Sociedad
Histórico: el Mercado de Hacienda de Liniers cierra sus puertas tras 121 años de actividad
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Hoy se realizará su último día de operaciones en el predio de 30 hectáreas en el barrio porteño de Mataderos. El martes abre sus puertas el Mercado Agroganadero en Cañuelas
El mercado de Liniers es un punto de referencia del campo argentino y de su excelsa ganadería, pero también lo es de la Ciudad de Buenos Aires, un lugar antagónico por definición a la ruralidad. Ubicado en el corazón del barrio porteño de Mataderos, sus 30 hectáreas de pasarelas y corrales supieron acoger decenas de miles de animales y marcar la vida no solo de la zona, sino también de las incontables cantidad de personas que supieron trabajar allí y ver infinidad de amaneceres antes de que los martillos de los rematadores, las voces de los compradores y los mugidos de las vacas comenzaran a escucharse.
Lo cierto es que hoy se realizará su última gran gala tras 121 años de historia y actividad ininterrumpida. Hoy ingresaron por última vez los camiones cargados con los animales, se congregaron por última vez los compradores frente a los corrales, se pujó por última vez por la mercadería y se cerraron por última vez negocios en ese lugar. Algunos dicen que con Liniers muere parte de la historia de Mataderos. Otros directamente sostienen que desaparece un ícono de todo el sector ganadero. Los hombres a caballo, la indumentaria gaucha y ese peculiar olor ácido pasarán a ser cosa del pasado.
No obstante, la naturaleza de la historia reside en no detenerse, sino que avanza constantemente. Y es por eso que el mercado fundado en 1901 dejará de contar con el aluvión de miles de animales en sus corrales para abastecer las carnicerías del Gran Buenos Aires y la Ciudad y trasladará el próximo martes sus operaciones al denominado Mercado Agroganadero (MAG) ubicado en la localidad bonaerense de Cañuelas, a casi 54 kilómetros de Mataderos. Allí, las 30 hectáreas de Liniers se transformarán en 100 hectáreas, con una moderna infraestructura, tecnología de última generación y mayores comodidades para los operadores y la hacienda.
“Facultad de vivencias”
Oscar Subarroca pasará a la historia como el último presidente del Mercado de Liniers, con más de 45 años inmerso en los corrales, pasarelas y casillas del complejo. Con 70 años de edad, pasó más de la mitad de su vida en el ícono de Mataderos y conoce como la palma de su mano los códigos y la manera de desempeñarse en este negocio.

“Liniers es una importantísima parte de mi vida. 45 años concurriendo todos los días de la semana. Es una rutina muy importante en la que uno se tiene que levantar a las 5 de las mañana, concurrir al mercado y empezar con un estrés importante para los vendedores, donde desde las 7.30 se tiene que empezar a vender la hacienda que fue confiada al mejor precio que se consiga”, detalló en diálogo con Infobae.
Para Subarroca, el mercado concentrador escondía sus secretos y mañas, pero también todo lo necesario para aprender a moverse dentro de ese maremoto de animales y personas que se congregaban a diario bien temprano por la mañana. “Cuando comencé en 1977, estaba como turco en la neblina. Uno tiene que tener en cuenta que se tarda entre tres y cinco años para adquirir los conocimientos de mercado, conocer la hacienda, saber quién la manda, cuáles son los plazos de ventas, pero también hay que saber quién es el comprador indicado para ese tipo de hacienda. Esto es una facultad como cualquiera, donde en vez de libros se leen vivencias, donde uno va día a día adquiriendo conocimiento para después ganar madurez y tener un pleno conocimiento de qué ofrece, qué se vende”.
Pero más allá del negocio, que seguirá en el MAG de Cañuelas, y que lo tendrá a Subarroca, quien también conduce la consignataria Ganados y Campos, hizo hincapié en los “lazos” que se formaron dentro del mercado con el personal, con los colegas y con los compradores, lo que lo llena de angustia a la hora de saber que Liniers no funcionará más.
“El cierre representa sentimientos muy encontrados. En primer lugar, la frialdad que merece también la situación: no podíamos seguir más en el mercado, nos invadió la ciudad, estamos molestando y tiene razón la Ciudad al pedirnos el predio porque no tiene sentido que sigamos ingresando camiones. Somos conscientes. Pero por el lado de los afectos hay una terrible angustia, de saber que transité 45 años ahí adentro y eso no se pone en una valija y se lleva”, concluyó.
