrina del abuso
David Berg, quien se hacía llamar “Moisés modernizado”, construyó una estructura cerrada e implacable. Sus seguidores —la familia espiritual— se regían por normas estrictas: rezos al despuntar el alba, trabajo doméstico, evangelización y absoluta devoción al profeta. Fueron miles los niños criados en este régimen. Él grababa cassettes y enviaba largas cartas manuscritas que todos debían memorizar.

Un día, en una de estas grabaciones, Berg insistió: “El Señor exige entrega sin peros. Los niños son del rebaño, y nosotros solo guiamos sus pasos hacia Su gracia”.
Cualquier duda, cualquier resistencia, era castigada con dureza. Temían más el rechazo de la comunidad que el afuera desconocido. Por las noches, mientras la oscuridad envolvía las casas comunes, la madre de Serena le susurraba:“Nada temas, hija. Todo ocurre porque Él lo dispone”.
Los juegos, cuando existían, eran premios fugaces por la obediencia, o máscaras detrás de las cuales se ocultaban castigos y pruebas de disciplina.

El despojo gradual: madre, niña y el silencio
Serena tenía prohibido preguntar por qué ya no dormía con otros niños; por qué la llamaban “esposa pequeña” en voz baja y “elegida” en público. Las respuestas nunca llegaban. Solo quedaba el miedo de los pasillos, el frío de las miradas y la certeza de que su madre ya no podía protegerla. “Iba perdiendo mi voz. Me reconocía cada vez menos cuando me miraba a los espejos polvorientos del lugar”, recuerda.
Salían poco a la calle. Cuando lo hacían, era custodiadas por adultos devotos —llamados “tíos” y “tías”—, que evitaban cualquier contacto con el mundo exterior, temerosos de agentes del demonio, curiosos, periodistas o policías. “Aquí afuera está el infierno. Solo la familia es segura, solo nuestro pastor sabe lo que te conviene”, sentenció un día la madre de Serena ante la menor duda.
La expansión de los Niños de Dios: redes de fe y dolor
La secta Niños de Dios nació en California a finales de los años 60, con David Berg a la cabeza. Pronto, su mensaje —una mezcla de carisma, radicalismo y devoción bíblica— logró arrastrar a decenas y luego miles. Prometía una familia extensa, una comunidad capaz de proteger a sus miembros del veneno del mundo.
La realidad era otra. El “amor libre” y la obediencia estricta camuflaban abusos y sometimiento. Cambiaban de ciudad a menudo, mudándose incluso de país, huyendo de las autoridades y de cualquier rumor peligroso para la organización.
La secta se expandió a América Latina y Europa. El horror se replicaba sin distinción geográfica: todos los niños, todas las niñas eran vulnerables. Nadie escapaba al mandato del profeta.

’}En 1993, la Policía Federal argentina realizó siete allanamientos en distintos puntos del país, ordenados por el juez Roberto Marquevich. La denuncia era de corrupción de menores y llegaba impulsada por el consulado estadounidense que buscaba a cuatro chicos secuestrados por la secta los Niños de Dios.
La Justicia rescató 268 menores que habían sido cooptados por los Niños de Dios, la secta liderada por Berg. Así lo contó la periodista Emilse Pizarro en una nota publicada en 2019 en Infobae.
La vida de una niña rota: años de miedo continuo
A los seis años, Serena Kelley ya no tenía recuerdos de antes de la secta. Cada cumpleaños era solo una fecha en el almanaque; un día igual a todos, con nuevas obligaciones y promesas de mayor entrega. La infancia, para ella y los demás, era solo una palabra.
—Pronto, el profeta te confiará una misión inmensa —le advirtió una vez una tía, con una sonrisa ahogada.
En la comunidad, la obediencia era condición para la supervivencia. El silencio, una manera de sobrevivir. Llorar o rebelarse traía castigos que iban desde la humillación pública hasta la segregación en habitaciones oscuras.
David Berg gobernaba con mano firme. Los niños eran herramientas, símbolos de pureza y objetos de propiedad espiritual y carnal.

La toma de conciencia fue lenta. Adolescente, Serena Kelley comenzó a escribir pequeños relatos y a leer libros clandestinos que circulaban entre los jóvenes rebeldes de la secta. Descubrió que el mundo exterior no era un abismo, sino una opción.
La huida no fue gloriosa. Llevó tiempo, dudas, amenazas de ostracismo y un trabajo minucioso para frenar el adoctrinamiento instalado desde la cuna. “La libertad aterra al principio. Te sientes incompleta, culpable, deseando volver solo para no tener que decidir sola,” cuenta Serena.
Tras su salida, las pesadillas fueron constantes. Los recuerdos volvían con frecuencia. La voz grave de Berg, las miradas de los fieles, las frases envenenadas por la devoción. Nadie la persiguió, pero la vergüenza y la sospecha nunca la abandonaron.
El testimonio y la recuperación
Solo al contar su historia, primero en círculos privados, después en reportajes y foros internacionales de víctimas de sectas, Serena Kelley halló un propósito difícil: luchar por la memoria colectiva y el reconocimiento de los horrores sufridos por los hijos de la secta Niños de Dios.

“No pido piedad ni ira. Solo exijo memoria y verdad, para que ninguna niña tenga que vivir en carne propia lo que a mí me arrebataron”, reclama Serena cada vez que toma un micrófono.
Decenas de personas contaron historias similares. Los patrones se repiten: control total, aislamiento, abuso físico y psicológico. Las estructuras legales no siempre llegaron a tiempo. La secta —dispersa y debilitada tras la muerte de Berg en 1994— sobrevivió en pequeñas células, amparada muchas veces por la inacción judicial y el olvido social.
En una carta pública leída en una conferencia para sobrevivientes de sectas en Los Ángeles, Serena Kelley resumió el sentido de su lucha:
“A quienes me piden que olvide, les digo: sigo siendo una niña de tres años, con un vestido viejo y la promesa del profeta clavada en el pecho. No dejaré que esto se olvide. Hablo por todas las que no pudieron, las que aún callan, las que murieron esperando otra oportunidad de ser libres”.
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