“La parte gaucha”
Fernando Saenz Valiente es uno de los directores de la empresa consignataria Saenz Valiente, Bullrich y los últimos 30 años supo recorrer gran parte de su tiempo los corrales y pasarelas del Liniers. Desde 1990 que trabaja allí y siente a Mataderos como su propio barrio, a pesar de que nació en una zona de la ciudad no muy relacionable al manejo de hacienda, como lo es Palermo.
En diálogo con Infobae, a Fernando se le siente la emoción en la voz cuando habla del mercado de Liniers y se percibe un amor y un sentido de pertenencia con el complejo. “Esto significa toda mi vida, mi formación en este trabajo, mi aprendizaje en todo lo que se puede saber sobre la hacienda gorda. Aprendí a convivir y hacer amigos con gente educada en otros lugares, otros barrios, de otra manera diferente a la mía, pero con códigos, que son mucho más importantes que otras cosas que yo conocía. Eso me llevó a tener calle, a hacerme de Mataderos”, remarcó el martillero.

Saenz Valiente recordó como si hubiese pasado ayer sus primeros pasos en el emblemático lugar con detalles precisos y nombres fijados en la cabeza. “A las 4 de la mañana salía de casa en Palermo, llegaba al mercado y el capataz de la casilla, que era Rafael Andrés me recibía con unos mates, con las listas hechas, los lotes encerrados. El me fue enseñando cómo funcionaba todo el mercado, cómo venían los compradores, cómo era la venta al oído. La verdad es que eran días largos, porque volvía a mi casa a las 7 de la tarde. Estaba recién casado cuando empecé y mi mujer lloraba porque no esperaba tener un marido que salga a la 4 de la mañana y regresara a las 19. Yo tampoco. Pero te volvías un guapo, porque había que andar a las 4 de la mañana…”.
El consignatario vive con tristeza el cierre del mercado y se niega a que así sea, por lo menos en su totalidad, ya que considera que “este es un lugar histórico del país, un gran dador de mano de obra en el barrio. Se podría haber achicado, podría haber seguido manteniendo la visita de los turistas para que vean cómo funcionamos… Esto hace un poco de daño al alma, por eso continuó en la lucha para que siga abierto”.
Es por eso que relató que presentó una propuesta al Ministerio de Cultura y de Seguridad de la ciudad para mantener la parte intermedia del mercado abierta con remates para el turismo, para llevar a cabo la equinoterapia, una escuela de equitación gaucha, entre otras iniciativas. “Yo voy a juntar las vacas para que siga funcionando con menos cantidad y hacer un proyecto de educación y sacar gente de la calle del barrio para que puedan tener actividades relacionadas con el campo argentino, todo ligado a que en Mataderos siga existiendo la parte gaucha”, finalizó.
“Uso de razón”
Carlos José Colombo, más conocido en el ámbito de Liniers como “Carli”, es la tercera generación de consignatarios de la firma Colombo y Magliano, empresa que ingresó a operar en el mercado en 1940 y desde ese momento no cesó su actividad allí. Hace ya más de 80 años que este apellido se hace presente en las parcelas de Liniers y es por eso que Carlos asegura que va al mercado desde que tiene “uso de razón” y lo reconoce como su “segunda casa”.
“Por la historia de mi familia, yo voy al mercado desde que tengo uso de razón. Ya tengo 45 años y en el ‘98 o ‘99 empecé a trabajar fijo en la empresa, desde muy abajo. En el 2002 comencé a martillar, con 22 años. Desde esa época estoy todos los días en la actividad comercial en el mercado de Liniers”, dijo a este medio Colombo, recordando cómo pasó la mitad de su vida en estas 30 hectáreas lindantes con el barrio de Ciudad Oculta y a pocas cuadras de la cancha de Nueva Chicago.

Tal es la identificación con este lugar, que lo reconoce como hogar y como escuela. “Es mi segunda casa, es donde pasé gran parte de mi juventud, donde aprendí a trabajar, donde hice mis primeras armas con el martillo. Me crié con las personas a caballo que hacían los encierres. Es el lugar donde se hizo la firma Colombo y Magliano, donde forjaron los primeros negocios mis abuelos hasta nosotros, que nos tocó este traslado. Y de este traslado también se habla desde que yo tengo uso de razón. Pasaron todos los gobiernos y nos tocó a nosotros, a un grupo joven de consignatarios, la difícil tarea de concretarlo. Fue un desafío y que también es duro”.
“Hay cuarta generación de familias trabajando allí y es un cambio que cuesta mucho, pero ver el MAG de Cañuelas funcionando es una satisfacción también, porque desde 2017 que estamos trabajando en este proyecto, con dos años de pandemia en el medio. Hay que pensar que arrancamos el proyecto con un dólar a 18 pesos y lo terminamos con los valores de hoy. Ya está el reemplazo, que fue pensado por los jóvenes”, concluyó Colombo.
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Once días atado, racismo y un dedo amputado: el brutal secuestro que reveló un nuevo perfil criminal en la Argentina
Publicado
7 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
Ariel Strajman tenía 27 años cuando fue raptado mientras entraba al garaje de su edificio en Villa Urquiza. Su caso marcó un cambio del mapa delictivo: bandas sin prontuario, de jóvenes de barrios acomodados con una crueldad metódica. A más de veinte años, su historia sigue siendo un espejo incómodo de la violencia de aquellos años. El encuentro a solas con él a la distancia
“Si a Maradona le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos, a mí me arrancaron el corazón, la mente, todo”, me confió en la única entrevista que dio Ariel Strajman, sentado en el living del departamento de su familia en Villa Urquiza, casi un par de años después de que una banda improvisada pero feroz lo secuestrara y le amputara el dedo meñique de su mano derecha para cobrar el rescate.
Estaba triste, pero firme y con mucha bronca acumulada: “Pedí pena de muerte y al cabecilla le dieron 22 años. ¿Qué diferencia, no? Estas cosas incentivan para irse del país. Después de saber el veredicto quedé arruinado. Me cortaron un dedo y me anunciaron que después venía la mano. Y que me despedazarían lentamente, mientras me llamaban ‘judío de mierda’ y se reían. Después me quemaron el pecho y los labios con encendedores y me colocaban jamón en la boca y me daban alcohol para emborracharme. Estaba atado de pies y manos, me dieron pastillas de Lexotanil para dormir. En el juicio aseguraron que no hicieron nada de eso. Y Adrián Sommaruga se solidarizó con mi familia en el debate oral. Ahí me paré y me fui a la mierda, para no armar un quilombo y terminar preso yo. Sentí que en ese fallo se me fue la vida y el futuro”.

Las frases no fueron en caliente, sino en una charla en la que intentó poner en palabras el hueco que dejó aquel rapto que lo convirtió, sin quererlo, en símbolo de una época de violencia social contenida. Su historia, como la de tantos otros secuestros exprés de comienzos de los 2000, mezcló juventud, impunidad y un nivel de planificación que asombró incluso a los investigadores más experimentados, más allá de los errores garrafales que los delincuentes cometieron.
Ocurrió el 16 de octubre de ese año. Strajman, de 27 años, empresario, hijo de joyero, llegaba a su departamento. Fue interceptado por un grupo armado que lo subió a un auto y lo trasladó hasta una casa cercana ubicada en la calle Holmberg, que luego se comprobó era de la familia Sommaruga, de donde provenían la mayoría de los componentes de la banda. A patadas y empujones le hicieron bajar una escalera resbalando en cada peldaño hasta un sótano donde lo ataron tan fuerte que apenas podía respirar.
Lo encadenaron de pies y manos. Después lo llevaron a otra vivienda en el Complejo La Josefina, en la esquina de Tulipanes y Las Glicinas en la ciudad de Pilar, lugar donde lo mantuvieron encerrado y lograron cobrar un primer rescate, algo así como mil dólares, seiscientos pesos y alhajas. Y como les salió bien intentaron pedir más dinero.

Durante los días siguientes, lo golpearon, lo humillaron y, para demostrarle a su familia que hablaban en serio, le cortaron el dedo meñique de la mano derecha. Esa imagen dentro de una bolsa la recibió su familia exigiendo un rescate de 30 mil dólares, y luego recorrió oficinas policiales, redacciones y despachos judiciales. Era el símbolo de una crueldad que ya no tenía fronteras de clase. “Esto que vas a sufrir no se compara ni con el Holocausto”, lo torturaban.
Las llamadas eran constantes, con tono burlón y precisión militar. Algunos trabajaban como patovicas en boliches de la zona norte, otros estudiaban carreras universitarias. Su presunto líder, Pablo Sommaruga, había sido custodio en locales nocturnos y mantenía contactos con el ambiente del fisicoculturismo. Los investigadores descubrieron que no se trataba de una banda común: no había delincuentes históricos, sino una mezcla de soberbia y amateurismo que, en conjunto, resultó devastadora.
El secuestro duró once días. Ariel fue liberado tras el pago de un rescate parcial y un operativo encubierto de la Policía Federal. Llegó al hospital deshidratado, con el cuerpo lleno de hematomas y la mano. “No sé cómo voy a volver a dormir”, reflexionó mirando al piso. Los médicos le explicaron que el dedo no se podía reimplantar, tampoco la vida anterior.
La investigación fue un rompecabezas. Los secuestradores habían dejado rastros en los teléfonos, en las cabinas y hasta en los billetes del rescate. Cayeron uno a uno. Cuando se conocieron sus identidades, la sorpresa fue general: jóvenes de entre 25 y 35 años, sin antecedentes, con buen aspecto y vínculos sociales. Los medios los bautizaron como “La banda de los patovicas”, aunque en el expediente figuran como una “asociación ilícita dedicada al secuestro extorsivo”.
Venían cometiendo delitos en la zona aledaña de Saavedra y Villa Urquiza. Pero la sensación de impunidad con que se movían los llevó a cometer errores, algunos garrafales, como utilizar el mismo teléfono para hacer las llamadas para pedir las sumas de los rescates, por lo que rápidamente se identificó el número de un celular, a través del cual se obtuvieron los datos del titular de la línea.

De esa forma sencilla la policía llegó a la casa de la calle Holmberg donde al principio tuvieron a Strajman. Atendió María Esther Gottig, esposa de Alberto Juan Sommaruga, propietarios de la vivienda y reconoció que el teléfono le pertenecía. Pero la embarró más aún cuando intentó aclarar y mencionó que su hijo lo utilizaba para “trabajar”. Terminó detenida junto a su marido y sus hijos, Adrián y Pablo, y el resto de los sospechosos, uno de ellos llamado Diego Sibio –hijo solo de Gottig- y otros que no pertenecían a la familia.
La policía ordenó cuidadosos allanamientos. Uno fue clave para llegar a la vivienda de Pilar y poder liberar a Ariel Strajman. En otros pudieron secuestrar dos pistolas calibre nueve milímetros, otra 11.25, un revólver Magnum 357, un 32 con numeración adulterada y una ametralladora Mini Uzi automática de fabricación israelí.
Todos fueron imputados desde el comienzo por los delitos de “secuestro extorsivo, asociación ilícita, tormentos, con el agravante de odio racial, lesiones gravísimas, uso de documento de identidad falsificado y tenencia ilegal de armas de guerra”. María Esther Gottig fue alojada en la cárcel de mujeres de Ezeiza y los hombres en el penal de Villa Devoto. Dos años más tarde, la última semana de setiembre de 2004, el Tribunal Oral Federal Nº 1 que por entonces estaba integrado por Mario Gustavo Costa, Martín Federico y Jorge Gettas dictó sentencia: 22 años de prisión para Adrián Sommaruga; 16 para su hermano Pablo; 14 para Osvaldo Keroa; seis para María Esther Gottig; cinco para Alberto Sommaruga y Diego Sibio; y tres para Nicolás Barlaro.
Durante el juicio, el contraste entre la víctima y los acusados fue brutal. Ariel, de traje oscuro y voz temblorosa, describía las noches sin luz, los insultos, el dolor. Del otro lado, los imputados se mostraban serenos, casi altivos. En sus declaraciones, ninguno mostró arrepentimiento real.
La justicia los calificó como una organización “que actuó con extrema frialdad y desprecio por la vida humana”. El caso fue emblemático porque marcó un cambio en el mapa criminal argentino. Ya no eran bandas marginales las que secuestraban, sino grupos con educación, contactos y ambición económica. Los investigadores compararon su estructura y su método con aquellos secuestros familiares de los ochenta que habían conmocionado a la sociedad, aunque esta vez sin la solemnidad de un clan ni la mística de un apellido como el de los Puccio, por ejemplo. Era el reflejo de un tiempo en el que todo parecía posible, incluso lo impensado.
Para Ariel las noches seguían siendo un campo minado. En 2020, el apellido Sommaruga volvió a escena: Pablo, con la condena ya cumplida por el secuestro de Strajman, vivió un acto de agresión mientras gozaba de salidas transitorias de la Unidad 14 de Esquel en una causa por portación de armas. Sucedió en las inmediaciones del barrio Vepam cuando vecinos lo increparon y lo golpearon.
En ámbitos judiciales los fiscales aún recuerdan la causa como una de las más complejas de la década. No por su extensión, sino por su impacto emocional. “Ariel fue un testigo de excepción —dijo uno de ellos años después—. No solo narró su cautiverio, también nos obligó a mirar de frente una forma nueva de criminalidad”. El secuestro de Strajman se convirtió en un espejo difícil de mirar donde podía verse el sadismo más cruel.
Él mismo aceptó que no busca revancha, sino olvido. “No odio, pero no quiero ni recordarles la cara”. Y aunque los nombres de sus captores ya forman parte de un archivo judicial, el trauma persiste en él como una sombra imposible de soslayar.
Sociedad
Indignación y repudio por el disfraz de un alumno en Bariloche: se vistió de “mujer violada” en su viaje de egresados
Publicado
9 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
El grupo de jóvenes de Bell Ville difundió el video a través de la cuenta de Instagram de la promoción. Allí, uno de ellos aparece con un vestido estampado roto y el cuerpo pintado con manchas rojas
Un grupo de estudiantes del Instituto Provincial de Educación Técnica (IPET) N.º 267 de la localidad de Bell Ville, en la provincia de Córdoba, protagonizó un repudiable hecho durante su viaje de egresados, cuando uno de ellos fue grabado usando un disfraz en el que simulaba ser una víctima de abuso sexual. El video, difundido inicialmente en la cuenta de Instagram de la promoción, se viralizó y provocó un fuerte rechazo social por trivializar el tema.
Según informó el medio local El Doce, la rápida difusión del video motivó pedidos de sanción y un fuerte repudio por parte de la comunidad educativa y de la sociedad en general.
En el mensaje, los alumnos reconocieron: “Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. Queremos aclarar que este hecho está desligado de nuestra institución, acompañantes y no representa los valores enseñados. Somos adolescentes y entendemos que es un tema delicado y que no debemos fomentarlo. Pedimos disculpas”.

En sus palabras, los estudiantes afirmaron: “Queremos expresar nuestro más absoluto repudio por las recientes publicaciones. Nos sentimos totalmente conmocionados por la violencia de las imágenes y consideramos que el comunicado posterior resulta insuficiente para justificar lo sucedido”.
El texto de este segundo comunicado profundizó en la reflexión sobre el contexto social y la responsabilidad individual, al señalar: “La mayor parte de nosotros somos mayores de edad. Esto forma parte de una manera de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos, de creer que algunos pocos tienen la licencia de reírse de cualquier cosa. Nos sentimos abrumados, tristes”.
Por último, solicitaron la intervención de las autoridades escolares para que se tomen medidas concretas. “Pedimos que se revisen y sancionen a los responsables, nos despegamos de ellos y abrazamos a nuestra escuela y docentes que nos están conteniendo en tan tremenda situación”, concluyeron.
Esta no es la primera vez en el año que un grupo de alumnos de una escuela que estaba en medio de su viaje de egresados en Bariloche queda envuelto en un hecho polémico. A finales de septiembre, unos estudiantes de una escuela de Canning fueron filmados mientras realizaban cánticos antisemitas.
“Hoy quemamos judíos”, era la frase que se repetía en el micro y que se puede escuchar en el video que se viralizó en las últimas horas. En las imágenes difundidas, se puede ver cómo un hombre, que sería el encargado del grupo, se sumó a los cánticos que generaron rechazo en las redes sociales.
De acuerdo con lo que se conoció hasta el momento, las imágenes datan del pasado 10 de septiembre, cuando en Bariloche estaban los alumnos de la Escuela Humanos de Canning.
En ese marco, la propia institución educativa sacó un comunicado haciendo alusión a lo ocurrido. Allí señalaron que “la Escuela Humanos repudia enérgicamente el accionar de un grupo de alumnos durante su viaje de egresados”.
“De igual manera, repudiamos la actitud de la empresa organizadora y del coordinador a cargo, aclarando que nuestra institución no tiene vínculo alguno con sus prácticas ni mensajes”, continúa el escrito.
Y cierra: “Los cánticos difundidos no representan en absoluto los valores de nuestra escuela, basada en el respeto, la inclusión y la convivencia democrática. Se adoptarán las medidas correspondientes y reafirmamos nuestro compromiso de seguir construyendo una comunidad más humana e inclusiva”.
En sus redes sociales, la escuela destaca que desde 2019 lleva el título de Embajadores Mundiales de la Paz. Esta distinción fue entregada por la agrupación Mil Milenios de Paz en un acto que se realizó en el Senado de la Nación.
Sociedad
Aerolíneas Argentinas retiró preventivamente ocho aviones tras la falla en el vuelo con destino a Córdoba
Publicado
9 horas atráson
16 octubre, 2025Por
Admin
La compañía investiga, junto al fabricante CFM y a otras aerolíneas de la región, el origen del desperfecto en uno de los motores del Boeing 737-800 que debió aterrizar en Ezeiza de emergencia
Aerolíneas Argentinas anunció este jueves la suspensión preventiva de las operaciones de ocho aeronaves Boeing 737-800 equipadas con motores fabricados por CFM, tras la falla registrada en el vuelo AR1526 que partió ayer desde Aeroparque con destino a Córdoba. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, informaron.
Como informó este medio, el vuelo AR1526 presentó una falla técnica en uno de sus motores poco después de iniciar el despegue. La tripulación siguió los procedimientos de seguridad y dirigió la aeronave al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes. “Los pasajeros desembarcaron con total normalidad”, señaló la línea aérea.

La compañía informó que el mantenimiento de todos sus motores “tiene un cumplimiento absoluto en términos de las verificaciones indicadas por los fabricantes”. Sin embargo, reconoció que “este es el cuarto suceso registrado en el último año con un mismo tipo de motor”.
También pidió la evaluación de otras aerolíneas de la región que operan con la misma motorización y “tuvieron sucesos similares”. Además, notificó a las autoridades regulatorias locales, con las que trabaja “para fijar un criterio de resolución”.
“Esta suspensión preventiva es consecuencia de la aplicación de criterios de altísima exigencia”, subrayó la empresa. “El foco de la medida está puesto en los propulsores, y no en otro elemento de las aeronaves”, aclaró el texto oficial.
El incidente del miércoles afectó a más de 160 pasajeros del vuelo AR1526 de Aerolíneas Argentinas, que habían despegado ayer por la mañana del Aeroparque Jorge Newbery, en CABA, con destino a la ciudad de Córdoba. Allí, un motor del avión sufrió una falla y debió modificar su ruta inicial hacia el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza, donde aterrizó sin inconvenientes.

Como consecuencia del hecho, la terminal aérea metropolitana permaneció cerrada durante algunas horas, hasta que, pasadas las 11.30, reabrió sus puertas y reanudó sus actividades habituales. No obstante, algunos vuelos programados para esta jornada registraron demoras y reprogramaciones menores.
Fuentes de la aerolínea señalaron que “el motor estaba en condiciones normales y correctamente mantenido”. Tras la inspección de pista, el fabricante fue informado sobre la incidencia con el objetivo de determinar el origen de la falla.
El Boeing 737-800 fue liberado luego de que los operarios completaron las tareas de revisión y limpieza en la pista. La empresa precisó que la medida preventiva no implica la cancelación de rutas, pero sí “una reorganización temporal de la programación de vuelos mientras duren las verificaciones técnicas”.
Aerolíneas indicó que continúa en contacto con el equipo técnico del fabricante CFM y con las autoridades aeronáuticas locales e internacionales “para definir los pasos a seguir antes de reincorporar las aeronaves al servicio”.


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